Así la conocían, por la hermosa flor de aterciopelados pétalos que llevaba tatuada entre los omóplatos, con un tallo serpenteante, tachonado de espinas, dibujando su columna vertebral. Aunque supe su nombre verdadero, me referiré a ella como Rosa, en respeto a un anonimato que siempre se encargó de proteger. Este relato no es más que un retazo de su historia. El que compartió conmigo.
Yo pateaba Las ramblas sin mucha fortuna cuando me abordó.
—¿Cuál es tu límite?—me soltó a bocajarro.
—Que no lo hago con mujeres—le contesté.
Ella rió con ganas, mostrando una dentadura perfecta. Era elegante y atractiva, de las que no pasan desapercibidas y yo andaba canina de putear sin resultado, así que acepté acompañarla.
Se alojaba en el Palauet, uno de los mejores hoteles de Barcelona y ocupaba la suite Tibidabo. Allí nos esperaba un joven no menos atractivo, que se presentó cordialmente y me ofreció una copa de champagne. La sesión duró un par de horas. La mujer se echó en un diván y me pidió que actuase como si no estuviese allí. Aquello parecía el casting para una película «porno», así me creí en la obligación de avisar que, bondage, anal o cualquier otro servicio especial no estaba incluido en el presupuesto. Como ella dijera que actuase con total libertad, pues no había problema de dinero, traté de ofrecer lo mejor de mi repertorio. Cuando terminamos, la mujer despidió al joven, me ofreció una ducha relajante, me pagó y me invitó a cenar. Todo aquello resultaba, cuando menos, extraño, pero algo misterioso que emanaba de su personalidad me hacía confiar y dejarme agasajar.
La noche terminó así. Yo me había quedado con la idea de una pareja extraña y con dinero que buscaba otros estímulos hasta que, una semana más tarde, volví a verla.
Rosa no se alojaba en el Palauet, sino que vivía allí. Alquilaba la suite más cara del hotel por meses. Siempre el mejor hotel de la ciudad donde estuviese. Nunca la misma ciudad por más de un año, como si estuviese huyendo de algo o de alguien. Por lo que supe después, Rosa era una escort de alto standing, que contaba a sus «acompañantes» entre las altas esferas, tanto de la política como de los negocios… De todo tipo de negocios.
—¿Por qué te dedicas a esto?—Me preguntó mientras despachábamos un suculento desayuno americano en la terracita de su suite.
Al principio la pregunta me cogió por sorpresa, pero recordé el episodio del Moule Rouge y todas las peripecias que me habían llevado hasta Barcelona.
—Es como si hubiera hecho un curso de paracaidismo—contesté—. El primer salto lo hice con un tío pegado al culo; para el segundo, me lanzaron al vacío y me dijeron «abre bien las piernas y relájate»… No dicen que el hábito hace al monje… Pues yo, ahora, prefiero el cielo al suelo.
—C’est parfait… Ahora yo te ofrezco dos opciones: volver a tu caída libre o aprender a volar en serio.
Como viera mi enorme sonrisa a lo diva del celuloide, atajó:
—No te confundas «Pretty Woman», que la fama cuesta… y aquí es donde empiezas a pagar.
—Eso me suena.
Después del intercambio de frases ocurrentes, quise saber el verdadero motivo de mi presencia en aquella suite. La Rosa Negra me dijo que necesitaba una partenaire y, después de explicarme el significado de tal palabra, me contó que había recorrido Las Ramblas durante varios días pues, aunque buscaba a alguien del oficio, eran necesarios importantes requisitos previos. Yo fui la elegida, pasé la prueba práctica y, al fin, la entrevista personal.
Después vinieron meses duros. Clases de idiomas, de modales, de artes y letras, culto al cuerpo y, sobre todo, ejercicio dialéctico. Tal como ella decía, se trataba de tallar en brillante el diamante en bruto. El «bruto», más que diamante, era yo. Pero las ganas de aprender y cierta predisposición natural, aunque esté mal que yo lo diga, hicieron el milagro.
Un año después de las teóricas, comenzamos la práctica. No imaginaba que aquel mundo fuese así, pero aquellas damas añadían varios ceros a mi nómica en la calle. Comenzó por introducirme en sociedad, acudiendo a fiestas y eventos organizados por sus clientes, una cuidada selección de prohombres y personalidades de todos los ámbitos. He de decir que, el sexo, la mayoría de veces, era algo excepcional, limitándose nuestro servicio a actos sociales en los que, el saber estar, era pilar fundamental. Y en ello no influía tanto la estricta labor de formación, cuyo efecto se dejaba sentir más bien en el poso dejado, como la práctica de las habilidades sociales: sonreír con picardía y llevar el hilo de una conversación sin llegar a decir nada; crear un efecto mariposa con un solo cruce de piernas; conocer expresiones en un idioma exótico, siempre diferente a los que pueda dominar el cliente; y, por supuesto, ser un excelente perchero, tanto de modelitos exclusivos como de fina lencería.
Entonces quizá se hagan la pregunta de por qué no son las esposas de tales hombres, que a buen seguro disponen de las dotes adecuadas, las que ejercen este papel. La respuesta es que, independientemente de los motivos particulares, quedaría un poco mal que los tipos ofrecieran a sus propias mujeres, por mucho que a algunos no les importase, como mercancía de uso y disfrute a sus amigos y socios, una de las principales funciones de las escort. Doble función por tanto, como en el circo, mujer florero y mujer regalo. Y era en esos casos cuando sí que había sexo, y del fuerte.
Mi noche de estreno fue cuando acudimos a una reunión de negocios a puerta cerrada con uno de sus habituales clientes, un empresario con importantes intereses en el sudeste asiático. En este caso, el socio en cuestión, es decir, el funcionario a sobornar, era un diplomático de cierto país con muy buena mano entre las autoridades locales. Nuestro cliente, aprovechando la oportunidad que se le presentaba, no dudó en ofrecer a su nuevo amigo un «dos por uno» y le dijo algo que no entendí mientras le guiñaba un ojo:«Cortesía de la casa, subirán a su habitación una botella de cava y dos impresionantes burbujas»
La actuación a la carta comenzó con un dueto femenino y continuó en concierto para piano y orquesta, aunque al final se transformó en un solo de trompeta para el que ambas nos esmeramos en sacar un buen acorde al instrumento de viento. Sin embargo, fue la primera parte del número la que me causó cierta… desazón. Nunca había tenido sexo con otra mujer y menos de cara a la galería, aunque para los hombres tuviese un morbo increíble.
—Vamos a ensayar un poco —me dijo en cierta ocasión, consciente de mis reparos—, porque en esto, hay que ser más actriz que puta…
Yo entonces no lo sabía, pero incluso en el arte escénico, la diferencia entre fingir y sentir, marcaba la pauta. Ella sí lo sabía.
—… Y si te corres, se volverán locos—añadió.
Aquella calurosa noche de agosto, bajo el dosel de una cama con pedigrí, la rosa negra enroscó su tallo de espinas en mi cintura, embriagó mis sentidos con el aroma de flor madura y libó el néctar que mi cuerpo derramó, rompiendo el cáliz de la cordura. No hubo besos, pero hubo risas y locura. Lo justo, eso sí, que entre bastidores, no había que simular ardores y los gemidos de pasión, quedaban para cuando se alzase el telón.
Aquella escena se repitió mil veces, aunque siempre en público, nunca más en privado, canción de autor de un repertorio creado para el escenario.
Es curioso, como cambia la perspectiva dependiendo del lugar desde donde mires. ¿No dicen que a nadie le amarga un dulce? Pues ella tenía miel en los labios y embadurnaba mi deseo hasta hacerlo desbordar en torrente de aguas vivas.
Fueron meses extraños, de días impuros en el cielo raso y noches inmaculadas en el infierno enmoquetado. Ni en la calle Desengaño ni en la aventura con el Moule Rouge, había ejercido el oficio de aquella manera. Éramos el tándem perfecto. Nos codeábamos con gente importante, hablábamos su idioma y les quitábamos los calzoncillos. Aunque a sus ojos no dejáramos de ser putas, con los consiguientes riesgos físicos y humillaciones, juntas nos protegíamos mutuamente. No faltaba la ocasión en que una recibía un cachete demasiado fuerte, tal que daba con sus costillas en el suelo y la otra entregaba un florero, que estallaba en pedazos contra el cráneo del destinatario.
Un día, sin embargo, acudimos a una cita en la que nadie se presentó. Una excusa telefónica y un «no os preocupéis, os pagaré el servicio». Teníamos la llave de una habitación, una camarera repleta de exquisitos manjares y toda la noche pagada. Comimos sobre la cama, bebimos entre las burbujas del jacuzzi y bailamos en ropa interior, asomadas al balcón.
No sé si fueron los efectos del Dry Martini o de la cálida noche barcelonesa, pero acabamos desnudas entre las sábanas de seda, unidos nuestros labios en un beso. El primer beso. Tan distinto de aquellos otros mil con los que mutuamente barnizábamos nuestra piel ante hombres sedientos de lujuria, con los que ocultábamos nuestra intimidad bajo una pátina de lascivia. El primer beso de los mil que siguieron en busca de un rincón inexplorado, de la preciosa gema del éxtasis. Y cuando la hallamos, caímos rendidas por el gozoso esfuerzo, enlazados nuestros cuerpos en un sueño profundo, ajeno a la prosaica realidad.
Cuando desperté, el día se había llevado la magia y con ella a la Rosa Negra. Tan solo quedaba una habitación desordenada y, junto a la botella vacía de Absolut, un sobre con dinero y una nota, en la que se leía: «Última lección: Nunca dejes que el vodka nuble tu razón»
¡¡¡Me encanta!!! Me encanta esa personalidad tan sugerente de la Rosa Negra que tiene algo del misterio de las novelas de Chandler. Me la imagino, permíteme, con el halo misterioso de Lauren Bacall que volvía loco a Bogart, en este caso a la protagonista. Por cierto, te felicito porque me parece muy difícil meterse en la piel de una relación lesbiana y tú lo has hecho con mucha elegancia. Me apunto la última lección, es genial.
ResponderEliminarLo dicho: me ha encantado. Enhorabuena, Isidoro.
Un beso
Muchas gracias Ana. A mi me encanta que te haya gustado. Si tuviese que ver el relato en pantalla, Lauren Bacall me parece genial para hacer el papel de la Rosa Negra, buena elección. Por otra parte, la experiencia sexual de Felicia, en este relato, cobra un matiz diferente. También he querido cambiar un poco el tono humorístico e irónico de las otras entregas.
EliminarMuchos besos Ana. Nos leemos
Hola Isidoro estoy de acuerdo con Ana, has escrito un relato muy sugerente de serie negra, trepidante, en el que me has atrapado como lectora en esa relación entre ambas y me ha gustado como has adaptado a lo pigmalión la transformación de la chica de barrio, y todo bajo ese guiño un tanto humorístico a lo Prety woman.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Un beso y feliz día
Le decía a Ana que, en esta entrega de la serie me salía un poco del tono de humor e ironía de otros episodios, pero no es del todo exacto, por ese guiño y la siguiente frase de la Rosa Negra: "La fama cuesta y aquí es donde vas a empezar a pagar", una frase icónica de "Fama", aquella serie de los 80, que yo he querido recuperar para mi "Mala fama"...
EliminarMuchas gracias por tus comentarios Conxita. Es un placer tenerte por aquí.
Que tengas un feliz día tu también
Cierto, mítica frase. me encantaba Fama.
EliminarBesos
Hace tiempo que no leía algo igual
ResponderEliminarEntre los bloggers eso no sucede .Escribimos corto y sin sustancia
Lo tuyo es eterno de bello
Muchas gracias Mucha, por tus inmerecidos elogios, ja
EliminarLo de corto vale, aunque conozco a más bloguer@s que escriben geniales textos largos... Pero sin sustancia... Hay veces que pocas palabras contienen mucha magia. En la síntesis está el arte, como la tuya
Muchos besos
Pues como veo el título MALA FAMA 4, antes de leer este voy a por los anteriores (a ver si los encuentro)
ResponderEliminarOtra cosa, ya medio arreglé el desbarajuste de mi blog, eso me pasa por andar "toqueteando" jeje
Hasta pronto Isidoro...ya te diré.
Me alegro que arreglaras el desbarajuste. Es un fastdidio sobre todo ver como se pierde trabajo de meses.
EliminarMala fama es una serie de episodios independientes que se pueden leer por separado sin problemas. Y si, como ya dices, ya te los has leído. No me extraña que no te acordaras, estan muy espaciados... Eso también es algo que me permite el que sean independientes
Besos
¡Anda...! jjajaja...pero si ya los había leído... me encanta esta serie. Pues nada...me lo guardo y ya te diré.
ResponderEliminarYa te dije. Me alegro que te guste. No te preocupes, cuando puedas que, como tú dices, hace demasiado calor para agobiarse
EliminarNo he leído las anteriores entregas, ya tengo deberes, pero la trama se sigue bien. De tu serie de Lilly aparte del dominio de la ciencia ficción me llamó la atención el buen pulso que tienes para relatar escenas eróticas. En este texto, con esos puntos de humor acertados, esa sensualidad es desbordante. Un abrazo!
ResponderEliminarNo te preocupes David, como le he dicho a Tara, los relatos se pueden leer de forma independiente. Solo el personaje les da la continuidad. Pero si te los lees, descubrirás muchas cosas de Felicia, que así se llama la prota.
EliminarLa sensualidad y sexualidad en los relatos es un aspecto que me gusta cultivar pero cada texto tiene su medida. Como la sal en la comida, si te pasas, la has estropeado, ja ja
Un fuerte abrazo
Hola Isidoro.
ResponderEliminarNo suelo leer los comentarios a tus relatos para no dejarme influenciar, pero esta vez no he podido evitar leer algunos, y al leer tus contestaciones sobre todo, tenía cierta inquietud de que cambiaras la “esencia” de Felicia... tan campechana, fresca, ordinaria y directa, con esos toques de humor españó españó a lo Paco Soria que usaste en los anteriores capítulos, y que puede que se notara la diferencia si se leía de corrido los 4 capit. (a un personaje no se le puede cambiar la esencia si no está justificado el cambio ), pero mira, te digo lo que me pasó al leerte.
Está más que justificado por la siguiente razón. Felicia habla de Rosa, una Rosa sofisticada y elitista que además se encarga como buen Pigmalión de su transformación. El lenguaje es otro, hay una especie de osmosis que transforma el tono, no caben chascarrillos en este cuadro, sí leves ironías.
Me ha gustado mucho muchísimo el contraste entre el lenguaje gráfico y ciertos toques poéticos en la relación íntima de ambas, sin manierismo, con la belleza de lo evidente que tan bien has sabido tutelar. El modo en que nos vas llevando de “los ojos” de lo que fue al principio una simple transacción comercial al idilio entre las dos mujeres que no me atrevería a llámalo con mayúsculas AMOR, pero si una atracción no tan fatal.
En fin Isidoro, que lo que estaba injustificado era mi miedo al cambio de la personalidad de Felicia, cuando el cambio ha sido precisamente la base de este sensual capítulo en el que resulta tan atractivo el cielo de su infierno, o al revés.
Muchos besos amigo y perdona por el rollo que te he largao jeje
Bueno, hay que tener en cuenta que Felicia cuenta toda su historia desde un futuro, a modo de memorias, sentada en una terracita frente al mar en un pueblo gallego (ver primer capíulo). Ha vivido mucho. Lo que ya sabemos y lo que aún no conocemos. Ella, a la hora de poner por escrito sus vivencias, adapta un poco el lenguaje al momento que narra, pero sin perder su esencia: siempre habrá una mayor o menor dosis de desparpajo y más o menos poesía. A fin de cuentas, ella misma comienza su historia diciendo: "Mi nombre es Felicia y soy puta desde que recuerdo. Una puta licenciada, a decir de Nelson..."
EliminarComo muy bien dices, el cambio es la base del relato. Desde Barcelona, Felicia ya no será la misma. Ahora bien, ten en cuenta que, esta estructura en episodios independientes me permite ir adelante y atrás en el tiempo, je je. Así que, creo que volveremos a saber de la Felicia socarrona y barriobajera
Muchas gracias por estos comentarios Isabel, de rollo nada, todo lo contrario, no los cambio por nada.
Un beso grande
Mmm... ¿y sí fue el vodka un detonante o una excusa?
ResponderEliminarEntre aquello de "no digas que no si no lo has probado", ellas le encontraron gusto a algo más que al trabajo. Ya sabía yo que esa Rosa Negra iba a dejarle alguna espina y más con esa última lección grabada a punta de placer para que, en caso de que la memoria falle, se perpetúe por sí sola en la piel.
Pero no puede quejarse Felicia, que además de en dinero y fama, también salió ganando en estatus, prestigio y categoría.
Has estilizado a la mujer sin hacerle perder sus toques ocurrentes; digamos que la has versado y ella, a su ritmo y por su cuenta, también ha sabido convertirse, entre uno y otro párrafo, en verso; espero no extrañarle algo de lo aprendido en los bajos fondos, jaja. Aunque, claro, después de tanto caer al vacío, era hora de que emprendiera el vuelo.
¡C’est parfait…! Y me refiero al relato, por supuesto.
¡Un abrazote, Isidoro! ;)
Muchas gracias Fritzy. Me remito, palabra por palabra a lo que le acabo de decir a Tara. Con este modelo de narración, ahora puedo moverme entre dos Felicias. La anterior y la posterior a La Rosa Negra que, como muy bjen dices, ha dejado su huella... y su espinita. Felicia ha ganado en categoría, pero además, ha descubierto algo de las relaciones humanas y de la sexualidad que desconocía. Y ya era hora de que, aparte de las anécdotas graciosas, nos contase algo de sí misma
EliminarDe nuevo muchas gracias por regalarme tu tiempo y estos estupendos comentarios amiga. Un placer al que me estoy haciendo adicto
Un abrazo fuerte
Rozas en este relato la prosa de altos vuelos, con párrafos muy bien escritos y tremendamente visuales. No se podía esperar menos de un relato que versa sobre prostitutas de alto standing jeje. Las escenas en las que aparece el sexo están descritas con mucha elegancia y a la vez nos acercan a la humanidad de las dos chicas. Asistimos al nacimiento de la complicidad entre ambas para ver como su relación profesional se transforma en algo más para Felicia. Por lo visto su compañera, fiel a su modo de vida, prefiere no atarse a nadie ni a nada y levanta el vuelo cuando cree que ha llegado el momento, no sin antes regalarle una noche inolvidable.
ResponderEliminarEn definitiva un relato cargado de humanidad, con un personaje principal de los que se hacen querer. Un abrazo paisano.
Has hecho una síntesis perfecta, Jorge. Lo que me gusta es que digas que las escenas de sexo están descritas con elegancia y que acercan a la humanidad de las protagonistas. Creo que la sexualidad es algo inherente a la vida. En todos mis relatos, de una u otra manera, está esa sexualidad. Tanto si son de género negro, como humorístico. Incluso en la ciencia ficción, cómo habéis podido comprobar. Precisamente por el respeto que me inspira, trato que, incluso en aquellos relatos en los que aparece de forma más explícita, el erotismo no destaque sobre el resto de la narración, sino que se integre como un todo. No sé si lo consigo, pero tus palabras me hacen pensar que me acerco. Ne gusta el personaje de Felicia... No se, creo que le tengo querencia a esa "mujer de la calle", ya sean de carne y hueso o sintñeticas, ja, ja. Bueno, creo que es un personaje que tiene muchas cosas que contar. Espero que tenga larga vida literaria, ja, ja
EliminarUn abrazo paisano. Y muchas gracias por estas ahí
Esa frase final me ha encantado, Isidoro. Como siempre, has presentado un relato muy bien escrito y con un estilo impecable. El relato erótico ya sabes que no es lo mío, pero debo reconocer que me ha gustado muchísimo.
ResponderEliminar¡Un abrazote!
Pues tomé la frase de una campaña de tráfico en la tele rusa... No, ja, ja, es broma. Pues lo cierto es que, como le dije a Jorge, el erotismo está presente en muchos de mi relatos, aunque no sean estos específicamente eróticos. Y ahora, tú y yo vamos de la mano con nuestros personajes, todos del gremio, ja ja. Por cierto que tengo que leerme los últimos capílos de Lupa, que me quedé justo en lo mejor
EliminarNos leemos compi, besos
Sí que es verdad que nuestros personajes se parecen, ja, ja, ja. Pues con Lupa, tengo una buena noticia: un amigo que es locutor aficionado ha hecho un audio relato con él. ¡Se ha quedado estupendo! Lo único que lamento es que no le advertí que había hecho una nueva versión y se quedó con la antigua... Ya lo colgaré en el blog cuando pueda.
Eliminar¡Un abrazote!
Perfecto como siempre, amigo Isidoro. De tamaño justo y elegancia máxima, más teniendo en cuenta el tema que tratas.
ResponderEliminarMe ha encantado las metáforas musicales. Muy pensadas y visuales, y la relación entre mujeres que nos ofreces merece un huequito en la literatura erótica
En definitiva, muy buen trabajo, aunque... ¡Qué podía esperar de tí!
Un saludo y hasta la próxima.
Muchas gracias por esa confianza Bruno y por tus siempre bien recibidos comentarios. La metáfora musical me vino a la mente por un genial relato erótico (sí, lo confieso) en el que el autor nos hacía presenciar toda una escena de sexo describiendo el desarrollo de una sinfonía musical con la intervención de todos los instrumentos... No me preguntes porque no recuerdo ni dónde lo leí.
EliminarTe tengo un poco abandonado compañero, pero no te creas que no lo sé, espero pasar a leerme todo lo atrasado en breve
Un fuerte abrazo
Pero qué bueno Isidoro has vuelto a escribir, te venía echando de menos, pero ha merecido la pena por este relato de la Rosa,Negra que me ha encantado por lo erotico del tema y por como lo has manejado con exquisitez, una delicia tus metáforas, y por tan sublime texto.
ResponderEliminarMagumistral tu trabajo, Chapó!!!!! Y ese final de lo más original para enmarcar.
Un aplauso bien fuerte y un beso enorme.
Muchas gracias María. Es verdad, llevo un tiempo muy liado con cuestiones laborales que no me dejan prácticamente tiempo para dedicarle al blog, más que para responder a duras penas a los comentarios. Por suerte, tenía algunos relatos preparados para publicar, je, pero me voy a tener que poner pero ya. Además, me gustaría tener tiempo para visitaros más a menudo. Espero que el verano me deje un poco más de reláx, aunque no sé, no se presenta la cosa muy halagüeña... En fin, ya veremos, tendré que hacer el esfuerzo, sobe todo porque me encanta leer tus comentarios. Me alegro un montón que te haya gustado. Una reverencia a tus aplausos y un beso muy grande. Hasta muy pronto, espero
EliminarVaya vaya, esas notas mañaneras y que siguen a una noche loca, rara vez traen algo bueno jaja. De todas formas, en este capítulo, que si no perteneciese a esta serie podría ser tranquilamente independiente, lo importante no es el final, sino los ingredientes en la coctelera. La chica dejó de hacer la calle para subir algunos escalones más (o bajarlos si es al infierno enmoquetado), y a cambio recibió una instrucción de una profesora inmejorable.
ResponderEliminarBuen trabajo como siempre Isidoro, y buen uso de la palabra burbuja jaja (yo recordé el anuncio del cava).
A que sí... Raramente dicen "Gracias por una noche increíble. Mañana repetimos, fijo", ja ja. Esta serie está concebida para poder leerse de forma independiente o de forma seguida, porque tampoco puedo darle la continuidad que requiere un relato seriado. Me alegro que te haya gustado lo de la burbuja... Y tú, de burbujas, entiendes, ja ja. En el anuncio del cava estaba pensando precisamente.
EliminarUn fuerte abrazo, compañero de letras.
Isidoro me has recomendado leer esta serie desde el principio y ahora después de leer este capítulo he encontrado los anteriores. Hace ya un tiempo leí Moule Rouge y ya te comenté en su día. Este otro de la Rosa Negra me ha parecido muy erótico con el cuidado de que tu escribes sin llegar a ser pornográfico. Voy comprendiendo que esta chica protagonista va ascendiendo y experimentando en este caso con un alto estanding. Voy a leer los dos primeros capítulos para retomar la historia, aunque creo que se pueden leer independientes. Un abrazo.
ResponderEliminarExacto Mamen, este relato es el último cronológicamente hablando y ella ya tiene una posición muy diferente a donde empezó. Ya estoy viendo que te has dado un atracón de Mala fama, ja ja. Me alegro que te hayan gustado y, por supuesto, muchísimas gracias por comentar
EliminarUn abrazo fuerte