La ventana de tu habitación está entreabierta y la cálida brisa nocturna se cuela sin pudor, trayendo notas de los mariachis que todavía rondan por las calles.“… Que las noches de Acapulco tienen magia, y te matan de placer o de nostalgia…”Ojalá pudiese hacer yo lo mismo. Revolotear sobre tu lecho, introducirme en tus sueños, sentir tu calidez. Sin embargo, tengo que conformarme con observarte mientras duermes y velar deseando que nunca llegue el amanecer, para contarte todo lo que no me atrevo cuando me miras, para repetir en mi cabeza una y otra vez cada uno de los instantes de estos días, esperando que se graben en ese rincón de la memoria donde siempre permanecen, por muchos años que pasen.
Hace tanto que somos amigos… y es tan
poco lo que sabes de mí. Siempre estuvimos juntos. En el instituto, en la facultad,
en los cursos de verano. Y aunque no hubo un momento concreto en el que fuera
consciente del cambio, acabé por sentir su verdadera dimensión cuando comencé a
buscar tu compañía por encima de todo, cuando las confidencias se convirtieron
en la caricia de tus labios en mi oído, cuando tus guiños de complicidad se
transformaron en miradas que fundían mi razón, cuando tus abrazos pasaron de
ser la expresión de nuestra amistad, a ser la cálida y adictiva sensación que
producía el contacto de tu cuerpo con el mío.
Alguna vez estuve a punto de contártelo
todo, como después de aquellas Jornadas sobre energías alternativas en Bilbao,
cuando la última noche, ebrios de locura y desenfreno, excedimos todos nuestros
límites y yo tuve que reprimir con todas mis fuerzas el deseo de besarte. Pero
no hacía falta mucha perspicacia para saber que no lo entenderías. Para saber
que a partir de ese momento ya nada sería lo mismo y yo perdería lo poco que
tenía.
Entonces surgió aquél proyecto ecológico
en Punta Diamante. Era como si me hubiera tocado la lotería. Nuestros estudios
sobre el generador eléctrico incluidos en el informe previo. Dos participantes
por cada universidad. Vuelos y estancia para una semana. Dos habitaciones comunicadas
en el Pierre Marques. En fin, un sueño hecho realidad, por mucho que,
conociendo tu tendencia a la promiscuidad y tus maneras de seductor
incorregible, tuviera que soportar la tortura de ver tu cama compartida al
amanecer.
Ahora, mientras duermes junto a esa
mujer, quiero contártelo todo. Hablarte de los desayunos frente al mar. Quizás
el mejor momento del día. Los dos solos, desperezándonos con el sol, nuestros
cuerpos desnudos bajo el albornoz, entre el aroma de las tostadas recién hechas
y tu perfume embriagador. De las mañanas de intenso trabajo y las miradas
plenas de orgullo. De las tardes de carnaval. Deseos ocultos, juegos ambiguos,
máscaras de razón para las locuras del corazón. De las noches de Acapulco, del
placer y la nostalgia… cuando tú desaparecías con la chica de turno y yo volvía
al hotel para esconderme en un sueño artificial.
Ahora, mientras la ciudad purga su
resaca de lujuria, yo quiero confesarte mi verdad. No sabes lo que daría por
ser esa chica desconocida que ve cómo el día rompe la magia de la noche e
ilumina tu cuerpo lentamente, acariciándolo con la ternura y calidez de quien
se sabe seguro de estar ahí cada mañana. Porque después de hoy, Acapulco será
sólo un recuerdo y nosotros volveremos a nuestra vida, para compartir
únicamente nuestro tiempo en el trabajo, en las juergas de fin de semana o en
largas charlas frente a una cerveza. Sin embargo, este momento es solo mío. Y
mientras duermes, te lo cuento. Para que algún día puedas mirarme a los ojos y
comprender que te amo, pero que ante todo… soy tu mejor amigo.