Yo venía de perderlo todo, salvo las ganas de olvidar, así que pedí un bourbon doble, sin hielo.
—Whisky—me dijo, sin signos de interrogación.
—Prefiero el americano, de maíz.
—¿Perdona?—dijo, esta vez con interrogante.
—¿Te han dicho alguna vez que no sabes hacer preguntas?
Por toda respuesta, sacó una botella de Scotch y un gesto de indiferencia. Asentí con resignación y ella con desgana llenó mi vaso de licor. Me acodé en la barra y bebí el néctar de los caídos, de los que persiguen la luz de un sueño que al poco se apaga.
La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana.
Cuando se atrevió a salir de la penumbra, me mostró unos ojos castaños y unos sucios rizos color carbón que tiznaban su rostro de tribulación.
—Ponme otro y… cuéntame tu historia.
—¿Por qué tendría que haberla?
—Porque siempre la hay.
—¿Por qué tendría que contarla?
—Porque, en este bar, no hay televisión.
Sus labios intentaron sonreír, pero no recordando cómo, tan sólo ensayaron una mueca de carmín.
La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana.
—No tengo más historia que esto—declaró abarcando todo con los brazos en cruz.
—Algo habrá ahí dentro—dije, señalando con la barbilla la puntilla de su corsé.
—Él me cuida—me contó, dirigiendo su mirada hacia un punto oscuro tras la barra—, me da mesa y cobijo…, y algo para ropa. Yo sólo me meto en su cama. Él tiene mujer e hijos. Yo no tengo nada. Solo motivos para agradecerle que no me deje tirada.
—Parece que marcan tus pómulos huellas de alguna bofetada.
—Cuando algo va mal se enfada…
Mantengo el silencio en los puntos suspensivos y ella continúa:
—Pero se lo hago con la boca y… ya está, como si nada. Dice que su mujer no sabe hacer esas cochinadas.
La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana.
Cuando el tugurio cerraba sus puertas, ella me abría sus piernas. Me quedé por allí unos días, tal vez semanas. Perdí la noción del tiempo y, con el tiempo, aprendí la lección: nunca des por perdido lo que no te has atrevido a buscar.
—Vente conmigo, niña, y olvida a ese cabrón.
—¿Y a dónde iríamos?
—No sé, al fin del mundo tal vez.
—¿Y luego?—Una sonrisa pintaba de blanco su rostro de carbón.
—Cruzaríamos al otro lado. Juntas. Yo vengo de allí.
La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana.
Él entró reventando la puerta. Con las manos desnudas de alma, con el cuerpo cubierto de rabia.
—¡Putas desagradecidas!—escupió a las cuatro paredes—¡Boyeras de mierda, os voy a enseñar a joderme!
El primer puñetazo destrozó el rostro de mi ángel, que cayó desmadejada. Los demás, como yunques en la arena, machacaron mi cuerpo inerme, rompiendo costillas y dientes, hasta que sus nudillos, en carne viva, mezclaron su sangre con la mía.
La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana.
Seis truenos estallaron en la nada. Ella sostenía mi arma, humeante, entre las manos. Los ojos desorbitados, perdidos en alguna parte del fin del mundo, más allá de aquella pared en la que, como en una pintura macabra, se esparcían sangre y restos del cerebro, de lo que había sido un hombre, o algo parecido.
La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana.
Una fría mañana de diciembre, seis años después. Frotaba mis manos heladas mientras esperaba frente al portón. El último día que tendría que ver aquellos muros de la prisión. Por fin, la verja se abrió, dejando escapar del infierno una bocanada.
Cuando se atrevió a salir de la penumbra, me mostró unos ojos castaños y unos sucios rizos color carbón que tiznaban su rostro de ilusión. A fin de cuentas, veníamos de perderlo todo, salvo las ganas de olvidar. Corrimos sobre la nieve, la una hacia la otra, hasta fundirnos a la par.
La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana.
Nos despertó un nuevo día, allá en el otro lado, allá en el fin del mundo.
Un breve y contundente relato en el que la frialdad desalmada escupe su sangre ajena sobre las personas que solo desean ser amadas. En un principio solo agradecen mantenerse a flote, pero la ilusión y el amor las une en pos de algo más próspero que la mera supervivencia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la narración, como sinopsis de un largometraje, como poesía... transformada en fotografía de esa parte de la realidad desencarnada.
Saludos, Isidoro.
Muchísimas gracias por pasarte Edgar. Me alegro que te haya gustado el relato. Has dicho tres cosas que me han gustado mucho del mismo: sinopsis de un largometraje, poesía, fotografía. En las tres pensaba cuando redactaba el texto. Al principio me salía una mezcla incongruente de ellas... Te confieso que imaginé el relato mientras conducía sólo de madrugada (ya sabes, te da por pensar o escuchar música) Me da mucho ánimo que hayas valorado así el resultado.
EliminarUn placer tenerte por aquí, compañero. Un abrazo
He leído tu relato dos veces, y es que no me canso, ¿sabes lo que me sucede? que, cuánto más leo una historia que me gusta, mejor visualizo sus escenas, más me enganchan, y es que éstas me han parecido intensas, he visualizado ese bar, esos puñetazos, esa sangre... buf... ¡tremendo!
ResponderEliminarImpresionante, tu manera de narrarlo, Isidoro, tan bien, el diálogo, que parece una escena de esas de película, así como su narración, me ha gustado mucho, enhorabuena.
Un beso muy grande, amigo, eres un gran escritor.
eres genial leerte es una tentacion
EliminarMuchísimas gracias amiga, ya sabes lo mucho que aprecio tus lecturas
EliminarBesos
He de decirte Isidoro que me he leído el relato del tirón. Nos traes una historia llena de fuerza, una historia sórdida de bajos fondos y vidas que han perdido el rumbo, o quizás no lo han encontrado nunca. Además nos engañas vilmente haciéndonos creer que la voz narradora es un hombre, nada más lejos de la realidad. Al final nos dejas ese buen sabor de boca cargado de esperanza donde las protagonistas cumplen su sueño de escapar de todo aquello y de si mismas, seis años después. Curioso como juegas con el número seis tanto en la hora del encuentro en el bar como en el periodo de tiempo que ella pasa en la cárcel, por un crimen que por cierto no ha cometido, tal es el amor por su ángel.
ResponderEliminarDestaco además algunas frases memorables y llenas de fuerza que nos dejas, he escogido esta: "me mostró unos ojos castaños y unos sucios rizos color carbón que tiznaban su rostro de tribulación" porque me pareció especialmente bella, pero podría haber seleccionado muchas otras.
Corto pero gran relato Isidoro. Un abrazo paisano.
Pues es todo un cumplido Jorge. Perdón por el engaño, sé que lo hago a menudo, pero es que no puedo resistir a la tentación de jugar con el género cuando sé que tengo esa posibilidad. No era mi intención, te lo aseguro, pero me salió así. Prueba de ello es que, el saber que se trata de una mujer, entra del todo natural, en una simple palabra en femenino. Muy observador eres. cierto que juego con el seis. Si te fijas, cada escena nueva comienza a la misma hora, a las seis de la mañana. Me alegro mucho que te gusten mis frases amigo. He de confesarte que, a veces, algunas me parecen un poco rebuscadas, je. Me alegra comprobar que no parece ser esa la opinión de mis lectores. Creo que el crítico más estricto es uno mismo.
EliminarMuchísimas gracias por tu lealtad paisano, y por tus siempre valiosos comentarios. Un fuerte abrazo
Un relato que lo he tenido que leer dos veces para comprenderlo. Me ha gustado cada frase de tu relato. Un abrazo
ResponderEliminarSí sólo lo has tenido que leer dos veces es que tampoco era tan enrevesado, je, je. Me dejas más tranquilo. Me alegro mucho que te haya gustado, compañera. Muchas gracias por pasarte y comentar
EliminarBesos
"La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana". Me encanta esta frase que, como un mantra, va repitiendo la protagonista, como si quisiera recordárselo a sí misma para soportar el sufrimiento por el que ha pasado. Me gusta el fatalismo de ella, "Él me cuida", la valentía de la narradora "Vente conmigo, niña, y olvida a ese cabrón". Y me encanta que no tengan nombre.
ResponderEliminarUn abrazo, Isidoro, y felicidades
Muchas gracias Ana. Me gusta ver mis relatos desde tus lecturas, cobran otra perspectiva. Como cuando dices eso de que la protagonista repite la frase como un mantra, como si quisiera recordárselo a sí misma para soportar el sufrimiento. Realmente así es como yo lo veía al imaginar la historia, pero tal como lo dices es como si estuvieras transcribiendo un pensamiento que yo no era capaz de verbalizar. Muchas gracias por estar siempre ahí. Es un privilegio
EliminarUn beso muy fuerte
He llegado a este blog y he de decirte que con toda la ilusión del mundo, porque nada más echarle un vistazo a las entradas me he dado cuenta de que aquí iba a encontrar verdaderos tesoros.
ResponderEliminarTe comento aquí por ser la más reciente, pero he de confesarte que no me equivocaba...
Desde luego es un relato que despide fuerza por los "cuatro costados" pero que sin embargo está escrito con tanta sutileza que no da lugar a imágenes verdaderamente violentas ni explicitas, digamos que cada cosa se encuentra en su justa medida.
Espero seguir leyendo más de tus relatos
¡Un saludo!
Pues quédate por aquí Beatrice. Estás en tu casa. Escribiré cosas que te pueden gustar más o menos, pero estate segura de que siempre buscaré tocarte alguna fibra sensible. Por supuesto, si es el hueso de la risa, mucho mejor, aunque algunas veces me pongo dramático, aviso, como en esta ocasión. Muchas gracias por lo de la sutileza. Es todo un cumplido que acepto encantado, porque esa es una de mis premisas siempre. Que hagas esa observación me llega de orgullo.
EliminarEncantado de tenerte por aquí. Un saludo
El relato es tremendo, amigo Isidoro, pero lo mejor son los diálogos con la que lo adornas, redondeando esta bella y triste historia de dos almas que lo han perdido todo... o que creían haberlo perdido todo.
ResponderEliminarY después está esa frase "La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana", con la mueles una y otra vez la vida de nuestras dos anónimas protagonistas como granos de café negro, fuerte y esperanzador.
Bien por ellas dos y bien por ti, compañero.
Un saludo.
Muchas gracias Bruno, ¿te han gustado los diálogos? Me alegro un montón porque mira que pensé que a lo mejor, a ojos del lector, las frases podían parecer un tanto extrañas, poco naturales. Me gusta ese símil que haces con la molienda del café, negro, fuerte, esperanzador. Muy sugerente y muy adecuada, gracias por el regalo y gracias por compartir compañero. Un placer contar contigo.
EliminarUn fuerte abrazo
Wow Isidoro, con la boca abierta me dejaste. Que narración tan poética, tan melodiosa, hermosa y cruda a la vez. Ese estribillo que se repite le da el aire a poesía con trocitos de cerebro impregnados. Combinación perfecta. No me canso de leerlo. Una joyita. Besos.
ResponderEliminarMe alegro un montón que te haya gustado Mendiel, mi explosiva mezcla de poesía y brutalidad. Como la vida misma, que se dice, je, je. Efectivamente, el estribillo cumple la función poética y, al mismo tiempo, me permite separar las escenas como si fueran flashes de un tráiler, sin que llegues a ver la película entera pero comprendiéndola en su totalidad.
EliminarDe nuevo muchas gracias por tu valoración compañera, que estimo en lo que vale por venir de ti.
Un beso grande
Una historia preciosa y triste, muy trise. Malditos cavernícolas que caminan aún por el mundo, joder. En fin, supongo que de alguna manera la historia termina bien salvo por el hecho de que se fuman unos cuantos años de sus vidas entre 4 paredes carceleras.
ResponderEliminarYo me las imagino luego recorriendo alguna carretera en coche y con 'Un velero llamado libertad' repitiéndose una y otra vez en la radio XD
Me alegro que te haya gustado compañero. Yo también me las imagino un poco a lo "Thelma y Louise", aunque sin ese final trágico de la peli,, je, je. La verdad es que disfruté dejándoles ese poquito de libertad final. Sí que se lo merecen.
EliminarUn abrazo colega
Isidoro, esta vez leer tu relato ha sido como visualizar una película, dura, muy dura pero que era narrada con una voz objetiva como un espectador imparcial que detalla los hechos como son, para que el lector les de la carga que quiera darle, ese contar los hechos como son mientras subyace esa violencia en el trasfondo.
ResponderEliminarPara mi justo ese sutil contar que has hecho es el que permite vivir más intensamente la historia, porque te va calando como lector ese sufrimiento que está ahí, encerrado en la historia, pero que tú hábil dejas que cada uno interprete a su manera, sin poner ninguna carga, ningún perjuicio, simplemente mostrando para que el lector elabore su propio pensamiento. Y por fin, llega esa "liberación".
Buena inspiración la de la madrugada y el coche.
Saludos.
Perdón por el retraso, voy un poco mal de tiempo, je. Muchas gracias por este comentario Conxita. Tienes razón sobre lo de la narración, y eso que quien lo cuenta es una de las protagonistas. Me alegro que se haya podido apreciar ese tono duro que quise dar, precisamente, con esa forma de contar las cosas. A veces, conducir sólo (sin escuchar la radio) es bastante productivo, je, je
EliminarMuchos besos compañera de letras
Un relato duro, con unos magníficos diálogos (me ha pasado como a Jorge, al principio pensaba que la protagonista era un hombre, precisamente por esos diálogos propios de una novela negra, duros , afilados). Coincido con algún comentario en que la historia resulta poética, a pesar de la aspereza, por la historia en sí misma y por esas descripciones y comparaciones que tan bien sabes hacer. Es cierto también que resulta muy visual, muy fotográfica. Y como cierre, una gran frase:"Nos despertó un nuevo día, allá en el otro lado, allá en el fin del mundo". En fin, que si continúas así, pronto abandonarás el mundo de los blogs y tendremos que comprar tus libros.Espero que entonces te acuerdes de tus compañeros de blog. Un abrazo.
ResponderEliminarEntiendo que, al principio, exista la dura sobre el género del narrador. Y más cuando, como dices, las expresiones pueden parecer más las de un hombre... Pero que conste que yo no hago ninguna referencia al sexo, ehh. Todo son conjeturas de quien lee, je, je
EliminarTambién quise darle ese tono poético (a veces creo que me pasé con la rima) y visual. Me alegro mucho haber conseguido esas lecturas por vuestra parte. Bueno, de hecho, creo que vosotros vais más allá.
En cuanto a lo de abandonar el mundo de los blogs, de momento me siento muy a gusto en él. Y todo por vosotros. Creo que este contacto directo y personal no lo tendría en el mundo editorial. Bueno, ya se sabe, todo tiene sus pros y sus contras, pero vamos, ahora es esto lo que más satisfacciones me da. Muchísimas gracias compañero Jose R. Un placer tenerte como lector
Un abrazo
¡Ay! Isidiro, que veía tu blog, pero no veía tu última entrada. No sé qué ha pasado, fallos de la tecnología...por favor...Blogger me tiene desconcertada.
ResponderEliminarPero bueno.
En cuento a esta entrada "Ángeles caídos" tengo que decirte que por fin la he leído. Y me ha parecido sensacional. Dicen que los buenos escritores no dicen los estados de ánimo, como, dolor, pena, alegría, sino que sin nombrar esos conceptos te cuentan lo que sienten los personajes. eso es tener madera de escritor. Y tú la tienes.
Y me ha parecido muy buena la idea de repetir la frase: La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana. Y claro, el cerebro procesa que esa frase es de un hombre...bar de carretea...seis de la mañana...es frase de un hombre, y no es habitual en una mujer. ¡Fantástico! Juegas con el lector, me encanta.
En cuanto a la historia es muy triste, pero con final feliz.
Y nada más, Isidoro, que me la estaba perdiendo. Pero ya está.
Besos grandes, Isidoro.
No soy yo quién para opinar sobre si tengo o no madera de escritor, pero estoy totalmente de acuerdo contigo en que los estados de ánimo, los sentimientos, etc. han de intuirse más que leerse. Sí consigues transmitir lo que tus personajes sienten sin tener que nombrarlo, es algo grande. Has conseguido verdaderamente conectar con tu lector. Por eso lo que me dices es algo muy importante para mí, porque significa que he conseguido crear ese vínculo autor-personaje-lector. No sabes lo feliz que me haces. Infinitas gracias por tu tiempo, tu lectura, tus comentarios... En fin, por estar ahí. Un beso enorme, Marián
EliminarMe gusta este estilo sutil y diferente con que has moldeado el texto, por un instante casi pareciera que se lee a otro Isidoro. Hermoso relato de una historia triste, aunque equilibrada con ese toque musical de las rimas entre diálogos y la repetición de una frase a primera vista irrelevante, pero que crece en importancia en la medida en que aparece. Me pregunto si habrá algún mensaje a descifrar en la reiteración del número 6, o es solo una alusión numérica indirecta al infierno en el cual cayeron los ángeles antes de recuperar su libertad... ¡Me encantó! ¡Un abrazote!! ;)
ResponderEliminar¿Otro Isidoro? Pues, me parece un gran cumplido... Es difícil reinventarse, pero siempre placentero.
EliminarPerdón por retrasarme en la respuesta. Aunque leo los comentarios en el teléfono móvil, no siempre puedo contestarlos. Pero aquí estoy de nuevo, dando guerra.
Bueno, sí que quise darle un tono poético al relato, dentro de su dramatismo, aunque no sé si las rimas me quedaron muy bien o demasiado, cómo diría, simples. En cuanto a la repetición del número seis, has acertado, es una alusión a ese infierno de los ángeles caídos. Ningún mensaje oculto más, je, je.
¡Cuánto me alegro que te encantara Fritzy! Es un placer recibir tus palabras, ya lo sabes. Un gran abrazo
¡Madre mía! Me has hecho sonreír, entristecerme, enfadarme, ilusionarme... ¿¡Y todo en esas líneas!? Chapó, querido. ;)
ResponderEliminarUn abrazo. =)
¿Todo eso?... Pues yo también digo ¡Madre mía! Soledad. Muchísimas gracias. En cuanto me ponga al día con los comentarios de mi blog me voy a leerte, a ti y a todos los amigos cuyos relatos tengo pendientes, que ya tengo ganas. Hasta prontito compañera. Besos
EliminarFantástico. Diálogos de altura, precisos. En la mejor tradición de las historias de género negro. La atmósfera que consigue el tono narrativo, con un ritmo que transpira desesperanza, abandono, resignación... Muy bueno. Felicidades!!!
ResponderEliminarFantástico. Diálogos de altura, precisos. En la mejor tradición de las historias de género negro. La atmósfera que consigue el tono narrativo, con un ritmo que transpira desesperanza, abandono, resignación... Muy bueno. Felicidades!!!
ResponderEliminarMuchas gracias David, por leerme y por comentar. Ante todo, perdona por tardar en contestarte, he estado unos días en los que no he podido dedicarme al blog... ya sabes como es esto, es lo que tienen las aficiones, que el trabajo va primero. Me alegro mucho que te haya gustado. Las palabras con las que defines el relato en tu comentario soy muy acertadas, describen a la perfección aquello que quería transmitir.
EliminarUn abrazo
La verdad es que le he visto un toque musical a la historia, por esas repeticiones de la frase más usada, como si fuera el estribillo de una canción que nos cuenta una tragedia, una pasión, y un sangriento desenlace. Me ha venido a la mente la película de Jack Nicholson en la que tanto él como la camarera del lugar donde trabaja se encaprichan uno del otro y acaban con el marido de ésta. Breve pero de transfondo trágico-musical. ¡Un saludo compañero!
ResponderEliminarEso es José Carlos, ese toque musical o poético dentro de lo dramático era lo que quería transmitir en el texto. Una mezcla agridulce en un cóctel explosivo, je, je. Muchas gracias por tus impresiones, compañero. Siempre es un placer tenerte por aquí
EliminarUn fuerte abrazo
Hace tiempl no escribes. Hecho de menos tus relatos. Espero estés bien.
ResponderEliminarFeliz día.
Un beso enorme.
Hace tiempl no escribes. Hecho de menos tus relatos. Espero estés bien.
ResponderEliminarFeliz día.
Un beso enorme.
Me halaga que me eches de menos, y me gusta. Quisiera prodigarme más por estos lares, no te creas, pero de vez en cuando, me debo al trabajo (ya sabes, el jodio dinero), pero bueno... siempre vuelvo. También habrás notado que no he comentado en tu blog, pero en breve retomare el ritmo que ya tengo ganas, je, je
EliminarY muchas gracias por preocuparte. Eres un cielo
Un beso muy fuerte
¡Wow! Me ha parecido buenísimo...Hacía tiempo que no entraba a leerte, en realidad me siento algo culpable por eso...Muy bueno el relato, desde luego es totalmente cinematográfico. No habré sido el único que asumió erróneamente que quien narraba era un hombre...Craso error, como dice la expresión, no quiero pensar que estoy chapado a la antigua en ese aspecto. Pero sorprende cuando sabemos que es otra mujer ("juntas"). Hasta me han dolido las hostias que reparte el cabrón dueño del tugurio, te lo aseguro. Hermoso final. Y cómo no, debo decir que en tu ilustración muestras todo un bombonazo, yo también iría a tomarme un bourbon por allí. O no...demasiada competencia quizá. Un abrazo, Isidoro.
ResponderEliminarYo encantado de leerte por aquí amigo, pero no te sientas culpable de nada, pues no hay ningún compromiso. El hecho de que te pases y aportes tus valiosos comentarios ya es un privilegio para mí. Me alegro que te haya gustado y que te haya parecido cinematográfico. Como he dicho, me gusta que mis relatos se lean así. Lo cierto es que yo también he quedado satisfecho con la ilustración, je, je. Ilustra a la perfección, valga la redundancia, el texto.
EliminarTambién debo decir que creí que era "bolleras" y no "boyeras", he tenido ahora que buscarlo y he salido de dudas, encontrando el origen del término. Algo nuevo que he aprendido. Me ha gustado mucho lo de la sangre y los trozos de cerebro como si fuera un cuadro abstracto. Y la frase "venir de perderlo todo, salvo las ganas de olvidar" es buenísima. Saludos.
ResponderEliminarTe voy a confesar que si he escrito boyeras es porque yo creí que así era, ni me molesté en comprobarlo. Después de leer tu comentario, he consultado en internet y ¡También! me he enterado de dónde viene. Tienes razón, siempre se aprende algo nuevo. Me alegro que te haya gustado compañero, un placer leerte.
EliminarUn abrazo
¡Me ha encantado este relato! Es bastante sobrecogedor al principio cuando intuyes la gravedad de la situación, pero la libertad que se atisba al final lo llena todo de esperanza y sangre. Y la frase que se repite como una letanía es deliciosa, como el fervor religioso de alguien que no cree en ningún dios y, de repente, cree en uno. O más bien, debería decir en una, ¿no?
ResponderEliminar¡Un abrazote, Isidoro!
Pues a mí me encanta que te haya encantado, je, je. Un gusto recibir comentarios como el tuyo, Noemí. Cierto que la frase, como ya dijeron otros compañeros, es como un mantra que estructura el relato alrededor de esa repetición, que no deja de ser el momento donde todo se inicia y ese mágico número 6. Me ha gustado mucho eso de que, no creía en ningún dios y, de repente, cree en uno/a. Lo has expresado de maravilla. Esa relación que nace es lo que da esperanza a las dos, la que abre el nuevo día de una nueva vida.
EliminarMuchas gracias de nuevo compañera de letras
Un fuerte abrazo
Que maravilla de relato, Isidoro!! Musical dónde los haya con ese estribillo: "La conocí en un bar de carretera. Eran las seis de la mañana". Como apunte, por decir algo, le quitaría una de esas frases en el final (la segunda empezando por abajo), para darle más impacto al releerla. La verdad es que has conseguido todo un relato, casi con banda sonora incluida. Me ha mantenido en vilo todo el tiempo. Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Qué bien que te haya gustado! Manoli. Muchísimas gracias por tus palabras. Sí que funcionaba bien la frase como banda sonora, ¿verdad? Entiendo lo que dices de quitar la penúltima repetición, lo que pasa es que, cada una de esas frases indica también el cambio de escena, de momento, y siempre comenzando a las seis de la mañana. Veré si puedo modificar el texto para que no resulten tan seguidas pero sin varias mucho la estructura que había pensado. Te agradezco mucho tu interés y tu comentario tan constructivo. Son los que ayudan realmente a mejorar.
EliminarUn fuerte abrazo, compañera
Contundente, asertivo, directo a la conciencia social de quien la tenga.
ResponderEliminarEl hecho de utilizar frases cortas y muy cortas dotan de dinamismo a las escenas, hay velocidad y un velo de aparente superficialidad.
Hay muchos guiños que me gustan:
- La frase de “wshysky” sin interrogación
- E l “¿perdona?” con interrogante.
- El que hayas utilizado la segunda palabra “interrogante” en vez de con interrogación para que no hayan repetición de vocablos.
- Que sin embargo repitas, como una cantinela, o un mantra, lo de “La conocí en un bar de carretera; eran las seis de la mañana” (bueno…eso ya la utilizó Lorca en su : “Eran las cinco de la tarde…” pero en otro contexto.
- Que si “ella” era un ángel caído con mueca de carmín, la otra “ella” no lo es menos, pues venía de perderle todo.
- La sorpresa final que ni siquiera me di cuenta con la palabra boyera, y casi que se me hace más creíble el relato porque generalmente nosotras, las mujeres, somos mas de conversación que de hechos fácticos y fálicos, al menos en principio.
- Y para finalizar has hecho un poema urbano, duro, sangriento, cotidiano para muchas. Sin duda, un buen poema Isidoro.
Me gustan esos adjetivos que has usado para describir el relato y me gusta la lectura que has hecho. La "cantinela" que se repite tiene dos partes: espacio y tiempo. Un lugar, un bar cualquiera de una carretera cualquiera. La hora, las seis de la mañana, punto de inflexión de dos mundos diferentes, la noche y el día. Un espacio y un tiempo donde dos seres coinciden, no importa su sexo, ni su condición social. Los dos son ángeles caídos, cansadas de equivocarse y que, por una vez, han decidido acertar. Un poema urbano, duro, cotidiano. Lo has expresado perfectamente.
EliminarReconozco que, intencionadamente presenté al narrador como un personaje asexuado (más bien tendiendo a varonil), quizás para despistar un poco sobre su verdadera naturaleza, pero también por romper esa imagen preconcebida. Es un personaje duro, con una vida difícil, y eso se palpa precisamente en su actitud, sin necesidad de describirlo.
Muchísimas gracias por este comentario, Isabel, y por bucear en mi blog. Resulta muy grato releer cuentos pasados a la luz de nuevos comentarios.
Un abrazo muy grande