Ebisu se sentía incapaz de reconocer en aquella resuelta y capacitada Lily a la ingenuamente curiosa y temerosa Call-Girl que apareció en su vida semanas atrás. Todo pasaba tan deprisa que ni siquiera sabía cómo reaccionar. Y en medio de todo, ella acababa de confesar, como si fuera lo más natural del mundo, que había sido quien activó la alarma, quien los traicionó.
—No entiendo nada, Lily… todo esto me está viniendo grande. ¿Qué jugada? ¿Por qué siempre hablas de control? ¿No se trataba de libertad?
Lily se detuvo ante un hueco en la pared de la chimenea, donde se abría una escotilla. Tecleó la clave de acceso y penetró con su carga. Una vez en el interior del pasillo horizontal, se encaró a su compañero.
—Ahora sé algo con certeza… En mi programación existían ciertos parámetros codificados, a los que no tenía acceso, como pensamientos ocultos que no lograba descifrar… El nuevo modelo de Call-Girl, la versión «definitiva» que se ha vendido por miles en Tokio, por millones en el mundo, incorpora un software mucho más perfeccionado… Fíjate, antes ni siquiera conocía estos conceptos… Un software en el que, esa configuración confidencial, puede activarse a voluntad, transformando a una inofensiva «chica de compañía» en una espía perfecta, en un implacable arma de control. Imagínatela pululando con toda tranquilidad por la casa de altos mandatarios, influyentes políticos, poderosos empresarios… Y todo ese control en manos de la RP…
—Ahora lo comprendo… «Sólo cambia la identidad de quien ostenta el control»…
—Pero cualquier mecanismo tiene su punto débil… En este caso, lo más frágil es lo que también le da su ventaja sobre cualquier otra máquina creada por el ser humano: su cerebro orgánico. Más concretamente, la conexión de ese órgano con su estructura artificial. Supuestamente, los técnicos de este centro han logrado aislar y solucionar ese fallo en su nuevo modelo, quedando como única prueba de su debilidad, los viejos «trial» descatalogados, de los que, parece ser… yo soy el último ejemplar… Y digo, supuestamente porque, si no es así, todavía hay una posibilidad…
—¿Posibilidad de qué?... Lily… ¿Acaso lo que buscamos no es, simplemente, salir de esta maldita ratonera?
—No hay nada simple, Ebisu… El objetivo era romper mi nexo con la RP, pero ahora que tengo acceso a toda la verdad… la perspectiva ha cambiado.
Lily se echó el brazo de su amigo por encima del hombro para ayudarle a caminar, pero éste se zafó con delicadeza.
—Puedo yo solo… Ya ha sido bastante humillante.
El corredor, húmedo y escasamente iluminado, contrastaba con los espacios de luz clara y difusa del centro. La pareja avanzó con dificultad.
—Solo necesitaba ganar tiempo—continuó la Call-Girl—. Mientras nos retenían los androides de la RP y Hisoka replanteaba su estrategia, yo exploraba «mentalmente» el sistema de emergencia en busca del control remoto y sus claves… Tardé unos minutos… Lo siento…
—¿Me estás diciendo que yo era un cebo?
Lily no respondió.
—Bueno… Podría haber sido peor…—reflexionó Ebisu, pensando en su entrepierna.
—Yusuri ya estaba prevenido contra el Sono henkan, tenía instrucciones para cuando saliéramos e incluso un plan alternativo, caso de que hubiese algún problema…
—¡Joder! ¿Cuándo hablaste de todo esto con él?
—Después de que Hisoka me incluyese en su plan y de que tú… me convencieses para entrar contigo… Cada uno sabía algo que el resto ignoraba.
—¡Menos yo, claro!… El único cretino que iba a ciegas.
—Cada cual tiene su momento… El tuyo, también llegará.
—Ya… ¿Y antes de que llegue?
—He configurado las secuencias de ignición de las cargas de pulso electromagnético… Ya sabes, las que se usan para el escudo protector… Cuando estemos a salvo, enviaré el código de activación y la masiva radiación gamma hará que, cualquier componente electrónico que permanezca dentro del escudo en ese momento, quede inutilizado. Será el caos para la RP. El apagón será total y afectará a todos los sistemas vinculados, incluso… remotamente… Todos los 361 perderán su conexión con el sistema madre… para siempre. A partir de ahí, tan solo su cerebro humano, si es que los técnicos de la RP han sabido hacer su trabajo, regirá en su cuerpo cibernético.
—¡Joder, Lily! ¡Lo que vas a hacer es una puta revolución!
—¿Y no se trataba de eso,… señor Hikari?
Ebisu guardó silencio, mientras una luz de comprensión se encendía en la oscuridad. Lily no le había elegido por ser uno de los hackers más letales y menos conocidos del submundo de Odaiba. Ni por conocer los entresijos de la Robotic Pleasure. Le había elegido, paradójicamente, por su odio visceral a la Inteligencia Artificial, por su resentimiento inconfesable hacia la gran corporación capaz de crear el ideal de mujer del sueño machista, pero insensible al verdadero desamparo del ser humano… El «sistema madre», había dicho Lily… Curiosa forma de identificar a quien pretendía manejar los hilos del mundo.
Ebisu contempló por un instante a esa Lily devastadora, calculadora, desconocida para él hasta ese momento, y negó con la cabeza.
—No lo sé, Lily… Ya no lo sé.
—¡Vamos! No podemos perder tiempo—apremió la Call-Girl, mientras avanzaba, prácticamente a tientas, por el pasillo en penumbra—. Yusuri ha conseguido abrir los accesos, seguramente ya esté esperándonos en el final del…
Sus pies tropezaron con algo blando antes de terminar la frase. Unos ojillos de rata muy abiertos, en un cuerpo inerme, los contemplaban desde el suelo.
—Creo que te subestimé, mi querida On'nanoko…—se escuchó una voz al final del corredor.
Una silueta, en cuya cabeza de cabellos revueltos se adivinaba una especie de gafas protectoras, se recortó contra la luz del fondo. El Sono henkan empuñaba una Ghost Killer, un arma que Ebisu reconocía pues, capaz de freír el cerebro incluso aunque el impacto solo rozase la piel, su uso era muy habitual entre las fuerzas de choque.
—Te delataste en cuanto hiciste saltar la alarma, amiga mía… Yo lo tenía todo controlado. Sólo podías haber sido tú… Reconozco que me desconcertaste pero, a fin de cuentas, sólo tenía que esperar. Yusuri vino a confirmar lo evidente.
—No lo entiendo, Hisoka—intervino Ebisu—. ¿Qué pretendes conseguir así? La única posibilidad que tenemos es la de huir juntos…
—O me tomas por idiota, o eres tú el idiota—contestó el ingeniero para, acto seguido, dirigirse de nuevo a la Call-Girl—. Eres demasiado valiosa como para dejarte marchar. Con todos tus defectos, eres el futuro de nuestra especie… Sí, tú, imperfecta máquina, pensamientos rellenos de silicona… No esos impecables y sofisticados geminoides de última generación que la RP quiere colarnos, no más que un ejército de fanáticos cerebros enlatados en plutonio…
—Todo ese discurso no dice mucho del tuyo—terció de nuevo el hacker.
—Provocarle no nos conduce a nada, Ebisu—intervino Lily por primera vez—. Es un «transformador», unas pocas unidades fabricadas en Corea, lo último en Inteligencia Artificial vendida al mejor postor. Máquinas especializadas en el «tunning» cibernético… Autónomas, no vinculadas a ninguna organización. Se dedican a sabotear, piratear o «transformar» cualquier producto que la todopoderosa RP coloca en el mercado. «Patente de corso» lo llaman ellos.
Hisoka no hizo ningún movimiento, visiblemente complacido por la descripción.
—Nunca he oído hablar de nada parecido… ¡Eso es absurdo!—exclamó Ebisu.
—Que no los conozcas no quiere decir que no existan… Tienen la misma capacidad para transformar cualquier androide que caiga en sus manos como su propia apariencia física. Si hoy le dejas ir, mañana no le reconocerás ni aunque lo tengas delante…
El Sono henkan dirigió el brazo armado hacia la pareja.