La Chalmul’s Cantina, o «Black hole», como solían llamarla sus clientes asiduos, era un caleidoscopio de formas de vida, uno de esos antros portuarios donde podía verse, desde un estibador tailandés a un oficial de carguero de la Merchant Fleet Interstellar. Su propietario, antiguo marino, mercenario y traficante, fan irredento de la vieja saga Star Wars, era un personaje singular y su local, un refugio seguro para todo tipo de calaña que se moviera por los niveles más bajos de Odaiba, al menos mientras conservaran algún yen en su bolsillo.
Ebisu avanzó con dificultad entre el humo y la gente para situarse en un lugar medianamente tranquilo, donde el barullo de voces en todas las lenguas y el retumbar de la música fuese menos insoportable. Eligió un hueco en la barra, pidió Nitro con hielo y se acodó para esperar mirando hacia la sala. En el extremo opuesto llamó su atención un pequeño escenario en el que un grupo de ganimedianos amenizaba la velada con instrumentos de viento y la potente voz de una joven menuda, de tez pálida y ojos tristes.
Ebisu estaba hipnotizado por la letra de una canción que, en estilo folk, contaba la historia de amor entre dos jóvenes en plena Guerra del Silicio cuando, ante él, se interpuso una silueta. La ondulada cabellera del color del vino tinto, el tatuaje en el hombro con forma de mariposa o el porte orgulloso y cimbreante, hubiesen podido despistarle, pero una sonrisa indescriptible y la mirada felina, no dejaban lugar a dudas.
—¿Qué te han hecho, Lily?
—¿Me has reconocido?—contestó ella, con satisfecha ingenuidad—.
Ebisu ignoró la pregunta.
—Veo que no has perdido el tiempo… ¿De qué va esto, Lily?
—No lo sé… Ellos me han pedido que hable contigo… Te necesitan… Y supongo que piensan que tengo capacidad para influir en tu predisposición a escucharles.
—¿Y puedes hacerlo?
—Puedo…, pero no es necesario. Has venido, y no te vas a ir sin saber lo que tienen que decirte.
—Tu lógica de calculadora barata es aplastante, pero no sé si sabes que estás consiguiendo el efecto contrario… Si he venido hasta aquí, es por ti.
Lily Mod esperaba esa respuesta y su «lógica de calculadora», en este caso, le decía que esperar no era sinónimo de predecir, sino de desear.
—Ebisu, era la única opción disponible… Tú no podías… ni tenías por qué hacer frente al chantaje de Yusuri.
—Ya… Al menos podíamos haberlo hablado…
Ebisu se sentía extraño con esos nuevos sentimientos, como quien se descubre enamorado de una muñeca de silicona.
—¿Habría cambiado algo?
—Supongo que no… ¿Qué quiere esa rata entonces,… si ya estás con él?
—Él mismo te lo dirá… Y no estoy con él… Estoy contigo.
Ebisu siguió a la Call-Girl hacia uno de los reservados. Allí estaba el tipo de los ojillos de rata junto a otro más delgado, de cabello alborotado y con una especie de gafas protectoras sujetas en la frente. Una vez hechas las presentaciones, se sentaron los tres alrededor del kotatsu. Lily se mantuvo al margen, arrodillada en postura seiza.
—En primer lugar—comenzó Yusuri, extendiendo su sonrisa como el gato de Cheshire—, quiero dejar claro, aunque ya has podido comprobarlo por ti mismo, que no somos unos ladrones. Tu «Ciber-Lumi» vino rodando como una moneda calle abajo.
Él mismo acompañó su ocurrencia con una risotada y un codazo cómplice a su compañero.
El tipo de ojillos de rata repitió varias veces a lo largo de su perorata el símil de la moneda y la calle. Y también habló de una alcantarilla al final de la misma o de la ranura de una hucha. Alabó el trabajo de Hisoka y expuso los motivos que le habían empujado a confiar en su pericia para después contar los detalles de su descubrimiento. Ebisu le prestaba atención pero, de vez en cuando, miraba de reojo a la Call-Girl, estudiando su reacción.
El discurso de los dos hombres, sin embargo, poco a poco fue perdiendo interés para él, convirtiéndose en un murmullo incapaz de mantener el tono por encima de los propios pensamientos. Una vez que comprendió lo que trataban de decirle, fue el silencio de Lily lo que captó toda su atención. Él sabía que, a pesar del ruido de fondo y del volumen discreto que empleaban sus compañeros de mesa, la Call-Girl escuchaba perfectamente lo que se estaba diciendo. A ellos tampoco parecía preocuparles, bien por considerar que hablaban de conceptos que la feminoide sería incapaz de comprender, bien porque les trajese sin cuidado pues, a fin de cuentas, ella no poseía ningún control sobre la situación.
—Pero, entonces… si puede pensar…—intervino al cabo de un rato, como hablando para sí mismo—.
—No te equivoques, chaval…—le cortó el sono henkan— Es como un bebé de teta. Puede que tenga la capacidad de pensar, pero le queda mucho que aprender. Por otra parte, su unidad de programación controla todo lo que su pequeño cerebro humano sea capaz de procesar, para que no se salga de los parámetros establecidos… Hay cosas que la tecnología no puede crear, pero sí que puede controlar… Voy a permitir que conozcas la tristeza, pero no la rabia; voy a dejar que experimentes el placer, pero no el deseo de prolongarlo; voy a dejar que quieras vivir, pero sin saber lo que es morir… Voy a moldear tu cerebro desde su misma creación y te voy a dotar de las mejores herramientas físicas para tu desempeño… Vas a ser el robot perfecto.
Ebisu llevaba años trabajando para la RP, y cultivando en silencio un exacerbado resentimiento hacia esa deshumanización que la multinacional exhibía como marca de la casa. Sin embargo, todo aquello le parecía una locura que le excitaba en la misma medida que le repugnaba.
—¡Ya basta!…—zanjó el hacker, alzando la palma de la mano—. No estoy al tanto de que se esté experimentando con esa tecnología en la RP… Y en todo caso, no veo de qué sirve que me contéis todo esto… El hecho de que la 361 esté aquí ya es una infracción de la ley y…, la «morpho» la habéis hecho vosotros, no yo.
—No vayas de listillo, chaval—se defendió Yusuri—, que estamos todos en el ajo.
—¡Pues, apesta!... Todo esto es… aberrante.
Hisoka, presintiendo que aquello no iba a tener buen fin, desvió la conversación hacia algo más práctico.
—Puede que la misma raza humana no sea más que una aberración en el cosmos… Pero lo que aquí nos ocupa es otra cosa…. Ese fallo que ha provocado que la mismísima RP eche atrás su gran proyecto. Eso, junto a este bonito «souvenir» es lo que nos va a permitir cambiar de status…
—No comprendo…
—Tu Lily es un prototipo especial, único ahora que se han eliminado todos los ejemplares. Han creado células orgánicas y utilizado genoma humano, algo expresamente prohibido por la Convención de Ingeniería y Desarrollo Cibernético. Por un lado, la sola venta de información sobre este producto podría generar muchísimo dinero y si no, probablemente, podríamos obtenerlo de la misma RP. En cualquier caso, el juego es muy peligroso y necesitamos un seguro… Por otro lado, está el asunto del suero. Hemos de conseguirlo, o saber cómo…
—Y ahí es donde entras tú—continuó Yusuri—. Del trabajo sucio ya nos encargaremos nosotros, pero necesitamos a alguien dentro… Sin ese suero, tu muñeca tiene los días contados.
Lily Mod permanecía impasible. Ni sus ojos, de un gris acerado, ni la expresión de su rostro, traslucían la más mínima señal de comprender una situación en la que, deseo y ambición formaban un cóctel explosivo y, la mecha del resentimiento, podría provocar la ignición.
Los dos tipos, una vez conseguido el efecto deseado, se levantaron para marcharse. Yusuri apoyó una mano en el hombro de Ebisu.
—Piénsalo, amigo. Si te decides, habla con «Han Solo», él sabe dónde encontrarnos.
Sin mediar ninguna seña, Lily se irguió para seguirles, dejando su última mirada languidecer en los ojos de Ebisu. Y él siguió mirándola mientras se iba, recordando los días en su apartamento, sus palabras, su piel cálida, su perfume. Él sí sabía por qué la RP había decidido abortar el proyecto.