martes, 2 de agosto de 2016

Los últimos días de la Casa Uxía


Era un día de otoño. El frío y la humedad se colaban bajo la ropa; la bruma se enredaba en los castaños; el bosque se adormecía en el silencio del atardecer. Tan sólo se oía el rumor de mis pisadas en la hojarasca. Al final del sendero, entre la niebla, se distinguía la silueta de la casa Uxía. A medida que me acercaba, una cierta melancolía invadía mi espíritu. Era la última visita del programa y después de haber recorrido todas las aldeas y casas de labor que me habían asignado en aquel concello del sur de Lugo, no había encontrado más que desolación y abandono. Sabía que eso era lo previsto y, dado que mi cometido no era el de un comercial, sino tan solo documentar, no imaginaba que podría influir de ese modo en mi ánimo. Por otra parte, la personalidad del clima gallego, que en aquella estación se hacía notar especialmente, no contribuía a mejorar el humor de un adicto al sol de Castilla.

La agricultura en Galicia siempre había sido un medio de supervivencia familiar, nunca una explotación de mercado. Y la que lo era, estaba en manos de los caciques locales, que polarizaban la riqueza desde tiempos ancestrales. El sistema hereditario contribuía a esta situación, pues las propiedades se subdividían entre los distintos hijos y esto, junto al hecho de que fuera el primogénito varón el que recibía la «mejora», atomizaba la casa entre los distintos herederos y fomentaba el recurso a la emigración de los «no mejorados». A lo largo de los dos últimos siglos, esta opción había ido mermando poco a poco y sin pausa, la población de las tierras gallegas.

Un muro de piedra, cubierto de yedra y derrumbado en alguno de sus tramos, rodeaba la propiedad. Frente a la cancela de entrada, el agua que rezumaban las fuentes cercanas había llenado las antiguas roderas de los vehículos y encharcaba todo el camino, mezclándose con la maleza que lo había invadido. Para evitar el barro, entré por uno de los huecos del muro, por lo que parecía haber sido el paso más habitual.


Tanteó en la penumbra, sobre la mesita de noche, y su mano tropezó con el vaso, derramando un líquido amarillento sobre las tablas del piso. Entonces recordó que hacía semanas que había perdido su reloj. Se incorporó ligeramente y observó las contraventanas. El atardecer languidecía en el exterior y la luz que entraba a través de las rendijas no bastaba para romper la oscuridad. Con la consciencia abotargada intentó decidir entre abandonar la cama para ver morir el día o acoger la noche, con su mortaja de olvido. Se tumbó de nuevo, pesadamente, y fijó la mirada en un nudo del techo de madera. Un nudo de cuya existencia sólo se había percatado al poco de morir su madre, en la misma habitación donde habían instalado el velatorio. Un nudo cuyas vetas parecían dibujar un rostro. El rostro de ella.

Después de tantos años, la sangría humana tenía que notarse, aunque no lo haría dejando más tierras a los que no se fueron, puesto que éstas seguían en manos de los emigrados y, o bien quedaban sin explotar, o eran arrendadas de forma individual a otros pequeños propietarios, que únicamente conseguían mantener vivo el obsoleto sistema tradicional, autosuficiente, por el que funcionaban las casas gallegas desde tiempo inmemorial. Ese tipo de sociedad fomentaba una alta natalidad, que se mantuvo durante la primera mitad del siglo pasado, contribuyendo además al proceso de la emigración. Pero esa situación fue cambiando en la segunda mitad del siglo y, ya entrados en el actual, la natalidad dejó de asegurar el reemplazo generacional. Por otra parte, el cambio de mentalidad, así como el avance económico y social, hizo que buena parte de los jóvenes buscasen su futuro fuera de la agricultura y de la tradicional explotación familiar.

Una segunda cancilla, de madera destartalada, daba paso a la parte exterior y cubierta de la casa, lo que por aquellas tierras llaman «pendello». Era un espacio amplio y rectangular, con dos enormes vigas de más de un metro de diámetro y unos siete metros de alto, soportando el tejado, construido únicamente con travesaños de carballo, el roble gallego, y grandes losas de pizarra. A uno de los lados, junto a un horno de piedra, se apilaba un montón de leña seca y, al otro, en una especie de amasijo de hierros unido por telarañas y excrementos de golondrina, varias herramientas de labor, como arados, rastrillos y largas hoces con mango. Ascendí los tres peldaños de la entrada. La puerta estaba entreabierta y la hojarasca se había acumulado en el hueco, inmovilizándola. Cuando la empujé, un prolongado quejido resonó en el interior.


Aquel rostro desfigurado en la madera parecía tener el único propósito de repetirle cada día la misma frase con la que le castigaba en vida: «No vales para nada. Sólo sabes ir de putas y pasar el tiempo en la cantina. Con lo que pasó tu padre, que en paz descanse, para dejarte limpias estas tierras». Pero a putas sólo iba los domingos, como su madre a misa, y la cantina llenaba el gran vacío de las tardes de invierno. El resto del tiempo se deslomaba en sacar algún provecho de unos cuantos terruños, esparcidos por toda la parroquia, que su padre nunca supo o nunca quiso unir, cuando tuvo la oportunidad, en una finca mayor, más productiva y más fácil de trabajar. En todo caso, conservaba muy pocos recuerdos de un hombre que murió siendo él muy joven y que, el tiempo que vivió, lo ocupó más en lo que su madre le reprochaba a él mismo que en fomentar algún tipo de relación con su único hijo. De su madre tendría más recuerdos, pero sobre todos ellos, el luto perpetuo, la severidad de su rostro y el rosario que enrollaba en su mano durante las «novenas», o que dejaba marcado en sus mejillas con demasiada asiduidad.

Emigración, descenso de la natalidad, cambio de mentalidad; las aldeas se quedaban vacías, los pastos se cubrían de bosque, los senderos y caminos rurales se hacían impracticables. Los organismos oficiales intentaron paliar la situación y, aprovechando las nuevas tecnologías y los medios de comunicación, facilitaron el arrendamiento de parcelas dispersas o el acceso a las tierras por parte de inmigrantes de otras regiones o países. Sin embargo, el proceso era ya irreversible y no iban a ser más que parches para un agujero que crecía de forma alarmante.

El interior, en penumbra, estaba cubierto por una gruesa capa de polvo y los hilos tejidos por las arañas cruzaban por doquier, pegándose a mi cuerpo al avanzar. Encendí la linterna para examinar mejor el lugar. Después del zaguán, se pasaba a una enorme cocina. De paredes en piedra, negras por el hollín, no había sido reformada desde su construcción, por lo que presentaba el aspecto típico de las cocinas gallegas del siglo XX, con una gran encimera de granito en el centro, alrededor de tres fogones concéntricos de hierro fundido, así como un largo banco corrido en el lado opuesto al horno, los depósitos de agua y la leñera. En un rincón, una herrumbrosa cocina de butano que todavía tenía puesta la característica bombona anaranjada, habría cumplido la función práctica. A unos dos metros de altura, una galería de madera recorría todo el perímetro de la cocina y servía de distribuidor a las habitaciones del segundo piso. Sin ninguna ventana ni doble techo, tan sólo una amplia claraboya, en el centro del tejado, dejaba caer parte de la mortecina luz que el clima permitía.


Sus oídos escucharon leves ruidos en el piso inferior, pero sus miembros ya no le obedecieron. Tampoco importaba demasiado. Ya no había vuelta atrás. Hacía mucho tiempo que todo había acabado, que él no era más que uno de aquellos retratos hieráticos en deslucido sepia que colgaban de la pared, memoria de la vida de unas gentes cuyo mundo ya estaba condenado a desaparecer incluso antes de que él naciera. Porque no sólo había heredado un patrimonio escaso para cualquier ambición, sino la total incapacidad para cambiar las cosas. Un legado de laxitud y conformismo que empapaba con desidia toda su vida, igual que sobre aquellas tierras lo hacía el «orballo», una fina lluvia sin carácter, sin energía, que sin embargo se instalaba en las mañanas grises, melancólicas, para calar hasta lo más profundo y pudrir el alma.

A día de hoy, aldeas enteras han quedado abandonadas y, a este hecho, le sigue otra consecuencia: las herencias no reclamadas. Emigrantes que han muerto fuera de España, y cuyo patrimonio ha quedado en suspenso, a falta de herederos directos que supieran de su existencia; o personas que, muertos en la misma Galicia o en otras regiones, no han transmitido sus legados a nadie y, si lo han hecho, aquellos posibles beneficiarios, la mayoría muy lejos de allí, ni siquiera han llegado a tener conocimiento de ello. Según la ley vigente en Galicia, si pasados veinte años, nadie reclama una herencia, pasa automáticamente al Estado.

Toda la escalera crujía bajo mis pies, soltando una fina lluvia de polvo en cada vibración. En el primer tramo de la galería, igual que en el de la pared opuesta, se abrían dos puertas. Con cautela, por el estado deteriorado de la casa, abrí la primera puerta y pasé a la estancia. Allí, la luz entraba desde una balconada, tamizada por unos viejos cristales que habían dejado de ser transparentes hacía mucho tiempo. Las paredes, a diferencia del piso bajo, estaban enlucidas y pintadas de blanco. El austero mobiliario de lo que, en su momento había debido de ser el comedor familiar, consistía en una gran mesa de roble, algunas sillas, un enorme aparador y una alacena con platos, jarras y otros utensilios prácticos. Ningún adorno, ni siquiera cuadros en las paredes.


Los ruidos se hicieron más nítidos, más cercanos. Creyó escuchar unos pasos cautelosos haciendo crujir las tablas del piso, aunque probablemente no fueran más que un producto de su mente confusa, más cercana ya al delirio de la inconsciencia. Hacía años que nadie entraba en aquella casa. ¿Por qué iba a ser distinto precisamente ahora, cuando ya todo daba igual? De las cinco casas que formaban la aldea, él era el último habitante, y hacía más tiempo del que podía recordar que nadie se aventuraba hasta aquel lugar, aislado desde siempre por su enclave en la zona más agreste de la parroquia y olvidado finalmente cuando las pistas quedaron inservibles por la falta de uso. Cuando él era joven, ya sólo tres de las casas se mantenían habitadas durante todo el año. Con todo, no habían sido malos años. Muchas de las fincas eran medianeras con la Casa de Teixo, la de Amalia, lo que les hacía coincidir casi todos los días en las labores de pastoreo, llegando a crear entre ellos un vínculo especial. De hecho, él se anamoró. Lo malo es que ella nunca llegaría a saberlo y, cuando se marchó de la aldea para casarse, él dejó que la amargura y la frustración inundasen su alma, cambiándole el carácter de forma irremisible y permanente.

Mi empresa, ya veterana en la asesoría jurídica, había encontrado nuevo mercado, precisamente en la reclamación de «herencias perdidas». En otros países, la administración o los bancos tienen la obligación legal de buscar a los herederos y a los beneficiarios de cuentas en abandono. Pero eso no ocurre en España, donde cada vez son más este tipo de casos. Sobre todo en determinadas áreas. En Galicia, los legados no son de cuantías importantes, pero su número compensa la búsqueda. El trabajo, básicamente, consiste en documentar los patrimonios «perdidos», localizar a los legatarios y ofrecerles la posibilidad de gestionar su cobro, evitando farragosos procedimientos, a cambio de una comisión sobre los bienes recibidos.

Salí de nuevo a la galería con la intención de terminar rápidamente mi examen previo de la casa. No me sentía nada inclinado a permanecer allí más de lo estrictamente necesario y, dado que los documentos relativos a la herencia de la propiedad estaban ya indexados en el informe notarial, no creía probable que fuese a encontrar nada de interés, no pasando de ser aquella, una visita rutinaria in situ, simplemente para cubrir expediente. Los dos vanos siguientes daban a sendos dormitorios, con un mobiliario bastante austero. Uno de ellos, tan sólo contenía la estructura metálica de una vieja cama. Pero la última puerta del corredor, a diferencia del resto, estaba cerrada. Desde ese punto no se podía bajar al piso inferior, sino que había que desandar todo el camino hasta el extremo opuesto de la casa, por donde había subido, así que decidí terminar el trabajo. El intento de abrirla con el pomo resultó infructuoso, pero con un ligero empellón cedió sin problemas. Lo que vi a continuación me heló la sangre.


Sintió que ya no tenia dominio alguno sobre su cuerpo y una espesa niebla hacía naufragar su mente en los límites de la realidad. Con un desesperado esfuerzo, entreabrió los párpados por última vez, intuyó una sombra lechosa que parecía moverse ante él, y volvió a la oscuridad, dejándose mecer por los últimos recuerdos. Aquellos a los que aún valía la pena volver... A los cuarenta años ya pasaba la mayor parte del tiempo en la cantina, pero en cierta ocasión, se atrevió a probar los placeres del lupanar y, cuando su madre, ya muy envejecida y falta de fuerzas, relajó su influencia, pudo permitirse frecuentarlo con cierta asiduidad, aunque teniendo en cuenta la precariedad de sus ingresos. Fue entonces cuando conoció a Iryna. La pesona con quien más había compartido, y con quien menos en común tenía. Aunque nunca aceptó el compromiso que ella esperaba, había sido lo único por lo que habría merecido la pena luchar. Ahora, el alcohol y la soledad le habían pedido cuentas, y él sabía lo que tenía que hacer. La vida se le escapaba y ya no tenía fuerzas para retenerla, pero el modesto patrimonio que poseía, sería para ella.

En la cama descansaba el esqueleto de un hombre, con la apolillada ropa aún pegada a los huesos, estirado y con las manos a lo largo del cuerpo, como si alguien lo hubiese depositado allí, a modo de sepultura, o se hubiese quedado dormido en un sueño sin fin. Junto a él, en el suelo, un vaso de cristal, y en la mesilla un pliego de papel cubierto por el polvo. Lo tomé y le soplé para poder leerlo.

«Quería decírtelo en persona, pero he visto que estás dormido. No he querido despertarte. Es mejor así. Mi madre ya no se vale y tengo que volver a Kharkov. He conseguido reunir algo de dinero y cuando me echen en falta estaré lejos. Pero no quería irme sin decírtelo. Gracias a ti he vuelto a sentirme una persona. Te llevaré siempre conmigo. No te preocupes por mí, estaré bien. Quisiera seguir aquí, para ayudarte de la misma forma, pero la bebida te está cambiando y ya nunca vas al “club”. Por favor, busca ayuda antes de que sea tarde. Y no me olvides. Iryna»

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31 comentarios:

  1. ¡Puff!, Isidoro. Ahora sí que me has dejado sin palabras. Te diré que desde la primera línea me has tenido muy intrigada. ¿Qué escondía la casa?, ¿quién era su visitante?, ¿de quién era la voz en cursiva?... Me quito el sombrero por la forma en la que has intercalado las dos voces. Una aséptica, casi como un documental donde expones la problemática del campo gallego. La otra desgarrada y misteriosa, que no se sabe qué relación tiene con la casa, el punto de unión, que se anuda en el desenlace que nos deja impactados. Felicidades. Cada día me gustas más, escritor. Un abrazo

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    1. Hola Ana, vuelvo ahora de unos días de descanso y tengo que ponerme al día en mis lecturas y, por supuesto, respuestas a vuestros generosas palabras. ¿Tienes una alarma o algo así?, porque no hace nada que publico el relato y ya te lo has leído y comentado. Ese entusiasmo no hace más que acrecentar lo alagado que me siento por contar con tu tiempo. Y esas palabras, viniendo de quien vienen, como no me cansaré de repetir, son el mejor regalo que puedo tener cuando abro mi blog y recojo vuestras impresiones. Me sonrojan, no creas, pero no voy a negar que me gustan. Espero mantenerme a la altura de tus expectativas, porque no quiero dejar de contar con tu presencia. Ahora me voy a leer a ver si alcanzo pronto (soy obsesivamente meticuloso con el orden) lo que tú has escrito bajo esa imagen tan colorista y sugerente que también desprende un interrogante.
      Un abrazo enorme Ana

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  2. Maravilloso relato, me iba introduciendo en la casa como si estaría allí. Has descrito muy bien el semblante de una persona solitaria gallega. Y la intriga de las letras en cursiva me hacia parecer que había un fantasma. Me ha encantado. Un abrazo

    P.D. pasa por mi casa hay un reto para ti, un beso

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    1. Muchas gracias Mamen, me encanta verte de nuevo por aquí. Efectivamente, es como la presencia de un fantasma. Ambos personajes no son coincidentes en el tiempo, pero sí lo son sus acciones. Quería remarcar precisamente ese contraste entre la cursiva de la situación personal y la normal de la situación general del campo gallego. A lo mejor me he pasado en el aspecto documental, pero me ha saludo así.
      Por supuesto que me paso por tu blog, tengo mucho que leer atrasado
      Muchos besos

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  3. Te venía echando de menos Isidoro, espero estés disfrutando de tus vacaciones, todo y más que puedas.

    Me ha encantado tu texto, es de esos que vas leyendo y te atrapan, y es que tienes el don de la maestría al saber expresar con tanto detalle todo, que lo voy percibiendo según lo vas describiendo, y tienes mucha razón, parece que las gentes ya abandonan los campos, los pueblos y aldeas se van abandonando, es una pena que vaya sucediendo ésto no solo en Galicia en otros muchos pueblos de España también.

    Un placer leerte, Isidoro, me alegró volver a saber de ti.

    Un beso bien grande.

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    1. Hola Isidoro. Mi nombre es Isabel, compañera tuya de TR aunque nos leimos y comentamos poco, creo recordar, seguramente por no ser coincidentes en el mismo tiempo. Algunos de nuestros compañeros han dicho maravillas de tí, y leyéndote este relato magnifico no han exagerado nada.
      Como dice Ana Madrigal, ha fluido con naturalidad la dos corrientes de vidas que se entrecurzan (yo diría tres, pues la madre está bien presente no solo en el nudo de la mandera).
      No es fácil lo que has hecho, contar de una realidad social en el medio rural gallego, sin generalizar, sino apoyando la narrativa en dos personajes (el que fue y se "fue", y el que llega y "encuentra")
      Usted escribe de lujo Sr. Varcárcel.

      Isabel Caballero

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    2. Me alegro que me hayas echado de menos, María. En este lapsus de vuelta ya me he leído un par de tus textos, que por cierto, me han encantado. En efecto, esta problemática del campo no es exclusiva de Galicia, pero ocurre que aquí la conozco de primera mano, y me resulta mucho más fácil de describir... Y me da mucha pena ver lo que va pasando con pueblos enteros, aquí y en muchas otras partes. Era algo que tenía ganas de escribir.
      Un beso enorme amiga

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    3. Isabel, has puesto tu comentario en "respuestas" y no sé si podrás ver la mía, pero en todo caso, aquí te la dejo:
      Por supuesto que te conozco y es todo un placer y un honor tenerte por aquí. No nos hemos leído mucho, efectivamente, pero yo también he visto comentarios tuyos y de otra gente sobre ti y... tu fama te precede (excelente, por supuesto)Mi problema es el tiempo que puedo dedicar a esta pasión, y eso es lo que me ha alejado temporalmente de Tus Relatos (a la que espero volver no demasiado tarde), así como de otros sitios que frecuentaba... y no creas que no me da rabia, porque sé que me pierdo grandes textos y grandes autores. El lujo, por tanto, es contar aquí con tu presencia.
      Me alegro mucho que te haya gustado mi relato pues yo tenía mis dudas. Quizás por esa extraña simbiosis que he hecho entre el estilo documental que comenta Ana y los pensamientos personales del campesino. Un experimento que, de momento, parece tener muy buena acogida.
      Muchas gracias de nuevo y un abrazo Isabel

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  4. ¿Un experimento? Jo, ya me gustaría a mí experimentar así. Has hecho una magnífica descripción del paisaje gallego y de esa sociedad rural que tiene que emigrar en busca de un futuro mejor, como apunta Ana, casi documental, intercalando la historia de un ser solitario, resignado y atormentado por el recuerdo poco grato de los reproches y la severidad de su enlutada madre. Rematas la historia con un gran final. Espero hayas descansado en tus vacaciones y nos regales más relatos o "experimentos". Un abrazo

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    1. Ja, ja, ja, muchas gracias por el halago, compañero Jose R., pero tú ya tienes matrícula en eso de relatar, así que, puedes experimentar todo lo que quieras, que seguro que siempre disfrutaremos de ellos. Como bien apuntas, es una historia de soledad, de resignación, que espero no sea un funesto augurio de lo que está por pasar en muchos sitios.
      Yo, por lo menos, intentaré no dormirme en los laureles, je, je, y ponerme las pilas. Y también espero seguir leyéndote a ti, eh
      Espero que estés pasando un feliz verano compañero, y no con mucho calor, porque aquí en Madrid, se nos pega la piel a la sartén (ufffff)
      Un abrazo

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  5. Veo que el verano no afecta tu capacidad de narrador, amigo Isidoro. Seguramente te lo habré comentado alguna vez (y si no es así aprovecho el momento) pero eres de los pocos escritores cuyos relatos no me resultan tediosos por muy largos que sean. Al contrario, siempre me quedo con ganas de más. Enhorabuena.
    Has compaginado a la perfección la faceta documental (que, por cierto, te lo has tenido que currar a lo bestia) con esa otra historia que en un principio me dio la impresión que iba a terminar con fantasma de por medio y que, sin embargo, es un bello relato de amor, o cariño, entre dos personas totalmente diferentes, deleitándonos con un drama perfectamente estructurado.
    ¿Y qué decir de la descripción de la casona y del ambiente? Pues eso, que no se puede dar más de lo que tú nos das.
    Un abrazo fuerte, compañero.

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    1. Que vaaa, amigo Bruno, todo lo contrario, el verano me inspira, je, je. Que me digas eso de que mis relatos no te resultan tediosos, por largos que sean, por lo sincero, lo tomo como una gran valoración porque, es cierto, con el tiempo que tenemos y la de relatos que lees, el ver que el texto (siempre echas un primer vistazo a todo lo largo de la página) se alarga en exceso siempre echa un poco para atrás y, si te lo lees es porque confías en la solvencia del autor. Por eso, muchas gracias por confiar, compañero.
      En cuanto a lo de la faceta documental, tampoco te creas que ha sido tanto. Te confesaré que, entre lo que sabía, algún artículo que leí en un periódico local y la imaginación que le echo, ya está, je, je. La idea del fantasma fue el resultado de intercalar dos acciones separadas en el tiempo y que parecía que se desarrollaban en el mismo momento, como has visto. En todo caso, no tenía muy claro que se comprendiera bien el final y que realmente, cuando Iryna le deja la nota pensando que está dormido, en realidad ya está muerto, siendo ella la presencia que el nota en la casa, no el visitante posterior. Era una trama un poco complicada, de ahí lo del experimento. Me alegra mucho ver que ha salido bien.
      Tengo cierta lectura pendiente contigo amigo, no me olvido, no creas, así que, pronto me tendrás en tu página
      Un fuerte abrazo

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  6. Mil gracias por todo el tiempo que estás tomándote en leer y comentar en mi blog, amigo Isidoro, mi enorme agradecimiento por tu amabilidad.

    Espero que sigas disfrutando de unas lindas vacaciones.

    Un beso muy grande.

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    1. Gracias por las gracias María, pero es todo un placer en los días de verano (y cuando no es verano también, por supuesto) Tienes un alto ritmo de publicación, pero no son textos muy largos, por lo que se puede leer cómodamente y en cualquier sitio. Un placer, como digo.
      Un beso enorme amiga

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  7. A medida que leía las magníficas descripciones que has hecho del rural gallego iba viendo los lugares en los que de niño pasaba los veranos, en la aldea donde vivían mis abuelos. Esa casa típica erguida en piedra, la cocina de paredes ennegrecidas por el humo de la hoguera que se encendía todas las noches (todavía hoy cuando huelo el tufillo que deja una cerilla se me viene a la memoria el olor de la madera quemada), el cobertizo, pendello, tondal o galpón, donde como describes se guardaban los aperos de labranza colgados de las paredes como si fuese un arcaico museo labriego, algo que ya cada vez se ve menos salvo en aquellas casas que se han reconvertido en alojamiento rural. Las cancillas (en gallego cancelas como les decían en la aldea) que cierran la entrada a las fincas delimitados por rudimentarios muros de piedra, los suelos y techos de madera de la segunda planta, el mobiliario rústico que tan bien pintas en palabras... en fin que tengo que darte las gracias Isidoro por este paseo por el campo gallego que me ha llevado muchos años atrás hasta mi infancia. Precisamente mañana tenemos comida familiar en la que fue la casa de mis abuelos y esos recuerdos volverán a aflorar de nuevo, aunque con el tiempo ya nada es igual que era.
    Me atrevo a aventurar que sitúas el lugar en las tierras de Chantada y Monforte de Lemos, o bien más al sur, lindando ya con la provincia de Ourense en el concello de Amandi, junto a los maravillosos cañones del Sil. No muy lejos de donde pasaba yo la infancia, más al norte en tierras más llanas, en el valle de la Ulloa cerca de Palas de Rei.
    Metiéndonos ya en el relato, destaco en primer lugar como he dicho las excelentes descripciones, que estoy seguro meten de lleno en los lugares que describes al lector aunque nunca haya pisado esos parajes. Está presente en todo el relato la idea del abandono y el desuso, algo que por desgracia va cada vez a más en el campo gallego, aunque si es cierto que recientemente se observa un pequeño repunte en las actividades agrarias, supongo que debido a la crisis.
    Hay una clara separación entre las dos voces del relato, como han comentado, el narrador en primera persona, frío y asèptico desgranando la historia de los últimos lustros del campo gallego, y la voz en cursiva en tercera persona, más cercana al lector.
    Destaco también la gran labor de documentación que se intuye, pues aunque supongo que conoces de primera mano gran parte de lo que cuentas, se aprecia que has leído sobre el tema a propósito para tejer este relato.
    Has sabido ocultarnos bien ese final, pensé que el narrador acabaría por encontrarse vivo al paisano y o bien sufriría algún ataque por parte de éste (final a lo relato de terror) o bien se produciría alguna suerte de diálogo entre ellos (final modo drama). Finalmente ha sido un drama efectivamente, pero por una vía que de ningún modo había supuesto y que nos deja un perfecto símil entre el abandono del personaje y el de su entorno, con su punto de amor/desamor incluido.
    En definitiva felicitarte al igual que el resto de compañeros por tu trabajo, un cuento que se lee del tirón en el que has sabido pegar al lector a la pantalla a pesar de que se trata de una narración pausada, lo cual tiene más mérito.
    Espero que hayas disfrutado de tus vacaciones, a mi me queda una semana para empezarlas y pasaré algunos días en el pueblo de la otra rama de la familia, disfrutando de las fiestas del San Roque.
    Abrazos, paisano.

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    1. Un comentario así, amigo Jorge, es todo un lujo. No sólo por la trabajada crítica que has hecho, en la que se nota el esmero que pones y que yo agradezco enormemente, sino por esa parte emotiva y personal que has compartido. Espero que hayas disfrutado de esa comida familiar paisano. Tú conoces muy lugares de los que hablo, y es todo un halago el que te hayan gustado mis descripciones. La ubicación es un tanto imprecisa, pero vas muy acertado cuando sitúas la misma el tierras del sur de Lugo, cercanas ya a la provincia de Ourense. Y tienes razón en que nada es ya lo que era… Yo también añoro muchas de esas imágenes cuando paso unos días por allí, y me da mucha congoja ver cómo desaparecen tantas cosas que ya tan sólo podemos conservar a modo de atractivo para el turismo rural. Yo, por ejemplo, recuerdo con cariño esas hornadas de pan y empanadas que se hacían en "os fornos" de cada casa, más o menos cada dos semanas.. mmmhhh, ese olor a leña, a brasa, a pan recién hecho… ufff. Supongo que es algo que todas las generaciones tenemos que pasar, je, je
      Has captado muy bien la finalidad de mi relato y, si bien es cierto que existe ese repunte del que hablas, por el que mucha gente está volviendo a la actividad agraria, de una manera a otra, o incluso aprovechando esas tierras y casas para otros usos, creo que falta mucho trabajo y, precisamente desde dentro. Conozco, por ejemplo, el caso de muchas aldeas que han desaparecido con sus tierras de labor, simplemente porque sus propietarios, por rencillas personales, se negaron a ceder al aparcelamiento que promovió la comunidad años atrás y dejaron que sus propiedades, muy poco rentables en su dispersión y tamaño, fueran abandonadas poco a poco por unos herederos que prefirieron buscar sus medios de vida en oficios ajenos al campo.
      En cuanto al relato, no estaba del todo convencido de que no resultase un poco confuso al situarse las dos acciones en distintos momentos cronológicos pero haciendo la simulación de que eran sincrónicas. Tampoco estaba seguro de que combinase la narración fría y periodística del agente con la más interiorista del paisano. En fin, el caso es que me llenan de aliento vuestros comentarios, tan positivos como inmerecidos, je, je… pero que, por supuesto se agradecen y se disfrutan enormemente.
      Estarás a punto de empezar esas deseadas vacaciones. Pues espero que las disfrutes al máximo. Ya sabes lo que pasa con las vacaciones familiares, je… hay que cuidar la ingesta, y sobre todo con las fiestas de por medio. En todo caso, como se suele decir, "que nos quiten lo bailao" Hasta la vuelta, aquí te espero para una nueva tanda de relatos compañero de letras
      Un fuerte abrazo

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    2. E que a terriña tira moito, meu amigo. Completamente de acuerdo en que el rural gallego sufre un triste proceso de abandono ante el éxodo del campo, el envejecimiento de la población y la dejadez de las administraciones. Éche o que hai, que diríamos por aquí. Feliz verano amigo.

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  8. La historia me ha sentado como un jarro de agua fría por lo real del asunto. Llevo 8 años seguidos veraneando allí y la descripción que haces de la situación y del edificio vacío es escalofriantemente real. Mucho talento, insisto, leerte es tan rico en imágenes como una peli en el cine.

    Y gracias por la lección: he estado a punto de corregirte, con mucho tacto eso sí. ¿Yedra? Primera vez que lo veo escrito así. Voy a la RAE: ¿Hiedra o Yedra? Ambas están aceptadas. Ya puedo irme a la cama por hoy ;)

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    1. ¿En serio que llevas 8 años veraneando en tierras gallegas? Pues qué te voy a decir... Es mi tierra natal y, claro, te puedes imaginar que no me resulta muy difícil hablar de ella. En este caso, por la pena que me da esa situación (algo que no es exclusivo de Galicia, por supuesto)
      Muchas gracias por lo del talento compañero, me gusta eso que dices de las imágenes porque siempre intento hacer muy visual todo lo que escribo, transmitir todo tipo de sensaciones. Y ver que en los comentarios se percibe ese esfuerzo, me llena de alegría, de verdad.
      Muchas, muchas gracias
      Ah, y, por favor, corrígeme siempre que detectes un error, por supuesto. Es la única forma de aprender
      Un abrazo

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  9. En principio me ha recordado "La caída de la casa de Usher" de Poe, ha de ser porque las viviendas comparten inicial y por esas primeras líneas tan sombrías. No sé cómo te las arreglas para contar tres historias en una en paralelo sin perder el hilo del relato, es apabullante. Para mí, inculta y total desconocedora de esas tierras, me ha parecido un texto bastante educativo y entretenido; a ratos me he encontrado asistiendo a una especie de visita guiada en esa misteriosa casa en que todos los tiempos parecen transcurrir a la vez, hasta toparme con el pesaroso e irónico hallazgo final. ¡Creyó que dormía..., ja! Pero si algo es cierto, es que no la olvidó hasta el último día de su vida. ¡Genial relato!! ¡Un abrazote, Isidoro!! ;)

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    1. Muy observadora, sí señor. Efectivamente, tanto el título, como ese primer párrafo, están inspirados en el relato de Poe. A la vez que un pequeño homenaje, quería con ello crear ese mismo aire oscuro, misterioso, que nada como el espíritu del maestro me garantizaba de manera tan clara. Sinceramente, yo tampoco sé cómo me las he arreglado para contar las tres historias en paralelo, te lo aseguro. Bueno, tengo que decir que se trata de un relato que me llevó su tiempo, precisamente por esa dificultad y, porque ya sabes, los creativos nunca estamos satisfechos con nuestra obra. Espero que te haya gustado la visita guiada, he procurado ser todo lo ameno que he podido, dada la situación, je, je. Y efectivamente, creyó que dormía...Él lo había planeado todo para dejarle su herencia, pero no se le ocurrió pensar que ella podía marcharse antes de recibirla, ja.
      Muchísimas gracias por tanto ánimo Fritzy. Un fuerte abrazo

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  10. Hola Isidoro. He llegado a tu relato desde el blog de Ana Madrigal, compañera que sigo desde hace tiempo. Me llamó la atención el título, tan atrayente y evocador tanto del relato de Poe que te comenta un compañero como de la gran Emilia Pardo Bazán que tan bien describe nuestras tierras gallegas. Soy gallega, de la zona más oriental de la provincia de Orense. La forma tradicional de herencia de la que hablas se da en la provincia de Lugo, como ya te han comentado. Te felicito por la buena descripción tanto de los lares gallegos como del acuciante problema de despoblación que acusan las zonas rurales. Es un acierto también la introducción de las dos voces narrativas en la historia. Lo del fantasma es para verlo en una lectura posterior, pero está muy bien representado. Te felicito por tu forma de escribir. Un saludo.

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    1. Encantado de tenerte por aquí Manoli. A mí, los relatos de Ana (ahora que no nos oye) me encantan ,es una gran escritora que admiro. Como veo que tú compartes nuestra afición, me pasaré por tu blog a conocerte.
      Muy acertada en tu observación sobre las obras que han inspirado mi relato, porque efectivamente, tanto Poe y su "Caída de la casa Usher" en el título y primer párrafo, cómo mis lecturas de ya consagrados escritores gallegos como Pardo Bazán o Neira Vilas, están muy presentes, junto al cariño que yo siento por esas tierras, en el mismo.
      Lo del fantasma que no era tal fantasma, al final quizás quedó un tanto confuso, pero bueno, je, je
      Muchísimas gracias por tu valoración, por esas palabras tan amables y por haber plasmado tu opinión en este tu blog.
      Un saludo

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  11. Isidoro, que relato más interesante nos has brindado. Transmutado en casi un hermano de Jorge Valín (veo que tu viaje por terras galegas te ha contagiado de la belleza de sus paisajes), describes con detalle lo que el protagonista se va encontrando, dotando su voz de cierto carácter poético, casi parecería embriagado por la fuerza del lugar. Te sirves con acierto del contexto demográfico para crear una atmósfera que ayuda a transmitir esa sensación inquietante, casi de thriller sicológico. Esas dos líneas narrativas, cambiando los tiempos verbales, también funciona bastante bien, porque se siente como un montaje paralelo, en el que sabes que chocarán sus líneas, pero no sabes cómo. Cuando al final vemos que no comparten tiempo espacial, es creíble, porque has conseguido separarlas lo suficiente para que puedas utilizar ese recurso.
    He de alabarte también el sosiego que muestras con la historia. Es decir, que como autor, aceptas que esta es una historia de derrota, de la tristeza de una situación, y por ello, pese a que la estructura te daba juego, optas por un desarrollo sin giros exagerados ni sorpresas de última hora, lo que es el camino difícil, pero bajo mi punto de vista más satisfactorio (no soporto los “Deus ex -machina”).

    Como apunte, si te diría que Irina aparece quizá demasiado tarde. Para la importancia que tiene al final, yo la habría tenido rondando desde casi el principio. Pero es una nimiedad, nada más.

    En resumen, otro gran relato, con un tono más pausado de lo que nos acostumbras, pero que dominas con buen pulso, especialmente con unas grandes descripciones y un fantástico uso de la estructura en paralelo.

    Gracias por compartirlo. Un abrazo

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    1. Amigo Alejandro, eres tan gran comentarista como escritor (ser bueno en una cosa no implica serlo en la otra). No te lo digo en plan adulador, tus comentarios tienen un valor añadido tremendo. No son sólo una opinión, es una crítica, por demás siempre constructiva, que seguro muchos pagarían por recibirla. Y a mí me la regalas. Me siento halagado, de verdad. Vaya tesoros que esconde la Agencia tributaria, ja, ja.
      Y Jorge es otro de los grandes, con el que además comparto paisanaje, por lo que no te extrañe que, en ese sentido, coincidamos en muchas ocasiones. Cómo el mismo dice, "a terriña tira moito"
      En cuanto a los "Deus ex-machina", es algo que tampoco me gusta nada. Todos mis relatos se mueven dentro de una lógica interna que conectan principio y fin, incluso aunque éste sea inesperado. Nunca me voy a sacar algo de la manga (salvo error involuntario) simplemente para salvar una historia o por precipitación. Es algo que se puede ver sobre todo en relatos seriados, cuando el autor ya no sabe ni por dónde seguir la historia de tanto que la ha enrevesado, je, je. Creo que la improvisación nunca es una buena técnica en esto de escribir, pero bueno, hay gente a la que le da resultados. En fin, cada maestrillo con su librillo.
      Me gustaría escribir algunos relatos más largos y pausados porque me encantan las descripciones y los diálogos largos (algo de lo que tú sabes mucho), pero necesito algo más de tiempo.
      Por último, creo acertada tu observación sobre el momento en que aparece Iryna. Yo también caí en ese detalle en las relecturas y me alegro mucho que me lo comentes, porque ayuda a confirmar dudas. Sí me planteo modificar el texto (ya sabes, todo es cuestión de tiempo), tendré muy en cuenta esa aportación.
      Muchas gracias a ti por tu tiempo y tan espléndidos comentarios, Alejandro. Un fuerte abrazo

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    1. No te preocupes Ricardo. Ya sabes que eres bien recibido sea cuando sea. Muchas gracias por leerme y por escribir. Yo también sufro en mis propias carnes la falta de tiempo. Hay veces que tienes tiempo, pero eres incapaz de hacer otra cosa que no sea tirarte en sofá con un viejo libro, je, je
      Hasta cuando quieras, amigo

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  13. Buenas noches Isidoro.
    Realmente es un enorme placer volver a leerte.
    Un vivido relato. Con todo lo que eso implica
    FELICITACIONES.
    Fuerte abrazo

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    1. Entonces... ¿nos conocemos? Sea así o no, muchas gracias por tu lectura y tus palabras, mi desconocido/a visitante
      Un abrazo

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  14. Después de una eternidad vuelvo, como prometí, para comentarte un poco este relato. Sigo igual de poco inspirado, pero bastante tiempo he dejado pasar ya, jajaja.
    Bueno, no diré mucho. Solo que me encantó la manera en la que lo estructuraste, que por otro lado, no es la primera vez que lo haces. En ''Los ojos negros'' utilizas la misma estructura, solo que al contrario que en esta historia, en aquella, las partes en cursiva resultaron ser el futuro o el presente, según se quiera mirar. En ''Los últimos días de la casa Uxia'' la cursiva nos habla de un momento en el pasado, pero muy, muy pasado, y lo mejor de todo es que nos haces creer que está ocurriendo en el presente, en el mismo instante en que el personaje recorre la casa. Nos llenas de tensión con maestría, intercalando sonidos, ruidos que se oyen en las partes en cursiva para engañarnos y mantenernos en nuestra creencia de que todo ocurre en el mismo momento, para luego descubrir, tras abrir esa puerta y descubrir el cadáver, que en realidad has jugado con dos momentos diferentes en el tiempo. Simplemente genial este fascinante ''engaño''.
    No aportaré nada nuevo si digo que las descripciones son tan magníficas como la historia misma.
    Abrazo, Compañero.

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    1. Se te echa de menos Ricardo. No solo por tus estupendos comentarios, sino por tus propios relatos. Lo cierto es que, lo sé perfectamente, pasamos por muchas rachas, tanto buenas como malas, y otras veces, simplemente, no nos apetece ponernos delante del ordenador. Sin embargo, esto es algo con lo que hemos nacido. Nos gusta, y volvemos una y otra vez, aunque tardemos. Te agradezco un montón el tiempo que me has dedicado amigo, y ya sabes que aquí tienes a un seguro lector para tus relatos, no lo dudes.
      En cuanto a tu comentario, te diré que eres un gran observador. El relato está escrito para que parezca que las cosas ocurren en el mismo momento, y los ruidos, entre otras cosas, son las pistas engañosas. Por ejemplo, cuando el hombre que vive en la casa cree escuchar los pasos de lo que parece nuestro agente visitador, en realidad es su amiga Iryna, que deja su nota pensando que está dormido. Es un formato difícil, que he intentado no hacer demasiado confuso con los distintos tipos de letra, pero me alegro un montón lo bien que se ha comprendido la esencia de la historia.
      Como siempre, un placer leerte compañero, tanto en tu blog, como en el mío
      Un fuerte abrazo

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