El derechazo fue impresionante. Su rostro acusó toda la violencia del impacto y, con un brusco giro de noventa grados, lanzó al aire un salivazo sanguinolento. Su cuerpo se catapultó hacia atrás irremisiblemente y, mientras caía, una parte remota de su cerebro, entrenada para ello, luchaba por no perder la consciencia pues sabía que, si ese momento llegaba, sería su fin.
Con la espalda contra la lona, intuyó, más que vio, los dedos del réferi, que comenzaban a contar.
—¡Uno!
El protector, los guantes, las botas, eran anclas de hierro fundido. El aire a duras penas llegaba a sus pulmones y el aliento sabía a sangre. En su rincón, el entrenador gritaba algo que no podía entender. Tan sólo podía ver las luces, los enormes focos que iluminaban el cuadrilátero. En un resquicio de su cerebro, el instinto le obligó a recordar.
—¡Dos!
Qinhuangdao, campeonato mundial de boxeo. El primero como profesional. El primer combate. El primer asalto. El primer minuto y ya había besado la lona. «No tenéis nada que perder, haced lo que sabéis». «Estáis en internacional, junto a los grandes. Ganéis o perdáis, os habéis merecido todo el derecho a estar ahí. No lo olvidéis» Pero las luces del estadio chino eran demasiado intensas. Mucho más que las del paupérrimo gimnasio donde entrenaba, sin ring, con sólo algunos apolillados sacos de boxeo colgados en la penumbra, como cerdos en el matadero.
—¡Tres!
Los pies de su contrincante bailaban alrededor. «No dejes de bailar. En boxeo, como en la danza, tienes que llevar el ritmo y conocer el de tu pareja». Antes de comenzar ya eran conscientes de que tenían muy pocas posibilidades contra el equipo polaco. En peso mosca, su púgil tenía justificadas aspiraciones al título. Pero la simple oportunidad de salir del país por un motivo distinto al exilio, era ya mucho más de lo que nunca se habían atrevido a soñar. Incluso en cierto momento llegaron a especular con la idea de no volver. Aunque ahora todo eso ya no importaba. Tenía que concentrarse en el dolor.
—¡Cuatro!
«El dolor es vida. Si dejas de sentir dolor, habrás muerto». Su primer entrenador conocía al gran Muhammad Ali. «Cuando eres tan grande como yo, es difícil ser humilde” decía siempre parafraseando al campeón. Con mucho esfuerzo había conseguido abrir aquel gimnasio, el único en su género, reclutando por los colegios a quién quisiera boxear. Para ello había tenido que enfrentarse a muchos problemas, incluido el desprecio con que la propia federación le castigó. Esa federación que no había tenido reparos en sustituirlo al frente del equipo nacional que él mismo creó haciendo frente a las presiones sociales.
—¡Cinco!
«No intentes levantarte de inmediato, deja que transcurra la cuenta, recupera el control». Las luces y los pies no dejaban de moverse. El réferi le enseñaba la palma abierta. Había tiempo. El que no tuvo su entrenador para concluir el trabajo. Competir a nivel internacional exigía un mayor control por parte de los organismos directivos. El país no podía cambiar de la noche a la mañana y no era fácil desoír las voces de la oposición radical. El viejo entrenador se retiró a la sombra, pero su espíritu continuaba detrás de cada golpe en el interior del cuadrilátero, de cada madrugada amaneciendo en el gimnasio, de cada rostro firme ante insultos y reproches, de cada frente que se alzaba.
—¡Seis!
Las luces habían desaparecido y de las sombras surgían cientos de personas que se ponían en pie. Aunque entre ellas no estaban sus padres. Nunca entendieron su afición al boxeo. Nunca entendieron su actitud ante la vida. Su padre era un modesto soldador industrial que no había aprendido a leer. El deporte o la universidad, ya de por sí, eran algo extraño para él. Pero lo que jamás podría llegar a comprender, como su madre, eran esos anhelos en una hija. Quizás la moral en la que fue educada no cumplió con la rigidez que su entorno religioso y social requería, pero aún así no concebía el papel de la mujer fuera del matrimonio y la vida doméstica.
—¡Siete!
Los pies de la boxeadora polaca seguían bailando. Notaba sus vibraciones en el piso. El preparador continuaba gritando desde las cuerdas. Ella miraba sus guantes, apoyados en la lona. Por ellos se sentía libre. Sus padres terminaron por aceptarlo. No el resto de su familia, ni sus vecinos, ni sus amigos. Por eso salía de casa antes que el sol, y practicaba hasta el anochecer cuando no tenía clase, aún sin probar bocado durante el mes de Ramadán.
—¡Ocho!
«Soy musulmán, soy boxeador, un hombre que busca la verdad». Las palabras del gran Cassius Clay resonaban en su mente. Ella era mujer. Era musulmana. Quería boxear. Quería ser periodista. Por eso entrenaba todos los días, con otras como ella, en el único sitio del que disponían, el viejo estadio Ghazi de Kabul. Bajo las enormes fotografías de los presidentes de Afganistán. El mismo estadio olímpico que diez años antes se abarrotaba de gente para presenciar la ejecución pública de una mujer adúltera.
—¡Nueve!
Tan sólo sus rodillas tocaban la lona mientras el árbitro terminaba el conteo. A su alrededor, cientos de siluetas puestas en pie elevaban los brazos y gritaban dándole ánimos. Por alguna razón que se le escapaba, el estadio entero de Qinhuangdao quería que ella se irguiese, que continuase la pelea. «Tú vida ha sido dispuesta de antemano. Si quieres tomar las riendas vas a tener que pelear y, si quieres cambiar algo, vas a tener que hacerlo a golpes»
—¡Diez!
Hayat estaba de pie, apoyada en las cuerdas, frente a la polaca más grande que había visto en su vida —a pesar de ser un peso mosca—. Las piernas le temblaban, la cabeza le estallaba y un dolor lacerante se clavaba en su costado. El árbitro la tomó por los guantes, comprobó el estado de sus pupilas y la acercó a su contrincante para dejar que continuase el combate. Con las piernas flexionadas y los puños frente al rostro, ambas boxeadoras sopesaron la situación. Hayat apretó los dientes y… disparó su puño izquierdo.
Con la espalda contra la lona, intuyó, más que vio, los dedos del réferi, que comenzaban a contar.
—¡Uno!
El protector, los guantes, las botas, eran anclas de hierro fundido. El aire a duras penas llegaba a sus pulmones y el aliento sabía a sangre. En su rincón, el entrenador gritaba algo que no podía entender. Tan sólo podía ver las luces, los enormes focos que iluminaban el cuadrilátero. En un resquicio de su cerebro, el instinto le obligó a recordar.
—¡Dos!
Qinhuangdao, campeonato mundial de boxeo. El primero como profesional. El primer combate. El primer asalto. El primer minuto y ya había besado la lona. «No tenéis nada que perder, haced lo que sabéis». «Estáis en internacional, junto a los grandes. Ganéis o perdáis, os habéis merecido todo el derecho a estar ahí. No lo olvidéis» Pero las luces del estadio chino eran demasiado intensas. Mucho más que las del paupérrimo gimnasio donde entrenaba, sin ring, con sólo algunos apolillados sacos de boxeo colgados en la penumbra, como cerdos en el matadero.
—¡Tres!
Los pies de su contrincante bailaban alrededor. «No dejes de bailar. En boxeo, como en la danza, tienes que llevar el ritmo y conocer el de tu pareja». Antes de comenzar ya eran conscientes de que tenían muy pocas posibilidades contra el equipo polaco. En peso mosca, su púgil tenía justificadas aspiraciones al título. Pero la simple oportunidad de salir del país por un motivo distinto al exilio, era ya mucho más de lo que nunca se habían atrevido a soñar. Incluso en cierto momento llegaron a especular con la idea de no volver. Aunque ahora todo eso ya no importaba. Tenía que concentrarse en el dolor.
—¡Cuatro!
«El dolor es vida. Si dejas de sentir dolor, habrás muerto». Su primer entrenador conocía al gran Muhammad Ali. «Cuando eres tan grande como yo, es difícil ser humilde” decía siempre parafraseando al campeón. Con mucho esfuerzo había conseguido abrir aquel gimnasio, el único en su género, reclutando por los colegios a quién quisiera boxear. Para ello había tenido que enfrentarse a muchos problemas, incluido el desprecio con que la propia federación le castigó. Esa federación que no había tenido reparos en sustituirlo al frente del equipo nacional que él mismo creó haciendo frente a las presiones sociales.
—¡Cinco!
«No intentes levantarte de inmediato, deja que transcurra la cuenta, recupera el control». Las luces y los pies no dejaban de moverse. El réferi le enseñaba la palma abierta. Había tiempo. El que no tuvo su entrenador para concluir el trabajo. Competir a nivel internacional exigía un mayor control por parte de los organismos directivos. El país no podía cambiar de la noche a la mañana y no era fácil desoír las voces de la oposición radical. El viejo entrenador se retiró a la sombra, pero su espíritu continuaba detrás de cada golpe en el interior del cuadrilátero, de cada madrugada amaneciendo en el gimnasio, de cada rostro firme ante insultos y reproches, de cada frente que se alzaba.
—¡Seis!
Las luces habían desaparecido y de las sombras surgían cientos de personas que se ponían en pie. Aunque entre ellas no estaban sus padres. Nunca entendieron su afición al boxeo. Nunca entendieron su actitud ante la vida. Su padre era un modesto soldador industrial que no había aprendido a leer. El deporte o la universidad, ya de por sí, eran algo extraño para él. Pero lo que jamás podría llegar a comprender, como su madre, eran esos anhelos en una hija. Quizás la moral en la que fue educada no cumplió con la rigidez que su entorno religioso y social requería, pero aún así no concebía el papel de la mujer fuera del matrimonio y la vida doméstica.
—¡Siete!
Los pies de la boxeadora polaca seguían bailando. Notaba sus vibraciones en el piso. El preparador continuaba gritando desde las cuerdas. Ella miraba sus guantes, apoyados en la lona. Por ellos se sentía libre. Sus padres terminaron por aceptarlo. No el resto de su familia, ni sus vecinos, ni sus amigos. Por eso salía de casa antes que el sol, y practicaba hasta el anochecer cuando no tenía clase, aún sin probar bocado durante el mes de Ramadán.
—¡Ocho!
«Soy musulmán, soy boxeador, un hombre que busca la verdad». Las palabras del gran Cassius Clay resonaban en su mente. Ella era mujer. Era musulmana. Quería boxear. Quería ser periodista. Por eso entrenaba todos los días, con otras como ella, en el único sitio del que disponían, el viejo estadio Ghazi de Kabul. Bajo las enormes fotografías de los presidentes de Afganistán. El mismo estadio olímpico que diez años antes se abarrotaba de gente para presenciar la ejecución pública de una mujer adúltera.
—¡Nueve!
Tan sólo sus rodillas tocaban la lona mientras el árbitro terminaba el conteo. A su alrededor, cientos de siluetas puestas en pie elevaban los brazos y gritaban dándole ánimos. Por alguna razón que se le escapaba, el estadio entero de Qinhuangdao quería que ella se irguiese, que continuase la pelea. «Tú vida ha sido dispuesta de antemano. Si quieres tomar las riendas vas a tener que pelear y, si quieres cambiar algo, vas a tener que hacerlo a golpes»
—¡Diez!
Hayat estaba de pie, apoyada en las cuerdas, frente a la polaca más grande que había visto en su vida —a pesar de ser un peso mosca—. Las piernas le temblaban, la cabeza le estallaba y un dolor lacerante se clavaba en su costado. El árbitro la tomó por los guantes, comprobó el estado de sus pupilas y la acercó a su contrincante para dejar que continuase el combate. Con las piernas flexionadas y los puños frente al rostro, ambas boxeadoras sopesaron la situación. Hayat apretó los dientes y… disparó su puño izquierdo.
El Comité Olímpico Internacional expulsó a Afganistán de los Juegos durante el período talibán, cuando se les prohibió a las mujeres participar en eventos deportivos. La primera vez en la historia que Afganistán envió atletas mujeres a unos Juegos Olímpicos fue en Atenas 2004. A Londres 2012, envió a una mujer entre seis participantes, que compitió en atletismo. El equipo de boxeo femenino fue creado en 2007 y participó en el preolímpico de China en 2012.
ResponderEliminarEste relato está inspirado en el documental "Boxing for freedom", de Juan A. Moreno y Silvia Venegas, y en la historia de Sadaf Rahimi y sus compañeras.
Una lucha por la libertad. Probablemente le duelan más los golpes fuera del ring. En tan solo diez segundos nos explicas el tortuoso camino para llegar hasta el combate.Las dificultades que ha tenido que sortear son realmente golpes mucho más duros que el derechazo de la boxeadora polaca. Me parece un relato magistral, nos haces sentir ese golpe que nos noquea y nos deja semiinconscientes. Pero la lucha por la libertad no admite rendiciones, hay que seguir peleando, aunque no haya luz y el dolor sea insoportable. Una gozada, como siempre. Me queda pendiente ver el documental "Boxing for freedom". Un abrazo.
ResponderEliminarEfectivamente Jóse, la vida real es mucho más dura que dentro del ring, pero siempre hay gente que no se rinde y que merecen nuestro homenaje. Precisamente fue a raíz de ver ese documental cuando surgió la idea de este relato que, casi se escribió sólo. No tiene mucho mérito. Lo grande es lo que hacen esas mujeres
EliminarUn abrazo
La vida de un viejo entrenador y de la lucha de toda una generación de mujeres musulmanas, representadas por Hayat, por alcanzar los derechos que otros tenemos por el simple hecho de haber nacido en otro país, en lo que tarda un árbitro de boxeo en contar hasta diez.
ResponderEliminarUn bello homenaje a la lucha de tantas mujeres que sufren las injusticias de un gobierno autoritario regido por la religión más obsoleta y denigrante, con recuerdo al gran Alí, fallecido esta misma semana. Me ha gustado sobretodo como has ido desgranando la vida de la joven luchadora y de su maestro y entrenador con el lento paso de la cuenta atrás, poquito a poco, enganchándonos hasta ser uno con Hayat.
Comparto gustoso, compañero y amigo, para que la lucha siga adelante. Un abrazo.
Es curioso lo que comentas Bruno. A Muhammad Alí lo incluí en la historia desde el principio y resulta que muy poquito antes de publicar el relato vi en la tele la noticia de su fallecimiento. Fue una total coincidencia, la verdad, pero sirva ello para dejar mi homenaje, a él y a todas esas mujeres deportistas que siguen luchando a pesar de tenerlo todo en contra. Y muy acertada tu alusión al entrenador, pues en ese segundo plano, es uno de los protagonistas de la historia.
EliminarMuchas gracias por tu apoyo y tu fidelidad amigo
Un fuerte abrazo
Lo has vuelto a hacer, Isidoro. Despistarme, porque no me esperaba que fuera una mujer. Lo que más me ha gustado es el paralelismno entre el combate de boxeo y la lucha de esta mujer para lograr su sueño. Pues si ya es difícil para una mujer saltar las barreras sociales y dedicarse a determinados deportes, mucho más para una musulmana que vive en un país integrista. De alguna manera, y no sé si era esa tu intención, el boxeo es como una alegoría de la lucha de tantas mujeres que están oprimidas, caídas en el suelo hasta que logran levantarse. ¡Uy!, ¡vaya rollo que te he metido! Perdona, es que me ha gustado mucho. Un abrazo y felicidades
ResponderEliminarLo del despiste es algo que hago ya casi de forma inconsciente, pero es verdad que he jugado con el género de la protagonista, manteniéndolo oculto hasta la mitad del relato a sabiendas de que lo primero que pensaríamos es que se trataba de un hombre. ¡Y para nada es rollo lo que me cuentas!. Me gustan los largos comentarios donde la gente expresa sus opiniones tranquilamente, sin la preocupación del espacio. Tus palabras son muy apreciadas por aquí, que lo sepas. Tienes razón en lo de la alegoría. Esa era mi intención y tú lo has explicado muy bien. Aunque bueno, en este caso, no me ha sido difícil elegirla, pues la historia real parte precisamente de ese equipo femenino de boxeo que propinó sus primeros golpes en ese abandonado estadio de Kabul.
EliminarMe alegra que te haya gustado Ana, como siempre, un placer leer tus comentarios
Un fuerte abrazo
No me gusta el boxeo, ni masculino, ni femenino. Lo has relatado muy bien cada paso pero que las mujeres tengan que luchar por lo que desea no sin pelear, Sino reivindicar y luchar. Sin sudor ni hay nada. Pero peleas no. Un abrazo
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo Mamen, defender los derechos mediante la violencia nunca puede conducir a nada bueno. Por eso, los golpes han de quedar dentro del cuadrilátero, donde al menos un árbitro imparcial controla la situación. Muchas gracias por haberte leído el relato hasta el final a pesar de no gustarte el boxeo y por supuesto, por tu comentario y opinión.
EliminarBesos
El boxeo me parece un deporte bastante violento, no llego a entender cómo dos personas puedan darse golpes y sirva de entretenimiento, jamás lo llegaré a comprender, pero no solo entre hombres me da igual el sexo, cuando es un deporte violento
ResponderEliminarEl relato sirve a modo de reivindicación en defensa de tantas mujeres que se sienten presas por los prejuicios, por lo que me parece un excelente relato, Isidoro.
Un placer leerte.
Un beso.
Te agradezco enormemente tu sincero comentario María. Lo cierto es que estaba muy lejos de mi intención el polemizar acerca del boxeo. Podía haber elegido cualquier otro deporte, pero si me decidí por el boxeo fue por dos razones: la primera, porque precisamente se trata de un deporte violento y tradicionalmente masculino, en el que cada rival lucha por "noquear" al contrario, sin paños calientes, y su dinámica me venía de perlas para contar lo que quería. Y segundo, porque fue cuando conocí la historia de ese equipo femenino de boxeo afgano cuando vi claro como desarrollar mi relato: la historia de una joven cuyo único sueño era decidir su propio destino, fuese como boxeadora o como gimnasta, como periodista o como ama de casa, pero sin condicionamientos debidos al sexo, a la religión o al país donde naciera. Así fue como me encontré con la historia real de Sadaf, que inspiró esta pequeña ficción.
EliminarMuchas gracias por tu tiempo y tu valoración amiga. Es un placer contar contigo
Muchos besos
Ya sé que es mucho más que eso, pero a mí el relato se me ha mostrado como una breve, original y creativa reseña cultural e histórica que, valiéndose de lo que parecen ser los pensamientos y recuerdos de un personaje, retrata no solo su vida dentro y fuera del ring, sino también la de su entorno; sirviendo a la vez de referencia a los acontecimientos que sin duda marcaron un antes y un después en el devenir de una cultura y un ligero quiebre en las convenciones a las que, sin importar cuán absurdas sean, siempre suelen someter a las personas las políticas de estado, la religión, las costumbres o la sociedad. Habría que levantarse en contra de éstas últimas, como Hayat, con mayor frecuencia y golpearlas de tanto en tanto a ver si de a poco aprenden a no inmiscuirse en, o al menos respetar, el libre albedrío de cada ser humano. ¡Un gusto leerte! ¡Un abrazote, Isidoro!! ;)
ResponderEliminarLa verdad es que no es ni más ni menos que lo que has dicho. Yo no lo hubiera resumido tan bien, no soy muy bueno sintetizando. Me ha gustado particularmente que te hayas referido al entorno. En este relato es el tercer personaje y, con los pocos datos que doy, cobra una gran importancia por todo lo que has mencionado. Efectivamente, se trata de una reseña histórica en clave de ficción si se quiere, que habla de la transformación de un país y de sus gentes,
EliminarEl placer es mío al poder contar con tus inestimables comentarios Fritzy, te lo aseguro
Un fuerte abrazo
Doble mérito, por el relato en sí y por la documentación que te ha llevado a elaborarlo de tal manera que nos has puesto a todos en las cuerdas del ring. Eres un campeón. ;)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. =)
Realmente, el mérito no consiste más que en haber plasmado, de forma más o menos acertada, lo que yo mismo descubrí sobre estas chicas afganas mientras investigaba. De su tesón y fortaleza hemos de aprender muchos.
EliminarMuchísimas gracias por tu tiempo Soledad, que sé que no andas sobrada y por eso tiene mucho más valor para mí
Un fuerte abrazo compañera
Qué hermoso lo que has escrito, Isidoro, una vez más. Y doblemente hermoso por una sencilla y evidente razón: Hayat se acaba levantando. Muchos elementos has mezclado y utilizado aquí, por lo que uno no puede más que felicitarte. Empezando por ese documental y la historia real que mencionas. Después, como bien señalan los que comentan, todo el evidente paralelismo de la lucha en el ring con la lucha en la vida real. Golpes más duros probablemente fuera del cuadrilátero: El ser ciudadano de un país como Afganistán, con todo ese pasado talibán y extremista, con todo ese extremismo ideológico, fundamentalista y religioso. Por más que las cosas puedan haber mejorado tímidamente, todo eso sigue lastrando al país y a la sociedad. Después el hecho de ser mujer y de ser musulmana, y la incomprensión de entorno social y familia. El papel de ese entrenador incombustible y testarudo está muy presente aunque permanezca en un segundo plano. Por supuesto, los ecos cinematográficos de Million Dollar Baby han sido inevitables para mí, porque ahí he visto a Clint Eastwood, y por la chica boxeadora: Esa Hilary Swank y su trágico final tienen cierto paralelismo con Hayat noqueada por la polaca. Como siempre -ya te voy conociendo- has dosificado la información a tu antojo y sabiamente: Hasta que no hemos llegado al 6 en la cuenta no hemos sabido que era una mujer, con lo cual una vez más nos descubres uno de tus ases en la manga. Y por último, mira si es casualidad cósmica, el 3 de junio muere Muhammad Ali -prefiero recordarlo como Cassius Clay-, así que esto se ha convertido en un improvisado homenaje. Más allá del boxeo, que no me atrae, y de la gran carrera deportiva de este hombre, con lo que me quedé fue con su parte de activista social, y sobre todo con que se negó a ir a la guerra de Vietnam. Le condenaron a 5 años de prisión, pero no llegó a entrar. Pero ahí estaba desafiando al poder establecido, en un tema y unos momentos tan críticos, y ante eso solo puedo quitarme el sombrero y sumarme a este improvisado homenaje con mis observaciones. Gran relato y gran metáfora de la vida como lucha. No importa las veces que te tumban o que caes, sino las que te levantas. Saludos desde mi rincón del ring.
ResponderEliminarMuchas Gracias compañero, por esas palabras tan elogiosas. Efectivamente, como tú dices, me pareció un símil más que adecuado el del boxeo para la historia que quería contar, aunque repito que esta idea no es mérito mío, pues fue a raíz de saber de la historia de ese pequeño equipo femenino que, a pesar de todos los obstáculos en contra, se ganaba un puesto en los juegos olímpicos, cuando decidí escribir el relato. La gente que hizo el documental que menciono ya vio de forma muy acertada todo ese esfuerzo como el símbolo de la lucha, no sólo de las mujeres, sino de las personas en general, por la defensa de los derechos que le son propios independientemente del color de la piel, la religión o el sexo. Yo sólo recreé la escena de ese combate tal como la vi en mi mente.
EliminarPor cierto que no puedo negar la influencia de Million Dollar Baby en mi inspiración, ni el trabajo del gran Eastwood, que no sé si me gusta más como actor o como director, porque desde que hizo Sin perdón, me atrajo al lado oscuro irremisiblemente.
La dosificación de la información la vas a ver siempre en mis relatos. Me parece tan importante lo que se cuenta como la forma de hacerlo. Y en un cuento corto más. Y lo de Alí sí que fue coincidencia cósmica, sí. Cuando escribí el relato me enteré de que la hija del boxeador también practicaba este deporte, destacando en él (yo no soy aficionado al boxeo y no lo sabía) y en un principio había pensado en ella, lo que pasa es que, precisamente para no dar la pista sobre el género de la protagonista al principio del relato, opté por mentar al padre en lugar de a la hija.
Y tienes razón amigo, no cuentan las veces que te tumban, sino las que te levantas. Bravo por todos aquellos que nos dan con su ejemplo esa lección de vida.
Un fuerte abrazo
Ha sido un placer leer tu relato aunque para nada soy partidaria de este deporte..Nunca lo entenderé!!tanto en hombres y mujeres..ya bastante es dura la vida para maltratarrnos los un@s a los otr@s..
ResponderEliminarAbrazos Victoria
Muchas gracias Victoria, por tu lectura y por tus palabras. Tienes razón que la vida es ya lo suficientemente dura como para encima darnos de tortas por gusto. Yo no soy aficionado a este deporte pero tampoco soy anti-boxeo. Sé que en muchos sitios, como en los barrios conflictivos de algunas ciudades, ha aportado valores que por otros medios no se hubieran conseguido. ¿Por qué?... no sé, quizás en algunos ambientes, en algunas sociedades, en algunos grupos humanos, sea más fácil encontrar el aliciente al boxeo que al ajedrez, je, je (en ese caso no sería maltrato, pues la pelea es por mutuo acuerdo y ateniéndose a unas normas establecidas)
EliminarEn todo caso, como ya he dicho, no es mi intención polemizar sobre el tema, porque creo que todas las posturas son perfectamente respetables y bienvenidas.
Encantado de tenerte por aquí
Un saludo
Se nota que tienes mentalidad de escritor Isidoro, pues cada cosa que vemos leemos o escuchamos enseguida estamos buscando la forma de sacarle partido en forma de relato. Y al final son muy pocas de esas historias las que cuajan en algo concreto, pero siempre merece la pena. De las muchas fuentes de inspiración ésta es patrimonio de mentes curiosas a las que les gusta indagar en la historia, sea recreando acontecimientos o vivencias personales.
ResponderEliminarComo han comentado, juegas al despiste y consigues ese efecto, pues todos nos imaginamos, por influencia cultural, que el protagonista es un hombre. Además tu relato trasciende al boxeo, que utilizas como excusa para hablarnos sobre la lucha de una mujer por trazar su propio camino en una sociedad donde eso no es algo sencillo, donde la mentalidad medieval que impera todavía en algunos lugares impide a la mitad de la sociedad realizarse como personas; mentalidad medieval por cierto fomentada y consentida por las Potencias que deliberadamente fomentan guerras y miseria mientras explotan sus recursos y los utilizan como enclaves estratégicos para sus fines, intentando hacernos ver que es sólo un problema cultural, cuando obvian que esa misma mentalidad existía no hace tanto en nuestras democráticas sociedades occidentales (y perdón por lo reivindicativo del comentario).
Gran homenaje el que haces además a Muhammad Alí, que además se ha destacado fuera de su faceta deportiva por su defensa de causas sociales o su negativa a participar en una guerra auspiciada por su país.
Me ha llamado la atención como las lecciones del entrenador a su pupila sirven tanto para el boxeo como para la vida en general, y la introspección de la boxeadora, que en esos segundos que tarda en levantarse recuerda toda una vida. Me ha gustado mucho.
Un abrazo
Me llena de orgullo que me digas que tengo mentalidad de escritor, Jorge. Es el mejor piropo que podías hacerme. Me gusta mucho leer sobre muy diversos temas, la verdad. Lo mismo ciencia, que esoterismo, que historia, que filosofía. Por lo que dices, a ti te pasa lo mismo, y lo explicas muy bien: en mi mente se forman historias y relatos cada vez que leo o veo algo que me gusta. Incluso ver una película me da ideas para desarrollar el mismo tema pero desde otro punto de vista. El problema viene cuando eliges una para concretarla y te enfrentas a la "página en blanco", je, je
EliminarLa idea de despistar con el género del protagonista es una trampa y la verdad es que resulta fácil caer en ella ( y eso que en la ilustración de inicio, los púgiles son boxeadoras si te fijas un poco). Precisamente esa sensación de haber caído nosotros mismos en la trampa le da más fuerza si cabe a la segunda parte del relato. Y veo que su lectura ha despertado tu lado reivindicativo y me gusta, porque ese aspecto que comentas es esencial en todo este asunto. Lástima que el árbitro no me daba más segundos para desarrollar, je, je.
Lo de Muhammad Alí, como ya he comentado, lo incluí por varias razones y alguna de ellas era su condición de musulmán, el que su hija también sea boxeadora o su propia actitud frente a la vida fuera del ring. La noticia de su muerte casi coincidiendo con la que yo tenía prevista para la publicación del cuento me ha sorprendido, te lo aseguro (ya sabes que los gallegos, un poco sí que creemos en meigas)
Me alegra que te haya gustado Jorge. Para mí, eso ya es un premio
Un fuerte abrazo compañero
Gracias por la historia y por culturizarme, Isidoro. Me estba gustando este post sobre superación y sacrificio, pero cuando he leído en qué te estabas inspirando ha sumado muchos puntos. Ojalá llegue un momento en que estas reivindicaciones sean innecesarias. ¿Sabes? En mi enorme ignorancia pensaba que estabas haciéndo un homenaje personal a Mohamed Alí, por aquello de que se ha muerto, ya sabes.
ResponderEliminarGracias a ti por leerte mis historias Holden, y no creo que sea muy necesario culturizarte, aunque siempre satisface saber que tus relatos han podido transmitir algo nuevo. Me creo que pensaras eso sobre el homenaje a Mohamed Alí. No te lo creerás, pero el relato no lo publiqué sobre la marcha, lo tenía programado para que saliera ese día y escrito bastante antes. Prefiero dejar un espacio libre por lo que pueda pasar (ya sabes, que me vaya de vacaciones inesperadas o algo así y no tenga el ordenata a mano) Bueno, ahora debería decir que efectivamente, era un homenaje, pero lo cierto es que no soy tan rápido creando una historia y escribiendo, je, je. La verdad es la verdad
EliminarUn abrazo colega
Tienes un talento impresionante, un talento tan grande que te permite entonar diferentes relatos, expresarte con las voces de innumerables personajes y hablarnos de incontables cosas presentándolas desde una perspectiva única e inesperada. Eres un gran escritor, de eso no hay duda.
ResponderEliminarEn tu relato aprecio dos partes bien diferenciadas, una primera en la que nos sitúas, (una vez más engañados), el combate, los golpes, el dolor, las reflexiones que vuelan... todo ello nos coloca en el lugar preciso, casi sentimos el ambiente del estadio, podemos oler el sudor de los boxeadores, la sangre....
Y una segunda en la que desgranas sin pausa ni piedad por el lector las premisas que son a la vez respuestas. No son "los", son "las", y a partir de ahí nos bombardeas con las respuestas que nos abren a la reflexión; religión, sometimiento, feminismo, fuerza...
Qué magistral forma la tuya de homenajear la lucha por la igualdad, qué fantástica despedida del relato con Hayat poniéndose en pie y lanzando un golpe... Para cuando leemos el final no nos importa el resultado del combate porque sabemos que Hayat ya ha ganado.
Si algo me apasiona de leerte, además de disfrutar de la magnífica prosa que construyes y conocer a los hijos de tu imaginación, es ese poso que queda tras la lectura, las cosas que nos invitas a cuestionarnos, la introspección a la que nos exhortas, el hilo que nos regalas para que tiremos de el y especulemos acerca de a que ovillo pertenece.
Y, además de las que tu relato nos sugiere y volviendo a las primeras líneas de mi comentario, me surge una pregunta más. ¿Porqué alguien de tu capacidad, inteligencia y sensibilidad no está publicando ya un libro que recoja estas creaciones?. Yo lo compraría, no me cabe duda.
Un abrazo grandísimo, amigo.
Me vas a poner colorado Eme. No estoy acostumbrado, te lo digo en serio. hombre, a la gente que me ha leído desde hace años siempre les han parecido más o menos buenas u originales mis historias, pero nunca antes había recibido estos calurosos elogios. Y menos de personas cuya forma de expresarse y escribir admiro profundamente. Creo que he tardado mucho tiempo en abrir este blog...
EliminarDicho esto, no sabes cuanto me gusta ver tu comentario. Sé que dispones de poco tiempo y mucho que leer. Por eso me considero un privilegiado al recibir tus palabras. Quiero destacar lo que dices del final del cuento (algo que no se ha comentado) Efectivamente, cuando Hayat lanza su puño, ya no nos importa el resultado del combate, y por eso lo omito. Lo verdaderamente importante es que se ha puesto en pie y que continua la lucha. Yo mismo, y eso que lo he escrito, me emociono al llegar a ese final y visualizar a Hayat, congelada la cámara, apretados los dientes y con el esfuerzo en el rostro, lanzando ese directo a la vida, a la libertad. Te voy a repetir algo que tú misma dices cuando yo te comento: "me encantan tus lecturas"
Respecto a tu pregunta final, creo que esas capacidades de las que hablas son bastante comunes por estos lares (llamémosle blogosfera), pero en cambio, libros publicados hay pocos. En mi caso creo que hay también una falta de decisión importante (algo de miedo tal vez), aunque... tal vez me lance. Tus palabras me dan mucho ánimo. Si publico algo, tú serás la primera en saberlo, compradora Número Uno
Por cierto, el descubrir de nuevo las entradas de tu blog, me hace creer que algún día, más pronto o más tarde, seguirá la cuenta, aunque sólo sea para contarnos, con tu particular forma de hacerlo, cómo te van las cosas. Sólo eso, ya valdrá la pena. Aquí estaremos
Otro abrazo enorme para tí
Isidoro y Eme, Eme e Isidoro...me cuelo por aquí como lo haría un gato por una puerta entreabierta. Para hacer una pequeña observación. Yo sí, señor Isidoro, reparé en ese detalle del final del relato, aunque no lo mencioné en mi comentario: Hayat, efectivamente, no solo logra levantarse sino que además lanza un directo, y eso es altamente simbólico. Ese golpe significa que sigue con fuerzas para seguir luchando en la vida, y ahí no importa mencionar tanto el resultado del combate. Es un buen final para el relato. Eme, efectivamente, restableció las entradas de su blog, un gesto muy de agradecer, pero mejor que te lo cuente ella. Saludos, y por cierto, tampoco encuentro tan exagerada la observación de Eme: Tienes un talento enorme y argumentos, nunca mejor dicho, para publicar en papel.
EliminarVd. Perdone, caballero, nada más lejos de mi intención que menospreciar sus dotes de observación. Reconozco que no es posible escribir en un comentario todo lo que uno percibe al leer un texto (y eso que tus comentarios son bastante exhaustivos) Siempre se quedan cosas en el tintero, lo sé. Sinceramente te agradezco mucho que te hayas molestado en hacer la observación y por supuesto siempre eres bienvenido a colarte por este blog. En cuanto a lo de publicar en papel, o por lo menos intentarlo, no es que me parezca algo descabellado sino que, realmente hasta que no me puse más en serio con el blog, y de eso no hace mucho, ni siquiera me lo planteé. En todo caso, si me decido, como le dije a Eme, vosotros seréis los primeros en saberlo, pues en parte seréis los responsables gracias a esas palabras de ánimo, je, je
EliminarUn fuerte abrazo compañero. Siempre eres bien recibido por aquí
Menudo relato más genial.
ResponderEliminarComo pasas de una historia de origenes a una reivindicación social, es de quitarse el sombrero. Me encanta el ritmo que imprimes, con la cuenta atrás. Es un gran acierto de estilo, porque regala un dinamismo y hace que las elipsis estén completamente integradas, que los saltos no se noten. Tiene este cuento la capacidad de inmersión, de hacernos sentir en el cuadrilátero, recibiendo ese golpe y sintiendo como la cabeza aturullada se pierde en recuerdos. Me enanta además que hablemos de una mujer, y ahí es dónde se descubre la parte social del relato, que es muy interesante. Yo personalmente no lo habría "escondido", pero es bien cierto que no hay nada que salte hasta que lo revelas.
También las referencias a Alí me encantan, no en vano era el más grande, y le acompañaba una personalidad arrolladora y admirable.
La verdad es que he disfrutado mucho con este relato. Me gusta mucho el valor narrativo del boxeo (yo hice uno del tema hará varios años, pero es mucho más simple que éste), y creo que lo has plasmado a la perfección, con ese ritmo de conteo que queda maravillosamente. Y además, nos has hecho reflexionar sobre la situación social en Afganistan y concretamente con las mujeres.
En definitiva, relato diez, en narrativa y en ejemplo moral.
Enhorabuena.
Cuanto bueno por aquí, Alejandro. Me alegro mucho que me digas que he estructurado bien el relato para que las elipsis no se noten. Era uno de mis problemas, integrar la historia de cómo había llegado Hayat hasta ese momento en la pelea, la lucha del entrenador, las referencias al régimen talibán, a Cassius Clay, etc., etc. Eran demasiadas cosas para diez segundos. Por fuerza tenía que cortar, mezclar y montar. Pensé que la confusión del golpe podría ayudarme en ese trabajo.
EliminarEn cuanto a esconder el género, también pensé en hacerlo como tú planteas, pero al final me dejé llevar por mi forma habitual de narrar. Estoy de acuerdo contigo en el valor narrativo del boxeo. Grandes historias han salido de un cuadrilátero (aparte, claro está, de la eterna saga de Rocky Balboa)
Me alegro un montón que hayas disfrutado compañero y aprecio enormemente tu comentario. Ya te dije que no hay obligación (y ya sé que no laces por eso), pero tengo en gran estima tus palabras, ya lo sabes.
Un abrazo
¡Qué pedazo de escrito te has mandado Isidoro! Un derechazo en toda regla directo a los ojos…a los ojos de leer historias. Como tú sueles decir, lo malo de llegar tarde es que está todo dicho, pero no quiero dejar de recalcar:
Eliminar1.- La documentación
2.- Te has valido de una historia real para recrearla…con ingredientes imaginativo, y eso, como te han dicho merecidamente, es de ES-CRI-TOR.
2.- Los tecnicismos del boxeo, incluyendo toda la parafernalia en torno a él.
3.- La lucha de la mujer no solo en el cuadrilátero, sino más allá de él.
Y al margen de que personalmente me guste el boxeo o no, prescindiendo también del género, me ha encantado esta historia, sobre todo, por el tremendo ritmo con el que has sabido impregnar todo el texto…el baile de la vida (es duro y tremendo, y es sensible y emotivo…y no son términos que se contraponen, sino que se complementan en tu soberbio relato)
¡Gran trabajo compañero!
Muchísimas gracias, Isabel, por leerte mis relatos y hacerme comentarios tan jugosos como este. Quiero decirte que para mí es un honor recibir tu visita, por supuesto, pero independientemente de ello, es un placer leer tu novela, a la que ya me he enganchado. Tengo ya un par de capítulos más que comentarte, pero leer puedo hacerlo en cualquier lugar, incluso con el móvil, pero para escribir necesito un ratito tranquilo con mi ordenador. Ya sabes, manías de escritor, je, je
EliminarEn esos cuatro puntos has hecho un análisis perfecto de mi relato. Sobre todo por el símil que he utilizado para esa lucha por la vida y, sobre todo, por el papel que uno quiere hacer en la vida. Quizás precisamente el boxeo sea un deporte que no a todo el mundo gusta, pero hace muy pocos días hemos podido ver en los Juegos Olímpicos, que la filosofía que quería transmitir está presente en cualquier deporte. Elegí el boxeo porque, en la historia real en que me baso, ese es el deporte que practica la protagonista y, la verdad, me impactó.
Muchos besos y muchas gracias compañera
¡Me he quedado con ganas de más! No puedes dejarnos así, Isidoro... Me ha gustado mucho, sobre todo teniendo en cuanta su base real, que es muy sólida. No sólo has sabido documentarte bien, sino que, además, has conseguido darle un toque muy poético a una situación dramática y triste. ¡Un abrazote!
ResponderEliminarBuenooooo,lo tendré en cuenta para la próxima vez...
EliminarUn placer tenerte por aquí Noemí, en mis viejas entradas. Siempre es un gusto releer lo escrito a los ojos de una nueva lectura. En este caso, el final tan abrupto que he puesto, es totalmente intencionado. Quería, precisamente, incidir en que, el resultado es lo de menos... Tanto, que ni al lector le importa. Porque, parafraseando a otra lectora que lo comentó, "Hayat ya ha ganado" en su lucha personal. Te contaré, a título de curiosidad, que aunque Hayat es un personaje ficticio, la mujer en la que se basa, no ganó ese combate (era casi imposible dada la falta de preparación, inexperiencia, presiones subyacentes, etc.), pero es que solo por el mero hecho de estar allí, había valido la pena.
Muchas gracias por leerme y compartir tus impresiones compañera. Todo un placer. Un beso grande
Es increíble el ábanico de temas, géneros, historias tan dispar que se puede encontrar en toda tu obra. Dinámico como pocos en este mundillo. Entre tus historias, se puede encontrar de todo. Eres flexible y encima lo haces bien en cada uno de los textos.
ResponderEliminarYo no sé si esta historia es real, porque he buscado el nombre de la boxeadora y no he encontrado nada. También puede ser que esté basado en otra boxeadora, siendo tu personaje ficticio. En cualquier caso, como no he leído los comentarios anteriores y no sé si lo explicas, me gustaría que me comentaras por aquí para resolver mi duda.
Una gran historia de superación, con una ligera crítica, llevada a cabo mediante una estructura con ritmo que nos mantiene pegados a las letras.
Un saludo, Compañero.
Vale, acabo de leer el primer comentario, que es una nota tuya aclarando los hechos en los que se basa la historia. Jajaja, perdón por mi despiste.
EliminarBueno Ricardo, que gusto tenerte por aquí. Ya me supongo que no hace falta que resuelva tu duda, ja ja, pero cualquier cosa, ya sabes
EliminarNo se por qué, pero precísamente por recrear una historia real, le tengo especial cariño a este relato. No se me ocurre una forma más contundente de expresar lo que en él se narra que en el ambiente del boxeo. La historia me llamó de inmediato la atención.
Te agradezco un montón el comentario Ricardo. Ya sabes que siempre es un placer compartir estas letras contigo y, por supuesto, todo lo que tú quieras escribir
Un fuerte abrazo compañero
PD: Es curioso que hayas caído precísamente en este relato casi al tiempo que se celebra el día de la mujer trabajadora, de la mujer luchadora. Vaya para ellas todo mi cariño y admiración
EliminarY a ti, otro abrazo
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ResponderEliminarEs increíble como narras los relatos de acción, Isidoro, admiro esa capacidad. En este consigues subir el ritmo del lector, que casi "ve" el combate en primera fila. Enhorabuena por este texto que es, a su vez, casi una recreación histórica. Si las mujeres musulmanas lo tienen difícil en la mayoría de los ámbitos, no quiero ni imaginar lo que será en el mundo del boxeo, hay que tener mucha fuerza, y no solo física.
ResponderEliminarHas tocado un poco todos los palos. Ahora ya conoces un poco mejor lo que escribo. Me alegro de que te guste. Y, desde luego, repito, te agradezco un montón el tiempo que me has dedicado y que, yo se bien, a nadie nos sobra. Lo cierto es que, por lo que decís, creo haber conseguido ese efecto: ver el combate muy de cerca, tanto como desde dentro de la boxeadora prácticamente. De ahí esa forma de narrar, a pie de lona, siguiendo los números del conteo, muy cerca de la cara y del pensamiento de la protagonista. Porque quería que el lector sintiese lo que ella, la caída, ese fragor del público pidiendo que se levantase y esa fuerza interior, de luchadora, de mujer, que le hace lanzar su puño al final contra todo el dolor, toda la represión, todo lo que hay que apartar para continuar. Esa es la lucha de muchas mujeres y con este relato quería presentar el paradigma: mujer, musulmana, boxeadora... Se puede tener más difícil. Pues lo más espectacular es que se base en un caso real. A mi me conmovió, y de ahí el relato.
EliminarMuchísimas gracias Manoli. Por tu interés, tus comentarios, tus relatos, tu tiempo. Por acompañarme.
Un beso muy grande
P.D. Discúlpame por publicar dos veces, en el primero me equivoqué con el teclado y se me coló una errata y por eso lo rectifiqué.
ResponderEliminarNo te preocupes. A mí también me ha pasado eso, te comprendo. Sobre todo si comento con el móvil... (que no acierto con la techa correcta) A veces me ha aparecido un comentario dos veces, he eliminado uno y se han eliminado los dos, con lo cual, me han quedado dos comentarios eliminados y un tercero bueno, ja, jaaa
EliminarBesos