En pocos minutos saldría a escena
por última vez y, como había hecho toda su vida, daría lo mejor de sí misma.
Sin muda para cambiarse ni ropa
interior; con tan solo un mugriento lavabo, sin agua caliente ni jabón, aquel lugar
era el extremo opuesto al Grand Hotel de París. Incluso a su casa natal de
Leeuwarden. Quizás fuese parecido a muchos lugares como los que había visto en
las Indias Orientales… Y prefería olvidar aquella etapa de su vida… Cuando aún
creía que la felicidad pasaba por encontrar al hombre adecuado y vivir como una
mariposa bajo el sol… El hombre adecuado… Con el que solo encontró la sífilis,
el adulterio…, la pérdida de su hijo.
Se lavo cómo pudo y se arregló el
pelo, grasiento y enmarañado. Después se sentó a esperar delante del espejo,
que le devolvió el reflejo, deformado por las grietas de algún impacto, de un
rostro abatido y demacrado, otrora hermoso y codiciado por pintores,
fotógrafos,… amantes.
El miedo escénico parecía volver…
Pero esta vez era diferente. No como el que sintió aquella primera vez; la
noche de la crisálida; su primera transformación; cuando debutó como bailarina
en el Musée Guimet. A los veintinueve años, divorciada y de nuevo con ganas de
comerse el mundo, al fin tenía claro cómo convertirse en una mariposa, en un
ser fascinante que pudiese volar sobre las cabezas de todos los hombres,
hipnotizándolos con su cautivadora belleza. La danza era el comienzo. Ella
sabía cómo transformar en un juego seductor aquellos sacros bailes rituales que
había aprendido de los malayos y que hablaban de pasión, de lujuria, de
venganza. Al cabo, los años de penurias en Las Indias, iban a reportarle algo
bueno… Hasta que llegó la Gran Guerra.
—Margaretha… Ha llegado el
momento.
La monja había entrado sin hacer ruido,
como siempre durante los angustiosos ocho meses en los que había intentado
hacerle llevadera su estancia en aquel horrible lugar, infestado de pulgas y
ratas, sin acceso a sus medicinas, su ropa, sus efectos personales. Todavía
entonces, intentaba comprender por qué la habían traicionado; por qué, aquel
hombre del Tribunal Militar que la había interrogado, se empeñaba, con tanta
vehemencia, en responsabilizarla de la muerte de miles de soldados. Para ella,
todos los hombres, independientemente de su nacionalidad, eran iguales. Todos
la habían amado. Sin embargo, ironías de la vida, los únicos para los que había
accedido a trabajar obteniendo información, eran los que, a la postre, la
acusaban de ser una espía.
El corredor estaba en penumbra y,
al fondo, se distinguía la mortecina luz de las farolas del patio.
Saint-Lazare… Curioso nombre para aquel tétrico lugar, pues parecía que
Margaretha fuese el santo que salía de su tumba en lugar de encaminarse a ella.
Porque su celda, en la oscuridad, en la soledad, lejos de su amado, era mayor
sepultura que la propia muerte…Porque si algo deseaba en aquel momento, era ver
a Vadime por última vez… Por él, un jovencísimo capitán que no tenía joyas, ni
pieles, ni caballos, ni una lujosa vivienda que regalarle, había accedido a
formar parte de aquel juego de guerra… Porque con la recompensa se habrían casado
y le habría mantenido, a riesgo de que su familia le repudiase por causa de
ella… Pero ahora Vadime estaba en el hospital, herido en aquella maldita
contienda y, ella...
Cuando salió a escena, no la esperaba el gran
público de antaño sino tan solo un puñado de soldados adolescentes, algunos
funcionarios y las monjas que la habían cuidado. Ella les lanzó un beso y, con
porte altivo, se dejó acompañar al lugar designado.
Margaretha se negó a que la
ataran al poste. Quería permanecer libre para, en su última actuación,
desplegar sus alas de mariposa y volar sobre los hombres. Aristócratas,
diplomáticos, financieros, militares, todos estaban allí en aquella silenciosa madrugada
de octubre, igual que en los abarrotados teatros de París, Viena, Londres,
Madrid.
—¡Atención!... ¡Pelotón!... ¡Apunten!...
El sargento mayor del 23º de
Dragones, levantó su sable. Los soldados, ataviados con uniforme caqui y fez
rojo, colocaron, en la mira de sus rifles, el pecho de la mujer.
Margaretha elevó su mirada hacia
la única estrella que aún brillaba en el cielo. Dentro de poco la noche caería
vencida por el amanecer. La bruma otoñal
de París era tan diferente de la aurora en el norte de Holanda, o del amanecer
malayo… «Mata Hari», como ellos lo llamaban.
—¡Fuego!
Un relato que nos lleva a esos últimos momentos de una figura histórica como fue Mata Hari. ¿Cuántas vidas impresionantes, excesivas, han terminado de manera trágica? Me ha gustado mucho la atmósfera conseguida ese presente gris, caduco, mortal, en contraste con ese pasado de sombras, pero también de luces. Excelente relato, Isidoro. Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias David. Aquí únicamente he querido plasmar una versión de lo que pudieron ser los últimos minutos de aquella mujer. Me llama mucho la atención su historia, llena de contradicciones y enigmas. Muy compleja o quizá muy simple, nunca sabremos.
EliminarUn fuerte abrazo compañero. Y encantado de tu compañía.
Muy buen relato, Isidoro, has sabido plasmar las luces y las sombras de una mujer...porque nunca sabemos de los personajes de la historia si son inteligentes o simplemente fueron utilizados por los mandamases...
ResponderEliminarUn relato que se lee con agrado, eres un gran prosista, de eso no cabe duda.
Besos.
Ciertamente, Marián, luces y sombras, manipulada o manipuladora, esa es la cuestión. En todo caso, el contexto hace mucho, marca el camino y, seas capaz de controlarlo o no, está claro que sigues su trazado.
EliminarMuchas gracias por el cumplido. Un beso grande
Me encanta cómo has contado la historia, como una última función al estilo de El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder. Tiene ese ambiente de decadencia del declive de las grandes damas del teatro, porque teatro fue la vida de esta mujer que tan bien insinúa tu relato. Ya te digo, me ha gustado mucho. Un abrazo y enhorabuena
ResponderEliminarAsí es. Tal como lo explicas en tu acertado análisis. En todo caso, quería resaltar un aspecto: puede que Mata Hari fuese víctima de su propia red, e incluso del mismo contexto bélico y político en el que vivió, pero debajo de todo ello, he querido hablar del drama personal, de esa búsqueda de la transformación, de la crisálida en la que a todos nos gustaría encerrarnos (bueno, a casi todos) para salir convertidos en mariposa y volar
EliminarUn beso grande Ana
Por cierto, que hace tiempo que no publicas en tu blog (más de lo habitual) ¿En qué andas metida?
Je, je. Te has dado cuenta de que ando desaparecida. Estoy intentando escribir una novela. Ya tengo un borrador y lo estoy puliendo. Es muy absorbente y no me deja escribir otra cosa, ni siquiera cuando lo dejo a un lado para distanciarme un poco. Ya te contaré. Un beso
Eliminar¡Qué buena noticia! Cuánto me alegro de que te hayas animado. Me puedo imaginar lo absorbente que debe ser. Y más cuando tienes que compaginarlo con tus quehaceres diarios. Pues nada... al trabajo. Y sí, espero que me cuentes. Un beso grande
EliminarLlegado el momento a todos nos tocará mirar atrás tal como lo hace la Mata Hari de este cuento. Lo hace con nostalgia de una vida vivida deprisa y terminada demasiado pronto, una nostalgia que has sabido retratar a la perfección, al igual que esa decadencia que ya antes han comentado. Esta mujer jugó con fuego a un juego que seguramente le venía demasiado grande, y fue víctima también de unos tiempos convulsos que le tocó vivir. Allá donde esté le queda el consuelo de haber trascendido a la historia. Muy bien escrito, Isidoro. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Jorge.
EliminarLa nostalgia y la decadencia son dos conceptos que se ajustan muy bien a lo que este relato quiere mostrar y que no deja de ser una visión, una interpretación de los últimos momentos, lo que podrían haber sido los últimos pensamientos de Mata Hari.
Un abrazo, compañero
Interesante análisis de esa última etapa de Mata Hari y de esas reflexiones asociadas a la muerte donde se pueden ver las luces y las sombras de una vida que ¿eligió? ¿o le tocó elegir? Y en la que ella utilizó y fue utilizada, como dicen los compañeros, jugar con fuego tiene eso, que a veces uno también se quema.
ResponderEliminarUn abrazo Isidoro
Me alegro que te haya parecido interesante, Conxita. Había estado leyendo sobre la vida de Mata Hari y sobre las distintas opiniones que sobre ella se han vertido. Desde luego, dio mucho que hablar la icónica "femme fatale", la devorahombres en boca de muchos. Y me sedujo la idea de escribir esta pequeña ficción en torno a sus últimos minutos y sus posibles pensamientos
EliminarUn fuerte abrazo Conxita
Una vida extraordinaria la de nuestra Margaretha, ¿verdad Isidoro?, como extraordinaria es tu versión de sus últimos pensamientos y sensaciones. Supongo que no ha tenido que ser fácil condensar una vida tan intensa en un relato de cuánto, ¿1000? ¿2000 palabras? Este humilde escritorzuelo que te habla, que ha hecho de las 1200 palabras su identidad, sabe lo que te ha tenido que costar, y las de relecturas que has tenido que hacer, para contar tanto en tan poco espacio, sin prescindir de los sentimientos de una mujer tan poderosa en el ocaso de su vida.
ResponderEliminarRecibe un fuerte abrazo, compañero. Un saludo.
Efectivamente Bruno, qué te voy a contar. No puedo tener secretos contigo, je. La idea la tenía clara, pero necesité varias relecturas, tanto de la vida de Mata Hari, como del texto ya escrito para ir suprimiendo datos irrelevantes o cambiando el orden de otros. Tú lo sabes, no son textos que se escriban en cinco minutos. Pero así es. Yo no sabría hacerlo de otra manera. La compensación es doble: la propia satisfacción y la de quien lo lea (si gusta, claro)
EliminarUn fuerte abrazo, amigo
Ya estoy por aquí Isidoro.
ResponderEliminarLa verdad es que es un privilegio tener la suficiente imaginación para partiendo de unos hechos documentados recrear más allá de la historia, ponerse en el lugar de, en este caso una espía, en sus últimos agónicos momentos. Tal como lo cuentas, Isidoro, tal cual lo veo. La cara amable de su vida aventurera, su recorrido geográfico y amoroso, y el lado gris de las desventuras.
Ya es que ni me molesto en mirar los datos (por fortuna tenemos internet a golpe de dedo), confío en tu criterio y partiendo de esa base real vuelo contigo y me creo no solo lo que cuentas, sino sobre todo “como lo cuentas”. Mata Hari, de mariposa a margarita deshojada.
Este tipo de relatos, cómo tú bien dices, son un poco datos documentados, un poco imaginación. Y es lo que he tratado de hacer, y no me ha resultado sencillo pues, sobre la vida de esta mujer, datos aparte, pesan mil historias, reales o inventadas, que hacen de ella un personaje muy complejo. Incluso sobre sus últimos minutos, frente al pelotón de fusilamiento, hay mucho escrito. Yo he tratado de extraer de todo ello mi propia versión y, como dice Bruno, condensarla en unos pocos párrafos
EliminarMe alegro que te haya gustado Isabel
Que no te he dado un abrazo, ven pacá.
ResponderEliminarYa está, abrazado.
Vaya, pues eso es lo mejor. Abrazado me considero y en el mismo abrazo te acojo
EliminarMe ha gustado mucho. Saludos
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, Betty. Muchas gracias por tu visita y por decírmelo
EliminarUn saludo
¡Hola, Isidoro!!
ResponderEliminarNo sabes cuánto me ha encantado leer tu relato, me ha hecho incluso ilusión hacerlo, porque ha sido como leer directamente de tu pluma la misma idea, exacta, que yo había tenido hace tiempo para escribir un relato dedicado a Mata Hari para mi conjunto de relatos dedicados a personajes. Madre mía... ¡Vímos exactamente lo mismo! Ha sido impresionante, y lo has hecho genial, resumiento en tan pocas palabras la dura vida que tubo que tener esta mujer, pero que en el fondo reunia la fuerza de una leona. La has retratado super bien, prácticamente la he podido ver delante de mí, recogiéndo su pelo ante ese espejo mugriento... Realmente, esa misma idea nunca la escribí, nisiquiera empecé nunca el relato de Mata Hari. No sabía muy bien en realidad por qué no lo había hecho, pero ahora mismo, después de leerte tu me has dado la respuesta, simplemente era tuyo, ¡y contigo yo no piedo competir!
¡Un besazo, amigo!
Madre mía Ana! Después de leer tu comentario me he quedado con una doble sensación. Por un lado, me hace una ilusión enorme haber conectado contigo de esa forma. La vida de Mata Hari es pública y notoria (al menos los hechos), pero cuando se trata de meterse en la mente de alguien, las versiones son para todos los gustos. El que tú, o sea, alguien que ya había pensado en este personaje y en cómo desarrollar un relato sobre sus pensamientos, me diga eso, me hace creer que realmente me he acercado a lo que, al menos, somos capaces de percibir de ella, de su forma de ver y entender la vida. No sé muy bien como explicarlo, pero es de esas coincidencias que hacen que tu trabajo crezca como la espuma y rebose. Muchísimas gracias por compartirlo Ana.
EliminarPero por otro lado, siento haberme metido, aún sin quererlo, en tu propio proyecto. Eso mismo me ha pasado a mí algunas veces con cosas que he visto publicadas antes de que yo les diese forma y, la verdad, te quedas un poco chafado.
Por último, decirte que, no solo tienes toda la capacidad necesaria para competir conmigo, sino también para superarme. Ya sabes cómo es esto, hoy escribes algo que gusta y mañana escribes una pifia y otro compañero escribe algo mil veces mejor. Nadie es mejor que nadie… Y eso, ¿no lo decía El Último de la Fila, ja, jaa?
Me ha gustado mucho tu comentario. Un beso enorme compañera
¡Hola, amigo!
Eliminarjajajaja, no te preocupes, no me será difícil sustituir su relato, hay tantos personajes interesantes en la historia que nunca podría tener tiempo suficiente para dedicarles a cada uno de ellos todo lo que quisiera. Eso sí, me gustaría hacer una reseña o mención a tu relato en mi libro, si a tí no te importa, claro, ¡es que es perfecto!
Qué curiosa casualidad, ¿verdad? ¡A mí me ha encantado! Y si es cierto lo que dices, es curioso coincidir con otra persona en una misma idea a la hora de escribir, sobre todo sobre un personaje en particular. Lo cierto es que hay muchos episodios en la vida de este personaje que podríamos haber inmortalizado, o ya tantos lo habran hecho pero, por desgracia, no ha llegado a nuestras manos todavía. Pero, por muchas cosas que ella viviera, no hay momentos más álgido en su vida que mostrara el coraje y la sensualidad eterna que debió de poseer. Lo entera y lo auténtica que se mostro esos últimos días de su vida mostraron la esencia de la verdadera Mata Hari. "P..a si, traidora no", como ella misma se decía, era algo que podría definirla a la perfección. Y esos besos que le lanzó a los soldados... Para eso hay que ser muy auténtico.
Y sí, también tienes razón en eso último que dices, no hay cosas mejores que otras, solo diferentes. ¡Un abrazote!
Hola Ana
EliminarPor supuesto que puedes mencionarme cuando quieras, y te agradezco de corazón el detalle.
Y yo encantado de que te haya gustado, me ha hecho mucha ilusión esta coincidencia. Tienes razón, la vida de Mata Hari da para mucho (y mucho se ha escrito) Pero yo creo que es ese momento en mejor desde el que narrar. Sabes, cuando yo me meto a escribir sobre un personaje histórico, prefiero partir de lo que sé, documentando algunos datos por supuesto, o simplemente leer algo más sobre su vida, pero no me empaparme leyendo novelas o ensayos sobre su vida, para no contaminarme con las ideas de otros, para partir simplemente de lo que a mí me trasmite. El riesgo de no ser original siempre está ahí, por mucho que leas, así que... Por eso es que me llega todavía más tu comentario y lo que dices ahora. Muchas gracias por contarme todo esto, es un placer compartirlo contigo
Un beso grande
Isidoro has contado una historia de esta mujer Mata Hari, sobre todo sus pensamientos de últimas horas de vida. Lo has escrito con mucha fantasía agregada a la realidad de su vida. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mari Carmen. Meterse en la cabeza de Mata Hari no era cosa fácil,no creas, le di unas cuantas vueltas al relato. Me alegro que te haya gustado compi. Besos
EliminarAjá, conque homenajeando a la Mata Hari... ¡Genial!
ResponderEliminarNo sé por qué intuí desde la primera línea que la protagonista se dirigía al patíbulo, idea que fue ganando peso por el ambiente de desolación y decadencia descrito a lo largo del texto. Me dio la impresión de que la mariposa involucionó y, luego de haber alzado el vuelo, hizo el camino de regreso hacia el capullo del cual otrora había salido, hasta que el final del relato, tan fulminante como su muerte, me hizo querer reivindicarla, aunque quizá ninguno de los presentes se mereciera ver el despliegue de sus alas.
¡Un abrazote, Isidoro! ;)
Hola Fritzy
EliminarPues la verdad, amiga, tienes toda la razón. Al menos así lo veo yo también. Este relato no es más que una recreación, no muy rigurosa, de lo que pudo pensar Mata Hari, inspirado a su vez en otras versiones sobre su vida, pero sea como fuere, a mí también me parece que, si alzó el vuelo, éste fue tan efímero como el de una auténtica mariposa. Daría más de sí el mito que a posteriori generó. Ya se sabe. Como en el caso de Marilyn Monroe, Margaretha Zelle no es más que la punta de un icerberg llamado Mata Hari.
Un fuerte abrazo Fritzy
Precioso y conmovedor relato. Imaginaba que pasaría algo parecido en cuanto leía la palabra "ratas". Porque las cosas tienden a empeorar cuando estamos rodeados de ellas, ¿no? No sé mucho sobre este personaje histórico, la verdad, pero al leer tu relato me han entrado ganas de saber más.
ResponderEliminar¡Un abrazote!
Pues la verdad es que no había caído en ese asunto hasta que tú lo has mencionado, pero es verdad. La mención de ciertos elementos crea directamente e nuestro subconsciente la imagen que luego el escritor, ignorando esto, se empeña en explicar quizá con una descripción en exceso recargada. Muy buena observación que te agradezco enormemente.
EliminarEncantado de tenerte por aquí, Noemí
Un beso de los grandes