Lug adoraba a los críos. Y ellos a él. Paula, Jorge, Carlitos. Eran sus cachorros. Allí donde estaban ellos, Lug montaba guardia permanente. En una ocasión, Carlitos se despistó y desapareció en un centro comercial. Los de Seguridad accedieron a dejar que Lug lo buscara y tardó cinco minutos en encontrarlo acurrucado bajo el árbol de Navidad en una tienda de juguetes, como uno más de los regalos de Papá Noel. Lug era capaz de tirar de un trineo con los tres hermanos cargados en él; tal era su fortaleza; y dejar que Carlitos se subiese a su grupa y lo cabalgase, trotando tras la bici de Jorge por el jardín de casa. Pero Paula era su debilidad. Podía pasarse horas tumbado frente a ella, observando con ojos curiosos sus evoluciones mientras jugaba en su cuarto.
Si pudiese hablar, habría dicho: «Perro niñera me llaman, y es todo lo que quiero ser»
Hasta una noche de noviembre. Llovía a mares. Unas luces se cruzaron de forma inesperada y el coche en el que iba toda la familia se salió de la carretera, dando varias vueltas de campana. Lug quedó atrapado en la trasera, la parte que menos sufrió el impacto, mientras sus ojos veían impotentes cómo sus amos, sus pequeños, gritaban pidiendo un auxilio que, en esta ocasión, no podía prestar.
Algún conductor fue alertado por unos desgarradores aullidos y, horas más tarde, la Guardia Civil levantaba el atestado. Decenas de luces multicolores y una oscuridad inmensa, quedaban tras la rejilla del camión de la perrera mientras se alejaba de todo lo que, para Lug, tenía sentido en su vida.
Si pudiese hablar, habría preguntado: «¿Dónde están mis pequeños, mi familia?»
Lug estuvo dos años encerrado y la incomprensión fue su mayor tortura. Él no sabía lo que era la muerte, pero fueron dos años sin vida. Los días, las semanas, los pasaba echado en el suelo. Lug no tenía conciencia del tiempo. Tan sólo esperaba. Esperaba que algún día, una mano conocida volviese a ponerle la correa y una voz familiar le dijese, «Venga Lug, ve a buscar a los niños, que nos vamos al parque». Tan sólo la espera tenía sentido. Únicamente levantaba un poco las orejas cada vez que alguien entraba en la jaula, aunque su olor ya le decía que no era quien esperaba, mientras su cuerpo iba mermando, mientras su vida se iba apagando.
Si pudiese hablar, habría suplicado: «Por favor, llevadme junto a ellos»
Un día ocurrió algo distinto. Un hombre que nunca había olido entró en la jaula, se acuclilló junto a él, le acarició detrás de las orejas y le habló al oído. Aquella voz tenía un extraño poder. El poder de sosegarle y a la vez de infundirle una nueva vida. Le llamó por otro nombre y, junto a él, volvió a aceptar su condición, su libertad. Reaparecieron los juegos, las carreras, cada vez más rápidas estas, cada vez más peligrosos aquellos. Tan peligrosos debieron de ser, que un día, mereció el castigo. O no lo mereció, pero ocurrió. Hacía mucho tiempo que Lug había dejado de comprender. Su amo le encadenó y dejó de darle alimento. En total oscuridad. Algunas veces entraba en la celda con algo de comer, pero Lug sólo recibía correazos y su amo se volvía a llevar la escudilla sin que hubiese podido probar bocado. Cada vez que intentaba comunicarse, con lastimeros quejidos, lo único que recibía eran más golpes y una total indiferencia.
Si pudiese hablar, habría hecho una sola pregunta: «¿Por qué?»
Al borde de la extenuación, cuando el hambre se hizo insoportable, su amo apareció de repente en un halo de luz, con un enorme y jugoso pedazo de carne sanguinolenta, que dejó en el suelo, ante él. Lug lo devoró con avidez, sintiendo el olor de la sangre, el sabor de la carne cruda. Aquello se repitió durante semanas. Períodos de ayuno y premio de carne cruda al cabo de ellos. Lug esperaba con ansiedad el día de la comida. Devoraba literalmente la carne mientras su amo le entrenaba para cosas extrañas. Mordía palos con cuerdas enrolladas, arrastraba pesados trineos cargados de piedras, rasgaba con uñas y dientes un viejo neumático hasta destrozarlo. Y su cuerpo se hizo más robusto, resistente y su aspecto fiero. Entonces, un día, le llevó a otro lugar. Un lugar oscuro, frío. Soltó su collar y le dejó solo. De repente, de la oscuridad salieron horribles bramidos y otro perro se lanzó contra él. Era más pequeño, pero sus colmillos se clavaban en la carne como si fueran cuchillas. Lug quiso defenderse, pero el otro animal atacaba como poseído de una fiereza antinatural. Entonces, algo extraño sucedió. El hombre silbó y el otro perro se lanzó contra él. Le mordía en un brazo en el que tenía algo enrollado. Lug supo lo que tenía que hacer. Atacó con todas sus fuerzas, rasgó, mordió, destrozó… Hasta que su atacante quedó tendido en tierra, desangrándose.
Si pudiese hablar, habría declarado: «Tú eres mi amo. Tú me diste otra vida. Por ti la entregaré»
A aquella pelea siguieron otras. Al principio fue por defender a su amo. Luego fue por defenderse a sí mismo. Después fue porque cuando no peleaba, no tenía nada. Y necesitaba. Necesitaba carne, sangre, rabia, muerte. Si no era la suya, sería la de otros.
Una mañana, en nada diferente a tantas otras, paseaba de la correa, cerca de su amo, cuando una niña se acercó y quiso tocarle la cabeza, acariciarle. Lug, tras el bozal, retrocedió un paso. En su memoria parpadeó el brillo de un recuerdo.
Si pudiese hablar le habría dicho: «¡Márchate, no quiero recordar!». Pero el padre de la niña tradujo su ronco gruñido por él.
—¡No te acerques, hija! Es un pitbull, un perro asesino.
Qué triste Isidoro, que triste y tan injusto. Sólo los hombres podemos ser tan crueles. ¿Estamos seguros que somos los racionales? Me da tanta rabia e impotencia que historias así existan, porque aunque esta es ficticia,se repite en la vida real. Hay tantos casos que ni conocemos. Sólo esperar que un día no muy lejano la humanidad abra los ojos y cambie a ser eso, humanos. Un beso.
ResponderEliminarPues sí, Mendiel, yo también me pregunto muchas veces si somos nosotros los "racionales" o la inmensa mayoría de las veces, nos olvidamos que no somos más que animales, que no somos ni una pizca mejores que cualquier otro ser vivo que pueble la tierra simplemente porque podamos... escribir, por ejemplo.
EliminarMuchísimas gracias por pasarte por aquí, es un placer. Tanto como leerte. Un beso muy grande
Hola Isidoro. Yo también creo que los únicos peligrosos somos nosotros. Estoy convencido que un pitbull, a pesar de su mala fama, puede ser un perro sociable y cariñoso. El problema es que con un amo "desequilibrado" puede convertirse en un arma terrible. Buena historia y buena crítica a esos propietarios inconscientes que hacen de sus perros unos asesinos en potencia. Un abrazo.
ResponderEliminarHola José R. Encantado de tenerte por aquí.
EliminarLo curioso es que los Pitbull, durante más de un siglo, fueron apodados los "perros niñera", por ser una de las razas más dóciles y protectoras... Pero estos animales, además de nobleza y docilidad, tenían gran fortaleza física. Todas estas características fueron aprovechadas en algunos países para entrenarlos como perros de pelea no tardando en genelarizarse esta practica ¿Qué cambió entonces, ellos o nosotros?
Un fuerte abrazo, compañero y gracias por tus palabras
Me has cogido floja y casi me arrancas una lagrimita. Suscribo lo que te han dicho Mendiel y José. Yo tuve un pastor alemán, Rufo, que te podías caer encima de él que ni se movía y, sin embargo, también los entrenan para ser peligrosos. Un relato estupendo, Isidoro. Me ha encantado. Besos
ResponderEliminarPues siento que estés floja Ana y no haber colocado aquí uno de esos relatos jocosos sobre el género humano, como los que nos narra Felicia y su inseparable Nelson... Pero por otro lado me alegro haberte emocionado. Yo también tuve un pastor alemán cuando vivía en Galicia. Sé de lo que hablas.
EliminarUn beso muy grande, amiga
Lo malo de los perros es que son tan domesticables que puedes hacer de ellos hijos del Diablo. Y ahora con esos cruces de genes...leí una vez que a esos perros les crece tanto la masa cerebral que no les cabe el el cráneo...y claro eso les vuelve muy violentos.
ResponderEliminarEste relato me ha encantado: pues has descrito una tragedia provocada por el ser humano, como si nada...y aún así llega muy adentro.
Besos, Isidoro.
Pues tienes razón Marián, los perros son, yo creo, los animales más domesticables. A fin de cuenta, es una especie que hemos inventado nosotros. Antes de la domesticación, no existía el perro doméstico, ja, ja. Perdóname la tontería, lo que quiero decir es que no deja de ser un producto nuestro y, como tal, a nuestra semejanza. No dicen eso de que el perro se parece siempre físicamente a su amo... Yo he podido comprobarlo en muchas ocasiones, ja, ja. De hecho, yo creo que a muchos humanos también les pasa eso de que les crece el cerebro hasta no caberles en el cráneo y tornarlos violentos... Bueno, en el caso del ser humano creo que lo que pasa es que le merma el cráneo.
EliminarBueno, en serio, me alegro mucho de que te haya gustado Marián, no estaba muy convencido del resultado. Y yo encantado de tu compañía
Un beso muy grande
Impactante relato, Isidoro que es también un testimonio de la condición humana y animal. Consigues llevar al lector a la existencia del perro condicionada siempre por los humanos que tiene cerca. También los animales tienen alma y cuando se la rompen quedan a merced del que se la ha quitado
ResponderEliminarMuy triste. Es un gran acierto ese recurso se: " Si pudiese hablar diría..." que crea un ancla a la que asirse a lo largo del texto
Me ha parecido excelente. Te felicito. Muchos besos.
Muchas gracias por tu positiva valoración, Manoli. Es muy interesante lo que dices pues, efectivamente, el perro està vinculado a la existencia humana, desde que, en el neolítico comenzó su domesticación. Deberíamos tener en cuenta esto, antes de abandonarlos en las cunetas.
EliminarMe alegra que digas que el recurso de ponerle voz al perro fue buena idea, porque no terminaba de convencerme, no sé, lo veía un poco fuera de lugar. Me quedo mucho más tranquilo.
Muchas gracias amiga, es un placer tenerte por aquí
Besos
Puff... Estremecedor relato, Isidoro. El inicio simpático, alegre se ve truncado con ese accidente para derivar después a una oscuridad que parece no tener fondo. Un relato que transmite tanto que, como han comentado, consigue que se te humedezcan los ojos, tanto de tristeza, como de rabia. De esos que dejan resonancia en el lector, que es lo máximo que un escritor aspira a conseguir. Y este relato lo consigue con creces. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarEse progresivo oscurecimiento en la narración es el efecto que quería lograr para llegar al final con total contundencia. y tienes razón, muchas veces (bueno, siempre), cuando escribimos, buscamos, más que contar una historia, provocar sensaciones, ya sea de alegría o gozo, ya de tristeza o... rabia. Y cuando más intensa, mejor. Pero, claro, sin llegar a la falta de respeto, de gusto o de equilibrio. Por eso, que me dediques estas palabras, amigo David, es para mí el mayor premio. Porque este es un relato que, por encima de todo, busca tocar esa fibra sensible.
EliminarMuchas gracias David. Es un placer tenerte por aquí. Un abrazo
Muy buen relato, aunque con triste y crudo desenlace tanto para la familia como para el pitbull, que tendría que seguir sobreviviendo incluso después del accidente. A algunos animales no deberían darles mascotas... y éstas últimas, ¿se parecen en realidad a sus amos o son ellos los que hacen que se les parezcan? Y luego dicen que el hombre es un animal ci-vi-li-za-do capaz de "domesticar" otras especies... Me quedo pensando en lo que diría el perro de poder hacerlo y concluyo que al humano no le vendría nada mal interpretar ladridos.
ResponderEliminarA veces creo que nuestra capacidad del habla está sobreestimada.
¡Un abrazote, Isidoro! ;)
Muchas gracias, Fritzy. La verdad es que me dio mucha pena a mí también escribir el fatal destino de la familia pero... tenía que dejar solo al perro sin que fueran los humanos los que, en ese caso, le hubieran abandonado.
Eliminar¿Conoces una frase que por aquí se dice mucho?: "¡Cuánto más conozco a los humanos, más quiero a mi perro!" Pues debería decirse, no por desdén hacia el comportamiento humano, sino por el valor que tiene el cariño de un perro. Y yo tampoco entiendo por qué nos empeñamos en querer descifrar el lenguaje de los delfines y no lo hacemos con los perros, que los tenemos más cerca, ja, ja.
Me alegro que te haya gustado. ¡Un abrazo muy fuerte, Fritzy!
Oh qué tristeza y qué injusto pobre Lug.
ResponderEliminarConsigues transmitir mucho con el relato, tanto que te da un vuelvo el corazón al imaginar a ese perro encerrado en un coche sin poder ayudar a los que quiere, cuánta impotencia y para acabar con gente que no se merece nada, esa violencia, ese odio, ese hacer de un animal una bestia, aunque la bestia es aquel que transforma al pobre animal..
Me has dejado impactada.
Un beso
Muchas gracias Conxita. Como le decía a Fritzy, es verdad que esa secuencia del accidente es tremendamente cruda, para luego continuar con una serie de barbaries que hubiesen terminado con la vida, o la razón de cualquier humano. Pero los perros son otra cosa. Ellos sobreviven, se adaptan. Pero eso no significa que no sufran, que no sientan. Otra cosa es humanizar a un perro dándole características que tan sólo son propias de los humanos (algo también bastante habitual) y querer que se comporten como tales.
EliminarEn todo caso, te contaré que este cuento me lo inspiró un cartel colocado en el tablón de anuncios de una protectora animal en el que hablaba de los pitbull en concreto. Me impactó tanto leer cosas que desconocía que, en ese mismo momento concebí este relato. Me alegro que te haya gustado tanto. Un beso grande Conxita
Prejuicio, amigo Isidoro, ésa sería la palabra que mejor definiría tan brutal, triste y real relato. Cierto es que no siempre contamos con información, pero también es cierto que nos dejamos llevar por imágenes y opiniones que tenemos clavadas profundamente en nuestro interior, y que no damos la oportunidad de defensa. Culpable hasta que se demuestre lo contrario.
ResponderEliminarLug era un pitbull, eso no lo podía evitar, pero era un perro noble, y no fue hasta que sucedió la tragedia, hasta que encontró otro nuevo "amo", que se convirtió en un asesino.
Cuántos Lug hay en el mundo, hombres o animales, y cuántos no nacieron así.
Un abrazo fuerte, amigo mío.
Efectivamente Bruno. Me ha gustado mucho tu lectura del relato. Por encima de la especie, o del género, hablamos de prejuicio. No ya de la culpabilidad de quien adiestra a estos nobles animales para ser violentos, agresivos (casi siempre con un fin puramente material), sino de quién observa y hace una lectura errónea. En este relato y en ese sentido, hay un personaje clave, por encima del nuevo amo de Lug, y que tan solo tiene una frase: es el padre de la niña que se acerca al perro al final. Ese padre es quien representa todos esos prejuicios de los cuales, en un momento u otro, adolecemos todos, debido a todo lo que tú, tan acertadamente mencionas.
EliminarSiempre es enriquecedor recibir tus comentarios, amigo Bruno. Un fuerte abrazo
Una de las cosas buenas que tiene venir a tu blog, entre otras muchas, es que nunca sabes con que nos vas a sorprender, tu temática es muy versátil y te atreves con cualquier tipo de historia. Nos planteas en esta ocasión la historia de un perro al que convierten en un animal agresivo, después de haber vivido una situación en la que no pasaba de ser un animal cariñoso como tantos otros. Uno de los aciertos del relato es la humanización que haces de Lug intercalando esos pensamientos tan humanos como si fuera el animal quien pensara, esto nos acerca más a su drama y realmente consigues que empaticemos con su situación. La historia deja un poso de tristeza, algo que han resaltado muchos comentarios, y cuando un relato transmite sensaciones es que está bien hecho. Un abrazo, amigo isidoro.
ResponderEliminarSí, la verdad es que hasta ahora no había escrito un relato cuyo protagonista fuera un animal... A memos real, porque ya probé con un dragón, ja, ja. Lo cierto es que me gusta mucho variar, pero más que nada por el placer de escribir poniéndose en la piel de quien sea. Como dice el texto que escribí bajo mi foto de perfil, "solo conozco una manera de vivir mil vidas, en mil tiempos, en mil lugares..." Y me gusta. Y me gusta más que a vosotros os guste. Es un placer escribir y hacerlo para lectores tan agradecidos y fieles, lo es más. y esto, por supuesto, es recíproco como lector.
EliminarMuchas gracias, Jorge, por estar aquí. Un fuerte abrazo
Pobre Lug, ¡caiga la desgracia sobre la gente que entrena perros para pelear!
ResponderEliminarTu historia me ha gustado mucho, me pregunto si realmente se seguirán estos pasos para sublimar la mente de los perros y adiestrarles para las peleas. Tendría todo el sentido del mundo, vaya. Ni que decirte tengo que he sufrido con este relato tuyo, igual que sufro con las historias reales de estas carnicerías, Isidoro. Será que has sabido narrarlo a la perfección para que casi haya podido vivirla.
Pues muchas gracias por esas palabras Holden. Yo procuro documentarme siempre todo lo que puedo sobre lo que desconozco. En este caso también he utilizado testimonios e información real sobre los pitbull, su origen y su adiestramiento para peleas de perros. Aunque reconozco que, en aras de la narración, he añadido toques imaginativos a esa escena de adiestramiento. Pero.. ¿a que ha quedado bien? Pues me alegro que te haya gustado Holden, ese es mi premio. Un abrazo compañero
Eliminar¡Pobre animalito! Es una pena lo que pasa con estos casos por culpa de gente mala. Hace un tiempo, leí un artículo en el que se explicaba cómo adiestraban a los perros para que atacaran. Era de una forma diferente a la que has expuesto tú. No sé si te habrás documentado, pero, conociéndote, seguro que sí, así que imagino que habrá varias maneras. La que yo leí decía que sometían al perro a mucho estrés mientras estaban encerrados y hambrientos, haciendo mucho ruido, para que cuando los soltaran se enfrentaran a otro perro más pequeño y, a causa de su confusión por el ruido y el hambre, le atacara. De esta forma, cada vez se enfrentaban a otros perros de mayor tamaño y fuerza.
ResponderEliminarEn cualquier caso, es horrible. Yo no tengo mascota, pero no soporto ver a nadie sufriendo, ya sean animales o personas.
En lo referente a lo literario, te ha quedado muy bien el relato. Has hbumanizado mucho al perro y eso hace muy fácil empatizar con él. Sobre todo, teniendo en cuenta que esa humanización es creíble, ya que las breves frases que piensa Lug son breves y se caracterizan por la falta de comprensión del mundo de los humanos. Me ha gustado mucho el detalle en el que se explica que los animales no conocen el sentido del tiempo, porque, ademas de ser real, añade un plus de tristeza.
En definitiva, un buen relato, de los que más me han gustado de tu blog.
¡Un abrazote, amigo!
Hola Noemí. Como le dije a Holden, investigué sobre el tema, porque es algo que desconozco. Supongo que hay muchas maneras de adiestrar a un perro para la pelea y lo que tu expones también me parece bastante lógica. Yo leí cosas sobre la privación sistemática. Sobre la carne cruda, por ejemplo, hay muchos mitos que no sé lo que tendrán de cierto, a la hora de generar agresividad, pero la verdad... me venía muy bien a mi relato para crear esa sensación de salvajismo, de la vuelta a algo primitivo. En fin, ya sabes, un poco mezcla de lo que sabes, lo que lees y lo que te imaginas, ja, ja. Lo del sentido del tiempo, por ejemplo, que ha sido un acierto, más de lógica que de documentación.
EliminarTodo el mundo coincide en que humanizar al perro lo ha hecho mucho más cercano. Ha sido toda una sorpresa, porque pensaba que no iba a gustar tanto. De ahí las frases cortas. Quería humanizarlo, pero no hacer que pareciese un dibujo animado parlanchín, ya sabes, el equilibrio y por lo que se ve, lo he logrado. De verdad, no me esperaba el éxito que ha tenido este relato, me alegro muchísimo que te haya gustado tanto este cambio de registro
Un abrazo fuerte, amiga mía
Hola Isidoro, por fin he podido venir a leerte. Un cuento en el que utilizas un tono sencillo con habilidad en las frases cortas y contundentes… si hablas de perros, cachorros y niños me parece que es justo el modo de contar, desde el punto de vista (y del hocico) de Lug. Muy bien por utilizar nombres propios y no generalizar en niños o críos (Paula, Jorge Carlitos), así los sentimos más reales y sobre todo cercano. Acabo de ver a Carlitos acurrucado bajo el árbol de navidad, tiene la culpa la frase de (como uno más de los regalos…)
ResponderEliminar¡Pero qué listo es Lug! Y sobre todo observador, así aprenden los perros… observando nuestros gestos porque desean saber qué es lo que pretendemos decirles… y Lug aprendió a sobrevivir.
Desde luego tu cuento es un mazazo en la conciencia de quienes… ya sabes.
Te doy la enhorabuena por este toque de atención tan emotivo, bien escrito y tan real por desgracia.
Yo tengo (él nos tiene) un labrador negro de 3 años llamado Morgan, pero responde por “guevón” por los atributos de... ya sabes.
Que me ha encantado tu Pitbull, y que hay que tener miedo a algunos sus dueños, no a una raza determinada.
No te apures Isabel, yo hace días que quiero pasarme a leer un poco más de tu novela (que no es por leer solo, sino por escribirte, ya sabes) Pero claro, si estás a una cosa, no estás a la otra y ahora, por ejemplo, estoy dedicando tiempo a terminar los capítulos que me quedan de Lily Mod, aunque luego los vaya publicando poco a poco.
EliminarYo, como tú, pienso que a cada relato, su lenguaje. Es un todo, la estructura, el argumento, el lenguaje, el ritmo. En fin, ya sabes. No siempre es fácil, y me queda mucho que practicar, pero me animan mucho tus palabras y me alientan a escribir, te lo aseguro. En este caso, escribir desde el punto de vista de un perro se me antojaba muy difícil. Sobre todo porque yo, desde que era pequeño, nunca he vivido con uno. Me gustan mucho los animales y la naturaleza, pero no soy de "convivir" con ellos. Así que, más difícil lo tenía. Lo que tú me dices, teniendo en cuenta que los conocen mejor que yo, ya que sí que convives con uno, me llena de alegría. Lo que sí tenía claro es, como dices, que mi cuento fuera un mazazo, sobre todo a esas conciencias de algunos y, también a la de los que, como muy bien apunta Bruno, no tienen la información suficiente para dejar de lado sus prejuicios.
Oye que, lo del apelativo de Morgan yo creía que era por ser un perro pachón, ja, ja. Pero ya veo...
Hasta muy pronto Isabel, un beso enorme. Y un placer leerte
Hola, amigo.
ResponderEliminarHe leído tu relato con el corazón encogido, si te dijera que no he dejado caer alguna lagrima mentiría. Desde luego, si has querido transmitir sensaciones con tu relato lo has conseguido pero bien, no me has tocado, sino golpeado la fibra sensible.
El tema de los animales me produce muchas sensaciones, mucha alegría, curiosidad o una tristeza tremenda, y tú aquí has conseguido representar a dos de ellas a la perfección. Lo de qué Lugar era uno de los perros más felices del mundo cuando tenía una "manada", cuando tenía algo que proteger, un deber, una responsabilidad que era recíproca por las dos partes. Eso es todo lo que un perro necesita para ser un animal equilibrado. Y la otra... esa confusión que tiene que pasar por sus cabecitas cuando están en un sitio que no conocen y con gente extraña, solo, sin ninguno de los suyos alrededor... Joooo, de solo imaginármelo...
Ha estado genial el detalle de su observación, ya que incluso llega a asustarte lo que pueden llegar a saber de ti con solo mirarte, cosa que se tiran todo el día haciendo porque son unos cotillas. Y lo de la nocioon del tiempo. ¡Totalmente cierto! Mi perro no sabe si he tardado 10 minutos o 5 horas en volver a casa cuando he salido. Da igual el tiempo que tarde, el siempre me espera en el mismo sitio, mirando a la puerta. Tampoco ssaben cuando están cansados o no, eso me parece súper curioso, la verdad, pero por mis experiencias me lo creo, Jajajaja.
Sobre las técnicas para volver a un perro agresivo he leído varias cosas, entre ellas que suelen darles de comer comida muy picante para enfadarlos, aunque claro, creo que es también cuestion de cada uno de esos "personajes", por llamarlos amablemente, usar unas técnicas u otras.
En definitiva, ¡un relato genial! Bien documentado y transmitiendo un mensaje que tan bonito que, sinceramente, pienso que mucha gente debería leer.
Un abrazo y un placer leerte!
Hola Ana
EliminarQué gusto da leer comentarios como el tuyo, sinceramente. Lo leí hace días, pero luego tengo que encontrar un hueco lo suficientemente amplio como para ponerme a contestar comentarios con calma, ya sabes.
Me alegro mucho, no de haberte golpeado, pero sí de haberte tocado esa fibra sensible. Es el mejor piropo para un escritor. Tú ya lo sabes. y más si este elogio viene de una persona sensible y conocedora de este tema, es decir, de los animales, porque me hace pensar que me he acercado mucho mucho a lo que quería transmitir. Porque además, aunque ahora mismo convivo con una gata y durante un tiempo tuve un perro en casa, no me considero un experto en esto ni por asomo. Lo que pasa es que a lo mejor, yo, como ellos, también soy muy observador, ja, ja. Por cierto que sí, son unas cotillas de cuidado.
Lo que está claro es que el ser humano es un animal de conceptos, sobre todo abstractos. Y nos pensamos que el resto de seres vivos han de tener los mismos conceptos que nosotros. Craso error, que nos lleva a humanizar demasiado a los animales. Ojo, que deshumanizarlos no significa dejar de tratarlos como a otros seres vivos que tienen el mismo derecho que nosotros a vivir y a compartir esta pelota de estiércol en la que nos ha tocado movernos. En cuanto a las técnicas, yo también he leído sobre muchas cosas. Me decanté por lo que cuento en el relato porque era lo que mejor me venía, je.
Yo también quisiera que mucha gente leyera esto. No porque lo haya escrito yo, sino porque creo que hay muchas cosas que no sabemos y, antes de emitir prejuicios, como muy bien dice mi amigo Bruno, deberíamos pararnos a saber, a aprender. Y ahora, con internet, no tenemos excusa.
El placer también es mío, tanto leerte en tu blog, como en el mío. No lo dudes.
Un gran abrazo Ana
Me cuesta encontrarte
ResponderEliminardespués de un rato te encuentro..
despues de haber recorrido algunos blogs.
Sonrio escritor ...............
me gusta tu personalidad y tu forma de decir las cosas
eres decente
y claro
.nada fácil de encontrar en un mundo
como este donde cada uno a veces
se esconde detrás de la caparazón
mil besos
mil flores
Creo que cuando dices que te cuesta encontrarme, te refieres a los comentarios que subo a tu blog. No me extraña, porque tienes un público magnífico y extensísimo, ja, ja. Será por algo. Por eso, te agradezco un montón que vengas hasta aquí para dedicarme estas palabras tan amables.
EliminarSabes lo que pasa: que a mí me gusta decir las cosas claras, como las siento, pero nunca faltar al respeto, pues creo que todo el mundo tiene derecho a una opinión, a una posición, sin tener que desplazar a otros de la suya. Supongo que eso es la decencia. Que tú creas eso de mí, me llena de orgullo. Un abrazo grandísimo, Mucha, y muchas gracias por esos hermosos momentos de escritura que compartes con nosotros en tu rinconcito.
Mil besos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Isidoro, encantado de leer algo de ti y encontrar tu blog.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato, de narrativa sencilla y cómoda, con sentimientos embebidos que calan con profundidad. Atrapa al lector desde las primeras líneas, para luego dejarlo pegado como una lapa cuando todo se complica, en un giro argumental emotivo y muy creíble.
El personaje principal es un animal, noble y encantador, leal e inteligente, cuidador de los suyos, y agradecido de todo. Se gana al lector con su instinto protector tras las figuras de los chiquillos a los que adora y mima. Y una vez que lo ha hecho suyo, le hace sufrir con su incomprensión ante lo desagradecidos que son los humanos, y su manipulación para convertirlo en una herramienta de hacer dinero sin ningún miramiento, sin valorar su excelente labor de perro cuidador de niños. El cambio de la sonrisa a la lágrima es clave en esta historia, y lo hiciste realmente genial.
Me resultó algo raro humanizar al perro siendo un animal, convirtiendo sus pensamientos en frases. Entendí tus razones, y ciertamente le dan mayor argumento al relato, es muy aclarativo. Creo que no habría sido necesario, porque la descripción de las escenas y las acciones fue realmente muy buena, y casi que incluso quitándolos habrías conseguido el mismo efecto de compasión del lector, porque conseguiste que sienta gran empatía por el noble animal. Aunque debo añadir que solo soy un escritor de novelas que empieza y no tengo mucha experiencia en esto, así que no tengas mucho en cuenta este detalle sin importancia que te comenté, porque revisando otros comentarios he visto que a todos les ha gustado mucho eso, así que probablemente el que esté equivocado sea yo.
En general, me parece un relato magnífico y de muy buen gusto, muy bien narrado, equilibrado, con gran sensibilidad, sin entrar en morbos ni espectáculos gratuitos que siempre sobran. Y sin duda engancha al lector hasta el punto final. Personalmente, me ha encantado. Felicidades.
Con tu permiso, voy a compartirlo, creo que lo merece, y así mis seguidores te conocerán y podrán disfrutarlo tanto como yo lo hice. En cuanto tenga más tiempo, pienso leer algo más de ti. Un saludo cordial y buena lectura.
Hola J.J.
EliminarBienvenido y muchísimas gracias por este comentario tan elaborado. Es todo un privilegio. Solo el tiempo que me has dedicado es de agradecer, pero mucho más el profundo análisis que me has regalado.
Te diré que me inspiró este relato un artículo en el que, precisamente leí que los pitbull fueron la llamada raza de los "perros niñera" durante más de un siglo, por su nobleza, su cercanía con los niños, etc. Y todo para que ahora se les conozca como una raza especialmente agresiva. No dicen eso de que "mata un perro y te llamarán mataperros", pues quizás debería de ser, "muerde a un humano y toda tu raza será estigmatizada".
Entiendo cuando dices que re resultó raro lo de humanizar al animal con las frases intercaladas en las que se imagina lo que diría. Ya he dicho en otros comentarios que yo tampoco quedé muy convencido con el resultado pero... como tú muy bien dices, no fue algo unánimemente rechazado. Entre tú y yo, no creo que estés equivocado, me parece una opinión con gran criterio y acierto. yo estoy contigo y, aunque, a lo hecho, pecho, así se aprende.
Así que, ¿escritor de novelas? ¿Y tienes un blog? Te buscaré para leerte.
Te agradezco un montón, repito, tus amables palabras y positiva valoración. Por supuesto, tienes mi permiso para compartirlo, faltaría mas, de eso vivimos, ja, jaaa. Por aquí serás bienvenido siempre que tu quieras y, por supuesto, espero que disfrutes del tiempo que estés.
Un saludo amigo y buena lectura para ti también
Buen dia Isidoro.
ResponderEliminarAntes que nada es un placer leerte.
Este relato es realmente sensible, conmovedor y sorprende con el giro que le das a la historia. Nada hacia pensar en un comienzo, el final que le diste.
Es magnifico.
Felicitaciones.
Abrazo
Richard
Hola Richard
EliminarEncantado de tu visita. Muchísimas gracias por tus palabras y tu valoración. ciertamente, del principio al final hay un abismo. Precisamente en ese contraste es donde está la fuerza de la historia, o por lo menos esa era mi intención, de forma que se vea claro el mensaje: es mejor no dejarnos llevar simplemente por lo que vemos al final, porque probablemente detrás haya mucha historia.
De nuevo muchas gracias por pasarte.
Un abrazo
Madre mía pero qué triste el relato, la verdad es que me ha impactado y llegado muy adentro, amigo Isidoro, parece mentira que seamos humanos cuando somo capaces de tratar mal a los animales, ni ellos mismos serían capaces.
ResponderEliminarMe ha dolido tu texto porque tengo una mascota, y solo de pensar que la pudiera pasar algo me pongo malita.
Cuánto nos cuidan, qué amigos más fieles son, y me ha encantado tu planteamiento, la manera que has tenido de narrar el relato, con cuánta delicadeza, y es que es de los que te ponen los pelos de punta.
Maravilloso tu relato, que nos hace concienciarnos, amigo mío.
Te felicito por este texto que me ha llegado directo al corazón.
Parece que he perdido el tren en tu blog y en otros más, intentaré ponerme al día en cuanto pueda.
Besos enormes.
Sé que es triste, pero, por otra parte, me alegra que te haya llegado tan adentro, amiga María. Porque todo sea por concienciarnos de que, las cosas no siempre son lo que parecen y, muchas veces, si nos detuviésemos a mirar más allá de nuestras narices, puede que viésemos mucho más claro. Uno de esos prejuicios es el que comentemos con ciertos animales que, a muchos ha interesado presentárnoslos como agresivos, violentos, asesinos, cuando así no es como se les conocía hace no tantos años.
EliminarTus palabras siempre son bien recibidas, no lo dudes, pero no te preocupes demasiado si, como dices, "pierdes el tren" de vez en cuando. Tienes tanto que leer, tantos comentarios que responder, en tu propio blog, que a mí, personalmente, me parece una tarea ingente si además tienes que leerte cosas de todos los que escribimos, je, je, Yo me conformo con tener un trocito de vez en cuando y saber de tí. Muchísimas gracias, amiga
Un beso muy grande
Es un relato triste por que el tratamiento de un perro creo que depende de que educación se le de y con quien conviva. Narras el cambio que ha ido pasando la vida de este perro al ser un cuidador de niños a un voraz y cruel luchador. Me ha gustado mucho. Un abrazo
ResponderEliminarSé que es triste Mari Carmen. Y la intención, precisamente, es tocar un poco de nuestras conciencias. Simplemente mostrarnos que las cosas, muchas veces, no son lo que parecen. Los animales, compañeros nuestros en esta vida, se merecen todo nuestro respeto y cariño. Y, al menos, la "presunción de inocencia"
EliminarMuchos besos compañera, y muchas gracias por tus palabras, siempre bien recibidas