Hubo un tiempo en el que a Nelson le salió la vena emprendedora. Coincidió con aquel momento en el que tuve que dejar Madrid y él, amigo fiel desde el principio, o bien no quiso dejarme marchar o bien vio en ello la oportunidad de cambiar y, aunque su propuesta no fuera demasiado innovadora, por mucho que él pretendiera disfrazarla de un sofisticado «mixing» de sexo y hostelería, he de reconocer que, dadas las circunstancias, era lo mejor que tenía. Incluso consiguió que otras tres chicas se unieran al proyecto.
El hasta entonces regente del bar Quito, propuso buscar un pueblo tranquilo, cercano a una carretera transitada, y abrir un «club» de citas con barra americana y otra de coctelería . «El mejillón colorao» pensaba llamarle, imbuido aún por la nostalgia de su receta más señera. Aunque Ninette, que había hecho sus pinitos como bailarina en el Folies Bergère, sugirió el nombre de «Moule Rouge», que viniendo a decir lo mismo, sonaba más chic. Vamos, que era como cambiar una mejillonera donostiarra por un cabaret en el Boulevard de Clichy.
Así, a finales del verano, nuestro «jefe» echó la chapa del bar de tapas y, los cinco en su vieja Volkswagen azul celeste, nos lanzamos a la travesía del proceloso mar de la aventura. Si les parece una imagen hortera, imagínense al ecuatoriano con camiseta de rayas horizontales y pañuelo rojo al cuello. Siempre gustó de la estética y el ambiente marinero, y nadie le dijo que se parecía más a un miembro de los apaches parisinos. De haber incluido para nosotras unas boinas y medias de redecilla, hubiéramos podido pasar por un autobús de putas francesas venidas por Irún desde el viejo Montmartre.
Quizás fue eso lo que empujó a Nelson a tomar la ruta de los Pirineos, que hubiera cruzado, llevado por su afán aventurero, de no ser porque tropezó con un curioso pueblo, que parecía habitado por hombres tan sólo y que nos recibió como si el mismísimo Titanic hubiese hecho entrada en el puerto de Nueva York. Sólo faltó que el alcalde nos entregase las llaves de la ciudad… y las de su casa. Así las cosas, pensamos que aquel era un sitio inmejorable para asentar nuestro «mejillón»
Nos dieron alojamiento y nos trataron como a reinas, hasta que conseguimos un coqueto local aledaño a la Plaza Mayor.
Pensamos que, no habiendo ninguna gachí en el pueblo, aquello iba a ser pan comido. Cuan equivocadas estábamos. El primer día organizamos una fiesta de presentación. Nelson no reparó en gastos e incluso improvisó un pequeño discurso, vendiendo el producto que se dice, poniendo claras las tarifas y demás. Quería convertir aquello en un negocio serio, decía. Para nosotras por lo menos, nunca había sido una broma. La velada fue todo un éxito. El alcohol, a cuenta del jefe, corrió como un río… Pero no así el sexo, y eso que abrimos la veda en cuanto notamos calentito el ambiente. Los lugareños, una vez lleno el buche, fueron desfilando a sus casitas sin más. Como mucho, alguno se apretó un magreo con Maca, la mulata de Maracaibo, que se había operado las tetas.
Al día siguiente, cuando llegó al pueblo un autocar cargado de mujeres, comprendimos que el caluroso recibimiento de la jornada anterior no había sido más que una equivocación. Confundieron nuestra llegada con la que esperaban y, supongo que fue la charla materialista de Nelson lo que les advirtió del error. Luego que la «caravana de mujeres» se instaló y tuvo lugar el baile y reparto de solteros, ya nada quedó para nosotras en aquel pueblo. Recogimos los faldones y, tal como llegamos, nos fuimos.
Decepcionado, Nelson había perdido el norte, así que volvimos grupas hacia el sur. Ya en tierras de Aragón, localizamos un pueblo de más envergadura, población mixta y, sobre todo, sin un «putiferio» en muchos kilómetros a la redonda. Esta vez escogimos una casa en las afueras, que, aun pareciendo la mansión de «Psicosis», resultó bastante acogedora. Los dos primeros meses, hicimos buena hucha. Nelson agitaba la coctelera en la barra horizontal, Maca y Ninette hacían su numerito en la vertical, y Amanda y yo hacíamos las felaciones públicas… Perdón, las relaciones públicas.
Lo cierto es que todo salió a pedir de boca y, a los pocos días, el elenco masculino local estaba comiendo en nuestra mano. El cartero siempre llamaba dos veces a nuestra puerta. Una para entregar el correo y otra para tomarse un café y algún extra en la cocina. El médico, atendiendo a su celo profesional, nos chequeaba una vez por semana y no dejaba cavidad corporal por explorar. El alcalde electo vino a izar su gallardete y se fue con la bandera arriada. Hasta el cura párroco quiso hacernos comulgar y salió probando el pecado que vino a exorcizar.
Sin embargo… No estábamos solas, y lo descubrimos tarde. La noche de San Valentín, ante la mansión de Psicosis apareció una larga hilera de antorchas humeantes. En realidad eran linternas de camping, pero el espíritu de Norman Bates impregnaba nuestra psique. Poco a poco, iban llegando a nuestros oídos los gritos y los lemas entonados «¡Putones, largaros, venimos para echaros! ¡Maridos, puteros, pendones verbeneros! ¡¿Cornudas? Amén, y al cura que le den!» Naturalmente, no nos quedamos a esperar a aquella horda de amas de casa empuñando sus sartenes. Salimos por la trasera y luego por la tangente, hasta la comarcal, que ya nos daba hasta miedo circular por la nacional con la Camper celeste de Nelson.
Dicen que a la tercera va la vencida, y así debió de ser cuando, algunas semanas después de vagar de un lado a otro, conseguimos instalarnos en un barrio nuevo de un viejo pueblo. La población iba en aumento y tenían que habilitarse nuevas viviendas. Esta vez no podían echarnos, pues éramos las pioneras —el barrio no tendría «super», pero sí «puticlub»—y, por otro lado, llegarían hombres y mujeres, casados y solteros… pero de uno en uno o, a lo mucho, de dos en dos.
Durante dos años, el pueblo creció y el barrio se llenó. Nuestro pequeño Moule Rouge, con sus grandes letras rojas en la marquesina, se convirtió en un vecino más. Nuestra clientela era de lo más variada, tanto local como foránea, pero en ningún caso llegaban aquí por error ni contra su voluntad… o la de otros. Fueron dos años tranquilos, muy lejos de los oscuros días de Madrid, y el trabajo se convirtió en arte, porque se hacía con placer.
Se puede decir, de una forma poética, que aquella aventura terminó con la visita de la diosa Fortuna. Pero claro, nosotras, que somos más putas que poetas, no sólo la invitamos a pasar, sino que la metimos en nuestra cama. Y ese fue el epílogo, porque dicen que la que es puta, es puta, y lo es para toda la vida, y aunque podría discutirse mucho sobre la veracidad de tal afirmación, al cabo de aquellos años, teniendo todas las posibilidades y una vida por delante…
Ninette se casó con un señor de Murcia, creo, que le traía gardenias siempre que venía a verla. Él estaba encandilado con su acento parisino y su culito prieto de bailarina y ella, con sus millones… de cualidades y valores… negociables.
Maca, la venezolana, puso una frutería de productos tropicales. Muchos clientes echaron de menos sus encantos y se hicieron consumidores habituales de mangos y papayas sólo por el placer de verlos de cerca. Y me refiero a sus encantos. A ella, que nunca fue remilgada, le gustaba más que palpasen su fruta madura a hacer buena caja al final de la jornada.
Amanda se metió en política y obtuvo grandes logros precisamente sacando su pasado a la luz, abogando por una total transparencia y un «no» a la discriminación. Hasta que el poder la sedujo y, además de su cuerpo, tuvo que vender su alma, o lo que quedaba de ella.
Nelson, por su parte, intentó mantener el negocio a flote y contactó con mafias de la trata. Fue entonces, después de chapotear en el barro, cuando mejor llegó a conocerse a sí mismo. Liberó a las chicas y se compró un camión. Le puso mi nombre, Felicia, y lo pintó de azul, como el mar.
En cuanto a mí, siendo honesta, le había cogido gusto al oficio y, aunque estaba harta de la vida provinciana, no quería volver a Madrid, así que, una vez disuelta la compañía, me afilié al S.L.L., Sindicado de Lumis Liberadas, y marché para Barcelona, allí donde «la bossa sona»
No sabes cómo me he reído. El relato tiene unos golpes de lo más ingeniosos. Desde el nombre del puticlub, la Volkswagen azul celeste o el recibimiento en el primer pueblo. Por cierto, se nota tu amor al cine, como ya he observado en otros relatos tuyos. Éste está plagado de referencias a películas, desde "Moulin Rouge" a "Psicosis" pasando por "Caravana de mujeres" o "Ninette y un señor de Murcia". Vamos, que me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo, Isidoro
Pues te lo digo de verdad, Ana, no sabes lo que me alegro, porque hacer pasar un buen rato de lectura (si hay carcajadas, mejor) me parece de lo que mejor que puedo hacer con mis relatillos. Y premio para ti, que has acertado con todas las películas a las que, de forma más o menos directa, hacía referencia en la historia. No te has dejado ni una. Toda esta serie de nuestra amiga Felicia lleva incluidos ciertos guiños o aspectos que recuerdan u homenajean al mundo del cine.
EliminarMuchísimas gracias por tu fidelidad Ana. Me hace siempre mucha ilusión recibir tus comentarios. Un beso muy grande
Qué clase le da siempre a las cosas la presencia de una Volkswagen eh, tiene que ser un placer conducirla al menos una vez en la vida jeje. La verdad es que has podido introducir bien en este texto varias vivencias a lo largo del tiempo para esta particular tropa. Y como ha dicho Ana, el texto tiene bastantes apuntes graciosos e ingeniosos. Yo destacaría en especial el párrafo donde cada persona iba al club para desempeñar su oficio...y terminaba disfrutando de los platos "fuera de carta" en la coctelería jaja.
ResponderEliminarPor lo demás, cada final es acorde al camino que terminan escogiendo. Y bastante bien librado acaba Nelson tras liberar a las mujeres la verdad jaja.
P.D: Justo al final corrige ese "En cuando a mí". ¡Un abrazo!
A que sí... ¿Qué tendrá esa Volkswagen...?, je, je. Lo cierto es que es todo un icono. yo no me pude resistir a incluirla. Cuando me planteé el viajecito del grupo, no se me ocurrió mejor medio para ello. Lo difícil, como bien observas, era contar una aventura tan dilatada en el tiempo y el espacio en pocas líneas, pero bueno, me ayuda el hecho de que sea la propia Felicia quien lo cuente... Es que tiene mucha labia, y se las apaña muy bien. Y sí, lo cierto es que Nelson acaba bien para como podía haber sido. Porque además, si recuerdas él primer relato de la serie (si no lo recuerdas no me parece mal, pues hace bastante que lo publiqué), no acabarán ahí sus correrías.
EliminarBueno, muchas gracias por la corrección, compañero. Se agradece. Acabo de cambiarlo.
Y ya sabes, un placer y un honor tenerte por aquí, amigo J.C.
Fuerte abrazo
Formidable texto, Isidoro, en el que, subidos a ese volskwagen rojo, nos llevas por un recorrido más que pintoresco en ese ambiente provinciano que tan bien retratas. Me has recordado las películas de Almodovar, jaja. Muy cinematográfico y visual todo. El final consecuente con el tono y contenido. Unas risas siempre vienen bien. Placer leerte. Un beso.
ResponderEliminarUn gusto tenerte por aquí, Manoli. y más aún las palabras que me dedicas. Cinematográfico era el adjetivo que quería conseguir, tanto por los guiños a viejas películas como por ese ambiente a lo Almodóvar que has captado. A pesar de la Volkswagen y el aire parisino de nuestros amigos, me ha quedado "muy español", ¿verdad?
EliminarY ahí estamos: unas risas siempre vienen bien. Me encanta escribir este tipo de historias, y aunque tiene su dificultad ser ingenioso, creo que siempre se valora el intento, je, je
Muchísimas gracias. El placer es también mío al leer tus impresiones. Un beso grande
¡Vaya viajecito se da la tropa en tu relato! Ha sido muy divertido y la narración es muy desenfadada. Me he reído un montón con el nombre del local. He captado varios guiños a películas, aunque no tantos como Ana Madrigal Muñoz. Supongo que me falta culturilla cinematográfica, ja, ja, ja.
ResponderEliminarEn cualquier caso, enhorabuena por este relato. Siempre he pensado que es más difícil hacer reír que hacer llorar.
¡Un abrazote!
Sabes, aunque la amiga Felicia sea una prostituta, y a pesar de que, en algunos momentos, su historia y sus palabras han sido duras, también quiero darle una imagen más cordial y desenfadada, más mundana, dónde ella cuenta con simpatía aventuras de una vida que, como la de todo hijo de vecino, nada tiene de fácil. Y esa es la sal de la vida. vuestras palabras me dicen que voy por buen camino. Yo también creo que es más difícil hacer reír que llorar. Por eso yo, siempre que se me ocurre cómo, lo intento (hacer reír)
EliminarEn cuanto a la culturilla cinematográfica, no todos hemos visto las mismas películas. Está bien que lo digas, porque habla de tu sinceridad. y eso tiene mucho más valor que un super-comentario con multitud de referencias y citas (conste que no lo digo por Ana, persona a la que aprecio y admiro un montón)
Un fuerte abrazo, amiga
Me he reído mucho en las peripecias que les ha ocurrido. Un relato donde las películas entran en juego. Lo has bordado y queda sabor de más. Un abrazo Isidoro
ResponderEliminarMuchísimas gracias Mari Carmen. De verdad que me alegro haberte hecho pasar un buen rato. Tienes razón que él cine es un personaje más en el relato. También, de otra manera, lo era en el anterior. Me gusta acercarme a todo esto con humor y, si encima gusta, pues plenamente satisfecho. Ah y, si quieres más, no te preocupes, que Felicia volverá. no se cuando, pero volverá, je, je
EliminarUn fuerte abrazo, compañera
¡Qué bien! ¡Una historia de Isidoro!
EliminarInevitablemente se me vino a la cabeza la comedia de “Ninette y un señor de Murcia” al leer el nombre de la chica antes incluso de que hicieras la referencia (cosas de la dichosa memoria histórica jeje)
Hay una acertada mofa amigable con la que narradora trata las aventuras de Nelson y al mismo Nelson. Lo de “El mejillón colorao” traducido al francés y su parecido semántico con el Molino Rojo es casi esperpéntico. Todo aderezado con los clichés tan desfasados y los términos en gabacho para conseguir un ambiente cutre y desfasado. Una tragicómica aventura.
Hay para todos los del pueblo en esta parodia…el cartero, el doctor, el alcalde y hasta para el párroco, desde la boca desenfadada de la “cuentista” con su lema infalible y castizo la que es puta es puta y punto pelota, así que hizo bien en irse a donde la bolsa suena.
Pues nada Isidoro, que nos hemos echado unas risas con eta historia ligera y divertida, y eso se agradece compadre.
Un abrazote.
Acabo de darme cuenta que es una serie por ahora de 3 - "Mala fama"...bueno, ya los iré pillando :)
ResponderEliminarSi es que, hay nombres que ya van asociados a cierta obra, es inevitable, je. Sí, es una serie, pero, a diferencia de otras, los capítulos son independientes, se pueden leer sueltos sin problema, el único punto de unión son sus protagonistas.
EliminarEl esperpento, la sátira, la ironía, son elementos inseparables de esta obra, sin duda. Lo has definido muy bien. Realmente es una tragicomedia en toda su definición, y ese aspecto cutre, desfasado que comentas creo que se observa no sólo en este episodio, sino en los anteriores también. Quizás en el próximo (que ya lo tengo escrito) cambie un poco en ese sentido, pero bueno, me apetecía contarlo así y, ya sabes, licencias de autor, je, je. Próximamente lo veréis publicado.
Ah, y también por supuesto, desenfadada, cuentista y castiza. Todos elementos de la personalidad de Felicia que me alegro hayas puesto de relieve, muchas veces creo que entienden mejor a un personaje sus lectores que el mismo creador, ja, ja.
Me alegro que te haya gustado Isabel. No es un relato con pretensiones, como no sea la de divertir y crear un puntito para la reflexión
Hasta prontito, un abrazo grande
Una pena que se le hundiera el barquito, digo, el bar Quito al ecuatoriano; pero, por los vientos que soplan, no le fue tan mal.
ResponderEliminarJajaj, hay que ver qué "chic" de verdad suenan algunas cosas en otro idioma, siempre y cuando no nos resulte corriente o familiar ni prestemos atención a sus diversas connotaciones o metáforas...
¡Qué pintoresca esa Felicia! Francamente, se las trae. Me encantan su frescura y desenfado, y mira que sí tiene anécdotas por contar. De todas, me gustó más la experiencia del segundo tramo de la aventura coronada con las consignas de las amas de casa tan... ocurrentes y aguerridas. Demasiado bueno el relato, divertido y tan colorido como su título. ¡Abrazotes, Isidoro! ;)
Buena memoria, Fritzy... Lo cierto es que sí, pero Nelson es un tipo emprendedor, está claro. En cuanto a los juegos de palabras en otro idioma, lo cierto es que da mucho juego (valga la redundancia), je, je, y me venía al pelo para esta historia, ¿no te parece?
EliminarBueno, creo que, efectivamente, Felicia tiene anécdotas para rato... o por lo menos eso espero, que tiene que traerme los manuscritos de, al menos un par de capítulos más que ya le he pedido para esta serie. es que, sabes, es un poco trotamundos la chica. Veremos que tal le va en Barcelona... Las amas de casa está claro que son de armas tomar y es que, territoriales que somos los humanos, ja, ja
Me alegro que te haya gustado Fritzy. Un fuerte abrazo
Muy bueno, de verdad que sí :D Me las imagino totalmente como en la peli de Frankenstein cuando lo de la turba enfurecida con antorch... digoooo con linternas de camping. Una historia de lo más entretenida, Isidoro.
ResponderEliminarVoy a ver si contacto con el S.L.L, que me gustaría hacerles algunas pregutnas respecto a su -seguro estoy de ello- maravilloso convenido para el estatuto de sus trabajadoras XD
Muchas gracias Holden. No se me había ocurrido esa imagen, la de Frankenstein. Pero bien visto, tienes toda la razón, ja, ja. Fíjate que yo había pensado incluso en la de Shrek... En fin, qué cosas se le pasan a uno por la cabeza cuando escribe... En cuanto al sindicato, no sé, intuyo que se trata de una agrupación muy particular, je, je
EliminarDe nuevo muchas gracias por pasarte, compañero. Un abrazo
Oye, pues estaba convencido de que estabas homenajeando la peli xD
EliminarLa verdad es que incluí unas cuantas referencias, ja, ja y, bueno, entre Shrek y Frankenstein (dos monstruos incomprendidos) tampoco hay tanta diferencia, ¿no?, ja, ja
EliminarJjajajaja pero qué bueno está este texto, Isidoro, me he reido un montón con algunos golpes que has dado, has sido tremendo a la hora de narrar este relato jjajajaaj tan super divertido.
ResponderEliminarY sí que es verdad que el cartero siempre llama dos veces jajajajaaj.
Excelente, magistral este relato, chapó, Isidoro, es uno de los que más me ha gustado por su picardía.
Cada día me asombras más con tus relatos, te admiro escritor.
Un beso enorme.
Pues es el mejor premio para mí, María, que te hayas reído. Ah, y tienes razón, cuando en otros comentarios se hablaba de referencias a un montón de películas, se me olvidó que también estaba esa, "El cartero siempre llama dos veces" (por cierto, con escena icónica en el erotismo de la gran pantalla)
EliminarMuchísimas gracias por esa admiración y cariño, María. Espero no dejar de asombrarte o, al menos, de hacerte pasar un buen rato de lectura.
Un beso muy grande
Muy bueno Isidoro, lo has descrito tan bien que había momentos que casi las visualizaba a ellas y sus aventuras.
ResponderEliminarEs muy difícil escribir humor y te ha salido fantástico, mis felicitaciones por esa manera de contar, esas cosas no dichas, esas equivocaciones, muy bueno.
Un beso
Ya sabes que me gusta crear la imagen con lo que describo. Intento cuidar los detalles para que eso ocurra. Por ello, cuando me comentáis los lectores que la escena se visualiza a la perfección, me siento muy satisfecho con el esfuerzo. Y lo mismo da si es drama o terror que si es humor o erotismo, por supuesto. También, cuando de humor se trata, procuro jugar mucho con el ingenio, los enredos del lenguaje y demás. Está claro que no es solo la situación que escenificas la que tiene que hacer gracia, sino la forma de contarlo... Y en eso me ayuda mucho Felicia, con su desparpajo y descaro natural.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Conxita, me dan mucho ánimo para seguir escribiendo en el blog, de verdad que sí.
Un beso muy grande
Teniendo en cuenta la cantidad de guiños cinéfilos que has hecho en esta nueva aventura de Felicia ("Psicosis", "Caravana de mujeres",... "Ninette y un señor de Murcia"), me parece que no está de más el que te comente que el viaje de nuestros protagonistas a bordo de la Volkswagen de Nelson me ha recordado gratamente a "Priscilla, reina del desierto". El mismo humor y el mismo disfrute, amigo Isidoro.
ResponderEliminarBueno, se ha demostrado que Nelson es un pedazo de pan, y espero que tarde o temprano su camino se cruce de nuevo con el de Felicia.
Un abrazo, compañero.
Oye, pues no lo había pensado, pero tienes toda la razón del mundo. Vi la representación de la obra hace, creo, un par de años, y me reí un montón, aparte, por supuesto, de disfrutar con los estupendos e icónicos números musicales. Quizás quedara un poco en el subconsciente, je, je, ese viaje a través de tierras australianas en una caravana convertible. Si lo pienso, hay escenas que podrían asimilarse perfectamente.
EliminarEl camino de Nelson se cruza más de una vez con el de nuestra amiga y durante unos cuantos años (en el primer capítulo hay una muestra), pero eso es otra historia, ja, ja
Muchas gracias, Bruno, por tu fidelidad y siempre motivadores comentarios.
Un fuerte abrazo, amigo
Todo lo que duró la lectura de tu texto, duro mi sonrisa, a veces más que eso, bonito y pintoresco recorrido.un saludo
ResponderEliminarTodo lo que duró la lectura de tu texto, duro mi sonrisa, a veces más que eso, bonito y pintoresco recorrido.un saludo
ResponderEliminarHola Carmen, encantado de recibir tu visita
EliminarMe alegro mucho haberte hecho reír y sonreír más allá de la lectura de este relato. Es la mayor de las satisfacciones cuando escribes en este género. Y muchas gracias por incluir mi espacio entre tus lecturas, y más aún por dejarme tus impresiones.
Un saludo
Mira que es complicado hacer buen humor, Isidoro. Es un género que me resisto a cultivar por eso mismo, es fácil caer en lo típico o buscar la risa fácil con cosas demasiado evidentes. Por eso admiro mucho cuando se leen cosas como esta, con un humor ingenioso que sorprende al lector. Desde luego la historia te ha quedado genial, con esa ambientación de la España sesentera, la wolkswagen azul, los clubs de carretera y la España profunda. Hasta los nombres de las chicas están escogidos con gracia, Ninette y su señor de Murcia, Amanda que supongo que amando es una fiera, o Felicia que debe hacer muy felices a unos cuantos. Humor del bueno, trabajado y sin tender a lo fácil. Enhorabuena paisano.
ResponderEliminarTe agradezco esos elogios, amigo Jorge. Yo, la verdad, cuando escribo no comienzo planteándome el género que voy a utilizar. Se me ocurre una historia que contar, pienso en cómo poder desarrollarla y, bueno, el género sale solo. ¿Me entiendes, no? En este caso, la serie salió, como siempre, de ese primer capítulo de corte tragi-cómico y con buenas dosis de crítica social. Por otro lado, hay ciertas cosas que, desde siempre, a los españolitos nos han hecho mucha gracia, como el sexo, la política y las desgracias ajenas. Eso es algo a lo que yo también recurro, y además lo ambiento precisamente en una España retro, desfasada (no se menciona la época porque pretende ser un poco imprecisa, en cualquier lugar entre los setenta y la actualidad, je, je)
EliminarMe alegro que te haya gustado, como tú dices, el humor es algo difícil y, la verdad, voy con pies de plomo. Y dices tú que no te atreves mucho con el humor, y debe ser cierto, pues tan sólo tienes un relato con esa etiqueta en tu blog, "Elige un arma", pero que resulta ser, en mi opinión, un magnífico relato en este género. Creo a ti no se te resiste ningún registro, no hay más que verlo (no te lo tomes como un elogio recíproco, no hay más que ver la parte derecha de tu blog)
Un fuerte abrazo, paisano
Tanto has crecido desde el dia en que nuestras letras se encontraron de casualidad.
ResponderEliminarme hace feliz verte asi como estas ahora.
me cuesta llegar a tus sonidos en google.
Soy fiaca me gusta el blog simple
que te lleva solo a un escritor
felicitaciones querido amigo
¿Tú crees?... Pues muchas gracias Mucha. La verdad es que he tratado de no cambiar mucho y seguir fiel a mi objetivo, cómo tú muy bien dices, escribir y compartir mis relatos, simplemente. Tampoco soy muy hábil con las redes sociales ni dado a hablar de temas personales, así que... en mi blog sólo hay eso: cuentos y más cuentos, a palo seco.
EliminarTe agradezco mucho esas palabras, un gran aliento para mí, te lo aseguro.
Y enormes gracias también por tu fidelidad durante todo este tiempo. Espero que siga siendo mucho más. Un fuerte abrazo amiga
gracias por todo lo que das Sos una persona fuera de serie
ResponderEliminarCreo que lo ves con los ojos del cariño y te lo agradezco un montón, aunque yo no me considere un fuera de serie, je. Un beso muy grande amiga
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