lunes, 7 de diciembre de 2015

Confidencias II


Desde tiempos inmemoriales, las crónicas del reino venían hablando de seres monstruosos, que aparecían especialmente en épocas de carestía, cubiertos de escamas por todo su cuerpo, con inmensas alas de murciélago que los desplazaban por el cielo mientras escupían su fuego asolando tierras y aldeas. Sin embargo, bien es cierto que nadie vivo presenció jamás uno de esos ataques ni se tuvo noticia de su aparición en región alguna.

Hasta el día de mi nacimiento.

Aquella brumosa noche de octubre todo el mundo vio la inconfundible silueta recortándose contra la luna, sobrevolando la cima de la Montaña Negra. Todo el mundo escuchó el terrible bramido que sacudió los montes y heló la sangre en las venas. Aquella noche también nació el augurio que unió mi destino al de la temible bestia y cuyo vaticinio era que, con la misma luna, veinticinco años después, daría con mi espada fin a su leyenda.

 
A lo largo de mi juventud me había acostumbrado, al igual que el resto de los habitantes del reino, a la esporádica presencia del dragón que, como si de una infernal ave de rapiña se tratase, mataba cabras y vacas, quemaba cosechas o aterrorizaba a los aldeanos, de modo que vivir con ese temor era algo que había pasado a formar parte de nuestra cotidianeidad. Por eso, el día que me dispuse a contraer matrimonio con la dama que, desde hacía ya tiempo hechizaba mi corazón, no caí en la cuenta de que falta tan sólo una luna para las trescientas predichas por el augur.

Por esa misma razón tampoco podía imaginar lo que iba a ocurrir el día que debería haber sido el más feliz de mi vida, cuando la bestia maldita, con gran estrépito y llamaradas, irrumpió en el castillo sembrando el caos. Nada pudimos hacer más que escondernos tras los gruesos muros y esperar a que su furia remitiese y se fuera por donde había venido. Pero fue entonces cuando descubrimos su verdadero objetivo, pues un enorme hueco, abierto con su cola en el lienzo de la torre, le había permitido llevarse a mi amada.


Aquella fue la última provocación, el comienzo de la guerra sin cuartel. De todo el reino fueron llamados los más aguerridos soldados, caballerizas y armería fueron puestas sobre aviso y, en menos de una semana habíamos reunido el mejor grupo armado que se podía conseguir. Sin más dilación, nos pusimos en marcha siguiendo las huellas que el paso del monstruo había dejado en los terrenos pantanosos que rodeaban nuestras tierras.

Sabíamos que la empresa no iba a ser nada fácil. Durante los cinco días que duró la travesía, las miasmas de los pantanos se cobraron varias víctimas entre los nuestros y, cuando llegamos a las estribaciones de la Montaña Negra, la sombra del desánimo, el desaliento y la duda pesaban mucho más que nuestras propias armaduras. 

Sin embargo, sería el ascenso lo más duro. La infernal criatura no sólo contaba con sus propios y poderosos recursos sino que además había creado, de alguna forma inexplicable para nuestro entendimiento, un complejo sistema de trampas y pruebas alrededor de su ya por naturaleza inexpugnable refugio. Durante un año entero todos los caballeros pusieron su empeño en superar aquel mortal laberinto, pero de nada sirvió tanto arrojo y perseverancia, pues uno a uno fueron cayendo, a pesar de las grandes promesas que mi padre hizo a quien lograse el objetivo.

No era yo, tan sólo adiestrado en justas y torneos, sin el acicate añadido por más de las gloriosas prebendas, el que mejor podía sobrevivir, pero quizás por la fuerza que me daba el profundo amor a mi dueña o por el capricho de un destino que, lejos de mi voluntad, ya estaba marcado, había llegado hasta allí, para enfrentarme solo a la bestia

Cien veces me acerqué a la muerte sin tocarla, hasta que llegué a conocer palmo a palmo aquella maldita montaña, cada una de las trampas y su paso franco, todas las pruebas y la forma de superarlas. Hasta que al fin, cuando ya mi armadura no era otra cosa que una escoria herrumbrosa y mis huesos bailaban en su interior, desposeídos de la carne que otrora daba lustre a un cuerpo envidiable, hallé la forma de superar el último obstáculo y presentar mi espada ante las fauces del dragón.

La lucha comenzó en notoria desigualdad, pero a medida que se desarrollaba, como si aquella extraña magia que me asistía no quisiera abandonarme en el último lance, las fuerzas de la bestia iban mermando, mientras que las mías recuperaban el terreno perdido y lograban, cuando la criatura se disponía a lanzar un último y desesperado ataque, asestar un mandoble mortal.

Entonces ocurrió algo inexplicable y que no pude por menos que atribuir al hechizo protector. Un coro de luces rojas y amarillas comenzó a girar vertiginosamente a mi alrededor mientras el cuerpo del dragón se desvanecía ante mi vista, para terminar en un estallido de miles de haces luminosos. Las fuerzas me abandonaron por completo, como si aquella hubiese sido la señal para que la magia también desapareciese, y mi cuerpo se desmadejó en el suelo de piedra. Sentía un intenso dolor en la mano derecha.

La oscuridad se adueñó de mi mente y lo último que vi, al resplandor de los postreros destellos, fue el rostro decrépito y suplicante de mi amada acurrucada en un rincón de la cueva. Después, el mundo desapareció.



Cuando desperté me hallaba en un lugar extraño, excesivamente iluminado. Estaba tumbado, cubierto por un tejido azul y rodeado de curiosos artilugios, luces, cables conectados a mi cuerpo y a unas botellas. A mi lado, un hombre y una mujer de aspecto no menos estrambótico, me acariciaban el antebrazo sonriendo mientras hablaban entre ellos.

Tuvieron que pasar varias semanas hasta que por fin comprendí todo.

Según me contaron, pasaba prácticamente las veinticuatro horas del día pegado a la pantalla de mi ordenador, completamente obsesionado con cierto videojuego de rol MMO de caballeros y dragones. Había descuidado mi higiene, estudios, vida social y a mi familia hasta puntos extremos. Mi cuarto era un cuchitril repleto de ropa extendida, novelas gráficas, restos de comida, vasos de cartón. Había dejado de ir a clase, no tenía amigos ni más relaciones que las que mantenía virtualmente con mis compañeros de juego. Había perdido mucho peso, se me caía el pelo, mi piel era blanquecina y mis ojos hundidos. Padecía de anemia y avitaminosis. Psicólogos y terapeutas barajaban una profunda depresión, trastornos de conducta, adicción a las nuevas tecnologías o incluso una incipiente anorexia.

Pero todo se precipitó el día de mi cumpleaños. Esa noche de octubre llevaba más de de doce horas frente a la pantalla, a punto de completar el juego, cuando un dolor intenso en los tendones de la mano derecha me hizo soltar el ratón. Quise levantarme de la silla pero entonces, una niebla oscura amortajó mi cerebro. Trastabillé, caí y lo siguiente que recuerdo es la cama del hospital. Según dijeron, una hipoglucemia, causada por exceso de horas sin ingerir alimento alguno, había desembocado en la pérdida de conocimiento.

Ahora, dos años después, mientras releo el Quijote a la sombra de un tilo, en los jardines del centro terapéutico, observo mi nueva vida, recuerdo mi pasado, y sé que el augur tenía razón: aquél era el último dragón… y yo el último caballero.
 
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26 comentarios:

  1. Bueno, amigo Isidoro... ¿Qué decirte?
    La primera parte de tu relato es magnífica, una obra de caballería a medio camino entre "La espada en la piedra" de T. H. White y "El Hobbit" de Tolkien (¿añadimos "Dragones & Mazmorras" también?). Respecto a la segunda, es una clara advertencia a los peligros de la nuevas tecnologías, ya se llamen Facebook, Twitter o este juego online que aliena a nuestro protagonista (si quieres, en el sanatorio Nuestra Señora del Espigón de mi relato "Una extraña libertad" tengo un hueco libre para él, je, je, je).
    En fin, como siempre magnífico, aunque me preocupa que use el Quijote durante su recuperación. ¿Leería Alonso Quijano un libro sobre alguien que no sabe distinguir la realidad de la ficción para recuperarse de sus locas aventuras caballerescas? Y éste, ¿leería otro libro similar?...
    Un saludo cariñoso como siempre.

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    1. Aprecio mucho tus comentarios compañero y te agradezco enormemente tus elogiosas palabras. Efectivamente, trataba de montar un gran relato de fantasía épica para luego dar el impactante golpe final llamando la atención sobre ese peligro que se cierne sobre nosotros sin que todavía lo hayamos asimilado demasiado... En fin, te diré que tienes mucha razón en tu última apreciación. Yo también estoy preocupado por eso mismo, y soy bastante escéptico acerca de su total curación. Sobre todo teniendo en cuenta su última frase...
      Me voy a leer tu última entrada amigo, que veo que nos traes de nuevo al bueno de Diego Leal.
      Por cierto, hace tiempo me leí tu relato "Una extraña libertad", una magnífica historia que merece más de una relectura. Como puedes ver, también a mí me apasiona el juego de las realidades paralelas ¿Crees que en Nuestra Señora del Espigón tendrán especialistas en adolescentes alienados por los videojuegos? Si hay un hueco me avisas, y te mando a éste
      Un abrazo

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  2. Confieso que el relato me desconcertó al principio, un cuento bien escrito pero narrando una historia ya contada muchas veces, cosa impropia de ti que sueles ser original en tus relatos... algo más tenía que esconder y avancé en la lectura preguntándome qué era, pero sin conseguir adivinarlo. Y cómo no, nos sorprendes finalmente con ese giro que devuelve el relato a una oscura realidad de modernas adicciones cibernéticas. Muy acertado y bien construído ese quiebro inesperado con que sorprendes al lector, que pone el colofón a un gran relato con cierta moraleja incluída. Un saludo Isidoro.

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    1. Soy consciente de que, en la primera parte, el relato iba a parecer precisamente eso, una historia de caballeros y dragones. Mi idea era que, llegados a ese punto, estuviésemos tan inmersos en la aventura del héroe que la realidad fuese como un bofetón, más duro incluso que la propia fantasía. Me alegro que hayas continuado hasta el final Jorge y agradezco enormemente tus palabras. Ya sabes que para mí es un honor tenerte como asiduo lector
      Un abrazo compañero

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  3. Has vuelto a atraparme. Primero pensaba que no era la continuación de la historia del dragón, después sí, vista desde el punto de vista del caballero. Me he quedado enganchada esperando lo que iba a suceder en esa lucha entre ambos. Y, como por arte de magia, finalizas con ese giro que da sentido a todo. Aparte del tirón de orejas a los adictos a los videojuegos, claro. Genial y original. =)
    Un besote. =)

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    1. Pues cuanto me alegro de haberte atrapado. Cómo muy bien has pensado, en esta segunda parte había decidido cambiar el punto de vista y volver sobre la misma historia pero desde la narrativa del caballero. Me faltaba el giro final, y la idea me la dio precisamente la carátula de un videojuego. Cuando comencé a investigar sobre este tipo de entretenimientos MMO (Masive Multiplayer Online) me quedé pasmado. No podía creer que las grandes multinacionales hiciesen precisamente su agosto a base de tener a cada vez más y más jóvenes enganchados al ordenador, sin ningún tipo de escrúpulo... Creo que algo ha cambiado desde los libros de caballerías que leía nuestro Quijote.
      En fin, muchas gracias por tu tiempo Soledad, es un placer y un honor tenerte por aquí
      Besos

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  4. Tu relato nos debería llamar a la reflexión. Se habla mucho de la adicción a los videojuegos pero se hace muy poco para remediarla.A propósito en paicología hay un síndrome de Ulises, uno de Diógenes, uno de Medea... Debería haber un Síndrome del Quijote para los adictos a los videojuegos que pierden el contacto con la realidad. En fin, que me ha gustado mucho.
    Un abrazo

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    1. Pues mira, esto de los MMO, lo que llaman los juegos "multijugador masivos online", son la panacea virtual para los iniciados, claro está. Un verdadero mundo virtual donde cada cual se crea un avatar e interactúa con todos los que quieran entrar como tú (de ahí lo de masivo). Son gratis (lo único que se necesita es un ordenador y conexión a internet) y fáciles de jugar. Sin embargo, como todo en este mundo nuevo en el que nos ha tocado vivir, tiene su parte negativa, y es la adicción que generan(enorme) Estos juegos buscan crear vínculos entre sus jugadores y de ellos con el juego cada vez más estrechos (he leído que hay hasta matrimonios virtuales)... En definitiva, no interesa llamar la atención sobre el posible peligro de su adicción, sino precisamente fomentarla. Creo que es un peligro importante del que sólo hemos visto la punta del iceberg, pero bueno tampoco es cuestión de enrollarme aquí sobre este tema, me conformo, como muy bien dices tú, con que mi relato sirva para reflexionar un poco sobre ello
      Muchas gracias por tus lecturas Ana, como siempre un gusto leer tus palabras
      Besos

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  5. Por fin !!!!!!!!!!!!!!!!!pude entrar en tu blog!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Google me lo hace difícil ya que tus maravillosas palabras se confunden con otros blogs hasta que llegué aquí y tuve el placer de leerte
    Como siempre escritor
    Es mi deleite
    enredarme en tus palabras y ponerme a reflexionar con mi mente
    Lo mejor para vos en este mes querido compañero

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    1. Hola MuCha
      No entiendo muy bien lo que me cuentas de Google (soy un poco memo en la materia), pero me alegro de que hayas podido solventar el problema y pueda tener tus palabras de compañía en mi blog, pues es todo un honor y un placer
      Besos amiga

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  6. Hacía tiempo que no soñaba con dragones.
    Gracias por regalarnos las palabras con las que construimos sueños.

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    1. Gracias a ti por construir esos sueños. Como en mi relato, ni dragón sin caballero, ni caballero sin dragón hacen leyenda y es el lector quien hace posibles los sueños del escritor
      Abrazos

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  7. Me encantó el texto. No recordaba haber leído "Confidencias I" en NSE y tuve que refrescarme la memoria; sin embargo, disfruté también saber de la historia desde la perspectiva del caballero, rol que me gusta más que el del maniático obseso de los videojuegos. El choque con la realidad me desencajó de forma similar a como lo hiciera con el personaje principal, quien creo habría estado maravillado de permanecer por mayor tiempo en su mundo ficticio o tal vez es solo mi deseo de que la parte épica del relato se extendiera antes de conocer su tan inesperado final. Por lo demás, el texto me ha resultado fantástico y muy entretenido. ¡Un abrazote, Isidoro!! ;)

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    1. No va nada desencaminada Fritzy (véase la última frase del narrador)¿Qué es realidad y qué es fantasía? Muchos ni siquiera son conscientes de que haya alguna diferencia entre ambos mundos, y otros todavía estamos intentando discernir cual es cual, je, je
      Un gran placer leer sus comentarios amiga
      Un abrazo

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  8. Isidoro creo que has conseguido lo que te proponías, a pesar de que el género fantástico no me gusta especialmente, habías conseguido meterme en ese territorio y de repente resulta que estoy ante un adicto a las nuevas tecnologías y entonces me ha dado mucho más miedo. Todos dependemos tanto de la tecnología, de internet...que es fácil pensar que hay personas que ya no distinguen qué mundo es el real y cuál el irreal y que al final requieren una desintoxicación en toda regla, como adictos que son.

    Muy entretenido y una fantasía desbordante. Felicidades.

    Un saludo

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    1. Si eso es lo que has sentido, efectivamente he conseguido lo que me proponía. Y me da mucha satisfacción, porque no lo tenía tan claro. Se trataba de crear la misma sensación que podía tener el protagonista inmerso en su mundo virtual. Es esta una adicción que quizás los que somos mayores nos cuesta ver como tal, en lugar de como una obsesión propia de una edad y que se pasa con el tiempo, pero lo cierto es que está haciendo mucho daño y no sólo entre los jóvenes
      Muchísimas gracias por tus palabras Conxita, un placer tenerte por aquí
      Un saludo

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  9. Buenas tardes, Isidoro, continúo "tracutiando" en tu blog y me encuentro con esta entrada. La verdad empecé un poco desencantada pues veía un tema "de moda"; pero superado ese primer momento, el asunto dio un giro mucho más interesante y apareció el de la adicción ¿a los videojuegos? parece. Es allí donde encuentro válido que el personaje esté leyendo El Quijote pues de alguna forma, Cervantes, con esta novela finaliza una forma de ficción e inicia otra. Desde ese ángulo encuentro Muy interesante tu propuesta. Seguiré buscando en tu blog seguro encontraré sorpresas. Cariños

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    1. Agradezco mucho tus comentarios María. Tienes razón, se trata de un tema muy de moda, sobre todo en los jóvenes (bueno y no tan jóvenes), je, je. Bromas aparte, como ya he comentado, es un tema bastante serio que está dando muchos problemas de adicción real. La referencia al Quijote deja claro que, a mi modo de ver, Cervantes ponía sobre la mesa (entre otras muchas cosas) un tema que ha cambiado de forma, pero no de esencia.
      Un abrazo

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  10. Saludos Isidoro, sigo con mi épica labor (por ir acorde al espíritu de la primera parte del relato) de cabalgar por las llanuras de tus relatos. Sí que me di cuenta pronto de que se trataba de la historia de las otras confidencias, aunque desde la perspectiva humana.

    Pero, como he leído que les ha pasado a todas las demás personas, el final no me lo esperaba, así que enhorabuena, has logrado uno de tus propósitos. Y también he pensado en esas personas que están tan enganchadas a estos juegos, que se olvidan de que la vida real está fuera de ellos y no al revés. Así que otro propósito que lograste al hacerme reflexionar sobre ello. De hecho, y sin ánimo de auto-promoción, uno de mis relatos, "Lo que tú más deseas", contiene una crítica que hago a las tecnologías y la pérdida de voluntad de las personas.

    Como siempre, un placer leerte compañero. ¡Un abrazo desde Granada!

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    1. Pues como siempre, el placer es mío y un honor también, el que dediques tu tiempo (que nunca sobra) a leerte mis textos. Te lo agradezco sinceramente Jose Carlos. Efectivamente, con este giro tan radical quería darle una perspectiva humana al relato y, de paso, impactante. En breve me voy a pasar a leer el relato que sugieres y te comento. Además, también tengo pendiente leer tu última entrada (no te creas que se me olvida, pero ya lo sabes... de gran parte de nuestro tiempo, no somos dueños)
      Un fuerte abrazo compañero de letras

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  11. Un relato que creía que esta vez era de dragones y caballeros. Estaba a la expectativa que le daría un giro. Y me he encontrado con esa realidad de adicción virtual. Y te creo que la hay. Hace mas de un año que yo misma me enganche a unos juegos a través de una amiga que me invitaba. Yo lo evitaba, pero un dia me llamó por telefono para que entrara y le diera vidas. Pues entré y la saqué del apuro. Pero una vez comienzo a jugar es dificil dejarlo. Hoy mismo me la llamado para que le ayuda a salir de un apuro de nuevo y le dije ya no juego , Me hizo perder mucho tiempo que es mas valioso escribiendo y leyendo. Un abrazo

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    1. Efectivamente Mamen, en esta parte le di un giro radical a la historia, aunque la base es la misma: una realidad sustitutiva que acaba absorbiendo a la ¿real?. Quizás a quién no conozca de cerca el problema, pueda parecerle exagerada la situación que se plantea en relación a la adición a estas nuevas tecnologías, pero tú que has tenido la experiencia que cuentas, estarás conmigo que, de exagerada tiene poco. No de cerca, pero he documentado casos mucho peores. Creo que es algo nuevo para todos nosotros y precisamente por eso todavía no hemos creado armas contra ello, como contra el tabaco o el alcohol. Vaya esta saga como aviso al peligro. En Confidencias 3, que acabo de publicar, mantengo esta línea, quizás en una actitud más dura. A ver si te gusta
      Muchos besos

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  12. Bueno, por fin, y venciendo mi pereza -lo reconozco- leí las partes I y II de Confidencias. Ya que había leído la 3ª parte debía y quería leer éstas también, para comprenderlo todo. Además, reconozco que el comentario de Eme de que la habías hecho soñar con dragones me empujó fuertemente a leer estas dos partes. La primera parte está bien, pero creo que la segunda es la más fuerte y contundente. El final es sorprendente y rompedor, choca con el lector totalmente, pues es cuando presentas la realidad de ese juego online y de ese jugador absolutamente enganchado y que descuida su vida real lejos del ordenador. No tenía ni idea de esto de los MMO, porque yo no juego a absolutamente nada. Qué fuerte, lo tuyo es toda una advertencia y una reflexión sobre los peligros del ordenador y de esa dimensión digital en la que podemos literalmente sumergirnos. Toda una adicción que sufre mucha gente y mucha juventud, y un signo de los tiempos y de que es muy fácil aislarse de esta manera. En otro orden de cosas, fenómenos así me hacen siempre pensar en el fenómeno de los hikikomori en el Japón, seguramente habrás oído hablar: Jóvenes que se encierran en su habitación y son incapaces de salir de ella, de salir a la calle y hacer vida normal. No pueden enfrentarse al mundo y la realidad, se convierte en una patología. Por supuesto, nuevas tecnologías, ordenador e internet juegan ahí un papel central. Bueno, me paso horas ante el ordenador, así que también me lo tomaré como una advertencia, jajaja...Ahora he releído la tercera parte, y claro, creo que lo entiendo todo: Creo que es el punto de vista de la princesa, es decir, de la chica o niña que asumía ese rol en el juego online. Así has cerrado el círculo, haciendo que cada parte del relato sea narrada desde un punto de vista: El dragón, el caballero y la princesa. Por eso cuando el chico, el príncipe, acaba en el hospital, se produce la desconexión y desaparición de su avatar en internet. Bueno, si se me escapa algo, seguro que sí, me lo recuerdas. Saludos.

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    1. Muchas gracias, amigo, por tomarte el interés de leerte el ciclo completo. No es de extrañar que veas la diferencia entre el primero y los otros dos relatos, pues entre ellos median varios años. El primero tan sólo era un experimento que jugaba con el cambio de rol del personaje a lo largo de la narración. Sin embargo, cuando se me ocurrió escribir sobre el tema de los MMO, no sé muy bien por qué, pero pensé en retomar ese primer “Confidencias” (creo que se trataba de seguir con el juego de cambio de rol) Has hecho un análisis completo y totalmente acertado de la trilogía. Que yo sepa, no se te ha escapado nada. De hecho, me has aportado información valiosa. Este es un tema que me interesa de forma personal pues conozco casos reales. Como muy bien dices, realmente se desarrolla una patología, en este caso difícil de detectar, puesto que los que la sufren se aíslan totalmente, y no acuden a terapias ni consultas ni nada por estilo. Nadie, salvo su familia, sabe que existen. Aquí se habla de fobia social, adicción a las nuevas tecnologías, trastornos de personalidad esquizoide, etc., pero la verdad, no había oído hablar de los hikikomori (y me da rabia, pues había leído mucho precisamente sobre la cultura manga y japonesa en general) Tu mención me ha empujado a curiosear en internet y tengo que decirte que me ha sido de gran ayuda para ampliar la información que tenía sobre esto. Te quedo eternamente agradecido. Y bueno, todos pasamos muchas horas frente al ordenador, la Tablet, el móvil… pero, para llegar a estos extremos, afortunadamente, tienen que darse algunos otros condicionantes que son los que van a determinar la patología, como esa fobia a relacionarse con personas reales de la que hablamos. En todo caso, sí que creo que hay que advertir de estos riesgos a los más jóvenes… En Japón ya hablan de una “generación perdida”
      Un fuerte abrazo

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    2. Gracias por las valoraciones que haces, y por otro lado me alegro si te he aportado nuevas informaciones que desconocías. Para situarnos en contexto, primero te diré, y no para fardar de nada, sino porque es la pura verdad, que estudié japonés durante 7 años en la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona, o sea, que acabé el ciclo y saqué el título correspondiente. Ni que decir tiene que es un idioma fascinante y a la vez dificilísimo, pero si uno se aplica la satisfacción es brutal. Y creo que fue nuestra profesora de japonés de los cursos más bajos la que nos habló por primera vez de los hikikomori, un fenómeno bastante extendido y a la vez algo desconocido. De hecho vendría a ser una palabra compuesta de dos verbos, hiku y komoru. Yo creo que ese fenómeno no debe ser totalmente equivalente o restringido al tema de estar enganchado por horas y horas a un ordenador, dispositivo, juego o cualquier aparato con conexión que te permita por ejemplo también jugar online. Aunque en una sociedad tan tecnificada como la japonesa se me haría muy difícil imaginar jóvenes hikikomori que no tengan portátil o ningún dispositivo en esa habitación de la que prácticamente no salen. Ahora bien, ni he investigado ni estoy ducho en el tema, podrían existir hikikomoris sin ordenador en sus habitaciones, pero se me hace difícil imaginarlo. No sé si me explico. La relación entre esa patología de aislamiento y reclusión y el estar enganchado a la red, juegos o lo que sea es estrechísima, pero no sé hasta qué punto es una equivalencia pura y dura. Psicólogos de allí lo habrán estudiado, seguro. Y después de las explicaciones de la profesora, a lo largo de los años sí que he visto pequeños reportajes del tema en la televisión catalana. Un tema fascinante. Aquí ya tenemos lo de la nomofobia, es distinto pero ya es dependencia del móvil total. Saludos.

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    3. Pues sí, me resulta muy interesante todo lo que me cuentas. Se nota que eres una persona de amplia cultura. En mi opinión, alguien que ha dedicado siete años a estudiar japonés, o tiene un interés muy concreto por este idioma o unas inquietudes intelectuales fuera de lo común. O ambas cosas. Por lo que he leído después de tu comentario, en Japón, el hikikomori es un fenómeno tan extendido que hasta protagoniza una serie de cómic… Aunque bueno, allí la cultura del cómic no tiene nada que ver con la nuestra. Entiendo tu duda sobre la relación directa del síndrome con los ordenadores, pero aparte de eso, he podido comprobar que determinadas empresas creadoras de videojuegos online, fomentan de forma alarmante la adición de los usuarios (por ejemplo, premian la fidelidad de aquellos usuarios que sean capaces de estar el mayor número posible de horas “presionando un botón” en intervalos cortos de tiempo) No sabemos si los hikikomori se encierran en su habitación independientemente de si tienen ordenador o no, pero lo que está claro es que las nuevas tecnologías, internet y los videojuegos online, han convertido el fenómeno en algo preocupante. El quién fue el primero, si la gallina o el huevo, ya da igual.
      Un placer intercambiar comentarios compañero

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