La senda practicada en la pared rocosa dejaba a su izquierda el abismo, que se abría al gran valle del Tumbes. Wayra Cusi, del cuerpo de mensajeros del Tahuantinsuyo, corría por el angosto camino como si le fuera la vida en ello.
«¡Corre como el viento, que ni el cóndor te alcance!»
Siempre que, desde el Machu Picchu, Wayra Cusi contemplaba la majestuosidad del ave planeando sobre el Valle Sagrado, recordaba aquellas palabras de su padre. Entonces, extendía los brazos en cruz y, con un intenso escalofrío de placer recorriendo su cuerpo, se lanzaba corriendo ladera abajo, volando literalmente sobre los riscos, sintiendo por momentos que, como el cóndor, era dueño del aire, de las selvas y las montañas.
Desde muy pequeño le gustaba correr, saltar, brincar, subirse a la rama más alta de los viejos alerces, lanzarse en picado en las pozas profundas, sentir la hierba de los llanos en sus pies desnudos. Tanto es así que hizo del correr su modo de vida.
A los quince años ya era el chasqui más rápido del imperio.
Que orgulloso se sentiría su padre si pudiese verle en ese momento, llevando a cabo la misión más importante de su vida.
Atahualpa Inca estaba a punto de obtener la victoria en aquella lucha fratricida que asolaba el imperio cuando recibió el inquietante oráculo de la huaca Catequil. Mantuvo en secreto su contenido pero envió a sus chasquis más veloces hacia la costa. El correo que salió de Cajamarca y que tendría que entregar el quipu al primer relevo, también recibió la orden de transmitir lo vital de aquel mensaje para el futuro del Tahuantinsuyo.
Wayra Cusi recibió el testigo en tu tampo y, con él a buen recaudo, ascendió escaleras talladas en la piedra, cruzó puentes suspendidos en el vacío y recorrió senderos abiertos en la espesura más, cuando llegó a la siguiente posta, no halló centinela ni chasqui de relevo. Desconcertado, esperó, buscó en vano por los alrededores y, al fin, tomó la única decisión que cabía tomar.
«¡Corre como el viento, que ni el cóndor te alcance!»
El chasqui más rápido del imperio abandonó la calzada de piedra y, extendiendo los brazos en cruz, se lanzó corriendo ladera abajo, volando hacia su destino por encima de las rocas, de los ríos, de los bosques y los llanos, escuchando tan sólo la voz de su padre en lo más profundo del corazón.
Corrió durante dos días y sus dos noches, parando sólo para descansar y beber un poco de agua. No encontró relevo en ninguno de los tampos del camino. Quizás sus ocupantes huyeron o fueron muertos por gentes leales al Inca Huáscar, pero ello no hacía otra cosa que confirmar lo que ya sabía. Tan sólo de él dependía el destino de aquel mensaje y, tal vez, del imperio.
Cuando el agotamiento estaba a punto de vencer su resistencia, divisó el mar desde Cerro Blanco y lo poco que quedaba de la ciudad de Tumbes, duramente castigada en la última batalla.
Tambaleándose, salió de la espesura y, en ese momento, un estampido como nunca había escuchado retumbó a su espalda.
Un intenso dolor le atravesó, proyectándole virtualmente hacia delante. Cayó de bruces en las piedras, hiriéndose el rostro. No podía moverse. Sintió como si un peso enorme hubiese caído encima de él, impidiéndole la respiración.
Cuando consiguió girarse, se dio cuenta de que tenía la ropa empapada en sangre. La opresión en el pecho le estaba asfixiando y la intensa luz del mediodía se estaba oscureciendo a su alrededor.
Antes de desvanecerse tuvo una extraña visión.
Unos animales enormes, más grandes y gallardos que las llamas, de lustrosa piel y decorados con aparejos, emitían extraños bufidos ante él y, sobre ellos, otros seres aún más extraños, con el rostro cubierto de pelo y brillantes corazas, que sostenían bastones humeantes.
Wayra no sabía lo que había pasado, pero sentía cómo la muerte se apoderaba de él. Y en esa agonía, estaba viendo a los mismos descendientes de Viracocha ante su rostro.
Atahualpa Inca había confiado a sus mensajeros el oráculo de Catequil: ellos vendrían por mar, con su tez blanca y sus grandes barbas, para dar fin a la guerra entre hermanos, poniendo paz en todo el imperio, desde Quito hasta el Cusco. El quipu que Wayra guardaba, contenía el mensaje que los chasquis tenían que llevar hasta Tumbes, por donde llegarían los hijos de Viracocha. El último mensajero habría de entregarlo, poniéndose a su servicio y mostrándoles el camino hacia el Inca.
Todo se estaba oscureciendo, pero no importaba. Ellos estaban allí, eran dioses y comprenderían el quipu. Ahora podía descansar.
—¿Por qué diantres le has disparado, Salcedo?
—No sé, me asusté, salió corriendo de entre los árboles… ¡Carajo, sólo es un indio!
—Lo que no entiendo es por qué ha muerto con esa estúpida sonrisa en la cara, el condenado.
«¡Corre como el viento, que ni el cóndor te alcance!»
Siempre que, desde el Machu Picchu, Wayra Cusi contemplaba la majestuosidad del ave planeando sobre el Valle Sagrado, recordaba aquellas palabras de su padre. Entonces, extendía los brazos en cruz y, con un intenso escalofrío de placer recorriendo su cuerpo, se lanzaba corriendo ladera abajo, volando literalmente sobre los riscos, sintiendo por momentos que, como el cóndor, era dueño del aire, de las selvas y las montañas.
Desde muy pequeño le gustaba correr, saltar, brincar, subirse a la rama más alta de los viejos alerces, lanzarse en picado en las pozas profundas, sentir la hierba de los llanos en sus pies desnudos. Tanto es así que hizo del correr su modo de vida.
A los quince años ya era el chasqui más rápido del imperio.
Que orgulloso se sentiría su padre si pudiese verle en ese momento, llevando a cabo la misión más importante de su vida.
Atahualpa Inca estaba a punto de obtener la victoria en aquella lucha fratricida que asolaba el imperio cuando recibió el inquietante oráculo de la huaca Catequil. Mantuvo en secreto su contenido pero envió a sus chasquis más veloces hacia la costa. El correo que salió de Cajamarca y que tendría que entregar el quipu al primer relevo, también recibió la orden de transmitir lo vital de aquel mensaje para el futuro del Tahuantinsuyo.
Wayra Cusi recibió el testigo en tu tampo y, con él a buen recaudo, ascendió escaleras talladas en la piedra, cruzó puentes suspendidos en el vacío y recorrió senderos abiertos en la espesura más, cuando llegó a la siguiente posta, no halló centinela ni chasqui de relevo. Desconcertado, esperó, buscó en vano por los alrededores y, al fin, tomó la única decisión que cabía tomar.
«¡Corre como el viento, que ni el cóndor te alcance!»
El chasqui más rápido del imperio abandonó la calzada de piedra y, extendiendo los brazos en cruz, se lanzó corriendo ladera abajo, volando hacia su destino por encima de las rocas, de los ríos, de los bosques y los llanos, escuchando tan sólo la voz de su padre en lo más profundo del corazón.
Corrió durante dos días y sus dos noches, parando sólo para descansar y beber un poco de agua. No encontró relevo en ninguno de los tampos del camino. Quizás sus ocupantes huyeron o fueron muertos por gentes leales al Inca Huáscar, pero ello no hacía otra cosa que confirmar lo que ya sabía. Tan sólo de él dependía el destino de aquel mensaje y, tal vez, del imperio.
Cuando el agotamiento estaba a punto de vencer su resistencia, divisó el mar desde Cerro Blanco y lo poco que quedaba de la ciudad de Tumbes, duramente castigada en la última batalla.
Tambaleándose, salió de la espesura y, en ese momento, un estampido como nunca había escuchado retumbó a su espalda.
Un intenso dolor le atravesó, proyectándole virtualmente hacia delante. Cayó de bruces en las piedras, hiriéndose el rostro. No podía moverse. Sintió como si un peso enorme hubiese caído encima de él, impidiéndole la respiración.
Cuando consiguió girarse, se dio cuenta de que tenía la ropa empapada en sangre. La opresión en el pecho le estaba asfixiando y la intensa luz del mediodía se estaba oscureciendo a su alrededor.
Antes de desvanecerse tuvo una extraña visión.
Unos animales enormes, más grandes y gallardos que las llamas, de lustrosa piel y decorados con aparejos, emitían extraños bufidos ante él y, sobre ellos, otros seres aún más extraños, con el rostro cubierto de pelo y brillantes corazas, que sostenían bastones humeantes.
Wayra no sabía lo que había pasado, pero sentía cómo la muerte se apoderaba de él. Y en esa agonía, estaba viendo a los mismos descendientes de Viracocha ante su rostro.
Atahualpa Inca había confiado a sus mensajeros el oráculo de Catequil: ellos vendrían por mar, con su tez blanca y sus grandes barbas, para dar fin a la guerra entre hermanos, poniendo paz en todo el imperio, desde Quito hasta el Cusco. El quipu que Wayra guardaba, contenía el mensaje que los chasquis tenían que llevar hasta Tumbes, por donde llegarían los hijos de Viracocha. El último mensajero habría de entregarlo, poniéndose a su servicio y mostrándoles el camino hacia el Inca.
Todo se estaba oscureciendo, pero no importaba. Ellos estaban allí, eran dioses y comprenderían el quipu. Ahora podía descansar.
—¿Por qué diantres le has disparado, Salcedo?
—No sé, me asusté, salió corriendo de entre los árboles… ¡Carajo, sólo es un indio!
—Lo que no entiendo es por qué ha muerto con esa estúpida sonrisa en la cara, el condenado.
Cómo me ha impresionado tu relato, Isidoro. Creía que se trataba de una reinterpretación de la historia de Maratón y que, cuando llegara a su destino, moriría. Lo mejor es que hayas condensado la historia de la conquista de América en un solo episodio: las luchas intestinas, la confianza que pusieron en "los dioses que llegaban del mar" y cómo arrasaron con todo los conquistadores. Enhorabuena, Isidoro. Un abrazo muy fuerte
ResponderEliminarPues si te he impresionado, estoy más que satisfecho, pues no debe ser nada fácil. En esta caso quería contar la historia de esos mensajeros que recorrían grandes distancias a pie, vertebrando todas las comunicaciones de un gran imperio. Igual que en otras ocasiones, quería conectar lo pequeño, la historia personal del joven "chasqui", con lo grande, el auge y caída de las civilizaciones, el poder de las religiones y, en fin, la historia humana. Qué te voy a contar.
EliminarUn beso enorme y muchas gracias por estar ahí
Perfecto como siempre, amigo Isidoro. Tu relato me ha transportado a los últimos días del imperio Inca, explicándome con habilidad y sencillez el complejo momento en que se encontraba cuando los invasores españoles hicieron su aparición.
ResponderEliminarEl recuerdo de otra carrera angustiosa me ha acompañado en la lectura de este relato; la del último mohicano de la película de Michael Mann, fabulosa y apasionante gracias a su espléndida banda sonora que tanto se escuchó en los noventa. Y ese final dramático que le has dado, la muerte de nuestro corredor a manos de los dioses a los que tiene que entregar el preciado mensaje, la sonrisa cruzándole la cara al comprobar que ha realizado con éxito la que fuera su única meta en la vida, es el colofón perfecto.
Un abrazo enorme.
Bueno, bueno, amigo Bruno, me halagan tus palabras y he de decirte que tu interpretación también es perfecta. Efectivamente, el relato va precisamente a esos tiempos complejos, donde no todo eran invasores e invadidos. Recuerdo muy bien la película de Mann y su impresionante banda sonora, es una de mis imprescindibles y, esa carrera a través de los bosques, así como las escenas finales, se quedan grabadas en la memoria. También hay algo de mí en esta idea, pues de pequeño me gustaba lanzarme a la carrera por los prados de mi Galicia natal (tipo Heidi)casi imaginándome que podía volar. En cuanto al final, ¿qué más puedo decir?
EliminarMuchas gracias por tu fidelidad compañero
Un fuerte abrazo
Me has dejado sin palabras. Ese afán de conquista que nos lleva a no comprender...
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues, cómo tú misma dices, me alegro mucho de haberte dejado sin palabras. Señal de que te ha gustado, y eso es mucho para mí.
EliminarY sí, esa es la mecánica del ser humano: pueblos que desplazan a otros para imponerse ellos mismos... hasta que llegan otros que los desplazan a ellos... y así por los siglos de los siglos. Quizás hoy en día no nos imponemos tanto territorialmente, pero sí de otras maneras.
Un fuerte abrazo compañera de letras
Maravilloso relato sobre la cultura Inca. Llega a su destino y muere con una sonrisa cuando es derribado por los dioses. Me ha encantado la historia. Un abrazo.
ResponderEliminarP. D. Enviame tu dirección a mi correo Electrónico.
mamen-piriz@hotmail.com
Efectivamente, he querido dejar aquí un pedacito de esa gran cultura que, con sencillas calzadas de miles de kilómetros y un cuerpo de mensajeros, consiguió vertebrar un imperio.
EliminarUn fuerte abrazo
¡¡A-LU-CI-NAN-TE!!
ResponderEliminarNo puedo decírlo de otra manera... no es que se mi historia favorita de cuantas te he leído, pero la descripción de la historia, lo bien documentado que está todo el contexto, los nombres que tienen toda la pinta de ser los mismos que los incas usaban y aunque el desenlace no es bueno para el pobre Wayra. Una vez más te aplaudo, es como si Michael Crichton al morir te hubiera depositado su capacidad narratíva, porque me recuerdas mucho a él. Y era un gran escritor, ojo, no era un cualquiera. Y una vez más me ha parecido mientras te leía que de tener una cámara y un poco de presupuesto para vestuario habría podido rodar con mucha precisión la escena entera...
¡Un abrazo, compañero!
Pues nada, nada, si no puedes decirlo de otra manera no hay problema. Para mí, lo alucinante es causar esa impresión en alguien y, mucho más, el ser comparado con Michael Crichton, uno de los grandes. Ciertamente, siempre trato de que, cualquier relato que escribo, si es de ambientación histórica, sea lo más exacto posible y, en todos los casos, muy visual. Wayra, en la cultura quechua, viene a significar "brisa, viento, veloz como el viento"
EliminarUn fuerte abrazo colega. Un honor tenerte por aquí
¿Así que veloz como el viento? Procuraré no olvidarme de eso. ¿Cómo sabes tanto detalle histórico, si puedo preguntarte? No me digas que eres historiador, ¿lo eres?
EliminarTe soy sincero Holden, los detalles son simple labor de documentación (aunque es cierto que los relatos los escribo sobre temas que me gustan y sobre los que previamente he leído o tengo alguna experiencia)y la Wikipedia hace milagros.
EliminarRespecto a tu pregunta, más bien soy un aprendiz de todo y maestro de nada. Dediqué gran parte de mi tiempo a estudiar diversas cosas que no han llegado a formar parte de mi vida profesional pero que, al menos han servido para dar forma a mi afición a escribir (creo que nunca tuve muy claro lo que quería ser de pequeño)Entre ellas está la Historia. Para que te hagas una idea de hasta qué punto llegaba mi dispersión, otros estudios fueron la Física (un par de años) o las Bellas Artes (dibujo, ilustración, diseño publicitario)... En fin, creo que, al menos ahora, sé lo que me gusta hacer. Y gracias a vosotros.
Un fuerte abrazo, compañero
Una vez más me encuentro en dificultades para comentar tu relato porque, una vez más, me dejas sin aliento.
ResponderEliminarEscribes sobre muchas cosas aquí.
Escribes sobre la Libertad, la Libertad con mayúsculas, esa que sintieron seres muy anteriores a nosotros, que vivían otras vidas más auténticas, con más magia. La Libertad es Wayra corriendo como el viento, tan veloz que el cóndor no podía alcanzarle, solo el tiempo pudo...
Escribes sobre un momento histórico cruel, sangriento e injusto y tienes la maestría de plasmarlo en un relato corto y en un final igualmente cruel, sangriento e injusto. Como bien dice Ana Madrigal, en pocas líneas has reflejado fielmente la esencia de la conquista del continente americano.
Escribes sobre visiones contrapuestas. El cosmos taumatúrgico de Wayra Cusi, el mundo simplista de Salcedo.
Escribes sobre el sentido del deber, del honor y de honrar a tus ancentros.
Escribes sobre la inocencia, sobre una muerte cómplice con la pureza que llega a tiempo para Wayra antes de que su universo se derrumbe.
Y para escribir sobre todas esas cosas (y alguna más que me sugiere la lectura repetida) solo necesitas 65 líneas perfectamente escritas, ambientadas y documentadas (que no es poco). Haces que lo difícil parezca fácil.
A veces te leo y estoy tentada de decirte "este es de tus relatos mi preferido". Pasado el tiempo, cuando leo tu nueva creación, me alegro de no haber aventurado tanto porque, de un modo u otro, siempre superas las expectativas.
Magistral, esa es la palabra.
Besos a montones, mi querido Isidoro.
Querida Eme, no hay mayor satisfacción en quien escribe, que causar ese deleite en quien lee, ni nada que se iguale a irse a la cama después de haber leído comentarios como éste (ni siquiera un vaso de leche con miel)
EliminarMe resulta curioso que tantas cosas te haya sugerido la lectura porque, aunque a priori no soy consciente de haber pensado en todo eso cuando la escribía, al meditar sobre ello veo que tienes razón, que todas esas ideas subyacen en mi pensamiento (eres una analista excepcional) Ideas que no son explícitas, pero que, en cambio, son muy importantes en el relato. Una de ellas es la Libertad (Wayra, en lenguaje quechua, como ya he comentado, podría traducirse como “libre como el viento”) Otra cosa que menciones sobre la que quiero llamar la atención: el sentido del deber, del honor y, sobre todo, el respeto a los ancestros. Ideas que dan sentido a ese universo de Wayra y que, como muy bien has captado (me ha encantado esa imagen), respeta incluso la muerte, cuando no deja que se derrumbe ante el trágico final. La sonrisa final no representa la estupidez de quién ha muerto por nada, sino más bien la felicidad (o más bien la pureza, me gustan más tus palabras) de quien muere sabiendo su deber cumplido. Nuestro mundo es el mundo de las ideas, más que de los hechos objetivos. ¡Me dejas admirado con esta interpretación!
Me estás acostumbrando muy mal Eme. El día que me caiga de la nube (la nube azul, por supuesto), me haré daño, pero sin duda habrá valido la pena.
Muchas gracias, amiga mía. Por venir. Por quedarte.
Un largo abrazo
Te lo he comentado más veces y vuelvo a repetirlo aquí, es muy de agradecer como te documentas para cada relato dándole visos de realismo y haciéndolo creíble. En pocas líneas condensas buena parte de las costumbres y modos de vida Incas. Tu relato me trae a la memoria el libro que escribió Alberto Vázquez Figueroa sobre el derrumbe del imperio Inca, con el que aprendí mucho sobre ésta cultura y la época de la conquista. Como han comentado, reflejas muy bien la simpleza de los conquistadores ante esa gran cultura y ante las vidas de los indígenas, ellos que sólo buscaban riquezas y almas que atesorar, en contraste con la responsabilidad que Wayra asume con su misión y el destino del imperio. Es triste como se escribe la historia, aunque a veces da la sensación de que no hemos aprendido nada de ella. Un placer leerte, como siempre Isidoro. Un abrazo.
ResponderEliminarLa verdad es que me divierto tanto leyendo e investigando sobre un tema como escribiendo después. Muchas veces (como supongo nos pasa a todos) es a raíz de una lectura cuando se me ocurre alguna historia. Éste es el caso. Cuando leí sobre este cuerpo de mensajeros del impero Inca, enseguida tuve el relato en mente. Y por supuesto, ya sabes que, como tú, si ambiento un relato en época histórica, me gusta ser todo lo fiel que me es posible en cuanto a la parte que no es de ficción
EliminarYo tuve unos años de mi vida en que me tragaba todas las novelas de Vázquez Figueroa. Me encantaban todas esas historias de aventuras tan bien documentadas en aquellos mundos. En particular sobre esto, recuerdo "Olvidar Machu Picchu" o "Viracocha". Incluso me entusiasmó la biografía de ese, para mí, gran escritor y periodista. ¿Leíste su saga "Cienfuegos", sobre el Descubrimiento y los años posteriores? Dejé de leerlo hace unos años, cuando ya su estilo cambió y se hizo, no sé cómo decirlo, mucho menos currado, como más improvisado (supongo que las presiones editoriales hacen mucho)
Por cierto que tienes razón amigo Jorge, parece que no hemos aprendido nada. aunque bueno, que no sea por no recordarlo
Un abrazo enorme y muchísimas gracias por seguirme fielmente
pues he leído bastante de Vazquez Figueroa, durante mi juventud era uno de mis preferidos, pero la saga Cienfuegos no llegué a leerla. me gustaba sobre todo la forma en que te metía en otras culturas en "Viracocha" o "Tuareg" por ejemplo, libros con los que además de divertirte aprendes. Un saludo Isidoro.
EliminarPues te recomiendo sobre todo el primero de la saga, que narra las peripecias del tal Cienfuegos (un pastor canario) que se cuela en una de las carabelas de Colón en 1492. A mí, cuando la leí en mi juventud, su visión personal sobre el descubrimiento, me hizo replantearme muchas coas de las que habíamos estudiado en los libros.
EliminarUn abrazo
¡Y dicen que los indios son salvajes...! Me fascina el ritmo trepidante de la historia, que parece fluir a la misma velocidad de las zancadas del protagonista, y cómo bordeas sutilmente la línea entre la fantasía y la realidad (caída de golpe impactando con la violencia de un disparo), haciendo una breve e ingeniosa representación del mundo mágico del inca enfrentado de forma súbita a la crueldad de los visitantes. Al menos al indio sus convicciones no lo abandonaron y murió con la satisfacción del deber cumplido, aunque si supiera en qué "dioses" estaba confiando el destino de sus coterráneos... Luego no quiero o no me atrevo a preguntar quién carrizo interpreta los oráculos. ¡Magnífico relato, Isidoro!! ¡Un abrazote!! ;)
ResponderEliminarNo se te escapa nada, Fritzy. Te agradezco enormemente tus comentarios, la sinceridad y el afecto con que los expresas. Si te ha parecido ingeniosa mi interpretación del mundo espiritual inca enfrentado al simplismo de los recién llegados, me doy por más que satisfecho. Creo que uno de los grandes errores del ser humano, en cualquier continente y a lo largo de la historia, ha sido el de menospreciar aquello que no comprende. Por otra parte, ya sabes lo que pasa con los oráculos, que están en manos de quien los interpreta.
EliminarUn placer contar contigo, amiga
Un fuerte abrazo
¿Qué tal, Isidoro? Te conozco "de vista" porque comentas en una serie de blogs, quizá me tengas visto también o hayas leído algunos comentarios míos, ni idea. Pues muy bueno el relato, me ha gustado mucho. Me llama la atención que dices que no eres especialista en historia ni en estos temas, que solamente te documentas. Pues más o menos como yo cuando he escrito sobre algún tema parecido. Me ha hecho pensar en un montón de cosas, te explico. La primera, no sé si habrás estado en el Perú, por ejemplo, pero yo sí. Fue sobre 1998, estuvimos allí 3 semanas, es un país enorme y fascinante. Por supuesto hicimos el camino inca y lo culminamos como no puede ser de otra forma en el maravilloso Machu Picchu. Y claro, leyéndote me acuerdo de esos fascinantes caminos empedrados a través de montañas, selva, etc. Te aseguro que toda la obra arquitectónica y de piedra a lo largo del camino es para flipar, uno alucina de cómo construyeron eso hace siglos. Por supuesto, he pensado en el tema de la conquista de españoles etc y su extrema crueldad. Otra cosa que recuerdo es que oímos hablar quechua a algunos peruanos, incluso en poblaciones muy remotas no se habla demasiado castellano. A algunos les daba hasta cierta vergüenza reconocer que hablaban quechua. Después están los quipus. Por lo poco que sé, parece que era un sistema de comunicación extremadamente complejo y que aún no ha sido descifrado del todo. Cada vez parecen quedar menos expertos, lo cual implica ancianos autóctonos herederos de la tradición. Por lo que sé incluso tienen tremendas implicaciones matemáticas, a mí me parece un enigma fascinante proveniente de otra cultura y mentalidad. También esa mención final a los dioses incas me ha parecido hermosa, cómo su presencia figurada o real para Wayra habla de la mitología de esos pueblos, otro tema que me fascina. Para acabar, me ha hecho recordar también la película Apocaplyto de Mel Gibson. No sé si la has visto ni si tiene excesivo rigor histórico, aunque se ambienta en los mayas de la zona de Guatemala. Bueno, no está mal todo lo que me ha venido a la cabeza. Por cierto, dar con tu web a través de tu perfil de Google + me ha costado un poco. Seguiré leyéndote porque parece que vale mucho la pena. Saludos.
ResponderEliminarApocalypto, quería decir...
EliminarBienvenido compañero escritor, es un placer tenerte por aquí
EliminarEfectivamente, he visto comentarios tuyos, por ejemplo en "Mala hierba", no me han pasado desapercibidos. Si he de serte sincero, me gustaría visitar más blogs y comentar, es una actividad gratificante y, si no lo hago es porque no soy capaz con el tiempo del que dispongo. Intento no ser seguidor de más páginas de las que puedo leer, porque me da mucha rabia hacer las cosas a medias. Sí leo algo, me gusta tomarme mi tiempo, ya sabes. No me importa tanto el número de seguidores (al menos de momento, no sé), como el disfrutar de lo que leo y escribo. Supongo que me entiendes.
Por eso, agradezco un montón el tiempo que te has tomado para leerme y hacerme esos comentarios con los que he disfrutado, te lo aseguro. Yo no conozco el Perú, pero sí he leído mucho e incluso he tenido que estudiar historia de América. Me fascinan, como a ti, todos y cada uno de los elementos que has mencionado, que no voy a repetir para no ser cansino. Has captado muchísimas cosas en mi relato y ello me llena de satisfacción. Sobre todo porque tú lo conoces de primera mano, y para mí, haber causado esas sensaciones en quién lo ha visto en vivo, resulta muy satisfactorio.
Sí te diré que he visto Apocalypto. Me gustó mucho, la verdad. Me parece (es mi opinión no experta) que, dejando aparte la libertad creativa, es bastante veraz. Los sacrificios humanos y la dominación a que eran sometidos los indígenas por parte de esas "Grandes civilizaciones", no lo inventaron los conquistadores españoles. Es la eterna rueda del invadido y el invasor. ¿Quién fue el primero?. Lo que pasa es que luego hay muchos intereses políticos y de todo tipo que tergiversan la historia a favor de quién sea. En fin, no quiero meterme en polémicas, que no es el sitio, je, je.
Seguiría hablando de todo lo que me has escrito, pero no quiero ser presado. lo que sí quiero es agradecerte de nuevo una visita tan fecunda. Creo que volveremos a leernos. Un saludo compañero
¿Qué tal? Bueno, me alegra que ya te sea familiar por mis comentarios. Sí, suelo comentar con bastante extensión y con sinceridad también. Yo mismo muchas veces me digo o me pregunto si resultaré pesado por si me enrollo tanto, así que en ese sentido, de si quieres alargarte, no hay problema. El tema de visitar, conocer blogs y los seguidores...pues es complicado. Ahí me has pillado, así que voy a ser sincero y claro: No sigo absolutamente ningún blog, soy así de especial y supongo que asocial. No, por muchas razones. No me van las obligaciones, las convenciones, las reciprocidades mutuas, etc. Además, es que voy totalmente a mi bola, no sé cómo explicarlo. Si entro en un blog y leo, a veces casi a diario, es porque me interesa. Así hago con muchos blogs, los visito. Otros menos, pero no me guío por pautas. Y para todo eso no necesito el tema de hacerme seguidor. Igual puedo estar 3 semanas sin leer a alguien, simplemente porque no me apetece. Funciono así, fuera obligaciones. Otra cosa es lo que dices, el poco tiempo. Yo valoro más que me lean y los comentarios que los likes o hacer seguidores, aunque pueda parecer raro. A veces alterno días de escribir mucho, con otros de comentar o leer mucho, otros solo navegar, otros hago excursiones por curiosidad y me pongo a visitar blogs que sigue otra gente a ver qué tal, Eme puede ser un ejemplo de eso pero hay otra gente, muchos de wordpress. Gente que te lleva a otra gente, eso me divierte. Bueno, te digo que Perú y el camino inca es fascinante. Apocalypto también me encantó, igual la he visto 3 veces. Saludos.
EliminarHola de nuevo. Te agradezco mucho tu sinceridad. tu opción me parece tan válida como cualquier otra. Yo lo que creo es cada uno debe seguir únicamente su propia norma. Y si no tiene normas, pues mejor. Así debe ser.
EliminarUn saludo
Muy bonito Isidoro, mucho, me ha gustado toda la historia a pesar de ese final que está muy en la línia de lo que hicieron los conquistadores. Has usado las palabras adecuadas para envolver al lector y en mi caso podía ver a ese mensajero volando.
ResponderEliminarAparte, el tema me ha enganchado porque me parece fascinante, elmundo de los incas me parece fascinante y misterioso, se sabe poco o yo sé muy poco y me encantan todas las leyendas que se explican de ellos.
Un placer leerte.
Un saludo
Muchas gracias Conxita. A mí también me parece fascinante el mundo inca. Desde hace muchos años (aunque parezca increíble, todo comenzó con una historieta de Disney, del Pato Donald, en la que, junto a sus sobrinitos, viajaban a un valle perdido del Imperio Inca donde las gallinas ponían huevos cuadrados, ja, ja)Realmente tienes razón, sabemos muy poco sobre ellos y mucho de lo que sabemos, envuelto en el misterio.
EliminarEl caso es que tenía ganas de escribir algo ambientado en ese mundo y leer sobre esos mensajeros y el Camino Real, me dieron la idea clara sobre cómo hacerlo.
El placer es mío al tenerte como lectora
Besos
Gran relato,Isidoro. No creo que me quede mucho que añadir a lo que ya te han comentado, simplemente hacer hincapié en lo agradecido que se siente el lector cuando nota un gran trabajo en el texto que lee. En el tuyo se ve el esfuerzo de documentación, a no ser que seas un experto de la cultura inca, (no es mi caso, que soy un ignorante) y lo trasladas a una historia tan bien trabajada y con un gran final. Un saludo
ResponderEliminarGran relato,Isidoro. No creo que me quede mucho que añadir a lo que ya te han comentado, simplemente hacer hincapié en lo agradecido que se siente el lector cuando nota un gran trabajo en el texto que lee. En el tuyo se ve el esfuerzo de documentación, a no ser que seas un experto de la cultura inca, (no es mi caso, que soy un ignorante) y lo trasladas a una historia tan bien trabajada y con un gran final. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Jose R. Qué te voy a contar a ti que no sepas, colega escritor. Cada relato, más que una creación, es una criatura, que se mima y se entrega con cariño a quien lee. No soy un experto en la cultura inca, pero sí me he sentido atraído siempre por ella (como por todas las culturas antiguas y sus misterios) Me alegro que te haya gustado compañero
EliminarUn abrazo
Hoy me he quedado en este relato y ¿sabes que me ha fascinado esta historia, Isidoro? un mundo realmente maravilloso el mundo de los incas, y sinceramente, desde mi sencillez de palabras quiero decirte que ¡chapó! y dejarte un fuerte aplauso, plasf plasf plasf por los relatos que escribes estoy viendo que eres un magnífico escritor, y ya desde el primer día me quedé enganchada a tu blog, esa es la verdad.
ResponderEliminarMil gracias por tus interesantes comentarios dejados en mi blog, y decirte que aunque tardo, siempre los respondo.
Un beso.
Gracias a ti por tus palabras María, que son el alimento de todos los que hacemos esto. Me alegro que te gusten mis relatos, a mí también me fascina el mundo inca, como muchas de esas civilizaciones antiquísimas que guardan aún misterios que, con toda nuestra tecnología, no hemos sido capaces de comprender.
EliminarLo dicho, un placer tenerte por aquí. En cuanto a tus respuestas, no es de extrañar que tardes un poco en atender a tantos fans, je, je. Lo entiendo
Besos
Me ha encantado tu relato, Isidoro. Conozco muy poco la cultura inca, pero lo poco que conozco me gusta. Me ha gustado el personaje, casi podía verlo volar, aunque su vida haya terminado tan rápido a causa de los conquistadores
ResponderEliminar¡Un abrazote y sigue así!
Muchas gracias por tus palabras, Noemí. Encantado de que te haya gustado el relato. A mí me fascinan las culturas precolombinas (aunque no soy un experto), pues hay muchísimas cosas que todavía hemos sido incapaces de desentrañar. Tampoco es algo tan estudiado como la cultura clásica grecorromana y eso quizás sea lo más atrayente.
EliminarEs un placer tu visita compañera.
Un fuerte abrazo
Es un grandísimo relato, Isidoro, y lo más grande es la aparente sencillez con que pareces narrarlo. Esa imagen del inca corriendo, con ese estribillo que se repite:"¡Corre como el viento, que ni el cóndor te alcance!" la visión interna del personaje, su preparación, su objetivo y, finalmente, esa flecha inesperada que lo detiene todo, pero no, casi todo: porque el indio moribundo tiene una sonrisa y en esa sonrisa está la continuación, el mensaje entregado, la prueba conseguida, que ni yo misma alcanzaba a ver cumplida. Va tan rápido el texto -como símil perfecto de la rapidez del mensajero- que la flecha es como un golpe al lector, y entonces yo me he preguntado ¿Y qué pasa ahora? ajena a la propia historia e imbuida del personaje y aquí es dónde aparece la sonrisa.
ResponderEliminarMagistral es la palabra, o sublime, que viene a ser lo mismo.
Besazos.
P.D: Lo de los prados de tu Galicia -que también es la mía- me ha llegado, solo que yo nunca he sido de correr y prefería echarme a rodar por ellos (sobre todo los que eran en forma de colina y estaban llenos de suave hierba...)
Me alegro un montón que te haya gustado Manoli. A este relato le tengo un cariño especial porque cuando pensaba en esas colinas verdes y nebulosas de los Andes, no podía dejar de recordar las de mi/tu tierra y, ciertamente, lo que me gustaba correr y saltar por esos prados. Sí, bueno, a mí también me gustaba rodar, ja, ja. Todavía parece que siento ese aroma de la hierba húmeda, fragante, cuando te echabas en ella mirando al sol. Esa hierba que no era como el césped duro y puntiagudo de las piscinas, sino suave y esponjosa, que elevaba sus tallos y flores por encima de ti, como si te echases sobre un manto de nieve, pero verde. Hasta que venía una vaca y te mugía en la cara, claro está, y todos echábamos a correr como si estuviésemos ante un toro de lidia... con la paciencia que tienen las pobres, ja, jaaa
EliminarBueno, dejemos el momento nostálgico... El texto en sí, es la carrera de un mensajero que al fin, a pesar de su trágico destino, cree cumplido su deber. Y eso es lo que importa. No si son dioses o diablos. Eso ya es cosa de la historia, je
Eres muy generosa Manoli. No sé si será magistral o sublime (me resisto a creerlo), pero que tú me lo digas me gusta, no voy a negarlo. Solo por eso ya vale la pena. Un beso muy grande. Hasta pronto, paisana
Jaja, no es generosidad... me gusta, lo he disfrutado como lectora, no puedo opinar a otro nivel. Lo mejor es como plasmas el movimiento, la velocidad de pensamiento y, sobre todo, la urgencia vital de entregar el mensaje. Vuelvo a decírtelo: me gusta.
ResponderEliminarBesos.
Pues muchísimas gracias Manoli. Es un placer escribir para vosotros, para ti.
EliminarBesos
Este es uno de los relatos de tu autoría que más me han gustado, amigo. No solo por el trabajo extra que es la documentación (en el caso de que tu curiosidad por el tema ya te hubiera llevado a conocer muchos detalles con anterioridad, y que intuyo, no sé por qué, que no son pocos), sino por tu capacidad para expresar cosas que trosbsolo sienten, y no saben explicar. Eso no lo hace cualquiera y es una de las cosas que yo más admiro de un escritor.
ResponderEliminarEsa conexión tan especial que estos pueblos tenían con los animales y con todos los seres vivos en general es algo que solo entienden unos pocos, los que lo viven en primera persona, sobre todo, los que han nacido con esas creencias y esa forma de ver la vida y de vivir en armonía (como tantos deberían...) Todo eso es súper complicado de transmitir, y tú lo has hecho muy bien.
Un abrazo!
Vaya, muchísimas gracias, Ana. Me has dejado sin palabras. Me alegro mucho que te haya gustado este relato. Como muy bien dices, tiene una doble vertiente. Por un lado, la historia propia de los pueblos incas, su forma de ver la vida, la religión y... su "encuentro" con las civilizaciones occidentales (los conquistadores) Por otro, la propia personalidad del protagonista, alguien muy vinculado a esa naturaleza salvaje, exuberante de aquellas tierras. Eran tiempos en los que, todos los mensajes se transmitían a pie (corriendo más bien) y cuando yo me imaginaba a esos aguerridos mensajeros corriendo a través de selvas, montañas, ríos... en cierta forma, me identificaba con ellos, con su espíritu libre, tan unido a la tierra que les dio la vida. Como tú dices, muy diferente a lo que hoy vivimos. Por desgracia, hemos perdido muchas de esas conexiones con la naturaleza. Si tu crees que yo he sido capaz de transmitir alguna de todas esas sensaciones y experiencias, me siento más que satisfecho.
EliminarMuchísimas gracias por leerme amiga. Es un placer contar contigo. Muchos besos
Me ha encantado, Isidoro! Pobres Incas y pueblos nativos de aquellas maravillosas tierras vírgenes, que, como si no tuvieran suficiente con sus propias rencillas, cayeron ante el influjo de extranjeros odiosos, que no contentos con tratarlos como pecadores sin alma, incluso les contagiaron sus enfermedades tan desconocidas como ellos mismos. Siempre me ha parecido jodidamente curioso que hubiera auténticas profecías que hablaran sobre su llegada, mas o menos. Es un dato totalmente anecdótico que nos recuerda lo retorcido que puede llegar a ser el destino. Un abrazo!
ResponderEliminarBueno Ramón, veo que te has estado dando un paseo por mis relatos. Es un gusto comprobar que leer alguno de ellos despierta el suficiente interés como para volver a por más. Es el mayor premio para los que escribimos. Es muy acertado tu comentario en lo relativo a todos esos aspectos de la "Conquista de América". Y ya sabes que, muchas veces, las profecías se adaptan asombrosamente a lo que luego pasa, je, je. Quiero resaltar algo que comentas. Ellos ya se dividían en luchas fraticidas cuando llegaron los españoles, que supieron aprovecharse muy bien de la situación. Porque nada es simple. Las grandes civilizaciones que los "conquistadores" esclavizaron, a su vez, anteriormente, habían esclavizado a otros muchos pueblos a los que habían sometido en sus propios territorios. Ya sabes, el pez grande se como el chico. En fin, como tú dices, ¡qué retorcido puede llegar a ser el destino!
EliminarMuchísimas gracias por tu tiempo y tus palabras, compañero. Un abrazo