lunes, 22 de mayo de 2017

Mascherata


El acróbata, emplumado en oro y plata, se lanza, brazos abiertos, desde lo alto del campanile. «¡La colombina, la colombina!», grita el gentío alborozado, mientras el pájaro humano despliega su vuelo bajo la soga que, en suave descenso, habrá de conducirle hasta la logia Foscara, uniendo su ofrenda a las miles de flores que llegan de todas partes al Palacio Ducal, acompañadas de una legión de trovadores, equilibristas, magos y artistas, haciendo las delicias de la muchedumbre que llena la piazza de San Marcos.

El carnaval no ha hecho más que empezar.

En la piazzetta, la Gran Macchina, una colosal estructura de madera, se prepara para reventar la noche veneciana con el mayor espectáculo de fuegos de artificio que se haya visto en occidente.

Cientos de gondolieri cruzan remos por los canales, trasladando a nobles, damas, caballeros y aventureros, venidos de todas partes a la ciudad de la laguna, oculta su identidad tras la máscara, dispuestos a jugarse la bolsa en el afamado Ridotto y la honra, si fuese menester, en las casas de Castelletto.

Ríos y puentes, calles y plazas, toda la ciudad es un mosaico de color y algarabía. Miles de personas deambulan disfrazadas. Oscuros personajes con tabarro de seda negra, sombrero de tres picos y maschera de galeone, junto a otros de vistosos ropajes y máscaras inspiradas en la comedia teatral. Bailan, ríen y cortejan entre la miríada de sonidos y olores que inundan la calle. Charlatanes y embaucadores que gritan incitando al juego; contorsionistas y malabaristas que ejecutan sus ejercicios entre la gente; vendedores de frittelle que vocean su producto entre las casetas de los adivinos, echadores de cartas, sacamuelas, teatros de marionetas y todo tipo de exhibiciones improvisadas, confundiéndose con la música de flautines y trompetas. En Campo San Polo los Nicolotti y los Castellani compiten por lograr la más alta pirámide humana.

El sol se pone tras la Basílica della Salute, extrayendo destellos dorados en los peines de las góndolas mientras, frente al palazzo Franchetti van llegando gondolieri que desembarcan a sus pasajeros.

De una de las embarcaciones desciende una pareja. Ambos se miran, arrobados . Ella es Constanza Dafiume, perteneciente a una familia aristocrática con poder político pero cuyas rentas fueron al compás de la decadencia financiera de la república. Él, Carlo Trapani, heredero de un mercader cuyo patrimonio incluye casinos, teatros y alguna casa de prostitución. Habitual unión de intereses recíprocos, no suele tener reflejo en los deseos más íntimos. Sin embargo éste no fue el caso pues, nada más verse, los dos quedaron prendados el uno del otro, como si de un hechizo de amor se tratase, y en la entrega de «il recordino», Carlo se arrodilló ante su Constanza, le tomó la mano, acariciando sus nudillos uno por uno y le puso el anillo de brillantes en el dedo anular, sin dejar de mirarla a los ojos y jurarle amor eterno.

Los esponsales fueron los más fastuosos que se recuerdan, rivalizando en opulencia incluso con la Sensa, la fiesta del «Matrimonio con el Mar», cuando el Bucintoro y su cortejo popular de barcas engalanadas alcanzaba la embocadura del Lido y el Patriarca bendecía las aguas al tiempo que lanzaba su anillo, desposándolas simbólicamente. Pocos días después, dio comienzo el carnaval y los esposos fueron invitados a la más exclusiva y desenfrenada festa in maschera. Una tradición que llevaba celebrándose entre las familias más poderosas desde hacía décadas y cuya asistencia era casi obligada para cualquier nuevo matrimonio, al menos una vez.

Todo el palacio está profusamente iluminado, con grandes lámparas en los salones, así como candelas y farolillos en bastidores y pasillos, creando efectos de luces y sombras que realzan los colores de tapices y pinturas en el interior, y se reflejan, a través de las vidrieras polícromas, en las oscuras aguas del Gran Canal.

Carlo y Constanza son recibidos por varios mayordomos y acompañados a distintas antesalas, donde hombres y mujeres, por separado, se visten con ostentosos trajes y ricas máscaras. Sólo hay dos reglas en esta fiesta privada: «mai parlare, mai scoprire»; «nunca hables, nunca descubras». Ellos lo saben y también acuerdan sus reglas: mantenerse fieles a su entrega, al margen de todo acto pecaminoso, de toda lujuria inducida, en una noche en la que, precisamente eso, es lo que todos los asistentes han ido a buscar. En una noche en la que todo vale, si ello sirve al goce sexual. Por ello, amantes ingenuos, juran buscarse a tientas, para hallarse en un gesto, en un perfume, en un roce, que será prueba del amor que les une, o bien no tolerar otra compañía que la soledad, en lo que dure la mascarada.

Los invitados se reúnen en el salón principal, en perfecto anonimato, sin saber bajo que máscara, está cada cual. Dos filas de columnas y arcos apuntados dividen el espacio en tres naves. En las laterales se distribuyen sillones, cojines y grandes divanes, algunos separados por biombos decorados con motivos alusivos al carnaval y, en la central, frente a los ventanales, una gran orquesta inicia el baile con una sinfonía, para luego ejecutar minuetos, gavotas y contradanzas, a cuyos ritmos, poco a poco, se van incorporando todos los asistentes, sorteados en su danza por innumerables camareros con bandejas de viandas y bebidas. Da comienzo el cortejo.

La norma que prohíbe la conversación impide la charla insustancial y divertida que acompaña a toda actividad social pero, en cambio, agudiza el ingenio en el uso de otros sentidos, como el tacto o el gusto, que se recrean en delicadas caricias o en paladear los exquisitos caldos del Véneto. Así las cosas, al cabo de no mucho tiempo, hombres y mujeres intentan comunicarse a base de gestos, reverencias o mímica, mientras bailan, ríen y beben a un ritmo cada vez más frenético.

Pasada la media noche, gran parte de las velas son apagadas, creando un ambiente de penumbra, y muchas de esas parejas, nuevas o no, eso nunca se sabe, yacen en los divanes privados, ocupadas sus manos, lenguas u otras partes extremas, en continuar la danza de cuerpos entrelazados, explorando huecos entre aparatosos ropajes para un mayor contacto de piel con piel, buscando penetrar la oscuridad con la luz de la pasión, en una orgía ciega donde, lo que menos importa, es el rostro que oculta la máscara.

Constanza busca en un giño, en un besamanos, en un perfume, recuperar el rumbo perdido hasta que, incapaz de encontrar a su amado, acaba por mantenerse a la deriva, hundida bajo el peso de la suspicacia al ver que todos los caballeros se ocupan de alguna dama, mientras reflexiona sobre lo curioso que resulta el creer que se conoce a una persona a la que apenas unen varias semanas para llegar a comprender que, ni siquiera el color de los ojos es posible identificar.

En un momento impreciso de la noche, se acerca a la joven un hombre, en algo diferente a los demás, pues no parece buscar la mera compañía femenina, sino estar particularmente interesado en la suya. Rodilla en tierra, le toma la mano derecha, acaricia cada uno de sus nudillos con el pulgar, toca el anillo que Constanza luce en el anular y luego, introduce su dedo en el pliegue que forman éste y el corazón. Aquel gesto perturba sobremanera el aplomo de la joven esposa que, al no retirar la mano, permite al caballero unir las suyas para tomarla entre ellas, besando lentamente el antebrazo desnudo, único retazo de piel en el exceso de tela.

La duda se instala en el corazón de Constanza. El caballero parece decididamente confiado, seguro de sí mismo. Tanto que, por un lado, desconoce en él a su amado Carlo pero, por otro, no puede pensar que ningún otro hombre pueda tomar el lance con tal atrevimiento. Quizás no sea más que una broma de su esposo, o de alguno de sus amigos, que terminará en el momento oportuno. Sumida aún en aquellos pensamientos, se deja llevar por las manos cálidas, la danza, los besos suaves, el vino, hasta caer rendida en un diván.

A su alrededor, lujuria, gemidos y pasión se confabulan para hacerle perder la noción de la realidad. Los besos del caballero alcanzan sus labios. Sus manos recorren la piel bajo el vestido, las enaguas, la cotilla, tocando la piel caliente. Constanza siente que su corazón galopa desbocado, su lengua paladea el silencio y sus dedos, atrevidos, juguetean con el calzón masculino. Ya no hay vuelta atrás. No hay tiempo para la duda, solo para la pasión. Tras el biombo, los suspiros de Constanza quebrantan la prohibición.

Amanece en la ciudad de la laguna y entre las brumas del alba, sombras encubiertas parten de los muelles ocultos bajo el palazzo Franchetti, protegidas por la felze de las góndolas.

Carlo y Constanza regresan a su residencia, en silencio, con el sonido del remo en el agua como único acompañante. No hay nada que decir, es mejor no saber o, simplemente, confiar. Pero Constanza no puede olvidar. Todavía siente unas manos en su piel, en su intimidad. Nunca antes había sentido algo así. Y tiene miedo. Miedo a no volver a sentirlo.

Ninguno vuelve a mencionar el carnaval, que durante casi seis meses más, colma la Sereníssima de color, de belleza, de misterio. Con la llegada de la primavera, todo parece pertenecer a un sueño. A un sueño que, por otro lado, se desea volver a soñar.

Poco antes del primer aniversario de sus esponsales, Carlo y Constanza acuden a una recepción en el palazzo Franchetti. El gran salón luce muy diferente al de aquella noche de máscaras. Bustos de mármol y espejos decoran las naves laterales, una gran chimenea en el lugar donde tocaba la orquesta y un lujoso diván circular en cuyo centro, una sabina de piedra lucha por zafarse de su secuestrador. Mientras su esposo se interesa por algunos negocios con ciertos embajadores, ella, distraída, elude la conversación y contempla, a través de los arcos venecianos de la galería, los preparativos del nuevo carnaval. Su mente viaja a través del tiempo.

Un hombre apuesto, elegante en el vestir y en el proceder, se acerca a la joven.

Signora, per favore, mi permetta di presentare i miei rispetti.

El caballero hace una reverencia y toma su mano. Acaricia sus nudillos con el pulgar, la reluciente piedra del anillo, el hueco entre sus dedos anular y corazón y deposita en ella, delicadamente, un beso.

Molto piacere signora, il mio nome é Giacomo… Giacomo Casanova.
 
Safe Creative #1701290469919

27 comentarios:

  1. ¡Qué grande! Te prometo que me he visto en mitad de esa fiesta, rodeado de disfraces venecianos, atrapado por esa orgía en la penumbra, escuchando, viendo... De hecho, con todos los sentidos. Desde luego se nota el trabajo de documentación, el talento para integrarla en la historia, ese reto, esa duda, esa perdición... Con un guiño encantador como punto final. Maravilloso.
    Fíjate que a mitad de texto ya me esperaba que fueran robots imitando una fiesta veneciana, je, je, je... Creo que tengo muy reciente a Lilly. Un abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias David, perdona el retraso en contestarte pero ya sabes lo que significa no vivir de esto, je
      Sabes, yo también tengo demasiado cerca la historia de Lily, me cuesta pensar en crear sin que se me vaya la mente al submundo de Odaiba. Este relato lo escribí antes de terminar la serie, para el carnaval, antes de decidir que debía publicar Lily sin interrupciones. Me alegro que te guste compañero y, además, es un placer recibir tus comentarios. Ya tengo en mis manos tu libro impreso, espero que en todo el verano tenga tiempo para leérmelo entero, ja jaa. Ya te contaré
      Un abrazo

      Eliminar
  2. No es que se note el magnífico trabajo de documentación, que también, es que has hecho revivir el ambiente del Carnaval de Venecia: el color, la música, los olores... Y la sensualidad y el misterio de esa fiesta en la que solo hay dos reglas: «mai parlare, mai scoprire»; «nunca hables, nunca descubras». Ha sido un viaje al siglo XVIII del que no querrías salir.

    Un abrazo, Isidoro, y mis felicitaciones

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Ana
      Perdóname el retraso, estoy un poco descolgado. Pero tranqui, no me he ido. Me alegro de que te haya gustado. Un poco era ese el efecto que buscaba, como un caleidoscopio de sensaciones entre las que, la sensualidad te atrae hacia lo misterioso, hacia lo prohibido...
      Besos, compañera

      Eliminar
  3. Magnífico trabajo de documentación, amigo Isidoro. Me he visto rodeado de toda la pompa y elegancia del carnaval veneciano; de su misterio. De su erotismo. Y ese guiño final al más famoso y ardiente de los amantes italianos es maravilloso. ¿Qué es Venecia y el carnaval sin Casanova?
    Genial, compañero.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Bruno
      Pues fíjate que el relato nació sin Casanova, pero cuando me planteé el final con la descubierta del amante musterioso, su nombre vino a mi mente para no marcharse. No sé, será un tópico, pero ¿quién concibe una historia de sexo y engaño en la Venecia del XVIII sin pensar en Casanova? Bueno, original no fui, no.
      Un placer tenerte por aquí compañero, pronto me pondré al día con Rebis, que seguro que me esperan un par de capítulos. No, no me cuentes nada
      Un abrazo amigo

      Eliminar
  4. Desde luego Isidoro puedes escribir lo que se te de la gana en el registro que quieras y eso, amigo, es admirable. Un trabajo elaborado, concienzudo y pletórico de detalles en que es fácil ver el exquisito carnaval la Venecia o Venetzia del tiempo en que Casanova hacía de las suyas rizando el rizo, pues que una mujer fuera recién esposada no lo achantaba, al menos eso contaba él en sus memorias, aunque vete a saber si el hombre exageraba. Releí sus memorias no hace mucho tiempo, y desde luego, es un costumbrista de la época, al menos entre los pudientes, que de los pobres él ni se dignaba contar.
    Es impresionante como orquestas todos los elementos para construir un relato fidedigno, visual, creíble, dinámico, lleno de luz, color, movimiento e historias humanas que ocurren en ella, entre sus canales, puentes, plazas, iglesias, palacios…, tuvo que ser una ciudad maravillosa cuando estuvo en su apogeo y cuánto se ha escrito sobre ella. Me alegra que tú también hayas aportado tu granito de arena, o de mármol, ya que hablamos de Venecia.
    Me queda la duda de si Constancia Dafiumi fue una mujer real o inventada para provocar a Casanova, el experto en lujuria, en engaños, en que las mujeres pierdan el sentido… aunque cuentan que en sus últimos años era inmenso, que padecía de gota y de gordura, y de enfermedades de excesos pero claro… eso no lo cuenta el vanidoso.
    Es un trabajo precioso y preciosista, donde además no te has olvidado del todo del pueblo llano, ahí, en la plaza.
    Es un lujazo leerte Isidoro, y no es una frase hecha para corresponder a tu generosidad, es lo que pienso y siento sobre tu manera de escribir compañero. ¡Gran trabajo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lapsus...quise decir mujer desposada, no esposada jeje el subconsciente... que hace de las suyas

      Eliminar
    2. Hola Isabel

      Llevo un tiempo sin aparecer por aquí… Bueno, ni por aquí ni por ningún sitio. Pero creo que ya puedo volver a retomar el ritmo. Sí, la verdad es que se trata de un trabajo exhaustivo y rico en detalles. Quería crear esa sensación abigarrada, colorista, vertiginosa, pasional… del carnaval veneciano. Al principio no había pensado en Casanova, la verdad, pero tal como se desarrolló la historia, al tener que plantearme el dejar o no la identidad al descubierto del amante, se me vino a la cabeza su nombre, no sé por qué, ja, jaaa

      En todo caso, Venecia es una ciudad que transmite magia y, escribir sobre ella y su carnaval, se hace con el mayor placer. Para mí también. Yo no conozco la historia de Casanova más allá de las películas, pero por lo que dices, me alegro de haber dado un poco con el espíritu que (suponemos) debía llenar las calles de la Venecia de su época, incluso para ese “olvidado” pueblo llano. Y me alegro que te haya gustado Isabel. Muchísimas gracias por tus palabras. En breve volveré a escribirte, porque tengo mucho por ahí pendiente. Hasta ese momento, un fuerte abrazo

      Eliminar
  5. Mamma mia!!. Es admirable como cuidas todos los detalles. Con unas descripciones magníficas, nos transportas al siglo xviii, a la época de mayor esplendor del carnaval de Venecia, llena de color, de música , de erotismo y de engaños. Máscaras que ocultan la identidad y permiten que el pueblo se mezcle con la nobleza o viceversa. Y al final, la referencia a Casanova, el más famoso seductor italiano. De verdad, es envidiable tu capacidad para crear historias de cualquier género y que todas sean tan maravillosas. Es u n verdadero placer leerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola JR, el placer es mío. Tener lectores así es todo un gusto. Siento haber tardado en responderte compañero, pero espero ir poniéndome al día. Tú sabes como yo lo que significa la falta de tiempo. Me parece muy acertado lo que mencionas sobre el carnaval veneciano (y un poco en todos los carnavales) el espíritu de la máscara, el que permite mezclarse a gentes de todo tipo y condición sin que, al menos durante esos días, haya diferencia alguna. De eso se trata, por mucho que algunos aprovechen las circunstancias… je, je

      Me alegro que te haya gustado. En cuanto pueda me voy a pasar por tu página, porque seguro has escrito cosas que todavía no he leído. Un abrazo compañero. Y de nuevo muchas gracias por tu tiempo.

      Eliminar
  6. sos unico en tus letras
    te admiro muchacho

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La admiración es mutua, amiga. Y muchas gracias por ser tan generosa y por estar ahí

      Eliminar
  7. ¡Qué bueno este relato! Daba la sensación de que estaba allí.Y la identidad del galán... ¡Qué puntazo! Hace años me planteé leer la biografía de Casanova, pero al final no lo hice. Ahora me han dado ganas de leerla otra vez.
    ¡Un abrazote!, amigo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Noe. He regresado, por fin, a ver si tengo dias y me pongo las pilas, que también quiero pasarme por vuestras páginas a leeros... Pero antes, contestar, que es de buena educación.
      Yo tampoco he leído la biografía de Casanova, pero pensé que su identidad le venía que ni pintada al amante misterioso una vez que todos deducíamos que no era el marido, ja ja. ¿A que sí?
      Me alegro mucho que te haya gustado y muchas muchas gracias por decírmelo. Un placer contar contigo. Besos

      Eliminar
  8. Qué bueno Isidoro, me ha encantado ese baile de máscaras y qué gran trabajo de documentación supongo que has hecho para hacer el relato tan creíble, me he sentido en ese baile y el final con ese gran Casanova.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esto es como en el cine... Tener a un gran actor en el reparto le da un enorme tirón a la historia, ¿verdad? ja ja. Me alegro que te haya gustado Conxita. Muchas gracias. Un beso grande

      Eliminar
  9. ¡Que gran relato Isidoro! Como comenta Isabel, nunca se sabe por donde vas a sorprendernos. Al principio es puramente descriptivo, da la impresión que la intención es simplemente adentrarnos en el ambiente carnavalesco de Venecia, cosa por cierto que consigues con creces con esas estupendas descripciones. Pero llega un momento en el que la historia alcanza ese punto en el que el que lee queda enganchado al texto consiguiendo crear una intriga que ya no nos abandonará hasta el final. Sospechamos que el amante no es el propio marido, pero nos sorprendes de nuevo con la revelación de su identidad, algo que tampoco esperaba.
    El lenguaje va de menos a más, alcanzando hacia el final en algunos momentos un nivel realmente alto. Y que decir del trabajo de documentación, no se cuanto conocías del tema pero has tenido que leer mucho, me temo, para escribir estas líneas.
    Genial trabajo, de lo mejor que he leído por aquí, que ya es decir. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Perdóname la tardanza Jorge, llevo unas semanas algo perdido y estoy intentando ponerme al día, comenzando por contestar los comentarios pendientes. La verdad, es toda una inyección de moral cuando lo retomas, sobre todo con comentarios así. Lo leí en su día, que conste, cuando tuve algunos ratos con acceso a internet, pero volver a leerlo causa el mismo efecto, je. Te agradezco tus palabras compañero, siempre te he dicho que, viniendo de ti, son un premio. Me alegro que te haya gustado. Ya sabes que yo cuido bastante los detalles de todo lo que escribo, no me importa que me lleve más tiempo. Este relato, como muy bien observas, nació con la intención de recrear ese ambiente del carnaval veneciano y en esa época. El añadido intrigante está para dramatizar y hacerlo interesante, aunque la verdad, cuando estuve leyendo sobre el tema para ampliar conocimientos me resultó curioso comprobar que ese tipo de fiestas entre las familias pudientes eran lo habitual. Eso sí, exclusivas y ostentosas. Como dice Isabel, otra cosa son el “pueblo llano”

      De nuevo muchas gracias Jorge, espero coger de nuevo el ritmo rapidito, así que, hasta pronto.

      Un abrazo

      Eliminar
  10. El placer es todo de ella, de seguro... Ay, si lo había visto y no se acordaba, ahora que lo vio dudo mucho que lo olvide. A ver si el tal Giacomo la recuerda especialmente o solo le hace honores a su nombre y apellido. Me preocupa el pobre Carlo, aunque, por lo acontecido en la víspera, ni fueron ni son tan ingenuos los amantes.
    De todas formas, la vida es un Carnaval, cantaría Celia Cruz, y el placer (enmascarado o no, que lo veo venir), una vez al año no hace daño; a menos, claro, que Constanza también le haga honores a su nombre, jaja.
    Una mascarada espléndida, organizada entre las líneas del relato con maestría, y un boleto para transportarte en la distancia y el tiempo a la Venecia de esa época.
    ¡Un abrazote, Isidoro! ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Fritzy

      Cuanto tiempo ha pasado… Por mi parte, por supuesto. Ahora ya estoy más libre, así que estoy retomando el blog y poniéndome al día.

      Me he divertido con tu comentario, tienes una gracia natural que aportas en todo lo que escribes, no cabe duda. Bueno, ya dicen que uno escribe tal cual piensa. A mí, Carlo no me dio ninguna pena. Por mucho que sus acciones en la mascarada hayan quedado en elipsis, es evidente que tampoco lo pasó mal… Quizás se encontró con el equivalente femenino del amigo Casanova, ja, ja. En todo caso, vivir en sociedad es lo que tiene, que las actitudes personales quedan enmascaradas por las de la comunidad, o esta asume como propias las de algún personaje destacado precisamente por quebrantarlas.

      En fin, que bonita Venecia en carnaval, ¿verdad?

      Un fuerte abrazo compañera

      Eliminar
  11. hola escritor Hace tiempo que no te veo Estas bien
    Un abrazo inmenso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola amiga
      Perdóname por no haberte contestado antes. Estoy bien, afortunadamente, mi ausencia no es una cuestión de salud, sino de trabajo. Pero en breve estaré otra vez por aquí, prometido. Muchísimas gracias por tu interés y muchos besos

      Eliminar
  12. Por fin puedo comentar tu relato, Isidoro!! Estuve sin mi ordenador varios días y lo intenté unas cuántas veces con el móvil, pero no me dejaba. Es un relato excelente, en el que a tus indudables dotes de narrador unes un trabajo de documentación meritorio que hace que el relato fluya de tal forma que el lector se siente en medio de los personajes y ese colorido carnaval en el que cobra vida nada menos que el mismísimo Casanova!! Excelente y muy visual.

    Placer leerte, Isidoro. Besos siempre.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te entiendo Manoli. A veces es frustrante depender tanto de la tecnología. Yo llevo varias semanas descolgado casi por completo, por cuestiones de trabajo y porque no tenía acceso a internet (en el móvil tenía datos, pero como es un terminal de hace varios años, va tan lento que ni vale la pena ponerse, ja, ja. Además, que eso de escribir textos largos con el móvil, a mí se me da fatal, ja, ja)… ¡Y ya tenía un mono que no veas!

      Me alegro que te haya gustado este pequeño viaje por la Venecia carnavalesca de antaño con todos sus ingredientes. Si he logrado que, por un momento, te sintieras en medio de todo el bullicio, objetivo más que logrado. En cuanto me libera un poco de mi propio blog tengo que pasarme por tu página, que seguro que has escrito un montón de cosas en todo este tiempo. Nos leemos compañera. Muchos besos

      Eliminar
  13. Un relato muy grande Isidoro, me ha encantado y transportado tanto a esa época, como al interior de la fiesta en sí misma. Y la aparición estelar de, nada menos, Giacomo Casanova me ha parecido espectacular, incluso divertida en el buen sentido. Vamos, un cierre de trama perfecto. Nunca he estado en venecia pero me lo he imaginado como si la conociera, y eso es genial. Un abrazo! ; )

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Ramón, encantado de tenerte por aquí y de que hayas disfrutado con el relato. Como he dicho más arriba, contar con un personaje de la fama de Casanova en tu relato, le da un cierto caché, pero también es verdad que Venecia por sí sola, y más la Venecia de aquel siglo y en carnaval, tiene una magia tan fascinante, que hace fácil escribir un relato sobre ella. Es también un mundo de misterio, de intriga... No estaría mal una serie de relatos sobre ello... No se, quizá me lo plantee, ja ja.
      De nuevo muchas gracias por tus palabras, Ramón
      Saludos

      Eliminar