lunes, 12 de septiembre de 2016

Cruz Silveira 5. Hienas


Bang!
 
El estampido retumbó en la espesura de los morros y una miríada de aves multicolores cubrió el cielo en la pequeña cala.
 
Vargas era un purista y, desde que estaba en la academia de policía, se había mantenido fiel a su pequeño Taurus, a pesar de que, en la Federal, disponían de un equipamiento actualizado. Nunca había sido amante de las armas pero era un excelente tirador. Siempre decía que seis balas eran más que suficientes para defenderse, pues ellos no eran cazadores; más bien carroñeros, como las hienas, que se alimentaban de las presas que otros mataban. Hienas y leones, simbiosis perfecta de enemigos implacables.
 
Un proyectil del 38 especial salió del ánima estriada del cañón y alcanzó su objetivo en lo que dura un pensamiento.
 
 
Dos semanas hacía del tiroteo de Santos, cuando sobre el cuerpo de El Argentino se halló el arma que, en el secuestro de Roxanne, había disparado al hombre de Figlione; el arma de quien, presuntamente, había fracasado en su intento de liberar a la viuda. Identificado el último pistolero, Jefatura dio carpetazo al asunto, sin detenerse en detalles irrelevantes que Mauro se obcecaba en revelar. Para un cazador, el arma era un elemento esencial, ejecutor y probatorio al mismo tiempo; no así para el carroñero, para quien el cuerpo era la certeza del crimen y la fuente de información. Y aquel cadáver le decía a Vargas que las balas que alojaba, también pertenecían al arma que portaba. Claramente faltaba una pieza en el tablero y, la conversación que días antes había mantenido con el viejo sicario, el trato que les había servido en bandeja a Cortés y al colombiano, le daban la respuesta.
 
Dos semanas había tardado en localizar a Cruz. Todavía se sorprendía de lo fácil que había sido. A través de la Secretaría da Receita Federal encontró un piso a su nombre en Liberdade, el barrio chino de São Paulo; a fin de cuentas, hasta los asesinos pagan impuestos, se dijo. Evidentemente, se trataba de una tapadera, pero en el trastero de la vivienda halló una lata de aceite para embarcaciones y, mediante los registros oficiales, averiguó donde amarraba una chalana cuyo nombre no dejaba lugar a dudas.
 
La Roxanne era una vieja embarcación de transporte rehabilitada que reposaba su barriga en las aguas del Guarapiranga, cerca de Santo Amaro, camuflada entre palos y jarcias de porte más altanero. Vargas la visitó al abrigo de la noche y revólver en mano, porque al policía no se le escapaba lo peligroso que podía ser aquel tipo. Aunque sí lo hacía la respuesta a la pregunta más obvia: ¿Qué le había empujado a llegar él solo hasta allí? Quería pensar que cierto sentido del deber le impelía a no dejar que un individuo de semejante calaña pudiese librarse de la justicia, pero en su fuero interno sabía que aquello era más bien una cacería personal, relacionada con cierta mujer cuyo nombre, pintado en la popa, era la pieza a cobrar. Otra cuestión era discernir quien era el cazador y quien el carroñero.
 
En aquella embarcación, Vargas había encontrado las pruebas de su teoría. Numerosas fotografías, algunas de él mismo, junto a recortes de prensa, copias de documentos, planos, mapas y anotaciones hechas con rotulador se dispersaban en un caos organizado, clavadas en el mamparo interior. Las deducciones se abrieron camino en su cerebro como el filo de un cuchillo. El asesinato de Salvador Sousa, la intervención durante el secuestro de Roxanne, las pruebas que permitieron enchironar a Figlione; todo ello tenía a Silveira como actor principal. Él había sido el objetivo del mafioso por su relación con la viuda. Al principio pensó que la intención del sicario había sido liberarla, habiendo resultado herida de muerte durante el tiroteo, sin embargo, ahora sabía que fue el propio Silveira quien quiso matarla. Se libraba del chantaje y de los chantajistas, aparte de desquitarse de Figlione mediante los documentos de la caja de seguridad. Todo pensado con la meticulosidad de un asesino profesional. Roxanne era su último objetivo, un testigo molesto que había que eliminar por encima de todo, incluso de su obsesión por ella. Y el círculo en torno a su paradero se estrechaba. Tal vez Silveira ya la hubiese localizado.
 
Había conducido toda la noche hasta São Sebastião y, desde allí, un ferry le había trasbordado a Ilhabela. Una avería inoportuna le obligó a alquilar un nuevo automóvil y, mientras el horizonte se encendía, seguía la línea costera por la sinuosa pista que atravesaba el corazón de la isla. Muchas veces había recorrido aquel camino en los últimos meses pero ninguna con tanta urgencia. Urgencia por comprobar que todo iba bien, pero también por ahuyentar los fantasmas que se habían instalado en su mente, por saber realmente qué se ocultaba entre Cruz Silveira y su protegida, qué era lo que, por temor o por ignorancia, nunca había mencionado sobre quien, supuestamente, no era más que un amigo de la juventud y empleado de su esposo. Sea como fuere, aquella mujer había logrado trastocar su vida y ahora no podía apartarse de ella, ni de sus circunstancias.
 
Antes de llegar a la casa, sin embargo, detuvo el coche al borde del camino y vomitó. Vomitó los restos de su propio mundo y, por un momento se sintió abandonado. Abandonado por su código de valores; el que le impedía servir a otra ley que no fuera la que había jurado; por sus principios, por su lealtad, por su integridad. Y entonces se aferró a lo único que tenía: unos rizos oscuros que se escapaban entre sus dedos.
 
Desde aquel punto del camino podía divisar, entre la espesura, la pequeña Praia das Enxovas y, en ella, la casa en la que Roxanne disfrutaba de su nueva vida. En lugar del anonimato en una bulliciosa ciudad había preferido un retiro tranquilo. El lugar elegido era la cala más recóndita en la costa oriental de aquella isla, parque natural en su mayoría. Pero lo que llamó su atención no fue lo idílico del lugar, sino el automóvil estacionado junto a la casa. O Roxanne había llamado a un taxi o, lo que era peor, tenía visita. Es decir, Silveira había llegado antes que él.
 
Cuando Vargas llegó a la casa, el auto ya no estaba junto a ella. Cada vez más alterado, recorrió todas las estancias una por una pero tan sólo logró confirmar lo que ya sospechaba: Roxanne había desaparecido. No sabía qué hacer, se rascó la frente con el cañón del arma y giró entre los dedos de forma compulsiva la piedra de amatista que guardaba en el bolsillo. Salió al exterior, circundó la casa y llamó a gritos a Roxanne, olvidando ya toda precaución. Desesperado y sudando por todos los poros, bajó a la playa. Entonces lo vio. En la parte que ocultaba el cobertizo anexo a la casa, estaba el auto que había divisado desde la carretera. Su corazón se detuvo durante un segundo, pero no por ese hallazgo, sino por la sombra que surgió en la arena, a sus pies.
 
El sombrero fedora y la mano empuñando un arma la hacían inconfundible. Vargas levantó las manos hasta la altura de la cabeza, pero no soltó el gatillo del revólver. Por alguna razón, entendía que Cruz no le dispararía por la espalda.
 
 
Bang!
 
Un proyectil del 38 especial salió del ánima estriada del cañón y alcanzó su objetivo en lo que dura un pensamiento.
 
 
Cruz Silveira había sentido realmente que todo su mundo se desmoronaba después de la muerte del argentino. No por remordimientos. Éstos habían salido de su alma como aquella primera bala lo había hecho de su arma para matar en Copacabana. El Argentino le había traicionado y, en todo caso, Cruz no podía saber que su Browning estaba descargada antes de encañonarle. También podía haberle disparado de forma no letal pero, dicen que el hábito hace al monje o… al cazador. Sin embargo, sabía que Figlione iría a por él. Sabía que Vargas iría a por él. Toda la puta mafia pensaría que el soplón de Cortés era él. Toda la puta bofia pensaría que, para mantener tranquila a la mafia, necesitarían un «cabeza de turco». Conclusión: había que largarse.
 
Desaparecer, sí. Pero no así, sin más. Antes había que cortar algunos flecos. Uno de ellos era Vargas y, el otro, Roxanne. Ella era lo único que podía salvarse de aquel mundo que se desplomaba a su alrededor. Lo único que merecía la pena salvar. Vargas era el cabo que había que cortar para hacerse a la mar; la hiena que se alimentaba de su caza… pero que ahora le iba a ayudar.
 
Fue más fácil de lo que esperaba. Sólo tuvo que poner el cebo, y el policía picó. En el piso de Liberdade dejó la primera pista, sutil como para no resultar obvia pero suficientemente clara para no ser equívoca. El escenario de la chalana lo preparó a conciencia. Vargas perdió el culo en su prisa por llegar hasta Roxanne. Tanto es así que se olvidó de ser precavido. Siempre se había desplazado en helicóptero en sus encuentros con Roxanne, lo que hacía imposible seguirlo, pero Cruz sabía que, después de ver lo que había preparado para él en el barco, no perdería tiempo en esperar a que le preparasen la aeronave. Una vez en el ferry, tan sólo tuvo que hacer un par de llamadas. Una para saber de cierta casa alquilada en la isla y otra para crear un incidente que retrasase la salida de Vargas. Obtener ventaja era fundamental pues tenía que llegar a Roxanne antes que él.
 
Sin embargo, todo se había complicado… Cuando escuchó el coche de Vargas bajando hacia la casa, ocultó el suyo tras el cobertizo y esperó. Ahora estaban allí los dos, solos en la pequeña cala.
 
Oh, deixe…eu só quero falar com ela—suplicó Mauro.
 
Bem, você terá que entrar na fila...
 
Vargas comprendió. Por alguna razón, todavía desconocida, Roxanne se había marchado antes de la llegada de ambos.
 
Espere, eu posso levá-lo com ela… —dijo, intentando ganar tiempo.
 
Não, você não pode.
 
El movimiento fue imperceptible.
 
Bang!
 
Un proyectil del 38 especial salió del ánima estriada del cañón y alcanzó su objetivo en lo que dura un pensamiento…, incrustándose entre los omoplatos del policía con la desviación exacta para reventar su corazón.
 
Mauro Vargas cayó de bruces sobre la arena. La espuma salada de una ola besó sus labios y, antes de perder la consciencia pensó que le hubiera gustado fumarse un último cigarro.
 
Cruz Silveira arrojó a la arena el pequeño Taurus que había encontrado en el dormitorio de Roxanne, junto al arma gemela que Mauro todavía empuñaba, y observó cómo el agua del mar se teñía de rojo bajo el cuerpo del federal.
 
«No es digno matar a un hombre por la espalda», le hubiera dicho El Argentino. Pero no hay nada digno en matar; lo único digno es sobrevivir. Y a fin de cuentas, El Argentino estaba muerto.
 
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17 comentarios:

  1. Casi me ahogo, aguantando la respiración por ver qué sucedía en la línea siguiente. Y es que lo has bordado. Empezando por que, a pesar de ser un capítulo más de tu novela, podría ser un relato pues está bien estructurado y cuenta una pequeña historia. Me ha gustado mucho el guiño que haces a Al Capone, "hasta los asesinos pagan impuestos" y la dicotomía entre carroñeros y cazadores. Te admiro por ser capaz de crear una trama tan compleja, con personajes llenos de matices, como Vargas, obsesionado con Roxanne, o ésta, que, sin aparecer en este capítulo, domina cada escena. En resumen, ya ves que me ha encantado. Un abrazo

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    1. Vaya Ana, si te llega a pasar algo no me lo perdonaría. Tendré más cuidado la próxima vez a la hora de dosificar, je, je. Muchísimas gracias. La verdad es que, mi planteamiento inicial era escribir capítulos independientes unos de otros, que pudiesen leerse como un todo pero que tuviesen un hilo de continuidad, lo que pasa es que al final, en el tercer capítulo, la trama se me disparó (nunca mejor dicho) y me pidió más y más. Ya sabes lo que pasa, qué te voy a contar, je, je. He decidido crear un ciclo cerrado que termina en el próximo capítulo. Si después hay más Cruz Silveira, ya lo decidiré. Muy bien visto lo de Capone, me acordé de aquella película, cierto. Lo de los matices de los personajes, no sé, yo todavía les hubiera dado más vueltas, je, pero no quería alargar. La dicotomía, fíjate, me salió casi por necesidad, ya que me resultaba imprescindible seguir con las analogías del resto de capítulos en cuanto a la fauna salvaje se refiere, je, je
      Ves claro que Roxanne domina la situación verdad... Y eso que no está. Feliz de que te haya encantado Ana, no sabes lo ancho que me he puesto, no voy a poder levantarme de la silla.
      Un beso muy fuerte

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  2. Perfecto como siempre, amigo Isidoro. Nos das una clara imagen de la historia gracias al uso magistral de la doble narración. Por un lado la de Mauro Vargas, policía que abandona la ley por la que regía su vida a causa de unos rizos oscuros; por otro la del sicario Cruz Silveira, perseguido por todos y, aún así, viéndose incapaz de alejarse de Roxanne. Y todo ese vórtice de traiciones, sangre y violencia girando en torno a una frase "Un proyectil del 38 especial salió del ánima estriada del cañón y alcanzó su objetivo en lo que dura un pensamiento…", una imagen de lo más representativa de la vida de nuestro sicario preferido.
    Una duda. En la frase "sin detenerse en detalles irrelevantes que Mauro se obcecaba en relevar", supongo que ese "relevar" debería ser "revelar". ¿No?
    Enhorabuena. Un fuerte abrazo.

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    1. Leído a vuela ojos Isidoro, me gustaría para darte una opinión leerlo desde el principio, supongo que están los capítulos anteriores por aquí...los busco y te digo compañero. Hasta pronto.
      (Lo que he leído promete Bang...)

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    2. ¿Perfecto? Muchas gracias Bruno, no sabes lo que te agradezco tus siempre atentas palabras, aunque yo sea más crítico con mis propios escritos, je, je. Supongo que a todos nos pasa. No sabía si me iba a salir muy bien la doble acción retrocediendo en el tiempo, por eso puse el disparo como bisagra. Me alegro que te haya parecido buena idea. Además, intenté dejar en el lector la duda sobre quién había hecho el disparo hasta el último momento, de ahí el concretar el arma y hablar al principio sobre la que Vargas utilizaba.
      Tu corrección es totalmente correcta. Lo que quise poner era "elevar", pero al final se me coló una "r", supongo que por el parecido con "irrelevante". De todas formas, creo que queda mejor la que tú me propones, "revelar", así que pondré esa. Muchas gracias, compañero, por esa lectura puntillosa que ayuda a limar defectillos. Se agradece mucho, la verdad.
      Un fuerte abrazo

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  3. En efecto: en una pelea lo único que importa es ganarla. Da igual si es con estilo o sin él porque, recordemos, al final de todos modos la historia la escriben los vencedores. Muy buena esta nueva entrega no obstante, creo que la mejor hasta ahora fue la anterior con la que de verdad te luciste :)

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    1. Exactamente Holden, esa era la idea. Yo también creo que eran mejores capítulos anteriores. De hecho, si te soy sincero, creo que la historia ha ido bajando desde el capitulo segundo. En el próximo pienso cerrar el ciclo, je, je. Muchas gracias, compañero, por tu fidelidad. Por cierto, que tu consejo sobre el arma usada me ha dado mucho juego con posterioridad, como puedes ver. Te lo agradezco un montón. Un fuerte abrazo

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  4. Eres un maravilloso escritor, Isidoro, y la verdad es que te admiro por la manera en que llevas el relato, y te felicito, una vez más.

    El fragmento que me ha llamado la atención y me ha maravillado ha sido éste, que recalco y copio de tus palabras:


    "Antes de llegar a la casa, sin embargo, detuvo el coche al borde del camino y vomitó. Vomitó los restos de su propio mundo y, por un momento se sintió abandonado. Abandonado por su código de valores; el que le impedía servir a otra ley que no fuera la que había jurado; por sus principios, por su lealtad, por su integridad. Y entonces se aferró a lo único que tenía: unos rizos oscuros que se escapaban entre sus dedos.".


    Admirada me dejas en cómo lo cuentas, las metáforas que utilizas como cuando dices: vomitar los restos de su propio mundo... o en la frase... se aferró a unos rizo que es escapaban entre sus dedos...

    Isidoro, es un lujo leerte y poder disfrutar de tus textos, chapó, amigo mío, en verdad, merece la pena esperar para volver a leer otro.

    Un beso bien grande.

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    1. Madre mía, María, anonadado me dejas con esas palabras tan bonitas. No sé si merezco tanto halago, pues no me considero en nada diferente de tanta gente que comparte sus letras en internet. Aunque, la verdad, no sabes lo que sube la moral leer estas cosas, je, je. Qué maja eres, de verdad. Y bueno, respecto al texto, yo me imagino la situación, intento visualizarla como si fuera una película de cine y luego busco las palabras que creo que mejor podrán crear esas sensaciones en quien lo lea. No siempre son las palabras que literalmente reproducen lo que ocurre... Pero eso tú ya lo sabes, eres experta. Ya lo dijimos en una de tus entradas: todos aprendemos un poco unos de otros. Y si merece la pena esperar uno de mis relatos, no sabes lo que merece la pena terminar uno y esperar a que aparezcan comentarios como el tuyo. Eso sí es un lujo. Algún día despertaré, pero de momento, es tan bonito soñar...
      Un beso muy grande

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  5. Eres un maestro en dar vida a tramas complicadas, Isidoro, y en cada nuevo episodio de la saga de Cruz Silveira lo demuestras. Confieso que hay que leerte con todos los sentidos, pero es un placer hacerlo. Además de engañar al pobre Vargas, engañas también al lector, que no se espera que el viaje del policía sea una trampa urdida por Silveira (y por la mente retorcida del autor) para atraparlo. Una vez eliminado éste, queda la duda en el lector ¿donde está Roxanne?
    Coincido con algún comentario en que te sacas unas frases dignas de los mejores. La fotografía que nos haces de las motivaciones de Vargas para actuar como lo hace es genial. Dices que darás fin a este episodio en un capítulo, esperamos con ansia el final, aunque si Cruz no vuelve a aparecer por aquí lo vamos a echar mucho de menos.
    Un abrazo compañero.

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    1. Cierto Jorge, sé que es necesario prestar mucha atención a las explicaciones, porque te pierdes un poco. No creas que no me ha costado dar coherencia y hacer plausibles las argumentaciones, sobre todo en lo que a la labor de investigación se requiere y porque, además, tengo que confesar que ha habido una cierta improvisación a la hora de hilar los capítulos y luego he tenido que hacer rechinar el cerebro para dar todos los razonamientos creíbles a lo que estaba pasando. Sé que la serie tendría que haber estado menos espaciada en el tiempo (quizás tendría que haberme dedicado a publicarlos seguidos, sin intermediar otros relatos), pero es que no me gusta aburrir con una sola historia... no sé. Bueno, esto acaba pronto. Aunque no ha de preocuparte, amigo Jorge, porque yo también le he cogido cariño a Cruz (a pesar de su carácter), y quizás no lo abandone del todo. El tiempo (me refiero a la disponibilidad) lo dirá
      Un fuerte abrazo amigo

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    2. Disculpas Jorge por utilizar tu espacio, no me deja hacerlo por donde corresponde. De paso he leído tu estupendo comentario.
      Isidoro: magnífico comienzo, y gran final, un párrafo inicial tan visual que no hacía ni falta ilustrar tu relato, aunque se agradece el plus (muy bueno el dibujo). Contrasta la violencia del estampido y de la situación con la paz de la pequeña cala (he visto la mirada de aves cubriendo el cielo)
      Supongo que el hecho de no castellanizar las exclamaciones en el Bang! por ¡Bang! , seguramente se debe al vicio que tenemos en común de leer y “ver” los comics donde los Bang! Boom! Zaas! y demás onomatopeyas solo se signaban detrás, me parece que el castellano es la única lengua que los signos interrog. y exclam. Se ponen delante y detrás.
      Creo que ya te he dicho que me reconcilias con los policiacos al leer lo bien que manejas las situaciones.
      Veo que te sirves de las preguntas a lo largo de texto, y de la enumeración de acontecimientos en el cerebro de (asesinato de Salvado S, secuestro de Roxanne, etc…) y no solo de este capítulo 5, para refrescarnos la memoria, buen truco del almendruco…al estar espaciado los capítulos, y al leerlos no seguidos, se pierden algunas referencias),
      Buena distinción entre cazador y carroñero.
      Me gusta especialmente cuando vomita al borde del camino y se replantea que precio se ha cobrado su integridad moral, y sobre todo, los pequeños gestos que hablan del ser humano que hay detrás del personaje, en esta ocasión son gestos nerviosos (rascarse la sien con el cañón del arma, tocar la amatista de manera compulsiva)
      ¡Qué tensión generas con la desaparición de Roxanne! (eso es de buen escritor)
      Todo casa por fin, hasta los mínimos detalles, yo no veo ni noto ninguna fisura (aunque no me hagas mucho caso que soy novata en esto, y no tengo espíritu deductivo, en las pelis siempre le echo la culpa de todo al mayordomo :)
      ¡Qué pedazo de final!
      Te felicito por la serie Isidoro…ahora tengo ganas de cambiar de tercio contigo…a ver si te leo un dulce cuento de hadas, o algo así jeje
      Un abrazo Isidoro, hasta pronto compañero.


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    3. Ante disculpa la tardanza en responderte, amiga Isabel. Supongo que ya me perdonarás, pero para mí, un obsesivo de la puntualidad, el retraso es algo que "me raya", como dicen los más jóvenes.
      Muchas gracias por los elogios a mi ilustración. La verdad es que tiene el 90% de Photoshop y el resto de trabajo manual, pero ahhh, si dedico tiempo a escribir, otro aspecto se tiene que llevar la peor parte.
      Buena observación la de la no castellanización de la onomatopeya. Yo ni me había dado cuenta, la verdad. Tienes razón, a fuerza de verlo así escrito...
      Sé que reitero muchas cosas a lo largo de toda la serie, pero creo que bastante compleja es ya la trama y espaciados los capítulos, como para que encima, deje todo esfuerzo a la memoria del fiel lector, que ya tiene bastante trabajo, je, je. De ahí que, de vez en cuando, prefiera recordar algunas cosas... Y que conste que, en el borrador final he borrado muchas, porque me daba en la cara la reiteración. No sé, el resultado lo juzgáis vosotros. Hay que tener en cuenta que no se trata (y esto quiero dejarlo claro), de una novela subida al blog por partes, sino de un relato serializado. Los capítulos se conciben de forma distinta.
      Me auto halago por la inspiración que he tenido a la hora de combinar los aspectos del animal que da título a cada capítulo con la trama en sí. Fue algo que me planteé en el primer capítulo y que luego ya no tuve más remedio que continuar... aunque me dio quebraderos de cabeza, no te creas.
      Y bueno, como tú, también soy amante de los detalles. Se nota, ¿no? Y si te parece que todo casa, lee el último capítulo, que ya he colgado. Ahí sí que se ve la relación de todo. Un pequeño secreto: primer y último capítulo son casi uno mismo. Se cierra el círculo. Quizás, sea difícil darse cuenta después de tantas semanas, pero ahí lo dejo.
      Muchísimas gracias por seguirme y por hacerme este pedazo de comentarios. Me alegro mucho que te guste mi trabajo. En cuanto al dulce cuento de hadas, no es mi estilo, pero bueno, nunca se sabe, ja, jaaa
      Un fuerte abrazo

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  6. Sé que cuando uno empieza a deshojar una historia en capítulos el temor es que algunos sean de inferior calidad a otros, pero... es genial sentir que una historia merece ser contada en más de un texto, ¿no crees? Lo digo porque me alegra ver que poco a poco tu Cruz Silveira suma capítulos, aunque el final esté cerca. O al menos un posible final por si el tiempo regala más capítulos.

    No te puedo decir nada nuevo que no te dijera antes, pero sigo disfrutando de la narración y los giros de la historia. Esa Roxanne es peor que una femme fatale la verdad, ya que sin estar presente no veas la que se lía jaja. Y nuevamente veo una gran labor de trabajo previo para el tema de las localizaciones, ya que describes cosas de los lugares que citas que aunque pudieran no ser así, hacen que me lo crea.

    ¡Un abrazo y hasta la próxima compañero!

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    1. Tienes toda la razón del mundo José C., estoy contigo en ese miedo que sientes a que un capítulo ponga el listón tan alto que te resulte muy difícil superarlo con los siguientes. Y sí, también creo, como tú, que es grande ver como crece un personaje, con vida propia, y se hace con una historia larga cuando tú sólo querías darle un relatillo, je, je. Es como si el actor siguiese declamando en la obra fuera del guión, y tú no tuvieses más remedio que extenderte. Está claro que algunos personajes son dueños de su tiempo y de su historia. En cuanto a las localizaciones, como he dicho otras veces, soy bastante escrupuloso, como con todos los detalles (errores aparte, por supuesto) y te aseguro que, si no son tal como las he descrito... se le parecen mucho, ja, ja. Y todos los nombres son auténticos, por supuesto. Antes de situar a un personaje procuro visitar su entorno y hacerme una idea (si no puedo ir, lo hago con google maps, ja, jaaaa) Bromas aparte, me alegro mucho que aprecies mi labor en ese sentido, compañero. Se agradece un montón, porque son esos pequeños detalles (tú lo sabes), que pasan desapercibido pero, para el que escribe, son los que más trabajo dan.
      Un fuerte abrazo colega. Nos vemos

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  7. ¡Genial!! No me esperaba menos de Cruz, aunque sí más del policía: cómo no se iba a oler que estaba acudiendo manso a su propia trampa! Se lo tiene bien merecido por perder los estribos tan fácilmente por una falda, jaja. Irónico que él sin saberlo decidiera su destino al identificarse en el bando opuesto al del cazador; supongo que, siendo carroñero, nunca imaginó que su cuerpo terminaría servido de carroña. Me alegra que el relato, aun cuando comparte su contundencia, no durase lo mismo que un proyectil del 38 especial en alcanzar su objetivo, porque me ha entretenido de más leerlo. ¡Un abrazote, Isidoro!! ;)

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    1. Ja, ja... Por supuesto, uno de los dos tenía que hacer el papel de "menos listo", je, je. No creas que no me he gustado dejárselo a Mauro, me estaba cayendo bien el tipo, sobre todo por sus imperfecciones. Pero tienes razón, creo que le cegaron un tanto ciertos rizos oscuros y, claro, en estas cosas, un error puede significar la vida. Si con esta lectura has pasado un rato entretenido, compañera, me doy por totalmente satisfecho.
      Hasta muy pronto, un fuerte abrazo

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