lunes, 18 de julio de 2016

Cruz Silveira 4. Ratas

 
Alguien había levantado la liebre, los cazadores habían lanzado a sus perros y, como en un barco que se hunde, todas las ratas trataban de ponerse a salvo.

El hallazgo de aquella caja de seguridad y su contenido removió los bajos fondos lo suficiente para que todo se pusiese en movimiento. La basura salió a flote y algunos prohombres se mancharon los trajes. Cuando Figlione, el poderoso empresario napolitano, acabó entre rejas, y su imperio desmantelado, las aguas parecieron volver a su cauce, pero nada más lejos de la realidad.

El lodo comenzó a salpicar y todo el hampa se mantuvo alerta. De ordinario, aquello no habría pasado de una purga y algunos soplones puestos a remojo, con zapatos de cemento, en el fondo del Tieté. Sin embargo, en esta ocasión, el inusual interés que puso la Federal en el asunto, arropada por ciertos políticos comprometidos, compensó en la balanza al peso de la mafia medido con el fiel de la corrupción. Se tiró de varios hilos, se incautaron alijos y se practicaron detenciones, pero lo más importante es que se tocó la cúpula. Los capos perdieron confianza y la situación se tornó confusa. Con Figlione enchironado y la Federal tomando carrerilla, por primera vez en décadas, se sintieron vulnerables.

Las ratas que no se ahogaron comenzaron a llegar a tierra buscando refugio. Las armas crepitaron en los patios traseros y a las puertas de las casas se vendieron lealtades. 

Mauro Vargas, con las manos en los bolsillos de la gabardina y el fedora calado, contemplaba las inmensas grúas del puerto de Santos manejando los contenedores. En ese instante hubiese dado lo que fuera por un cigarro, pero en su lugar calmaba la ansiedad haciendo girar entre sus dedos una pequeña esfera de amatista. 

Un policía uniformado se acercó a él, displicente.

Confirmam-no, chefe. A entrega será hoje à noite. ¿Dou a fim de preparar a operação?...


Llevaba dieciocho meses sin fumar y ni uno sólo sin sentir la necesidad. Lo había dejado el mismo día que conoció a la viuda de Sousa, cuando ésta ingresó en el hospital prácticamente muerta. Lo había dejado el mismo día en que también había decidido dejar de archivar casos. Llevaba tanto tiempo fumando como archivando.

Aquellas primeras semanas de investigación, hasta que detuvieron a Enrico Figlione, fueron frenéticas, y no se separó de Roxanne más que lo estrictamente necesario, embargado por un intenso sentimiento protector. 

No pudo evitar un sonrisa al recordar el símil que su adjunto había aplicado a la investigación «Es como comerse un plato de espagueti» había dicho. «Agarras un extremo, tiras y te los llevas todos, aunque te salpique el tomate». Lo cierto es que no le faltaba razón porque, a pesar de que la cosecha roja aumentaba conforme avanzaban, una vez roto el código de silencio y aplicando un poco de tenaza, cantaban hasta el himno del Ipiranga. En todo caso, el éxito no había sido fruto de un golpe de suerte, sino de varios años de perseverancia, y aún quedaban cabos sueltos. Uno de ellos era la muerte de Salvador Sousa. Mauro no había podido encontrar pruebas que incriminasen a Figlione, por mucho que supiera que tenía que estar detrás del asesinato. El otro, las mismas circunstancias en las que hallaron a su viuda.

Aparece una mujer secuestrada y herida de muerte. Entre sus ropas se esconde la llave de una caja de seguridad con pruebas contra el mafioso cuyo hombre le ha disparado y que a su vez ha sido muerto por otra persona que ha huido herida. Probablemente el capo sabía de la existencia de esa caja y secuestró a la chica para sacarle información. Alguien llegó para liberarla pero no pudo evitar que el secuestrador, antes de morir, disparase contra él y contra su víctima. Quien fuera que quiso rescatarla, herido y dándola por muerta, huyó del escenario. La cosa parecía clara y Figlione tenía todas las de perder. La nave era suya, el matón estaba en su nómina y la joven a la que intentaron matar tenía la clave del asunto.

Sin embargo, para Vargas había cosas que no encajaban. ¿Secuestran a la mujer para sacarle algo, la desnudan, la atan a una silla y no registran su ropa? ¿Qué sentido tiene dispararle mientras les están atacando?... Opuesto a la versión oficial, Mauro estaba convencido de que se trataba de un escenario preparado con una clara intención; destapar la organización de Figlione. Ahora bien, si no era por la información, ¿cuál había sido el móvil para el secuestro?

«Escarbar en la basura sólo podría dar mal olor», le aconsejaron desde arriba. Pero Mauro no era de los que escuchan ese tipo de advertencias. La pista con que contaba, aparte del misterioso testigo herido que había huido, era Roxanne. Por eso se pegó a sus faldas durante varios meses, aunque para el resto del Departamento fuese por el seductor movimiento que ella les imprimía al caminar.

Por Roxanne supo de la vida interior de los Sousa, de las ambiciones de Figlione y de la existencia de Cruz. Pero del imperio Sousa no quedaba nada y si se eliminaba la caja de seguridad como móvil ¿Por qué entonces, querría «Il figlio» secuestrar a la viuda de Salvador? ¿A quién pretendía presionar con ello? ¿Quién tenía interés en hundir al empresario? ¿Por qué matar a Roxanne? Demasiadas preguntas sin respuesta que comenzaban a unirse a otras, de índole más personal.

Hombre de trabajo y familia, íntegro hasta la médula, con quince años de matrimonio y dos hijos en su haber, de repente se le imputaban al debe unos rizos oscuros que, como sol radiante en la almohada de aquella cama de hospital, le hicieron perder el rumbo. En honor a la verdad, Mauro enfrentó la situación como un deber profesional, totalmente alejado de cualquier vinculación emocional, sin embargo, el prolongado contacto directo fue mermando sus defensas hasta el punto de ruptura, que llegó el día en que Roxanne, cediendo a la tensión que llevaba tiempo soportando, se refugió entre los brazos de su protector.

Sus sentidos no estaban preparados para una lucha prolongada y, en cuanto tomaron contacto con la humedad de unas lágrimas, la calidez de su aliento, el perfume de aquella cabellera azabache, quedaron subyugados. Todos sus arquetipos cayeron del pedestal. Se sintió débil, vulnerable. El sentimiento de culpabilidad le hizo verse no tan diferente a tantos otros que había metido entre rejas y le volvió agresivo hacia sus compañeros, hacia su esposa e hijos, protegiendo obsesivamente su intimidad y encerrándose en sí mismo.

—¿Chefe, você está bem?


—Não faça perguntas estúpidas e faça o favor de prepará-lo tudo


Ahora había algo más. Un soplo. Paulo Cortés, el empresario y conocido traficante de armas, estaba en el ajo. O mejor dicho, en el alijo. Aspirante también a la herencia de Sousa y con Figlione fuera de circulación, el mafioso podría haber decidido sacar tajada del pastel y hacerse cargo de la distribución de alguno de los envíos que tenían que llegar. A fin de cuentas, a los colombianos les deba igual quien pagase. En ese muelle, esa misma noche, iba a tener lugar el intercambio. La información había tenido un alto precio, pero el resultado podía ser un duro golpe contra la mafia paulista, terminando en menos de un año con tres de las familias más importantes del negocio.



Las gigantescas grúas portuarias de Santos habían cesado su actividad y las luces nocturnas se reflejaban en las tranquilas aguas del puerto más importante de América Latina. A salvo de miradas curiosas, dos hombres esperaban. Nada les delataba, salvo algunas volutas de humo que se elevaban perezosamente hacia el cielo.

Las ratas están abandonando el barco, che… y vos sabés porqué. Tienen miedo al agua… y esta vez viene tormenta, oíste. Sabés tan bien como yo que es cuestión de tiempo que nos moje los zapatos. Más vale ponerse al seco antes que tarde.


Cruz permanecía silencioso, con los carrillos contraídos succionando el Vila Rica

Ese hijoeputa de la Federal no es un pez chico…—continuó El Argentino— Se ha comido el cebo, pero no ha prendido el anzuelo el muy cabrón. Los chicos dicen que anda haciendo preguntas… Cuestión de tiempo, pibe, cuestión de tiempo.


Muerta la rata, se acabó la peste—sentenció Cruz.

Es el perro… y la rabia.


Si… el perro también.


Creo que le das al fierro más valor del que tiene…—reflexionó El Argentino

Prefiero la plata.


Te quedás conmigo, pero sabés muy bien de lo que hablo… Vargas no parará y, por lo que se dice, se ha encoñado con la piba. Tenemos que hacer las maletas. Una temporada en Europa, otros nombres, otras vidas… hasta que se calmen las aguas…


—¿Y que las ratas vuelvan al barco?... Primero hay que baldear la cubierta… Luego nos encargaremos del perro.


El Argentino escrutó la mirada de Cruz, fría como el acero del arma que, bajo la americana, daba un sentido a su existencia, y se sintió viejo de repente. Subió el cuello de su gabardina y metió las manos en los bolsillos. La gente del colombiano no tardaría en llegar, y el mismísimo Cortés se encargaría de recibirla. Por eso estaban ellos allí. Había que vigilar que todo saliese bien. Un trabajo fácil y bien pagado. Para Don Paulo, ante la ausencia de los Sousa y de Figlione, todo el monte era orégano, o mejor, Coca. Sin embargo, no por ello había que descuidar la seguridad. Cruz era el mejor en el oficio. Y a fin de cuentas, había que ahorrar para las vacaciones.

Al poco llegaron dos autos, uno tras otro, que estacionaron a la puerta de una inmensa nave, enfrentados y con los faros encendidos. Se apearon varios hombres que, iluminados por los respectivos focos, se colocaron delante de los vehículos, proyectando alargadas sombras hacia sus oponentes. Dos de ellos avanzaron hacia un punto intermedio para encontrarse.

Cruz Silveira decidió entonces cambiar de posición. Abandonó el refugio que había preestablecido y se deslizó hacia una escalera metálica. El Argentino, sorprendido por el improvisado movimiento, quiso retenerlo.

—¿Qué hacés, carajo?


Ante la duda del Argentino, el sicario le hizo un gesto imperativo para que le siguiese. Mientras tanto, los narcos intercambiaban algunas palabras y, cuando uno de ellos hizo la señal convenida, otros dos se adelantaron portando un maletín. Todos juntos se dirigieron hacia la trasera de uno de los autos. A partir de ese instante, los acontecimientos se aceleraron en vertiginosa sucesión.

De las sombras surgieron por todas partes hombres de la unidad de operaciones especiales de la Policía Militar, armados con subfusiles. Al mismo tiempo, varios coches celulares irrumpieron en el lugar dando el alto a través de la megafonía. Cruz, como no podía ser de otra manera, sacó su arma y comenzó a disparar a diestro y siniestro, parapetándose detrás de un toro elevador. Sabía que la cosa pintaba mal y su objetivo no era matar a nadie, sino hacer ruido, distraer la atención para que el resto de hombres pudiese guarecerse de la lluvia metálica. El Argentino hizo lo propio.

—¡Sou o agente Vargas, da Federal! ¡Cessar o fogo, deixar suas armas no chão e colocar as mãos sobre o carro!—Algunos hombres se habían introducido en los autos y otros se habían resguardado como habían podido. Aquello era un infierno de fogonazos.

De una puerta, justo a espaldas de la primera posición que ocuparon Cruz y El Argentino, surgieron dos policías. Los dos sicarios cruzaron sus miradas, inmóviles, apuntando sus armas hacia el numeroso grupo de uniformados y mafiosos. No hicieron falta palabras para comprender. En los ojos de Cruz se formuló una sola pregunta: ¿Por qué, viejo?

El Argentino, con rostro contrariado, dirigió su brazo armado hacia Cruz, pero unas décimas de segundo antes de poder apretar el gatillo y algunas más después de que éste tomase la decisión, recibió un disparo en el hombro, que podría haber variado la trayectoria del suyo en caso de haberlo efectuado, y otro en el pecho que lo tumbó de espaldas.

Cómo si lo hubiese estado esperando, Cruz se movió velozmente y arrastró el cuerpo de su mentor hacia un lugar más seguro mientras continuaba el tiroteo. Los dos hombres que habían entrado en su busca estaban enzarzados en el mismo, olvidando a sus objetivos.

Lo supiste al cabo, ¿no?—dijo El Argentino, conteniendo una mueca de dolor.

—¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos, viejo? Sólo tomé mis precauciones. Lo supe cuando vi que de tu arma no salía ni una sola bala—Cruz extrajo el cargador de la Browning HP y descubrió que estaba vacío.

—¿Qué querés? Era el trato… Vos me llamás «viejo», pero soy viejo de veras… Cortés no es más que otro puto mafioso que le da por la vitamina y tú y yo íbamos a salir librados. Vargas me lo juró sí le decía dónde… La cosa estaba jodida, Cruz, y nosotros sólo somos el dedo en el gatillo. A la hora de elegir, Cortés era un bocado más sabroso… ¿Creés que Figlione no irá a por vos, que no sabe mover los hilos entre rejas?... ¿Que ese federal, con la que ha montado, no averiguará que estamos en el ajo, que mataste a Sousa y disparaste a la viudita? Vos sabés que no soy un soplón… Era un trueque y ya no había otra salida… Tarde o temprano tendríamos que salir por pies. Mejor si teníamos billete… Además está Roxanne… ¿Qué vas a hacer?... ¿Matar al único tipo que sabe dónde está, al único que puede protegerla?…


Se miró la mano ensangrentada con la que taponaba la herida del pecho y tosió, escupiendo sangre

Te dije que la Star no era confiable…—continuó en un hilo de voz— Un día de éstos…, vas a matar a alguien…


Cruz Silveira observó el caos a su alrededor. Algunos muertos en el suelo; varios matones disparando desde los autos destrozados por las balas; los policías, parapetados a su vez y rodilla en tierra, lanzando ráfagas mortales que hacían saltar metralla por todas partes; la voz de Vargas a través del megáfono, casi inaudible, pidiendo el alto el fuego; destellos fulgurantes mezclados con las luces azules de los coches patrulla.

Quizás el Argentino tuviese razón. Allí ya no quedaba nada para él, salvo problemas. Los años pasados en la hacienda Sousa y Roxanne, todo parecía no haber sido más que un sueño. Todas las personas que, de alguna manera, habían sido alguien para él, estaban muertas o desaparecidas. La mayoría por su propia mano. Ahora le tocaba desaparecer a él… aunque antes, tenía que resolver un asunto.

Colocó la Star de nueve milímetros sobre el pecho sin latido de su mentor y, a su vez, tomó la Browning HP. La sopesó, buscó un segundo cargador en los bolsillos del cadáver y sustituyó el vacío. Tiró de la corredera para introducir una bala en la recámara, ajustó el seguro y la guardó en la sobaquera. Abajo seguían sonando disparos esporádicos. Tocó el ala de su fedora a modo de saludo y se irguió.

-¡Adiós, viejo!


Mauro Vargas miró hacia el lugar dónde debía de haber estado el Argentino e hizo una seña a dos de sus hombres para que fuesen a comprobarlo. Sin dejar de empuñar el arma, buscó la piedra de amatista en el bolsillo de su americana, pero había desaparecido y unas ganas irreprimibles de encender un cigarro se apoderaron de él.


Relatos anteriores de Cruz Silveira: 1 Tiburones
                                     2 Cuervos
                                     3 Buitres

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24 comentarios:

  1. Amigo Isidoro, bien sabes que soy un fanático de todo lo que sale de tu pluma electrónica, pero con Cruz Silveira tengo debilidad.
    Es éste un capítulo intermedio, de esos que dejan el final abierto y unas tremendas ganas de más en el lector, un regalo para todo amante de las novelas policíacas que deja en el aire una serie de preguntas sin respuestas. ¿Caerá Vargas irremediablemente en el hechizo de Roxanne o será ella la que sea incapaz de separarse de su protector? ¿Qué tendrá que decir Silveira de todo ello? ¿Llegarán a encontrarse Vargas y Silveira al estilo de la película"Heat"? Todas estas preguntas y más serán (o no) contestadas en el próximo capítulo.
    P.D.: Veo que Silveira ha seguido el Consejo de Holden a la manera de Bond con Q y ha dejado de lado la Star, je, je, je.
    Un abrazo enorme, compañero.

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    1. La serie de Cruz se está saliendo un poco de madre y, “por necesidades del guion”, he tenido que abandonar la estructura semiindependiente de cada episodio para dejar un final mucho más abierto, con un claro “continuará”. No era mi plan, pero el amigo Cruz requiere cada vez más espacio y, aunque me cuesta bastante dado el poco tiempo que tengo, intentaré darle un poco de caña para que los lectores no os quedéis muy descolgados entre un capítulo y otro. En todo caso, éste es un ciclo que pienso cerrar en breve, aunque no se terminen las aventuras del personaje.
      En cuanto al final de tu comentario, has acertado, he decidido seguir los sabios consejos del amigo Holden y sustituir el arma de Cruz… Espero haberlo hecho mejor. Como se suele decir, nunca te acostarás sin saber una cosa más, y yo siempre estoy deseoso de aprender
      Un fuerte abrazo, amigo

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  2. Me ha pasado como a Bruno, que me he quedado con las ganas de seguir. A medida que iba leyendo, me estaba quedando admirada de lo bien que manejas las subtramas. Es como si estuvieras dibujando un árbol que parte de un tronco y van surgiendo ramas con personajes e implicaciones nuevas. Y todo sin desviarte de la trama principal. De verdad que tienes mi admiración.

    Un abrazo, Isidoro

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    1. No me extraña que te haya pasado eso Ana. Como le explicaba a Bruno, al complicar la trama he tenido que dejar en el aire algunas cosas. Sin embargo, lo cierto es que no era mi intención profundizar demasiado en otros personajes, pero dado que Vargas va a ser esencial en la continuación de la historia, he creído oportuno darle un poco más de cuerpo. En todo caso, no quiero alargar demasiado esta historia, así que intentaré no hacer demasiado frondoso el árbol…
      Muchas gracias por seguirme y hasta la próxima, compañera. Un fuerte abrazo

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  3. Creo haberte dicho alguna vez que Cruz Silveira es tu personaje más elaborado, por su personalidad y por toda la trama que has construido a su alrededor, y si no te lo he dicho te lo digo ahora. Cada relato de la saga es una sorpresa, me quito el sombrero ante el trabajo que has tenido que pasar para construir esta trama enrevesada y de altos vuelos, con varias ramificaciones en torno a cada personaje como bien apunta Ana. Admirable también, como en las otras entregas, todo el ambiente que rodea la escena, ese submundo de la mafia tan bien recreado, las relaciones entre clanes, la forma particular de hablar de cada personaje incluso en portugués, que aunque tiene semejanzas con nuestro idioma gallego supongo que te obliga a un esfuerzo extra de documentación al no ser tu lengua nativa. Incluso detalles como los tipos de armas que usan los gángsters, el inseparable sombrero fedora de Cruz Silveira, o la alusión al río Tieté en el puerto de Santos, dan una idea del empeño que pones en hacer creíble la historia para el lector.
    La escena del secuestro de Roxanne es en la que he tenido que poner más atención, pues pone a prueba nuestra capacidad de concentración y comprensión, pero haces que todo encaje a la perfección.
    La única pega que se te puede poner es lo espaciado de los capítulos, que hace perder un tanto el hilo del anterior, aunque es comprensible que semejante elaboración lleve su tiempo. Deberías pensar seriamente en que esta historia pudiera ser el germen de una novela Isidoro, pues la trama y tu buen hacer auguran posibilidades de éxito.
    Enhorabuena compañero, da gusto encontrarse con relatos de este calibre. Esperamos con ansia el siguiente capítulo.

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    1. La verdad es que voy aprendiendo sobre la marcha, amigo Jorge. Como con el portugués. Las traducciones de internet dejan un poco que desear y a veces tengo que consultar varias páginas hasta que quedo satisfecho (ya sabes que yo también soy bastante escrupuloso con el detalle), y me apoyo con las construcciones gramaticales y algunas estructuras del gallego. Con seguridad cometeré bastantes errores, pero de ellos se aprende, a fin de cuentas. Con Cruz tengo un problema, porque, aunque su idioma nativo es el portugués, prefiero hacerle hablar en castellano en ocasiones para facilitar la comprensión.
      No me sorprende que te haya resultado un poco confusa la escena y explicación del secuestro. He intentado sintetizar todo lo que he podido para no extenderme (tengo muy en cuenta la extensión de cada una de las partes en el texto general, pues creo que es un aspecto básico en el ritmo), pero soy consciente de que, para resultar clara, necesitaba de más espacio. Tampoco quería volcar demasiada atención en el aspecto de la investigación.
      En cuanto a la pega que me pones, no puedo estar más de acuerdo. Si te digo la verdad, no es tanto por la elaboración (que también), sino porque disperso demasiado el esfuerzo en otros relatos al mismo tiempo. Te voy a confesar un secreto: había pensado cerrar esta serie en un ciclo completo de unos seis capítulos, pero aún tengo muchas dudas sobre algunas cosas y eso me ralentiza. Intentaré seguir tu sabio consejo y no espaciar tanto los capítulos.
      En cuanto a la novela, me halaga mucho que lo digas Jorge, pero no sé, yo no la veo tan original teniendo en cuenta todo lo bueno que hay en el mercado… aunque el personaje me gusta, ¿quién sabe?
      Muchísimas gracias por tu tiempo amigo. Es para mí de un valor inestimable. Un abrazo
      PD: He estado unos días en A Costa da Morte. No iba desde chaval a esa zona y me ha encantado.

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  4. Tiene Cruz Silveira el aire de Humphrey Bogart del Halcón Maltés y el alma de John Wayne de Centauros del desierto. Tiene su historia también la mezcla de géneros que la hacen saltar de historia de orígenes, a dura epopeya de (des)amor, a frenética escena de acción. Aquí te adentras en el género más policiaco y nos das un elemento muy importante de cara al futuro de esta saga, que es Mauro Vargas. Con él nos enseñas que no sólo Cruz puede ser el personaje complejo y con aristas, sino que en él puede haber encontrado su contrapunto, un hombre a su altura, que puede ser aliado o enemigo, y que, aunque le cueste aceptarlo, más parecido a él de lo que le gustaría. En medio queda Roxanne, que aquí queda un poco en segundo plano pero que promete mucha guerra en el futuro. Esta frase, "de repente se le imputaban al debe unos rizos oscuros", es de las mejores líneas que he leído en mucho tiempo. Qué genio eres haciendo una metáfora de un elemento contable. Muy muy bueno.

    Este capítulo es bastante trepidante y funciona muy bien en la contraposición de los dos hombres. Los diálogos también son geniales, y nos permiten ver el estado en que se encuentra la relación entre el Argentino y Cruz, con el primero más miedoso que nunca, anticipando que ya no es el matón que era.
    Sí te reconozco que la parte del tiroteo me costó un poco, quizá demasiado acelerada (aunque sé que es lo que pretendes) y con un final algo más manido. No en vano, sí que funciona muy bien la frase "Te dije que la Star no era confiable…", pues entronca muy bien con el cap.III y eso nos da una continuidad que rema muy a favor de la novela.

    En definitiva, un muy buen cuarto capítulo, que como te dicen, deja con ganas de más, especialmente desde que se plantea algo diferente con la introducción de Vargas. Esta dualidad creo que te vendría muy bien explotarla.

    Hasta el próximo tiroteo, crack.

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    1. Creo que no te falta razón compañero, quizás tenga algo más de ese duro Wayne, amargo, solitario, brutal . En cuanto a la mezcla de géneros, creo que se debe a que van surgiendo tal como se fue planteando la historia. Intenté, como le dije a Bruno, no salirme de ciertos episodios independientes, pero al final, piqué, je, je, y me dejé llevar por el personaje (o los personajes, porque Mauro también tiene cosas que decir) Cómo muy acertadamente observas, Mauro es mucho más parecido a Cruz de lo que él supone… Quizás en el próximo capítulo lo veamos más claro, y a lo mejor precisamente por ese punto de unión que es Roxanne.
      ¿Así que te ha gustado el símil contable? Pues se me ocurrió precisamente al escribir que "contaba en su haber con quince años de matrimonio y un par de hijos"… Es una frase muy típica, pero a mí me sonó muy contable, je, je.
      Si he de serte sincero, no he quedado del todo satisfecho con el resultado. El capítulo resulta, como dices, trepidante, pero realmente no aporta más que otra muerte "al haber" de Cruz, y quizás la que menos sentido tiene… Si fuese una novela, El Argentino seguiría vivo, te lo aseguro. En todo caso, mis ideas van por otro camino…. Cuando me comentaste en Tus Relatos el primer episodio "Tiburones", me dijiste que te hubiera gustado que hubiese cerrado la trama en una estructura circular, volviendo al presente de aquella acción… Pues, por ahí van los tiros (nunca mejor dicho)
      Intentaré no dejaros mucho tiempo con la intriga. Un fuerte abrazo

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  5. La verdad es que es posible que sea el relato más trabajado de todos los que te he leído, Isidoro. Es una pasada como todo toma forma, como se desarrollan los hecho y que siga vivo a pesar de usar una maldita Star XD

    En serio, creo que tus relatos de este señor podrían tener futuro dentro de una novela completa, no sería algo descabellado. ¿Te lo has planteado alguna vez? Intentar venderlos a una editoral, ya sabes, moverlos a ver que pasa :)

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    1. Bueno, la verdad es que no me he planteado hacer una novela de alguno de mis relatos porque creo que no estoy preparado para ello. El mundo editorial es otra cosa y, no sé, lo mío es más de andar por casa y compartir con mis amigos lectores del blog... Aunque quizás, con esos ánimos que me dais, me atreva con alguna, je, je
      Por cierto, ya ves que te he hecho caso y le sugería a Cruz que cambiase de arma. Espero que no se haya cargado a su amigo sólo para quedarse con su pistola, je, je
      Hasta la próxima, compañero

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  6. Tras algunas semanas de desconexión bloguera, he vuelto jeje. Los apuntes negativos son dos, muy puntillosos seguramente. En la frase inicial te salió "libre" en vez de "liebre". Y el otro, es que cuando ocurren los disparos al "argentino", me habría gustado una narración menos confusa en ese momento, a pesar de saber lo que pasa y por qué.

    Fuera de eso, como te han mencionado, es un capítulo en la línea de esta historia de Cruz Silveira, línea más que interesante por cierto. Se notan trabajados todos los detalles por lo general más ajenos a nosotros, como el idioma, los lugares concretos de otra geografía que no es la cercana, y algunos términos más específicos. Así que entiendo que por eso cada capítulo llegue con un cierto lapso de tiempo intermedio, porque requieren otra preparación.

    ¡Nuevamente un placer Isidoro!

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    1. Gracias por tus apuntes negativos compañero. No es coña, eh, te agradezco la sinceridad y la atenta lectura, no lo dudes. Ya he corregido el fallo del Word. En cuanto a lo de la muerte del Argentino, como he comentado, yo tampoco estoy del todo satisfecho con el resultado. Sí que creo que necesitaba de más explicación, lo reconozco y me parece el punto débil del episodio. te agradezco que lo comentes, Jóse. Y cómo he dicho al resto de compañeros, intentaré haceros menos larga la espera y ponerme a escribir el siguiente, je, je
      Un fuerte abrazo

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  7. ¡Me ha encantado el texto! Está estupendo y bastante bien trabajado, tanto que creo que me ha quedado un poco grande su lectura, aunque todavía (no sé por qué) me sigue gustando más el capítulo anterior. Una nimia objeción, por necia que soy: ese argentino me ha resultado muy español. Me saltaron las alarmas con ese "encoñado", para un argentino un "coño" es una "concha". Aunque claro, puede que al del texto se le haya modificado el habla como consecuencia de la compañía con Cruz. En fin, no me haga caso, es solo que hubiese disfrutado mucho más que El Argentino tuviese un dialecto más pronunciado para darle un mayor matizado al texto, pero que en resumidas cuentas no le resta nada al relato. Ha quedado genial y he pasado un muy buen rato leyéndole. ¡Un abrazote, Isidoro!! ;)

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    1. Te entiendo Fritzy. Quizás no está bien que yo lo diga, pero a mí también me gusta más el capítulo anterior (ya he expuesto algunas razones en otros comentarios)Y por otra parte, yo encantado de que me pongas objeciones, eh. De eso se trata. Cuando alguien objeta, es, porque se toma interés y porque se siente a gusto. Bueno, luego están los que critican con afán destructivo, pero yo soy un privilegiado, porque todavía no me he topado con ninguno de esos por este blog.
      Y a ese respecto, te diré que, dado mi desconocimiento, hacer hablar a alguien en un lenguaje coloquial es más difícil aún que hacerlo en un idioma distinto, porque hay giros, frases hechas, juegos de palabras... que no vienen en ningún diccionario, ¡ni en internet!... Otro problema; efectivamente, puse al Argentino, con su español, en contrapunto al origen brasileño de Cruz, precisamente para no complicarme mucho con este idioma y que Cruz pudiese hablar en español pero, como dicen por aquí, ¡la he jodido!, porque he matado al Argentino... ¿A ver que hago ahora?
      En fin, muchas gracias por comentarlo amiga. Te digo la verdad, a mí también me hubiese gustado mucho más jugar con el lenguaje de El Argentino, te lo aseguro (me he divertido haciéndolo), pero reconozco mis limitaciones y desconocimiento.
      Muchas gracias por tu fidelidad, es un gusto tenerte por aquí. Un fuerte abrazo

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  8. Que lindo el texto Lleno de vos y tu forma de poner las letras me maravilla lo largo que escribís para me seria imposible
    un beso

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    1. Muchísimas gracias por pasarte y comentar Mucha. Y por supuesto por tu valoración. Aunque no me dices nada, supongo que tú también coincidirás con Fritzy en que debería mejorar los diálogos del El Argentino, je, je. Os pido perdón a los que tenéis ésta como vuestra lengua nativa por errores que haya podido cometer, fruto tan sólo de mi desconocimiento, y que me encantaría corregir. Una de mis formas de aprender es escuchar tu linda voz y leer tus textos en tu blog. Muchas gracias
      Besos

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  9. Despues de buscarte por media hora llego a vos. Es tan complicado Google que me para los pelos jajajaja he leido a varios antes de estar aqui
    Gracias por tus palabras por tu intensidad por lo que sos
    un abrazo

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    1. Gracias a ti, Mucha, por tomarte el tiempo de buscarme en ese maldito Google (ops, perdón, no vaya a ser que nos lean) para dedicarme estas palabras. Ya sabes que es un placer mutuo
      Un fuerte abrazo

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  10. Hola, hacía ya bastantes días que quería leerte, ahora ya me quedan dos relatos para ponerme al día con el blog. No de la serie Silveira, me refiero. Pues vaya relato, trabajado, complejo, muy cuidado en el detalle y con gran manejo de las subtramas, profundizando en los personajes y creo yo también que en esa dimensión de las suspicacias entre mafiosos, las lealtades, las traiciones, los miedos, las preguntas sin fin, que también atormentan a Mauro Vargas. Lo que pasa es que me he sentido algo perdido y creo que tendré que leerme de nuevo -han pasado semanas- la parte 3, Buitres, para enlazar detalles. Creo recordar que acaba con la viuda ahí atada a una silla y cómo le disparan, ahora hablo de memoria. Gran relato, me encantaron algunas expresiones como los matones en remojo con zapatos de cemento, y lo de que todo el monte no era orégano, sino coca. Muy bueno. Leyendo la parte Buitres creo que lo veré todo más claro y coherente, ya veo que comentáis sobre lo espaciado entre parte y parte. Saludos.

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    1. Un placer leerte de nuevo por aquí compañero. Estuve leyendo un poco de tu trabajo sobre el mito de Tiamat, así que ya conozco tu nombre real. En todo caso, seguiré usando tu seudónimo, que supongo que para algo te haces conocer de esta manera, je. En breve, cuando haya leído un poco más (me he quedado en la segunda parte) te escribiré en tu blog. Te adelanto que ya sólo la recopilación y selección de imágenes me parece un trabajo a elogiar, no sólo por el tiempo que has de dedicar a la preparación de las mismas, sino para su inserción a lo largo del texto de forma coordinada. Gran trabajo, sin duda.
      En cuanto a tu comentario, que para eso hemos venido como se suele decir, primero de todo agradecerte todo el tiempo que has dedicado a leerte mis relatos y a redactar tus extensos y cuidados comentarios, pues se nota que lo haces con gusto y sinceridad. Son dos cosas que no hay forma de agradecerlas lo suficiente si no es continuando con un trabajo serio y respetuoso hacia quien nos lee. Soy el primero en reconocer que esta saga de Cruz se espacia demasiado en el tiempo y probablemente no tenía que haber comenzado su publicación hasta no haber terminado la serie, lo que pasa es que, bueno, al principio ni siquiera pensé en ella como serie… En fin, como ya está hecho, a apechugar… He decidido cerrar un ciclo de seis capítulos, así que me queda publicar los dos últimos (y escribirlos, claro, porque aunque tengo las líneas generales, me queda lo más laborioso). Intentaré que no pase mucho tiempo, más que nada para no agotar la paciencia de los lectores y que tengas que estar releyendo capítulos anteriores (además se trata de una trama compleja en algunos momentos si no recuerdas lo pasado anteriormente)
      Un saludo W.A.

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    2. Desde luego Isidoro, “Ratas” (un título acertadísimo), tiene tensión narrativa, ritmo rápido, acción e intriga, todos los componentes básicos del género policiaco o trhiller, creo que se llama, aunque no me siento capacitada para comentar los pormenores del género, porque las intentonas fallidas que he escrito son para tirarlas a la papelera, pues no tengo dotes detectivescas para la investigación, ni deducciones racionales, ni para el suspense, ni para el policial…pero teóricamente conozco los ingredientes y premisas que lo conforman, claro que no es igual…por ponerte un ejemplo, leerse la receta de una paella, que hacerla, o unas papas con mojo picón.
      Pero te daré mi punto de vista, y lo que me sugiere tu trabajo.
      La situación perfectamente contada (sobre todo en el primer tercio), para ponernos en situación.
      Como siempre, me fijo en los pequeños detalles que tan bien manejas y que haces que las escenas se visualicen: “la pequeña esfera de amastista que hace girar entre los dedos…y con la que cierras el capítulo”. Sigo…

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    3. Continúo…curiosa la cronología entre dejar de archivar y dejar de fumar (parece una tontería, pero la frase me hizo pensar en por qué tomó esa decisión justamente cuando dejó su monótono trabajo…se supone que emprendió otro con más actividad y riesgo, (semanas frenéticas) no parece una buena decisión el dejar de fumar en esos momentos de cambio y de estrés añadido.
      Reitero que vuelves a “incidir y repetir lo que importa” …y es la mujer secuestrada herida de muerte, entre sus ropas la llave de una caja de seguridad….y en torno a eso se desarrolla la trama en este capítulo, la investigación, las preguntas, las causas,los comos, el por qué y el para qué. Efectivamente…demasiadas preguntas sin respuestas. Menos mal que tenemos a Mauro.
      Muy bien llevado el diálogo, ágil y creíble, aunque eso mejor te lo diría un argentino porteño, si suena natural o no. A mi me parece que sí (buen guiño lo del perro y la rata y la rabia)
      El enfrentamiento con la policía militar visual al máximo, vamos que me faltaron las palomitas para estar viendo una peli, sin duda haces un uso perfecto del “narrador cámara”
      El final del capítulo es buenísimo, tiro de auto gracia incluido.
      Nos vemos prontito Isidoro. Abrazo fuerte.

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    4. Hola Isabel
      Perdona por el retraso en contestarte, pero ya sabes, muchas veces, afición y trabajo no van de la mano. En fin, en breve estaré de nuevo leyendo y comentando, en cuando me ponga al día con mi propio blog, je, je
      Ya sabes que me gustan los detalles. Como a ti. A mi modo de ver, aunque muchas veces parezcan insignificantes, cuentan mucho. Tú lo sabes. Por ejemplo, ese dejar de fumar significa mucho más que abandonar el hábito, pero bueno, tú lo has explicado a la perfección. Por cierto, que me encantaría que un porteño diese su opinión sobre el texto, por supuesto. Sé que hay muchas cosas mejorables al respecto y me parece la mejor manera de aprender.
      Muchas gracias por tus apreciaciones, compañera, es todo un gusto leer tus comentarios. Y por supuesto, un privilegio. Me estás acostumbrando muy mal, je, je.
      Un beso enorme

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  11. No te preocupes Isidoro, tranqui...a mi me pasa lo mismo.
    Cuando se pueda. Un abrazo colega.
    (Te debo el 5)

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