lunes, 1 de febrero de 2016

Qulleq, la llama de la vida


Yakone, «aurora roja», elevó los ojos al cielo estrellado de la tundra y, con las palmas abiertas en ademán de súplica, entonó por última vez el aqeutaq, el cántico de su pueblo para ahuyentar a los malos espíritus.

Ese invierno, los vientos del norte habían prolongado tanto la gélida estación que ni ella misma, con ser la arnaq más vieja del clan, lo recordaba tan largo. Las reservas de carne se habían agotado tiempo atrás pero aún no era posible salir de caza, por lo que tenían que conformarse con la escasa pesca que podían obtener a través de los uglu, los respiraderos que hacían las focas en el hielo. Muy pronto, esto no sería suficiente para la supervivencia de toda la familia y los primeros en caer serían los más pequeños.

La anciana inuit tomó el aire frío en una profunda inspiración y penetró en la vivienda construida a base de piedra, huesos de ballena y turba. En el interior, dos adultos y tres niños se repartían alrededor del fuego entretenidos en distintas tareas. El hombre pulía un arpón de asta y la mujer raspaba una piel de caribú con su chuchillo, mientras que los jóvenes tallaban pequeñas figurillas de hueso con formas de animales. Cuando ella entró, todos cesaron en su actividad para observarla con expectación.

Sin pronunciar ni una sola palabra, Yakone se sentó frente a su hija y, con aire ceremonial le hizo entrega de un colgante bellamente trabajado en marfil de morsa. Con ese gesto daba el relevo a «quien cuida la luz», la mujer del hogar que ha de velar porque el qulleq se mantenga siempre encendido en el centro de la casa. Era la labor más importante de la mujer inuit, pues esa pequeña lámpara de esteatita alimentada con grasa animal y con mecha de musgo no sólo servía para secar las pieles de los animales, cocinar, calentar e iluminar el hogar. Más que eso, era símbolo de la unidad y vitalidad familiar, piedra angular en la estructura cultural de los inuit y en su supervivencia en un clima tan extremo.

Hecho esto, la vieja arnaq se sentó en su camastro y tomó un cuenco lleno hasta su mitad de un líquido oscuro. Cuando lo acercó a la boca sus labios temblaron imperceptiblemente pero, de un solo trago, apuró su contenido. Después se echó de espaldas, se cubrió con las pieles de foca y cerró los ojos. Visualizó una manada de caribús en la que ella, transformada en uno más, galopaba libre hacia el ocaso y, poco a poco, dejó que su mente se fundiese con la noche.

Todos los miembros de la familia rodearon el lecho y, uniendo sus manos en un antiguo ritual, recitaron a media voz palabras de un milenario lenguaje que expresaba todo el amor y agradecimiento que sentían, pues ahora tendrían reservas de carne y la unidad familiar podría sobrevivir hasta la llegada de la primavera.
 
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27 comentarios:

  1. !Uf! !Me quitó el sombrero!. Cómo nos llevas ahora al Polo Norte, en medio de tundras y clanes familiares. Me encantó la sabiduría ancestral de las comunidades que de verdad entienden el cosmos. Nuevamente, magistral la creación del ambiente. El relato me recordó "El país de las sombras largas" Excelente.

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    1. Muchas gracias María, me alegro mucho que te haya gustado. Tienes razón. Estos pueblos (los que aún quedan) que viven casi como hace mil años, con su sabiduría sencilla y profunda, tienen mucho que enseñarnos a las gentes civilizadas de los países desarrollados. Un placer tenerte por aquí. Un abrazo

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    2. Me asombra como escribes y creas historia hermosas .Te felicito escritor

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    3. Muchas gracias por tus amables palabras. Son hermosas a los ojos de quien las lee
      Un abrazo

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  2. Un relato que nos lleva a ver como viven estas personas para alimentarse y combatir el frío. Un saludo

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    1. Efectivamente Mamen, en el relato sólo trataba de mostrar como viven estas gentes y como se adaptan a su entorno. Muchas gracias por leerme y por comentar, es un placer. Saludos

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  3. No sé si te he dicho alguna vez que cuando leo tus historias, siempre me quedo con ganas de seguir leyendo. Aunque tengan un final redondo, que siempre los tienen, me apetece saber qué les ocurre a los personajes. Eso me ha pasado con éste. Me has impulsado a investigar sobre este pueblo para conocerlo mejor. Y, ¿sabes?, por un momento he pensado este Isidoro ha estado allí y conoce a la anciana. Bueno ya ves lo que me ha gustado. Enhorabuena y un abrazo

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    1. Me alegra que digas que te quedas con ganas de seguir leyendo Ana, porque es una buena señal. Y también me alegro que mi relato te haya estimulado a investigar sobre los inuit. Como podrás comprobar, es uno de los pueblos más antiguos de la tierra, y eso que viven ¡en el polo norte! brrrrr. Que capacidad de adaptación. No, no he estado, pero no me importaría hacerles una visita. Leí sobre ellos y, su vida, sus costumbres, su (ya digo) capacidad de adaptación a condiciones extremas, me inspiró para escribir esta pequeña historia. Un abrazo Ana, un placer tenerte siempre por aquí

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  4. Impresionante una vez más. El cambio de registro desde el anterior relato es radical pero, con la misma destreza que en el, has construido un relato "redondo".

    Me ha gustado especialmente las palabras del vocabulario inuit que has incluido (¿son reales?) porque le dan mucha sonoridad. También como, sin entrar en detalladas descripciones, has conseguido transmitir el gélido y duro escenario y la visión de calmada aceptación de sus personajes pese a lo crudo y cruel de su estilo de vida.

    Y por supuesto el "golpe" final, que has trazado con una prosa elegantísima y desprovista de todo artificio.

    No dejas de sorprenderme en todas tus voces.

    Un abrazo muy grande.

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    1. Muchas gracias M. por tus palabras. Me gusta que hayas llamado "redondo" a mi relato, porque precisamente esa era la palabra que tenía en mente cuando lo escribí, je, je. De hecho, como las de los inuit, me imaginaba rechoncha la cara de la anciana.
      Las palabras son reales, y también la situación. Lo cierto es que lo único que he hecho es representar una escena del todo plausible en la vida de estas gentes. En determinadas condiciones extremas, los ancianos llegan a entregar su vida para alimentar al resto del clan. Has dado de lleno M., captando a la perfección con esas palabras "gélido y duro escenario" y "calmada aceptación" Yo no lo hubiera dicho mejor.
      Me alegro que te haya gustado.
      PD: Me senté cómodamente para leer tu texto. Y me resultó muy agradable. Muchas gracias
      Un fuerte abrazo

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    2. Menos mal que te sentaste... ;)
      Muchos besos.

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  5. A medida que leía el relato suponía que la protagonista iba a sacrificarse, lo que no esperaba era que además de evitarles una boca más que comer, iba a alimentar también a su familia, eso me ha sorprendido. Por lo demás, se ve que te has documentado sobre el tema y las costumbres de este pueblo, como tú dices, milenario. Supongo que lo habrás hecho también cuando describes la vivienda, pero me ha sorprendido porque tenía entendido que los Inuits hacían sus casas de hielo, como dice el refrán, nunca te acostarás... Por otro lado reflejas muy bien la aceptación de la muerte como parte de la vida en aquellas culturas en las que la muerte es algo más cotidiano. Un placer leerte. Un Abrazo Isidoro.

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    1. Sí, el sacrificio se presuponía desde el segundo párrafo, ¿verdad?. Basé la sorpresa en la antropofagia del clan. No era una costumbre extendida, pero como todos los pueblos nómadas de estilo de vida similar, llegado el momento, no ponían reparos y, como ya he dicho, lo que el relato cuenta no era inusual: si el anciano moría, no lo desperdiciaban, pero en algunos casos, ellos mismos llegaban a sacrificarse. En cuanto a la vivienda, los iglús existían, claro está, pero contrariamente a la versión más conocida, no era algo tan normal. De hecho, había comunidades de esquimales que ni siquiera los conocían. Todo dependía del material existente. Cuando no había nada, o en estancias temporales, el hielo era lo que se usaba, pero lo normal eran las casas de piedra y turba. Penetraban en ellas a través de un túnel subterráneo que los parapetaba del frío. Yo, en el relato, opté por la versión que menos se ajustaba a la versión común... no sé, quizás por alejarlos un poco de esa conocida estampa del esquimal posando para la foto junto a su iglú. Tienes razón en cuanto a la documentación Jorge. Creo que tú precisamente me entenderás muy bien si te digo que es un aspecto que cuido bastante en este tipo de relatos (aunque uno nunca está libre meter un gazapo, claro está, pero eso están los lectores avispados, je, je)
      Muchas gracias por tu comentario compañero. Valoro mucho tus palabras
      Un abrazo

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  6. Durísimo. Y genialmente narrado, por cierto: parece sacado totalmente de un libro del que vayan a adaptar una película para cine. ¡Te has salido amigo Isidoro! Creo que este es mi post preferido de tu blog hasta ahora por original, simbolista y por usar una palabra que dentro de 5 minutos voy a haber usado, realización. Es decir, está perfectamente descrita la escena, gracias a tu texto necesito una manta (estoy en un iglú) y un cubo. Por si vomito ante la perspectiva de la cena de mañana.

    Pero bromas aparte: genial.

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    1. Muchas gracias Holden. Espero no haberte revuelto el estómago, pero por otro lado celebro que lo hayas sentido tan real. Yo también soy un gran aficionado al cine y, cuando escribo o describo una escena me gusta imaginármela como si la estuviese viendo en una película. La visualizo e intento contar la escena como si quisiera que el lector la visualizase de la misma forma. Como ves, no describo con detalle el lugar, ni a los personajes, ni las cosas que hay. Sin embargo, procuro utilizar palabras que en la mente del lector creen la imagen del sitio que describo. No sé si me explico muy bien. Por ejemplo, coge las palabras sueltas de un párrafo: aire, frío, piedra, ballena, turba, fuego, arpón, asta, piel, caribú, hueso, cuchillo.
      La cosa es que, por tus palabras, deduzco que el truco funciona. ¡Fenomenal!
      Un placer recibir tus comentarios compañero

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  7. Precioso relato, amigo Isidoro, y durísimo. Aquí no hay guerras en los que los héroes dan su vida por la Patria, sólo sacrificio por amor hacia la familia. ¿Hay una forma más noble de morir que hacerlo por la supervivencia de los tuyos?
    Veo que tras tu relato hay una labor muy concienzuda de investigación; de tu mano he visitado un mundo del que sabía poco y del que no me olvidaré jamás. Un saludo, compañero.

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    1. Hola compañero
      Me gusta esa reflexión, porque pone de relieve un aspecto que tenía muy en mente cuando escribí esto. tú lo expresas a la perfección cuando dices que no hay forma más noble de morir que hacerlo por la supervicencia de los tuyos. Creo que, en el fondo, esa es la esencia de este relato. Me alegro que te haya gustado
      Un abrazo

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  8. Muy bonito Isidoro, genialmente contado. Transportas con tus palabras a un mundo desconocido, mientras lo leía iba recordando algunos de los libros que leí de tribus primitivas que te contaban como era su vida sin tantas comodidades.

    Y ese sacrificio tan durísimo y tan precioso, que se adapta realmente al dar la vida por los tuyos. Y que con frecuencia vemos en gentes que nos dan lecciones una y otra vez sobre los sentimientos que realmente importan.

    Me ha gustado mucho.
    Un saludo y feliz fin de semana

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    1. Pues sí Conxita, muchas veces las lecciones más grandes vienen de quién vive de la forma más sencilla. Me alegro, con esta historia. Siempre me ha gustado el mundo de esos pueblos que viven en condiciones tan duras pero adaptados perfectamente a ellas. no necesitan modificarlo, destruirlo y construir sobre él, como casi siempre han hecho las grandes civilizaciones
      Muchas gracias por leerme y por tus atentos comentarios
      Un saludo

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  9. ¡Qué crack eres! No solo me ha encantado este relato en cuestión, si no que tienes un don para tratar cualquier tema con el lenguaje preciso y perfectamente documentado. ;)
    Un abrazo. =)

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    1. Muchas gracias por tu tiempo Soledad, que sé que no andas sobrada. Es un placer tenerte por aquí. Y muchas gracias por tus palabras. Lo cierto es que me gusta mucho moverme entre muy diversos temas y me alegra saber que no me sale del todo mal, je, je
      Un abrazo compañera, espero leerte pronto

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  10. ¡Genial relato, Isidoro!! Entretenido e instructivo al mismo tiempo. Fue bonito pertenecer por momentos a la tribu. No sabía que se dieran casos de canibalismo en que la persona se entregara de forma tan voluntaria y desapegada. Sin duda una gran lección de hermandad, supervivencia y altruismo. ¡Un abrazote!! ;)

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    1. Bienvenida Fritzy y muchísimas gracias
      Me alegro que te haya resultado entretenido e instructivo. El canibalismo existía, no sólo en esos pueblos, sino también en otros continentes, y no siempre con carácter ritual sino también gastronómico incluso, por más como una forma de supervivencia (aztecas, caribes, tribus africanas)En aquellas tierras tan duras, si había que sacrificar a alguien para que el resto se salvara, no había opción (existían otro tipo de valores, ya sabes)A veces también se practicaban abortos o asesinato infantil. En todo caso, yo, en mi relato, he querido dar este toque de sacrificio voluntario (ya te puedes imaginar que resulta relativamente fácil documentar un hecho, pero no una motivación)preisamente para rescatar esos valores que, quizás en nuestro mundo tenemos un poco olvidados
      Un abrazo enorme

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  11. Pero que barbaridad compañero. Como me gusta este relato, que bien ambientado está, que bien contado, con calma y con sentimiento. Se nota que has investigado sobre lo que estás narrando. Eso hace que todo se sienta real, cercano a pesar de la enorme distancia. Este cuento es una muestra perfecta para comprobar que se puede hacer una gran historia de una pequeña acción. No pasan grandes cosas en el relato, y sin embargo embriaga, emociona e implica al lector. Durante unos minutos nos haces viajar. Permíteme la arrogancia, pero mientras lo leía, sentía cosas parecidas a las que tuve cuando escribía el Dios del viento. De alguna manera, las veo como historias hermanadas.
    No sé que más decirte (no se me dan muy bien los análisis), más allá de que me ha gustado muchísimo, que demuestra que eres quizá el más versátil (que me perdonen los demás) de los autores que he conocido por Internet. Igual aterrorizas que seduces o emocionas. Eres un crack, Isidoro. Mi admiración.

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    1. Tú si que eres un crack Alejandro, y dado que yo también soy un admirador tuyo, estas palabras hacen crecer mi ego como un globo llenándose de aire. Me alegro mucho de leerte en tu blog y por descontado aquí. Me halaga lo que dices de las historias hermanadas porque me gustó mucho El Dios del Viento y ese si que es un relato currado. Creo que tú me entiendes muy bien y aunque digas que no se te dan bien los análisis, este comentario me está diciendo todo lo contrario.
      Un abrazo compañero

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  12. Increíble relato que acabo de descubrir ahora. Me ha gustado mucho, no solo lo que narras sino cómo lo cuentas. La ambientación y toda esa carga ancestral llena de símbolos. Se puede ver a la anciana y a toda la familia. Enhorabuena.

    Muchos besos!

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    1. Es un relato del que estoy especialmente orgulloso. En su sencillez, como la vida misma de los inuit, nos narra dos aspectos en los que la mujer se convierte en centro de la vida: la protectora de la luz, del hogar y la familia y esa entrega sin límites, que la lleva incluso a dar su vida por la supervivencia de aquello que protege. Una escena llena de símbolos, es verdad.
      Todo un placer leer tus comentarios en mis viejos cuentos (y en los nuevos, por supuesto), porque en la relectura también hay placer. Hasta muy prontito, porque voy a empezar de nuevo a darme un paseo por los blogs, je, je
      Un beso muy fuerte Manoli

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