viernes, 6 de noviembre de 2015

El descubrimiento


Cuaderno de bitácora. Crucero estelar Homo, 12 de octubre de 2492.
 
Llevábamos más de cien años terrestres vagando por el vacío cósmico y habíamos perdido la esperanza de encontrar un mundo habitable. Cuando salimos, la situación en la Tierra era ya desesperada. Los recursos se agotaban, la capa de ozono desaparecía, la población mundial crecía de forma alarmante. Éramos conscientes de que quizás la madre Tierra ya no estuviese en condiciones de albergar a nuestra raza, y ésta se habría extinguido hacia tiempo, dejándonos solos en el universo como su último exponente. Era algo que nunca podríamos saber ya, pues el contacto se había perdido hacía muchos meses. Sin embargo, no podíamos hacer otra cosa. Era seguir, o morir en el intento.

Llevábamos más de cien años a la deriva por el espacio en busca de un hogar, como en un capullo latente. Manteniendo un control de natalidad que únicamente garantizase el reemplazo generacional y con los períodos de hibernación estipulados a fin de no sobrepasar el nivel de consumo energético. Viajábamos en tres naves: el Vita, un enorme carguero espacial que soportaba varios módulos con atmósfera artificial, en la que diversos ecosistemas generaban la producción necesaria para la vida; el Sensor, que albergaba todos los medios de transformación de la materia prima y el Homo, donde todos nosotros vivíamos y manteníamos la esperanza de encontrar una nueva casa.

Nadie de los que estábamos vivos habíamos conocido nuestro planeta madre y ya casi habíamos desistido de encontrar otro sitio, avanzando por los siglos a través del cosmos. Sin embargo, en nuestra nave, la vida también llegaba a su límite. Aunque la tecnología que habíamos desarrollado había alcanzado niveles sorprendentes y las más peligrosas enfermedades habían sido erradicadas aumentando la esperanza de vida, no habíamos podido hacer nada por disminuir unas necesidades que incluso iban en aumento. Sobre todo la más primigenia, la necesidad de reproducción, cercenada por la evidencia de nuestro limitado espacio y causa de una inquietud creciente que hacía estallar conflictos cada vez más difíciles de controlar.

Entonces fue cuando avistamos este nuevo mundo, y la esperanza renació. Nuestras sondas lo catalogaron inmediatamente dentro del nivel óptimo para el desarrollo de la vida, así que aterrizamos en una región favorable y la ocupamos en nombre de la raza humana. Estudiamos con minuciosidad el entorno, con todas sus especies vegetales y animales. Aquello era un edén, cinco veces más grande que nuestra vieja tierra, con dos terceras partes de su superficie cubiertas por el agua y una atmósfera estable, muy rica en todos los componentes propicios para la vida.

El creador nos había dado una segunda oportunidad y no podíamos desperdiciarla. En aquel último viaje se habían reunido una élite de científicos y pensadores cuidadosamente elegidos, porque no podíamos cometer los mismos errores que llevaron a la irreversible degradación de nuestro planeta y consecuente extinción de la humanidad. Ahora sabíamos lo que teníamos que hacer.

Seleccionamos la ubicación de forma concienzuda y establecimos nuestra primera comunidad buscando un perfecto equilibrio ecológico con el entorno. Una vez alcanzado el desarrollo sostenible de la colonia, nos vimos en disposición de comenzar la exploración del resto del territorio. Sabíamos que era un planeta muy extenso para los efectivos con que contábamos, pero ahora teníamos todo el tiempo del mundo. De nuestro nuevo mundo.

Ya en nuestras primeras expediciones descubrimos que no éramos la única especie inteligente del planeta. De hecho, había varias, a diferencia de nuestra Tierra, en la que únicamente el homo sapiens, con toda su variedad de razas, se alzaba con el título de manera contundente. En Nova, como habíamos bautizado a nuestra nueva casa, coexistían tres tipos dominantes. El primero de ellos ocupaba una extenso zona en el hemisferio norte, aunque totalmente delimitada y estable, ya que, mediante una curioso sistema de reproducción, cada individuo generaba uno nuevo al morir, manteniéndose, por tanto, su número constante. El segundo grupo era mucho más numeroso y se repartía por diversas localizaciones, aunque sus individuos no eran más que extensiones físicas de una única mente colectiva. La última especie era la más similar a lo que pudieron ser nuestros ancestros y se trataba de un grupo de cazadores-recolectores trashumantes que recorrían grandes espacios en su migraciones y que conformaban múltiples razas dependiendo de su origen geográfico.

De acuerdo con los principios de respeto que habían dado base a nuestra nueva filosofía y que se concretaban en los Estatutos Fundacionales, hicimos todo lo posible por coexistir de forma pacífica, tal como hasta ese momento habíamos hecho con el resto de seres vivos. Lamentablemente, no pudimos evitar que ciertos agentes patógenos propios de nuestra especie afectasen de forma letal a estas otras. Curiosamente, las más avanzadas tecnológicamente fueron también las más perjudicadas. Los Shee perdieron su facultad de clonarse al morir, a consecuencia de la enfermedad y terminaron por extinguirse. A los Bee, debido a su mente común, el virus les afectó como si de un solo organismo se tratase, extendiendo el mal entre ellos en una rápida metástasis que acabó con la especie.

Los Apes fueron los únicos que sobrevivieron y, con el tiempo, se adaptaron a nuestra presencia, dejando la trashumancia para sedentarizarse junto a nosotros. Hoy en día, completamente domesticados, forman parte esencial de nuestra economía realizando aquellas tareas demasiado arduas para el ser humano o como fiel compañero doméstico. Tan sólo algunas de sus razas más belicosas crearon ciertos problemas, pero rápidamente fueron controladas y sometidas.

Por eso ahora, en el primer Centenario del Descubrimiento, podemos decir que esta nueva Tierra nos pertenece por completo y nosotros, la especie elegida, y a mayor gloria de nuestro creador, cumpliremos nuestro destino, tal como hiciéramos en nuestro planeta madre.

Por eso ahora nos disponemos a partir de nuevo, con el fin de continuar nuestra búsqueda de nuevos mundos, de nuevas Tierras que descubrir e incorporar al glorioso Imperio de la Humanidad.
 
Pero… esta vez, no cometeremos los mismos errores.
 
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17 comentarios:

  1. No cometeremos los mismos errores... ¡Qué soberbia puede llegar a ser la raza humana! Siempre he pensado que somos un virus para el planeta Tierra, alimentándonos de ella y envenenándola con nuestra bilis, y que estaría mejor sin nuestra existencia y tú, compañero Isidoro, me lo has confirmado.
    Tu relato es el contrapunto perfecto a la magnífica Wall-e. Más realista, si quieres que te sea sincero, porque no me creo el final perfecto en el que aprovechamos nuestra segunda oportunidad y nos instalamos en un equilibrio perfecto con el planeta Tierra. Seguro que pronto surgiría la lucha por el poder y la búsqueda del beneficio, como ya ocurrió en el descubrimiento del Nuevo Mundo, en las selvas del Brasil, y en tantos y tantos sitios.
    En fin, de nuevo felicidades y nos vemos en el siguiente. Si es el mío (espero tenerlo para la semana que viene), verás que casi nos cruzamos en el camino. Y tampoco dejo muy bien parada a la raza humana. Un saludo.

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    1. Es que nos lo merecemos amigo. No me arrepiento de ser humano, es lo mejor que me ha pasado, je, je, pero creo, como tú, que en conjunto somos una plaga para el planeta. Que la vamos a hacer. Wall-e me emocionó, y bueno, Disney es Disney y su mensaje tiene que ser positivo. Por mi parte, creo que seguiremos cometiendo los mismos errores, aunque por suerte, la raza humana es muy heterogénea, y siempre... habrá superhéroes, ¿no te parece?
      Espero tu relato compañero, ahí estaré para asistir a la debacle de la raza humana, je, jeee
      Un abrazo

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  2. Saludos espaciales Isidoro. Al principio entre la foto y lo que ibas contando, me sentía como si estuviera viendo desde el principio la gran serie de "Battlestar Galactica". Me ha resultado malicioso que de las 3 razas del planeta, murieran dos por culpa de la nueva especie colonizadora, pero entiendo que es algo posible (de forma contraria, como sucedía en La Guerra de los Mundos, era la especie invasora la que sufría su extinción a manos de los microbios si mal no recuerdo).

    Y bueno, al final resulta que, lejos de coexistir como iguales con la especie superviviente, la terminan domesticando como si se tratase de la antigua Roma. Es por ello que cometen los mismos errores, y la soberbia de cada nueva generación de humanos da lugar al bucle cerrado que les tendrá buscando durante siglos más planetas, hasta que no tengan donde ir y desaparezcan....

    ¡Un saludo Isidoro!

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    1. Muy buen análisis Jose Carlos. Efectivamente, esos microbios caprichosos, je, je. En el caso del "descubrimiento" de América, se cree que las enfermedades infecciosas portadas por el invasor europeo pudo ser una de las causas de su radical descenso demográfico, así como los genocidios indiscriminados. Sin embargo, tampoco es que los europeos fueran los malos de la peli. Anteriormente, tanto aztecas como otroas civilizaciones asentaron su poder esclavizando a otros pueblos... En fin, ya se sabe, dominadores y dominados, la eterna historia.
      Muchas gracias por tus palabras, colega
      Un abrazo

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  3. Al final terminaremos destruyendo ese y otros nuevos planetas. Nuestra raza no escarmienta. :D Me ha gustado muchísimo, y además se escapa de la temática que últimamente estoy leyendo en blogs. Eso me encanta. :)
    Un abrazo. :)

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    1. Muchas gracias por leerme Soledad, es todo un honor. Me satisface que te parezca original. Precisamente una de las cosas que me propongo es diversificar el género y tema de los relatos, asi que te puedes encontrar cualquier cosa. Claro está, unaz veces gustará y otras no, porque igual que escribimos, tendemos a leer determinados géneros que nos llegan más.
      Espero contar con tu opinión en más ocasiones
      Un abrazo

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  4. Me ha gustado mucho cómo cuentas el exterminio de las dos especies. Nada de jactarse de batallas ganadas ni de la superioridad de la raza humana, pero ambas cosas subyacen en la historia. Y que también se deja ver en la esclavitud de la tercera. Magnifico, Isidoro. Un abrazo

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    1. Claro, como el narrador de la historia es el capitán de una de las naves, su punto de vista no podía ser otro, je, je. aunque nosotros, desde el nuestro, lo vemos de forma un poco diferente, ¿verdad?
      Muchas gracias por leerme y por tus comentarios Ana. Como siempre, es un honor y un placer
      Un abrazo

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  5. Este relato me ha enganchado desde el principio, has planteado muy bien la historia y dosificado a la perfección la información que ibas dando al lector conforme avanzaba. Incluso el viaje a bordo de tres naves, cada una utilizada para un uso en concreto, dota al texto de realismo y credibilidad. Igualmente original la idea de las tres civilizaciones y sus particularidades. La moraleja final, como comentan el resto de compañeros, pone de manifiesto la triste realidad de nuestra especie, carcomida por la ambición y el ansia de dominación.

    Veo Isidoro que no se te resiste ningún género, la versatilidad es una cualidad admirable en un escritor y algo que el lector agradece pues cada historia es siempre una nueva sorpresa. Abrazos.

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    1. Me alegro mucho que te haya gustado Jorge. Desde que leí "Artemisa, el regreso a la luna", me dejaste con la certeza de que eras un gran escritor de ciencia ficción. Luego descubrí que se te daban bien muchos otros temas, pero ese relato en particular me dejó fascinado. Por eso estimo aún más tus comentarios, maestro.
      Por cierto, muchas gracias por el aviso sobre la propuesta de Umbrío. Si no es por tí no me entero de nada, dado el poco tiempo que tengo para hacer incursiones en la web.
      Un abrazo paisano

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  6. Una expedición a nosotros mismos me resulta el texto, cuántos descubrimientos se han hecho a lo largo del tiempo y seguimos sin ver lo evidente. Que los otros mundos logren ponerse a salvo de semejante máquina de destrucción que representa el ser humano. Definitivamente, el hombre no cesará hasta adueñarse del espacio, menos mal (y ojalá sea realmente así) el cosmos es infinitamente más grande que él. Me encanta la ironía del relato; ese final que es un indicio, pese a la promesa expuesta, de que no habrá cambio favorable alguno y que te hace dudar a gran escala de la inteligencia de la humanidad. Genial, Isidoro! ¡Un abrazote!! ;)

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    1. Muchas gracias Fritzy. Efectivamente, ¿no es el hombre el que tropieza dos y mil veces en la misma piedra? A ver si, de tanto tropezar, algún día aprendemos algo, je, je
      Un abrazo enorme

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  7. Me ha gustado mucho, te deja que pensar. La verdad es que la raza humana siempre será igual. Somos así, egoístas y ambiciosos.
    Genial reflexión nos dejas. Estoy segura de que todo lo que colonicemos en un futuro será de la misma manera.
    Un besillo.

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    1. Pienso lo mismo María. De lo que parece que no nos hemos dado cuenta es de que éste no es "nuestro planeta", sino que nosotros somos una más de los millones de las especies que lo comparten.
      Muchísimas gracias por tu visita y tus palabras, siempre bien recibidas
      Besos

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  8. Qué cosas, hace unos días escribí un relato que he empezado a promocionar con un ''próximamente'' y que probablemente suba hoy; digo qué cosas, porque ese relato trata a la humanidad como un virus para la Tierra (no lo digo directamente en el relato pero tenía que decirlo aquí). Un virus, así es, y según tu increíble relato, un virus que una vez acabado con la Tierra, tiene la capacidad, gracias a las nuevas y avanzadas tecnologías, de viajar hacia otros mundos y contaminarlos. ''No cometeremos los mismos errores'', dice el narrador en dos ocasiones (una de ellas cierra la historia, una estupenda elección que deja claro el carácter funesto y destructivo); pero es que el ser humano es el único ser que tropieza en la misma piedra una y otra vez, una y otra vez. Los protagonistas de tus historia, unos humanos que llevan viajando un siglo en busca de nuevos planetas donde poder vivir, encuentran uno, habitado por razas inteligentes como ellos... solo que no exactamente como ellos; los seres humanos siguen siendo más inteligentes, y aunque al principio parece que no quieren dañar, su naturaleza destructiva termina venciendo, y aquello se convierte en una invasión en toda regla. No conformes con eso, finalmente deciden continuar su viaje en busca de nuevos planetas que ''invadir''. Pero oye, esta vez no cometerán el mismo error...
    Abrazo, Compañero.

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    1. ADVERTENCIA, jajaja. Espero que leas esto primero. PARA NO ESTROPEARTE EL NUEVO RELATO QUE SUBIRÉ, NO LEAS AÚN EL COMENTARIO...

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    2. Ok Ricardo, tu aviso ha funcionado. Ya me he leído tu relato... sorry, voy con un poco de retraso y me gusta leerme las cosas por orden, de más antiguo a más reciente, para no saltarme nada.
      En cuanto a tus palabras, tienes razón, veo que nos hemos acercado mucho... ¿en qué estaríamos pensando?, je, je. Parece que no tenemos una muy buena opinión sobre la raza humana... ¿Por qué será? Me alegro que te haya gustado mi relato. El tuyo ya te lo he comentado en tu blog, pero repito: me ha dejado un muy buen sabor de boca (y no porque me lo haya comido)
      Abrazos

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