jueves, 10 de septiembre de 2015

Cruz Silveira 2. Cuervos


 
La imponente verja de entrada recibía al visitante con un emblema forjado entre sus barrotes: dos cuervos enfrentados, en el interior de un óculo, custodiando una «D» y una «S» entrelazadas.
 
Cruz Silveira eligió una noche de luna nueva y, aunque la casona no escondía secretos para él, su meticulosidad le obligaba a tomar todas las precauciones posibles antes de meterse en la boca del lobo. A fin de cuentas, en su oficio, un pequeño error podía pagarse con una estancia ilimitada entre rejas… o en una caja de pino. Su mano derecha sostenía «la herramienta» mientras que, con la izquierda, tanteaba el muro en busca del pequeño acceso que existía junto a la boca de entrada del canal de riego, por donde el jardinero entraba y salía cada vez que tenía que limpiar el conducto, evitando así tener que dar el rodeo por la entrada principal. Aquella portilla, cerrada con un candado y cubierta de maleza, raramente era vigilada por unos esbirros de gatillo fácil y escasa imaginación.

Al abrigo de palmas y buganvillas, Cruz se deslizó hasta el jardín posterior, desde donde la perfecta ubicación de la propiedad, en uno de los barrios más lujosos de São Paulo, permitía una espectacular vista nocturna de la ciudad. Vadeó con sigilo pasillos y zaguanes hasta llegar al dormitorio que buscaba. La puerta estaba entreabierta y el interior oscuro. Como había previsto y como delataban las voces que provenían del piso inferior, los habitantes de la casa aún estaban disfrutando de la cena, por lo que él tenía tiempo suficiente para ocultarse allí donde sabía que podría quedarse incluso toda la noche sin ser visto.

Permaneció inmóvil más de una hora hasta que la luz del dormitorio se encendió y una mujer joven, de negra melena ensortijada, entró en él. Cruz Silveira, un hombre capaz de controlar su frecuencia cardíaca, notó como su corazón, instigado por recuerdos lejanos, pretendía revelarse. Unos zapatos de tacón se quedaron custodiando la puerta y ella se acercó a una vieja gramola mientras bajaba la cremallera del vestido que, fiel vasallo de su hermosura, se puso de inmediato a sus pies. La voz de Olga Guillot comenzó a sonar en el aparato y el bustier de encaje, privilegiado por un contacto más íntimo, quiso prolongar su reverencia deteniéndose un instante en su voluptuosidad. Los compases del bolero cantaron al desamor y los últimos guardianes de su piel dejaron a regañadientes que Cruz contemplase por primera vez, antes de verlo desaparecer por la puerta del baño, aquel cuerpo desnudo que tantas otras imaginó.

El sonido del agua en la bañera acompañando a la melodía, el perfume de aquella habitación, dejaron penetrar recuerdos que Cruz Silveira había venido a enterrar.

A Don Diego Sousa le debía una vida, la suya, aunque durante varios años le pagó con la de otros. El Argentino le había llevado hasta él después de aquel asunto de Copacabana, cuando no era más que un limpiabotas que había matado a tiros a un importante capo del narco. Con aquella muerte, Cruz creía haber cumplido su destino, pero la suerte le tenía reservada una nueva vida cuando uno de los escoltas del mafioso, que debía su lealtad a otro dueño, no sólo no mató al mocoso que se había atrevido a disparar contra su supuesto jefe, sino que lo llevó a presencia de quien le pagaba. Diego Sousa había conseguido infiltrar a El Argentino entre los hombres de confianza del narco, alertado por un soplo sobre su intención de introducirse en el negocio de las armas. Porque una cosa era respetar el «alto el fuego» pactado entre las bandas y otra, muy distinta, era permitir una posible incursión en terreno propio. Por eso, cuando su hombre le presentó al muchacho y le informó de lo ocurrido, se le plantearon dos opciones. La primera de ellas era devolverlo a la calle y dejar que la Policía Federal encontrase los indicios suficientes para descartar la guerra de bandas, resolviendo el caso como una venganza por motivos personales. La segunda alternativa consistía en echar mano de los contactos en superintendencia para que el tema no salpicara a los intereses de la hacienda Sousa y tomar bajo su protección al «meninho». Chavales como él, dispuestos a matar por unos reales, había a patadas en las «villas miseria», pero que lo ejecutaran con esa frialdad y eficacia demostraba aptitudes que valía la pena potenciar. Y así fue como Cruz Silveira cambió el correccional por una de las mejores haciendas de São Paulo. «Tendrás todo lo que quieras como si fueras mi hijo —le dijo en cierta ocasión Don Diego—, lo único que tienes que hacer es no decirme nunca que no»

Aquellas palabras resonaban ahora en sus oídos mientras escuchaba como la mujer cerraba el grifo de la bañera y se introducía en el agua tibia. Ciertamente tuvo lo que quiso, como si del mismo hijo de Sousa se tratase. Sin embargo, Cruz no había cumplido los dieciocho años y ya había tenido varias ocasiones para demostrar su lealtad, haciendo que otros pagaran con su vida por haberla traicionado, mientras que Salvador Sousa, de carácter pusilánime y retraído, no había tocado un arma en su vida, ajeno a los negocios de su padre. Y fue precisamente aquella diferencia, contrariamente a lo que podría esperarse, lo que acercó a los dos muchachos. Salvador vio en Cruz al superviviente nato, a alguien que podría comerse el mundo y escupir el hueso a la cara de su creador. Cruz vio en Salvador a un ser frágil, sin espíritu, joven arbusto que nunca sería árbol a la sombra de su padre, sino más bien hombre de paja, destinado a evitar con su cuerpo la rapiña de los cuervos, y eso no hacía más que recordarle a sus hermanos, víctimas del sistema en las «fabelas» de Río. De ahí que ambos se fueran uniendo, fabricando una simbiosis perfecta.

Todo cambió el día que llegó Roxanne.

Hija de una de las hermanas de Don Diego y de un ingeniero alemán, había vivido sus veintidós años a caballo entre dos continentes, hasta que sus padres murieron en un accidente de tráfico y su tío se hizo cargo de ella, incorporándola a la vida de la hacienda. Una arrolladora belleza la acompañaba y el hecho de que los dos jóvenes se enamorasen de ella era lo más previsible, además de algo que Don Diego no pasó por alto. Partidario, a priori, de buscar una posible alianza matrimonial con alguna poderosa familia, no se veía capaz, sin embargo, de truncar los sueños de su ojito derecho, por lo que, no sólo prohibió a Cruz cualquier tipo de tonteo con su sobrina, sino que le pidió expresamente que ayudase en el cortejo a su retraído hijo. El proceso al que aquella intervención dio lugar creó un peculiar triángulo amoroso. Cruz Silveira, obsesionado por un deseo que nunca podría satisfacer y encadenado por la lealtad a quien debía la vida, volcó toda su energía en el empeño, como si el conseguir el amor de Roxanne para Salvador fuese como lograrlo para sí mismo. Así, a través del insulso joven, le habló sin palabras, la besó sin rozar sus labios, le hizo el amor sin tocar su piel, tal como el Cyrano de Rostand hiciera con su propia Roxanne.

Cuando el día de la boda, Cruz besó a la novia, lo hizo con tal pasión que una sensación incómoda veló la celebración. Roxanne se sintió sorprendida por un sentimiento que achacó a la ebriedad del momento. Salvador no mostró ninguna emoción, pero notó una punzada en el pecho, como el atisbo de una traición.

Los años siguientes fueron extraños. Aunque Cruz siempre mantuvo una cordial amistad con Roxanne, nunca dejó traslucir su verdadero sentir, quizás debido a una vieja lealtad o tal vez por orgullo personal. Sin embargo, en Salvador fue creciendo la ponzoña de la envidia, del resentimiento. Su carácter, ya de por sí reservado, se volvió huraño, y mientras comenzaba a familiarizarse con los oscuros entresijos del negocio familiar, se tornó despótico y celoso de su intimidad matrimonial. Don Diego Sousa fue dejando poco a poco, hasta los más turbios asuntos en manos de su hijo, y éste, sintiéndose con el control y ebrio de un poder que le venía demasiado grande, hizo todo lo que estuvo en su mano para alejar a su esposa de una relación que siempre consideró adúltera. Los servicios de Cruz eran cada vez más peligrosos e imbuidos de una crueldad que sólo podía mostrar alguien con un código personal distorsionado, que nunca había vivido de cerca la muerte ni podía comprender a quien había hecho de ella su profesión.

Todo culminó la noche en que Cruz fue enviado a cerrar una venta cerca del río y apareció “La Federal”. El problema no fue tanto la presencia policial en sí, como el «fortuito» disparo del arma que desencadenó el tiroteo que acabó en matanza. La unión de ambos hechos mostraba a las claras, no ya la intención de reventar la operación, sino también la de aprovechar el caos para librarse de algún elemento incómodo sin provocar la sospecha de una limpieza interna, siempre una mala publicidad. Cruz Silveira fue dado por muerto, desaparecido en las aguas del Tieté. Por lo menos así le fue comunicado al Señor Sousa. En realidad había sobrevivido y abandonado São Paulo, considerándose a sí mismo, después de lo sucedido, liberado de su contrato de fidelidad al viejo Sousa.

Cinco años después, estaba en aquel dormitorio, escuchando en la gramola un bolero de Olga Guillot que Roxanne canturreaba en la bañera, imaginando cómo la esponja recorría su piel desnuda. Cruz Silveira sabía que aquel beso el día de la boda y el instante en que ahora se encontraba estaban conectados por una delgada pero inquebrantable línea, y ahora, de alguna manera, iba a terminar lo que allí había comenzado.

Estaba en medio de esas cavilaciones cuando entró Salvador Sousa en la habitación, con deambular errático, como el de alguien que ha bebido alguna copa de más. Cruz retrocedió para quedar totalmente oculto.

Mientras Salvador desabrochaba su camisa con dedos torpes e intentaba, frente al espejo, desanudar su corbata, se percató de un movimiento extraño a su espalda. Cuando se giró, únicamente tuvo tiempo de pronunciar, incrédulo, el nombre de quien le encañonaba. Dos balas salieron raudas de la boquilla silenciadora del arma. Una de ellas atravesó su corazón e impactó en el espejo. La otra se clavó en su frente.

Su cuerpo, en el rostro fija la expresión atónita, se desmadejó sobre la alfombra, como un hombre de paja descolgado de su madero.

Aunque torpe remedo de lo que había sido su padre, Salvador Sousa llevaba camino de convertirse en uno de los capos con más poder en el negocio de las armas. Pero además, sus incursiones en otros asuntos, como el robo de cargas, las extorsiones o el narcotráfico, aquello que siempre había tratado de evitar Don Diego, era algo que no podían permitir las bandas rivales, por lo que decidieron tomar medidas radicales antes de que fuera demasiado tarde. Cruz Silveira fue el hombre elegido para el trabajo. El único que podía llevarlo a cabo.

Atento a cualquier sonido, se acercó al cadáver. Llamó su atención el prendedor de la corbata, adornado con el emblema de la casa, dos cuervos enfrentados, en el interior de un óculo, custodiando una «D» y una «S» entrelazadas. Por alguna extraña asociación, le vino a la memoria una frase que Don Diego Sousa pronunciaba cada vez que reprendía a su hijo: «Cría cuervos… y te sacarán los ojos». Guardó «la herramienta» y se dirigió a la puerta del baño. A través de la abertura podía ver al fondo los grifos dorados y la bañera de hierro fundido, y de espaldas a él, la nuca de Roxanne apoyada en el borde, los rizos de su pelo azabache goteando agua en el piso de madera.

Se marchó reprimiendo un deseo. A fin de cuentas, no estaba allí por placer, sino por trabajo.

 
 Relatos anteriores de Cruz Silveira: Tiburones

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22 comentarios:

  1. Cruz Silveira ha vuelto... ¡Y de qué manera! A la manera de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, cada vez son más los lazos invisibles que nos unen: tú con tu oscuro pistolero Silveira; yo con mi agente en territorio extranjero Diego Leal. Espero que ésta no sea su última aventura. Un saludo.

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  2. Cierto amigo. Si he de serte sincero, salvo en una ocasión hace mucho que escribí algunas narraciones cortas para un mismo personaje, las aventuras cotidianas de un cartero, hasta ésta no me había planteado el escribir varios cuentos con un mismo prota. Pero al leerte a ti me pareció una buenísima idea, porque siempre te quedas con ganas de crear alguna historia más sobre algún personajillo que te guste, como este oscuro Cruz, heredero muy de cerca de villanos y antihéroes que siempre me han atraído de la literatura y el cómic, como ya hemos comentado en otra ocasión.
    Así que muchas gracias por todo. Por leerme y seguirme, por lo que la lecturas de tus grandes trabajos me aporta y por tus siempre bien recibidos comentarios.
    Un abrazo compañero

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  3. tus textos llenan los momentos felices de los que te leemos

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    1. Pues no sabes cuanto me alegran esas palabras y contar con personas como tú que me regalan un poco de su tiempo y además me escriben sus pensamientos
      Un abrazo enorme

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  4. Pues yo te animo a que continúes contando las andanzas de Cruz. Es un personaje muy buen logrado que puede dar para una novela. Has estado magnífico en la ambientación del relato, que comienza con la verja que nos abre la puerta a la historia. Me encanta cómo escribes. Te felicito. Un abrazo muy fuerte.

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    1. Muchas gracias Ana, es un honor recibir esos halagos de tu parte. Si la inspiración no se hace de rogar me gustaría contar más historias de Cruz, efectivamente.
      Un fuerte abrazo

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  5. Magistral la manera en que cuentas el relato. Me encanta como muestras al tipo, acechándote, y nos haces creer que vamos a presenciar un anhelado reencuentro, para dejarnos ese final tan amargo, en el que vemos a un Cruz que, en el fondo, se queda aún más solitario tras acabar este trabajo. Cautivas y enganchas, con ese personaje que tiene tanto que contar y que ya ha conseguido importarnos. Gran trabajo.

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    1. Es que Cruz es un personaje amargo (que no amargado, je, je), con su visión personal de la vida y la muerte, aunque poco más sabemos. De momento sólo le hemos escuchado decir una frase, y encima era únicamente para presentarse. Un tipo muy lacónico. Quizás en un futuro nos cuente un poco más sobre sí mismo...
      Es un honor y un placer recibir tus comentarios Alejandro
      Un abrazo

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    2. Te comento por donde puedo Isidoro, aprovecho que leo los comentarios tan acertados, en especial la amargura del personaje que te reseña Alejandro y le robo su espacio para poderte comentar: "Hola Isidoro. Hiciste un comentario sobre que inicialmente no pensabas hacer una novela de Cruz Silveira, sino una serie de relatos…y eso se nota porque en, al menos, este 2 de Cuervo, nos haces un recordatorio de los acontecimientos pasados sobre el niño limpiabotas y de lo que fue testigo (y relatados ya en el I)…en una novela me parece que no es necesario hacerlo en capítulos tan seguidos (ya sabes, la novela se lee de corrido, o no, pero no hay que esperara la próxima entrega)…ahora bien, te doy mi opinión sobre las repeticiones (que a su vez lo he aprendido de otros escritores más avezados que yo), y es que repetir sí que importa, o mejor dicho, hay que repetir lo que importa, la continuidad de un texto narrativo depende, en parte, de la redundancia. Es importante la infancia de Silveira, es vital tener en cuenta el episodio que marcó su vida, así que me parece estupendo que nos lo recuerdes.
      Vuelves a enlazar muy bien el título de los 2 cuervos con el contexto y además, es tremendamente visual la primera escena con la verja de entrada…. Se te da bien enganchar desde los primero párrafos al ojo del lector y a su atención.
      Apropiada la elección de las plantas (palmas y buganvillas)…¡Anda que si llegas a poner castaños y encinares…jjeje…) la voz de la cubana Olga Guillot nos da además de la llave para conocer el gusto personal de los “actores” nos data y sitúa (el cuidado de esos pequeños grandes detalles hacen a un cuento grande o mediocre)….Sigo…

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    3. …Por ponerte un ligerísimo pero…en la parte en que Cruz Silveira escucha el sonido del agua en la bañera acompñado por la melodía …cuentas que “dejaron penetrar recuerdos que Silveira había venido a enterrar…” …y entonces hay una larga narración de esos acontecimientos, que son útiles y necesarios para comprender la trama y el giro final, sin embargo Isidoro…no me imagino a Silveira con arma en mano recordando todo eso, no creo que sea momento para un “remember” tan amplio, y a punto de que lo pille alguien. Entiendo que has puesto esa frase para poder enlazar las escena y una justificación para poder contar, pero quizás dejaría al narrador en libertad (soltarlo del pensamiento de Silviera, porque no se me hace factible humanamente que se ponga a recordar tantas cosas en ese momento álgido) No sé si logro explicarme.
      Logradísima la escena del beso apasionado en la boda, de la rabia, de las motivaciones para irse y para matar.
      Coherente y bien hilvanadas las “idas y venidas”, la trama mafiosa y la policial, así como el lenguaje frío y asertivo para narrar las situaciones y acontecimientos.
      El personaje principal logradísimo, su carácter, su frialdad.
      Y el final, Isidoro, de película.
      Finnn.

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    4. Bueno, ya estoy de nuevo por aquí después de unos días de ausencia. Ante todo, no tengo palabras de agradecimiento para contigo. Por el tiempo que dedicas, por esos análisis tan profundos, exhaustivos y llenos de interés. Ya sé que me dirás que es recíproco, pero no. No todo el mundo actúa de la misma manera. No hay ningún compromiso cuando se comenta. Yo creo que es una cosa de carácter. A ti te he visto comentar en otros blogs y sé que, cuando lo haces, lo haces a fondo y poniendo toda la carne en el asador. Eso es invalorable.
      En cuanto al relato, me parecen fenomenales y muy acertadas todas las apreciaciones que me has hecho. Tanto las más positivas como las menos. De las primeras no voy a decir nada, porque sobra todo lo que pueda decir. En cuanto a las segundas, voy por orden: No hay cosa peor que no tener clara la estructura de la historia que vas a narrar, ya sea relato corto, novela o seriado. Y eso me pasó con Silveira, que fui adaptando por el camino, y eso se nota. De ahí también las repeticiones, que sirven para recordar cosas de capítulos que hace tiempo se han leído y que sobran en una novela y que ya no utilicé en capítulos posteriores.
      Por supuesto que presto mucha atención a los detalles. Soy muy escrupuloso. No se me ocurriría poner una palmera en un clima, etc. Nadie está libre de meter gazapos, pero bueno, la intención y el esfuerzo es lo que cuenta. En cuanto a la cronología, ese es uno de mis grandes problemas… porque ni yo mismo tengo clara la época en que se desarrolla la historia, je, jeee
      Sobre el "remember" de Cruz, tengo que alegar en mi defensa, que mi intención no era enlazar la narración del pasado con el pensamiento y recuerdo de Cruz. Sin embargo, leyéndolo después de tu observación, es cierto que al lector le queda la impresión de que lo que se narra es lo que Cruz recuerda. Te has explicado perfectamente, pues la frase, realmente enlaza, aún sin quererlo, al narrador con el pensamiento de Silveira. Eso es algo que, si tengo tiempo, veré como corregir.
      Me alegra que te haya gustado la escena del beso, pues a mí no dejó de parecerme un poco forzada, muy "hollywoodiense". En cuanto a la personalidad de Cruz… en fin, todavía trabajo en ella, pues es un tipo desconcertante.
      En breve estoy contigo otra vez, cuando me ponga al día y retome tu novela.
      Un abrazo enorme

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  6. Continuación de, si no el primero, el segundo relato que te leí y que tanto me gustó por la acción tan bien narrada. Al igual que ''Tiburones'', nos introduces en el mundo de la mafia de una manera intensa y creíble, desde un personaje muy bien trazado. En esta ocasión nos muestras lo que sucedió tras lo ocurrido en el otro relato, cómo fue ''adoptado'' por un capo por su falta de escrúpulos y decisión, todo lo contrario al hijo del mafioso. Para complicar aún más la trama, llega Roxanne, una mujer que le obsesiona, de la que está enamorado, un amor reprimido por lealtad al hombre que le ''salvó la vida''. Teniendo en cuanta esto, y viendo dónde se encuentra Cruz en este momento (en la casa de la mujer), tal vez nos imaginamos que ha ido, después de un tiempo en el que su alianza con Don Diego ha quedado supuestamente anulada, a lanzarse de una vez por todas y confesar lo que siente a Roxanne... Pero no. Es mucho más complicado. Como bien dices en la última frase: no está ahí por placer, sino por trabajo.
    Me han sobrecogido y a la vez fascinado muchas de las frases que has escrito,, frases muy buenas y metáforas asombrosas. Una de las que destaco es la del arbusto que nunca crecerá para hacer sombra a su padre. Tremenda.
    Abrazo, colega.

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    1. Con ese análisis de lujo que me has escrito, no sé si lanzarme ya a por otra entrega, ja, ja. Exacto todo lo que has dicho. En cuanto al por qué Cruz mata sin ningún tipo de remordimiento al que prácticamente (con todos sus defectos) había sido lo más parecido a un hermano y se va sin delatar siquiera su presencia a la hermosa Roxanne... ahí lo dejo, para que cada uno saque sus propias conclusiones.
      Muchas gracias compañero. Me alegro un montón haberte entretenido. Un abrazo

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  7. Hola Isidoro. Tras encontrarme con este relato, no he podido evitar leerme el otro con un Cruz más joven. Me ha parecido que manejas muy bien el ritmo de ambas narraciones (ésta y la de "Tiburones"). Y el resultado final de ambos textos es una mezcla de, como he leído por aquí, Tarantino, un poco de Scarface por el declive del hijo del mafioso y sus enfermizos celos, y El padrino.

    Pasas fácilmente de contarnos con humor la vida de un matrimonio de superhéroes a desgranar un poco la vida de un sicario con una infancia difícil y una vida no muy legal ni llena de felicidad. Enhorabuena por este gran texto, no sé si tienes más escritos, pero espero leer nuevamente de este personaje.

    ¡Un saludo!

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    1. Un placer tenerte por aquí José Carlos y muchas gracias por bucear entre los relatos que escribo. La verdad es que voy al día. Escribí algunos viejos relatos que quizás publique algún día en el blog, pero de momento, todo sale calentito del horno. A ver si este Cruz tan majo se pasa otra vez por mis sueños y me deja alguna de sus aventuras para contaros, je, je. A mí me apetece, desde luego.
      Mientras tanto, nos vemos por aquí. Un abrazo

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  8. Me ha gustado mucho esta historia, leeré el próximo en otra ocasión. Un abrazo

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    1. Pues yo que me alegro María. Espero que te siga gustando la serie y verte de nuevo
      Un beso enorme

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    2. ¡Ah mira! ahora si que puedo...qué lios me hago con las respuestas...esto... que más arriba te puse un comentario Isidoro. Otro día voy a por el III.

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    3. Je, je... Te he contestado más arriba, pero yo tampoco sé si, al colgar de otros comentaristas, podrás ver mi respuesta. En fin, ahí queda. Besos

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  9. Tranqui...ya la he visto, me temo que te estoy descuajaringando el blog :)

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  10. ¡Hola, Isidoro!
    Es la primera vez que me meto de lleno en uno de tus relatos seriados, ¡y la verdad es que me fastidia no poder seguir leyendo ahora porque realmente esta historia engancha!
    Es duro el contraste tan grande entre un lugar tan hermoso y la maldad humana, la dureza de la vida en un país como Brasil, y sobre todo si es desde lo ojos de un niño como en la primera parte de esta historia "Tiburones". Llos dialogos me estan pareciendo estupendos, y las explicaciones y todas las descripciones que das transportan al lector directamente al centro de tu historia. ¡Te juro que he visto a esa mujer en la bañera! Ya si hubieras mencionado algo del ojor del jabón o de alguna clase de incienso hubieras terminado de rematar, ¡realmente lo hubiese olido!
    Seguiré leyendo esta historia y ya te daré mi opinión cuando la termine. ¡Un abrazo, amigo!¡No seguimos leyendo!

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    1. Pues oye, la verdad es que nadie había comentado ese contraste que dices entre lo hermoso de un país cono Brasil y sus ciudades, sus selvas, sus playas, y la dureza de la historia que cuento, pero la verdad es que tienes razón. Me gusta que me hayas dado esta visión del relato. Más adelante, volverás a disfrutar de esa belleza y, también de la cruda realidad Espero que te guste.
      Ah, y sabes, también tienes razón en lo de los olores. Lo cierto es que se trata de un recurso que he usado más de una vez (me gusta dimensionar lo escrito hacia múltiples sensaciones), pero esta vez no se me ocurrió, ja, ja. Lástima, porque es verdad, hubiera quedad muy bien.
      Muchísimas gracias por tu apoyo, compañera. Será un placer recibir tus comentarios, sugerencias, opiniones y lo que sea. Te espero. Un abrazo fuerte, amiga

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