lunes, 15 de diciembre de 2014

Almanaque 1935


Margarita soplaba con fuerza sobre las brasas para avivar el fuego. Su rostro enrojecía por el calor, pero su espalda estaba congelada. Su abuela dormitaba en la penumbra, envuelta en viejas mantas. Más allá de aquella burbuja de vida, la noche fría, oscura, engullía las piedras de la vieja casa, de la aldea abandonada, de las tierras devastadas por la guerra.

Entre las dos habían intentado reparar la pared, destrozada por el último bombardeo, y a ella le dolía todo el cuerpo, pero sonreía, porque sabía que su madre estaría orgullosa. Muchas veces le había contado que, cuando dio a luz, la matrona le pedía que se imaginase a sí misma en un lugar tranquilo, y ella se veía en un inmenso prado cubierto de margaritas. Todo verde, amarillo y blanco. Por eso le puso aquel nombre. Margarita se imaginaba el cielo de la misma manera y a su madre allí, sonriéndole como hacía siempre. El lugar donde podría estar su padre no lo tenía tan claro, pues decían que lo habían fusilado por traidor, y ella sabía que los traidores no iban al cielo. Aunque rezaba todas las noches a la Virgen María, con la esperanza de que algún día le pudiese perdonar.

Margarita removió el contenido del puchero. Los cachelos estaban listos y esa noche, además, había un trozo de pan. La porción de su abuela la ablandó en el caldo de berza.

Cuando le acercaba su plato, la anciana parecía despertar del letargo y, como en una letanía largamente practicada, comenzaba a hablar de los viejos tiempos, de aquellos días en los que la luz del sol maduraba las espigas de trigo y todos sus hijos estaban en casa para la siega. Hablaba quedamente y sin mirar a su nieta, como si no fuese más que un mero gesto mecánico, como el de llevarse la comida a la boca.

Después de la frugal cena, Margarita se arrebujaba en la manta junto a ella, extraía del sayo una sobada revista de historietas y, antes de comenzar a leer, la pegaba a su rostro aspirando el aroma del papel impreso en vivos colores, como si ese olor, tan característico y extraño, pudiese transportarla mágicamente a otro mundo.

"Almanaque 1935", podía leerse en la primera página. La fecha de la última Navidad que Margarita recordaba.

En el locero, donde siempre se colocaba el pequeño Nacimiento de barro, ahora sólo había hollín y cascotes. El fragante chisporrotear de la leña de roble en la cocina, era un crepitar lastimero de ramas secas en el suelo. Como en la burla cruel de un dios despiadado, tan sólo una anciana y una niña, quedaban como testigos de un mundo que parecía no haber existido nunca.

Para Margarita, eran más reales aquellas páginas, con guirnaldas en los márgenes, ramitas de acebo en cada esquina, muñecos de nieve que se derretían de amor al contemplar la luna, pavos "rellenos" que se convertían en invitados a la cena de Nochebuena... Y sobre todo, aquella historieta de la página central. Doce viñetas a todo color. "Aventuras del pirata Rascapalo y Ganapán". El único relato seriado de la revista, que comenzaba con un mínimo resumen del episodio anterior y terminaba con la promesa de un "continuará"

Margarita releía la historieta cada noche. Sus manos acariciaban cada hoja, sus pupilas reflejaban cada línea, sus labios susurraban cada palabra, esbozando una sonrisa. Una sonrisa tierna, fresca, ajena a todo, propia tan sólo de quien puede ver el mundo al revés, de quien puede ver brillar un diamante en la oscuridad, de quien puede ver un principio en un final. Por eso, cuando el cuento llegaba al "continuará", la imaginación de Margarita continuaba, en una nueva historia cada vez, en mil y una noches de aventura. Y cuando el sueño la vencía, su rostro hablaba de calma en la tempestad, de paz en la guerra, de serenidad en la amargura. Su abuela la miraba, y entonces comprendía.

Algunos copos de nieve comenzaban a caer a través de las grietas del tejado. Había muchas cosas que arreglar en aquella casa, y ella era sólo una anciana, quizás la única que no merecía seguir con vida. Pero si había algo por lo que luchar, estaba allí, junto a ella.

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11 comentarios:

  1. Cómo me hubiera gustado escribir esta historia, Isidoro. La ternura que se desprende de ella me ha encogido el corazón. Me encanta como cuidas los detalles, el locero domde se colocaba el nacimiento, las páginas del almanaque... Por no hablar de la niña que se quedaba dormida imaginando finales para la historia. ¡Preciosa! Es un placer estas mañanas de vacaciones en las que voy descubriendo tus historias.

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    1. Efectivamente tengo problemas para encontrar un sitio por donde contestarte, utilizo el espacio de Anita para hacerlo (en el blog de ella y en el de Slejandro Gallardo también tengo problemas...así que seguro que es culpa de mi torpeza)
      Isidoro, que se me olvidó decirte que que bien dibujas...en un tiempo pasado fui dibujante de comics undergraun o como se escriba el graund... así que tenemos algo más en común.

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  2. Me halaga muchísimo que digas que te hubiera gustado escribir esta historia, pues yo soy un admirador de las tuyas. En cuanto a los detalles, creo que son lo que le dan vida a los relatos, lo que los hace reales, cercanos. Tú eres una experta en ello y sabes muy bien de lo que hablo. Me alegro mucho de contribuir un poco a hacer más placenteras tus mañanas. De eso se trata. Felices vacaciones

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    1. Utilizas la reiteración de su nombre, del nombre Margarita, de tal modo que más bien parece un mantra. Y además no te limitas a contarnos sobre ella, sino que nos la enseñas soplando con fuerza un fuego…nos la enseñas por delante y por detrás, enrojecida y congelada, así que tenemos una doble visión de Margarita. De fondo una pradera y también una guerra; los ausentes y los presentes; de los luminosos tiempos pasados y de la sombra del presente. Hablas de una anciana y de una niña una doble vertiente de Margarita.
      Este relato podría concursar con matrícula de honor en “Cuentos de Navidad”, se sea cristiano, agnóstico o existencialista, porque no se habla de unas creencias, sino de unas existencias, la de una abuela y una niña (y de tantos otros) en un entorno dejado de la mano de Dios.
      Es un cuento sensible, con retazos de aquel pasado duro del 35 preñado de las miserias del presnte, donde a pesar de todo impera la sensibilidad y aunque hayan berzas en el caldo, también hay cierta lírica trágica… solo faltaría que la niña Margarita recitara a Rubén Darío que le cantaba a su otra Margarita Debayle aquello de: Margarita…está linda la mar y el viento…

      Fuerte abrazo Isidoro cuestista-poeta.

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    2. ¿En serio dibujaste cómic undreground? Tienes que contarme más sobre eso, soy un gran aficionado al cómic. Muchas gracias por el piropo sobre mis dibujos, aunque tengo que decir que en estos casos hago un poquito de trampa: muchas veces utilizo imágenes que luego modifico, je, je. Aunque te voy a decir que, antes de escribir me dedicaba mucho más al dibujo y a la pintura (sobre todo pastel y carboncillo). Luego, cuando llegaron las técnicas digitales me pasé a la tableta gráfica, je, je
      Muchos besos amiga

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  3. Una historia que desprende ternura a pesar de tratarse de una historia cruelmente trágica. Nos narras desde la inocente (aunque no tanto por todo lo que ha vivido y está viviendo) perspectiva de una niña un día en la vida de esta con su abuela, en una pequeña aldea abandonada y devastada por la guerra, como bien se dice en el relato. Recreas una ambientación tétrica, dramática, pero logras quitarle un poco de peso introduciendo la revista de historias, una puerta mediante la cual Margarita se olvida del mundo que la rodea y crea sus propios mundos, lugares que dice son más reales que en el que se encuentra ahora. El penúltimo párrafo es impresionante, emotivo y tierno.
    En el último párrafo cambias al punto de vista de la abuela, mostrándonos un punto de vista más maduro, en el que la anciana, a pesar de no poder apenas moverse, sigue manteniendo un espíritu de lucha por lo que se ama.
    Saludos, Isidoro.

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    1. Me alegro mucho que te haya gustado Ricardo y mil gracias por todo el tiempo que dedicas a leerte mis cuentos, teniendo en cuenta que ese tiempo se añade a administrar tu magnífico blog y a leer todo lo que escriben muchos otros compañeros que merecen la misma atención. Ya dicen que el tiempo es oro, y el que dedicas a leerme y a escribirme es para mí un regalo inestimable. Un abrazo

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  4. Maravilloso Isidoro. Haces de una historia dura que sea tierna y amable ante tanta desgracia de pobreza. Te recreas en los detalles como una mariposa se posa en ellos. Precioso el entretener a la niña con historietas que la evaden de lo que están viviendo. U ese amor de abuela por proteger lo que le queda de amor por su nieta. Un abrazo

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    1. Me ha encantado esa frase tuya de que me recreo en los detalles cual mariposa que se posa en ellos. Me alegro mucho que te haya gustado. Cómo tú misma dices, por un lado, la visión inocente de la niña contrastada con el dramatismo de la situación y la esperanza de la anciana.
      Un fuerte abrazo compañera

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    2. Utilizas la reiteración de su nombre, del nombre Margarita, de tal modo que más bien parece un mantra. Y además no te limitas a contarnos sobre ella, sino que nos la enseñas soplando con fuerza un fuego…nos la enseñas por delante y por detrás, enrojecida y congelada, así que tenemos una doble visión de Margarita. De fondo una pradera y también una guerra; los ausentes y los presentes; de los luminosos tiempos pasados y de la sombra del presente. Hablas de una anciana y de una niña una doble vertiente de Margarita.
      Este relato podría concursar con matrícula de honor en “Cuentos de Navidad”, se sea cristiano, agnóstico o existencialista, porque no se habla de unas creencias, sino de unas existencias, la de una abuela y una niña (y de tantos otros) en un entorno dejado de la mano de Dios.
      Es un cuento sensible, con retazos de aquel pasado duro del 35 preñado de las miserias del presnte, donde a pesar de todo impera la sensibilidad y aunque hayan berzas en el caldo, también hay cierta lírica trágica… solo faltaría que la niña Margarita recitara a Rubén Darío que le cantaba a su otra Margarita Debayle aquello de: Margarita…está linda la mar y el viento…

      Fuerte abrazo Isidoro cuestista-poeta.

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    3. Veo que sigues teniendo problemas para insertar tus comentarios y lo siento porque, con lo generosos y atentos que son, me da rabia que tengas problemas por una cuestión que no sé como arreglar.
      Me gusta mucho cómo has interpretado mi cuento, observando la reiteración en el nombre, los contrastes calor/frío, ausentes/presentes, anciana/niña... Como tú misma me has dicho en una ocasión, es la mayor satisfacción de todas el llegar de esa forma al lector, hacer sentir lo que uno siente a través de las palabras, y no me refiero sólo a su significado en el relato, sino incluso a su distribución, a su sonoridad, a sus connotaciones, a todo eso que queda detrás y que cada uno ve según su particular punto de vista, pero a través de los ojos del autor. Me gusta también que hables de existencia y no de creencia... mmmhhh, qué bien me has leído y entendido. Qué gusto da leer estas cosas. ¡Ya sé por qué escribo! (Permíteme, compañera, que utilice tus mismas palabras para una sensación con la cual me identifico plenamente)Y tienes razón que sólo falta Margarita recitando a Rubén Darío... y yo que podría terminar diciendo "Ya que lejos de mí vas a estar, guarda niña un gentil pensamiento, al que un día te quiso contar un cuento"
      Un fuerte abrazo para ti también, compañera de letras

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